¡¡Lucharáaaaaan de dos a tres cuartillas, sin límite de caracteres, en esta esquina: Raquel Rodríguez. Y en esta otra, la consigna del mes: El mundo se congeló y sólo Sor Juana puede moverse!!
Los cálidos enigmas
¡¡Lucharáaaaaan de dos a tres cuartillas, sin límite de caracteres, en esta esquina: Raquel Rodríguez. Y en esta otra, la consigna del mes: El mundo se congeló y sólo Sor Juana puede moverse!!
Texto de Raquel Rodríguez & Los bolígrafos de plata 23/07/21
Abrir los ojos. Pensar, con decepción, que viviré otro día más. Quedarme en la cama una, dos, tres horas más. Sin dormir, pero sin estar completamente despierta. Levantarme, desayunar cualquier cosa que no implique cocinar. Regresar a la cama. Dormir. Despertarme. Suspirar. Leer a Sor Juana. Todos los días pasan igual. Como si el mundo estuviera congelado.
No sé en qué momento pasó exactamente. Solo sé que un día no encontré las fuerzas. Las tareas, los quehaceres, incluso cosas que antes disfrutaba, de pronto suponían contar con una cantidad de energía con la que no contaba. Nada me hacía reaccionar. Me había quedado sin emociones. No estaba triste, tampoco feliz. Ni enojada. Nada. Si acaso, estaba harta. Harta de ver los días pasar, de sentir que los desperdiciaba, y no hacer nada al respecto. Quería morirme y ya. Dejar de existir. Pero, tampoco tenía fuerzas para acabar con mi vida. Lo único que me sacaba de ese vacío era Sor Juana. Su poesía estaba tan llena de emoción, que era como si sintiera por mí. Siempre a mi lado, aunque todo lo demás no se moviera.
¿quién te ha quitado el nombre de homicida
pues lo eres más severa, si se advierte
que suspendes el alma entretenida
y entre la infausta o la felice suerte
no lo haces tú por conservar la vida
sino por dar más dilatada muerte?
Alguien tocó a mi puerta.
—Pasa.
—Hola.
—Hola mamá.
—He visto que ya tienes muy maltratado ese libro. Te compré este, mira. —me ofreció un libro, de pasta dura. Era morado y en la portada, con grandes letras doradas se leía “Los Enigmas de Sor Juana”.
—¿Enigmas? —le pregunté cuando recibí el libro.
—Son acertijos, creo. Me lo recomendó el de la librería. ¿Te gusta?
—Sí, mamá, gracias.
— Te quiero —me dijo, y me abrazó. No hizo ningún ruido, pero su cuerpo se estremecía y supe que mi mamá estaba llorando. Esta situación era más difícil para ella que para mí. Mi mamá me veía cada día en este estado catatónico. La abracé de vuelta hasta que se apartó. La pérdida de su calor me llenó de ganas de llorar. Tal vez sí podía sentir cosas.
—Bueno, voy a hacer la comida.
Abrí el libro de los enigmas. Nunca he sido buena para esas cosas. Me desespero muy rápido y quiero saber las respuestas enseguida. Fui al final del libro a buscarlas. No había nada. Busqué en el índice. Nada. Un libro de enigmas sin respuesta. Maldita sea. Leí el primero:
¿Quál es aquella homicida
que, piadosamente ingrata,
siempre en cuanto vive mata
y muere quando da vida?
¿Por qué esto se me hacía familiar? Homicida…ingrata…dilatada muerte. ¡Es la esperanza! Tal vez podría resolver los enigmas de Sor Juana después de todo. En el libro había un espacio para anotar la respuesta. Me levanté de la cama para buscar una pluma y escribí Esperanza.
Pasé la página para leer el segundo enigma.
¿Quál será aquella aflicción
que es, con igual tiranía,
el callarla cobardía,
dezirla desatención?
Me puse a pensar en la respuesta, pero no se me ocurría nada. Mi estómago gruñó. Confundida, miré el reloj en mi pared. Ya habían pasado dos horas desde que mi mamá entró al cuarto y no estaba ni cerca de encontrar una solución.
Bajé a comer, murmurando en voz baja el enigma que ya me había aprendido de memoria.
––¿Qué dices?
––¿Hmm? —levanté la cabeza para ver a mi mamá. —Ah, estoy pensando en un enigma. No sé cómo resolverlo.
–– ¿Por qué no le preguntas a tu papá?
Mi papá es fanático de los acertijos y los crucigramas. Aunque él no conocía a Sor Juana como yo, decidí intentarlo. Me acerqué a él mientras lavaba los trastes.
––¿Papá?
Mi papá volteó a verme, atónito, aunque enseguida se dio cuenta de su expresión y trató de ocultarla. Me sentí mal. No recordaba la última vez que había iniciado una conversación con él.
––¿Sí? ¿Estás bien?
––¿Me puedes ayudar con un enigma?
––¿Es del libro que te compró tu mamá?
––Sí
––A ver, dime.
Le repetí el enigma. No dijo nada por un momento, solo siguió tallando platos. No supe qué hacer mientras, parecía muy concentrado, mientras yo pasaba el peso de una pierna a otra. Estaba por irme, cuando dijo:
––Es la verdad.
––¿Por qué la verdad? ¿Estás seguro?
––Sí. Es una aflicción, en ciertos casos. Callarla significa ocultar algo, y no ser honesto es de cobardes. Si estás tratando de ocultarla, decirla es desatención; o sea, que no estabas prestando atención y se te escapó. En ambos casos es una tiranía, algo que te carcome por dentro.
–– ¿Tú tienes alguna verdad que te carcoma?
Mi papá dejó de lavar los trastes y se quedó callado. Sin voltear a verme, me confesó:
–– A veces siento que podría hacer más por ti. Tu mamá y yo te amamos ¿lo sabes, verdad? Espero que lo sepas. Solo que… a veces no sabemos qué hacer. Cómo alcanzarte. Sé que este libro es solo un primer paso, y no dejaremos de intentarlo. Siempre vamos a estar para ti.
––Gracias. Por no dejar de intentarlo. Yo también intentaré mejorar. —nos quedamos callados un momento, hasta que se me ocurrió preguntarle cómo resolver los demás enigmas.
––Es cuestión de práctica. Puedes tomártelo muy literal o muy metafórico. Conoces cómo Sor Juana se expresaba de las cosas, estoy seguro de que podrás con los demás. Trata de no desesperarte, si alguno se te complica pasa a otro. Verás que las respuestas te llegan cuando menos lo esperes.
Subí a mi cuarto a resolver los demás. Solo pude resolver otro antes de quedarme dormida. Por la mañana me desperté emocionada. Así pasó un tiempo en que cada día era una oportunidad para seguir descifrando los enigmas de Sor Juana. Cuando alguno me costaba trabajo, le pedía ayuda a mi papá. En momentos donde sentía mi cerebro cansado, mi mamá me acompañaba a ver una película. Aún sentía mis emociones anestesiadas, pero el mundo se descongelaba poco a poco. EP
Con el inicio de la pandemia, Este País se volvió un medio 100% digital: todos nuestros contenidos se volvieron libres y abiertos.
Actualmente, México enfrenta retos urgentes que necesitan abordarse en un marco de libertades y respeto. Por ello, te pedimos apoyar nuestro trabajo para seguir abriendo espacios que fomenten el análisis y la crítica. Tu aportación nos permitirá seguir compartiendo contenido independiente y de calidad.