Pasos en la escalera en el pasillo —impacientes y arrendados a la vez— pasos en sordina como el arpegio que puntean unas yemas en la mesa prorrogando la violencia en los juzgados… Pasos: martinetes que apagamos en la felpa del pecho —ese piano ya sin cuerdas. Porque estamos sin voz. Estamos sin aliento. Nos han […]
Pasos
Pasos en la escalera en el pasillo —impacientes y arrendados a la vez— pasos en sordina como el arpegio que puntean unas yemas en la mesa prorrogando la violencia en los juzgados… Pasos: martinetes que apagamos en la felpa del pecho —ese piano ya sin cuerdas. Porque estamos sin voz. Estamos sin aliento. Nos han […]
Texto de Francisco Segovia 23/07/16
Pasos en la escalera en el pasillo —impacientes
y arrendados a la vez— pasos en sordina
como el arpegio que puntean unas yemas en la mesa
prorrogando la violencia en los juzgados… Pasos:
martinetes que apagamos en la felpa del pecho
—ese piano ya sin cuerdas.
Porque estamos sin voz. Estamos sin aliento.
Nos han atado las vocales en un nudo
que palpita y se agranda en el pescuezo y ya no logra
destramar el entrevero deshacer el enredijo
de las tantas consonantes que azolvan nuestro cuello
—bola de pelos que no vomita el gato—
que no pasan la alambrada de los dientes
y no se dan al aire…
Nuestros labios son de esparadrapo.
Son de estopa —amordazados… Pasos…
Pasos: sílabas calladas acalladas… Ya no somos
más que oídos : amplios pabellones sin estorbos
para esa adrenalina que nos colma el corazón a cada paso
para esos súbitos bochornos que arramblan el resuello
el pasillo la escalera la membrana sonora de la puerta…
No son otra cosa ahora nuestras almas: sólo oídos.
Oídos minuciosos que se tienden a todo lo que pasa
—no allá abajo: aquí —al otro lado de la puerta—
oídos que se tienden a todo lo que pasa
impaciente y arrendado de ida o vuelta en la escalera
cada vez más cerca en el pasillo en el umbral
el quicio demudado aquí
en el mudo diapasón del costillar y en la garganta
que se traga su cuajo de palabras y no siente
sino el paso de los pasos
y el eco hueco de las botas.
Orejas para eso que hace resonar en el oído
—muy adentro: en su oscuro laberinto—
la voz íntima y secreta de la súplica el grito y el reclamo.
Y aquí adentro —a oscuras y en celada:
aquí muy dentro— nos hace agradecerle a Dios
que allá afuera no haya nada —que no hay ya nadie afuera—
y que amaine y ya se extinga la avenida de los pasos
que inundaron el pasillo y la escalera… Agradecerle
que al fin haya resuelto su inminencia en otra sala
en otro cuarto y en las voces que se callan allá arriba
y que al fin nos deje en paz
con la impasible gota categórica
que seguirá golpeando a solas el lavabo
—esta noche y mañana y la siguiente—
un piso más arriba.
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Francisco Segovia – Poeta, ensayista y traductor, ha trabajado como lexicógrafo, traductor y profesor de literatura. Actualmente es investigador del Diccionario del Español de México en el CELL de El Colegio de México y miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.