PASO A PASO: Convenciones rotas a medianoche

Definitivamente, esta vez no fue el título de la obra lo que me llevó a aceptar la invitación de Delfos Danza Contemporánea para asistir al estreno de EsMEDIANOCHE —obra creada para esta compañía por Marcela Sánchez Mota y Octavio Zeivy, directores/coreógrafos de Foco alAire Producciones— y viajar a Mazatlán, Sinaloa, para estar en la inauguración del XXX […]

Texto de 23/07/16

Definitivamente, esta vez no fue el título de la obra lo que me llevó a aceptar la invitación de Delfos Danza Contemporánea para asistir al estreno de EsMEDIANOCHE —obra creada para esta compañía por Marcela Sánchez Mota y Octavio Zeivy, directores/coreógrafos de Foco alAire Producciones— y viajar a Mazatlán, Sinaloa, para estar en la inauguración del XXX […]

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Definitivamente, esta vez no fue el título de la obra lo que me llevó a aceptar la invitación de Delfos Danza Contemporánea para asistir al estreno de EsMEDIANOCHE —obra creada para esta compañía por Marcela Sánchez Mota y Octavio Zeivy, directores/coreógrafos de Foco alAire Producciones— y viajar a Mazatlán, Sinaloa, para estar en la inauguración del XXX Festival Internacional de Danza José Limón.

Fue la curiosidad. Curiosidad por ver el resultado del encuentro de dos compañías que, aun cuando son de las mejores de danza contemporánea de México, no podrían ser más diferentes. Curiosidad por conocer cómo se adaptaron la una a la otra, qué cosas tuvo que ceder cada una para poder construir entre ambas. Curiosidad por saber si un proyecto así de poco común y arriesgado pudiera llegar a tener éxito.

Para captar el alcance de este proyecto, hay que empezar señalando las diferencias entre las dos compañías. Es decir, mientras Delfos se deleita extendiendo las extremidades de sus cuerpos a todo lo que dan, proyectándolas al infinito, y parece soñar con abarcar el mayor espacio posible en cada paso, cada giro, cada salto, Foco alAire se contiene y opta por reducir las acciones del cuerpo, las distancias de los desplazamientos y las emociones al absoluto mínimo necesario. Si Delfos impacta por el dominio y la fluidez técnica, Foco alAire lo hace por la nítida, intensa y a la vez sutil carga emotiva. Así, Delfos crea cuerpos en movimiento y Foco alAire, personajes en movimiento.

Pero lo que tienen en común fue lo que les permitió trabajar juntas. Ambas cuentan con sólidas estructuras de apoyo, lo que hizo posible las múltiples idas y venidas de la Ciudad de México a Mazatlán durante el largo proceso creativo. Ambas son compañías codirigidas (por los ya mencionados Sánchez Mota y Zeivy, en el caso de Foco alAire, y por Víctor Manuel Ruiz y Claudia Lavista, en el de Delfos), lo cual les permitió navegar entre la flexibilidad y la lealtad a los objetivos de cada compañía. A nivel de sus producciones, ambas cuidan hasta el último detalle, poniendo una atención particular en la integración del vestuario y la iluminación al concepto total de la obra.

Pienso que el elemento clave para que se llevara a cabo este experimento creativo a buen término fue que todos los involucrados cedieron algo (Lavista, horas antes de iniciar la función, lo describió como “un acto de amor, de generosidad y confianza”, y después agregó “de paciencia”, y yo diría que también hubo pasión, entrega y mucha, pero mucha, perseverancia). Lo que ocurrió fue que, al ceder puntos de vista, hábitos de trabajo, ideas preconcebidas, en ese momento empezaron a romperse convenciones, y de estas rupturas emergió EsMEDIANOCHE.

La primera convención que se desmoronó fue el concepto habitual de montaje. Sánchez Mota y Zeivy no montaron ni un paso, ni una secuencia. Tampoco había fecha de estreno. A lo largo de siete meses, los dos fueron a Mazatlán en cuatro ocasiones por periodos de dos semanas: daban talleres de la máscara corporal, pedían a los bailarines que se aprendieran canciones de una lista preseleccionada y que crearan personajes a partir de las voces, hacían audiciones a los personajes —no a los bailarines—, los criticaban, destrozaban, daban sugerencias —contradictorias en ocasiones—, y al día siguiente se repetía el proceso. En las noches, mientras Sánchez Mota y Zeivy revisaban el material que habían grabado durante el día, los bailarines preparaban los personajes del día siguiente, memorizaban las canciones, buscaban el vestuario apropiado. De los doce integrantes de Delfos, solo nueve pasaron las audiciones y llegaron al estreno; de las decenas y decenas de personajes que se intentaron crear, solo veinticinco pudieron ser presentados en escena. Entre residencia y residencia, tenían prohibido ensayar (¿ensayar qué, si no había nada montado?).

La siguiente convención que quedó desarticulada fue la de tener límites claros entre disciplinas artísticas. Si ya de por sí Foco alAire había cuestionado la relación entre danza, teatro y canto, ahora agregó los programas populares de televisión a la lista.

¿Cómo se clasifica una obra que transforma a excelentes bailarines en un predicador que parece chango; en una actriz entrada en años que, sentada en un sofá y llorando, trata de justificar su vida mientras se le escurre el maquillaje; en algo que no se sabe si es muñeca descompuesta, robot esperpéntico o bruja artrítica; en un norteño que intenta seducir a una estatua griega/actriz con turbante; o en travestistas venidos a menos que exhalan una tristeza tan desoladora que no quieres ni empezar a imaginarte sus historias? ¿En qué categoría entra una obra donde lo más “bailado” que ocurre es cuando se hace una parodia de aquellos duetos románticos del ballet y la danza contemporánea que caen en lo meloso y cursi, o cuando el coro que acompaña la canción “Por qué te vas” hace más de veinticinco minúsculos ronds de jambe à terre sin parar con la pierna izquierda? ¿De qué modo se le llama a una obra que convierte un simple playback en un elaborado proceso a través del cual las voces —cantadas o entrevistadas— se apoderan de los cuerpos, despiertan memorias, develan facetas insospechadas, hasta que resurgen, triunfantes, habiendo transformado esos cuerpos en los de nuevos personajes y eliminado todo rastro de la persona inicial? (Ruiz cuenta cómo recurrió al “cajón de los recuerdos” para dejar de ser él y convertirse en el personaje; Lavista explica lo que le pasó: “tuve que vaciar mi cuerpo para que la voz entrara, y mi cuerpo se volvió el resonador de esa voz”).

Aunque parezca que me contradigo, sostengo que EsMEDIANOCHE es, antes que nada, una obra coreográfica. Hay quienes opinan que lo que hace Foco alAire no es danza; tal vez dicen esto porque sus obras no se parecen a lo que hacen otras compañías de danza contemporánea y/o porque se trata de un tipo de danza altamente teatralizada. Sin embargo, desde un punto de vista coreológico, el movimiento constituye la esencia de la obra y la manera específica de abordarlo es lo que le da a Foco alAire su sello característico, aun cuando en este caso esté trabajando con otra compañía. Por citar unos ejemplos: un brazo que va perdiendo fuerza por etapas hasta quedar completamente flácido es lo que revela la desesperanza de la mujer que interpreta la canción “Quizás, quizás, quizás”; el personaje que canta “In My Solitude” literalmente se queda solo mientras los demás personajes van formando diferentes agrupaciones; un ambiente de tensión se genera a partir de jugar con los contrastes rítmicos que ocurren al confrontar una canción pausada con los movimientos de piernas repentinos en la versión masculina de “Quizás, quizás, quizás” o, en el gran final, donde la canción “Plain Gold Ring” y las luces vertiginosas coexisten con el movimiento mínimo, contenido y controlado de los bailarines.

Otra convención que se trastocó fue que se alteró la ubicación de algunos comportamientos esperados en un teatro, así como las relaciones espaciales entre los ejecutantes y el público. La obra empieza en el vestíbulo del teatro, en un balcón, donde una mujer gira muy lentamente sobre su eje, canta “Llorando”, llora, se quita la peluca y se tiene que agachar para poder atravesar la puerta del balcón. Hubo escenas que transcurrieron en los palcos y pasillos, lo cual produjo sensaciones alternadas de invasión del espacio propio de los espectadores (cuando asesinan a un personaje) o de intimidad y complicidad con los personajes (cuando invitan a bailar al público). Durante el intermedio —si es que se puede llamar así—, los espectadores salieron al vestíbulo y se toparon con la mujer que interpretó “Quizás, quizás, quizás” aplanada contra un panel, apenas con espacio para moverse; súbitamente se abrió paso entre el público y regresó al teatro. Al final de la obra, los bailarines bajaron por los pasillos y salieron por la entrada principal.

Así, fueron siete meses para desaprender convenciones dancísticas y teatrales, y siete meses para madurar y construir una obra basada en las propuestas de personajes por parte de Delfos y en la visión, selección, articulación y dirección de Foco alAire. EsMEDIANOCHE es una obra que a primera vista podría parecer una simple serie de canciones interpretadas por diferentes personajes. Pero es mucho más que eso. Descuartizando convenciones sociales, el orden de las escenas parece haber sido programado para causar los mayores desajustes y ambivalencias emocionales. De este modo, el intérprete de “Quizás, quizás, quizás” subió el micrófono lo más alto que podía al terminar de cantar, pero, ¿fue casualidad o fue a propósito, sabiendo que el siguiente cantante era un enano? El pobre enano, que tuvo que 1) ajustar la altura del micrófono mientras el público se reía; 2) sacar un papelito para acordarse de la letra de “Échale semilla”, y 3) llevar la cuenta de las repeticiones con los dedos, ¿era hombre o mujer? ¿Realmente estuvieron a punto de darse un beso las encantadoras intérpretes de “Es medianoche”? ¿Quién cantó “Don’t”: una mujer, un hombre o un hermafrodita?, y los dos tipos tenebrosos que la/lo acompañaban, ¿eran guaruras o narcotraficantes?

Y sí, EsMEDIANOCHE fue un éxito. Con cada mirada perfectamente calculada, al igual que con cada gesto, ademán, caminata aleatoria, vestido rojo, camisa, pantalón y saco negros, peluca bien puesta, peluca quitada y rostro iluminado, Foco alAire logró que Delfos cediera sus cuerpos y almas para, entre ambos, hacer que el público llorara y riera, deleitándose con lo bello, lo raro, lo trágico, lo patético y lo cursi.  

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* Texto elaborado a partir de la función de EsMediaNoche (de Marcela Sánchez Mota y Octavio Zeivy, Delfos Danza Contemporánea, 2016) el 14 de abril de 2016 en el Teatro Ángela Peralta, Mazatlán, y entrevistas realizadas a Sánchez Mota y Zeivy el 29 de marzo y el 3 de mayo, a Claudia Lavista el 17 de mayo y a Víctor Manuel Ruiz el 20 de mayo de 2016.

MIRIAM HUBERMAN MUÑIZ es licenciada en Historia (UNAM) y estudió la maestría en Estudios sobre Danza (Laban Centre for Movement and Dance, Londres). Especialista en estudios coreológicos, actualmente es profesora en la Academia de la Danza Mexicana.

DOPSA, S.A. DE C.V