La droga que se libró de una guerra

En este texto, Rebeca Calzada habla sobre el alcohol y sus implicaciones como droga legal. Además, muestra cómo brinda rutas alternativas al prohibicionismo e importantes lecciones respecto a la regulación de otras drogas. #HablemosDeDrogasEstePaís

Texto de 23/03/22

En este texto, Rebeca Calzada habla sobre el alcohol y sus implicaciones como droga legal. Además, muestra cómo brinda rutas alternativas al prohibicionismo e importantes lecciones respecto a la regulación de otras drogas. #HablemosDeDrogasEstePaís

Tiempo de lectura: 9 minutos

Si te pidiera que pensaras en alguna droga, ¿qué sustancia viene a tu mente? Muy probablemente pensaste en una sustancia ilegal –cocaína, cristal, marihuana o heroína— o quizá vino a tu cabeza una sustancia legal —azúcar, nicotina, medicamentos psiquiátricos o paliativos, cafeína—. Para responder este cuestionamiento es posible que antes te preguntes: ¿qué es una droga? Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una droga es aquella sustancia que cuando ha sido consumida —ingerida, inyectada o inhalada— puede cambiar más de una de las funciones bioquímicas o fisiológicas del organismo. Sin embargo, frecuentemente, el término droga suele usarse para referirse a las sustancias psicoactivas ilegales. Ejemplo de esto es la encuesta que mide el consumo de sustancias psicoactivas en México:  Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco (ENCODAT).

Tomando en cuenta lo anterior y volviendo al ejercicio inicial, ¿podríamos considerar al alcohol como una droga? El alcohol es una sustancia que deprime el sistema nervioso central, por lo que su efecto es relajante, sedativo e hipnótico; también puede producir desinhibición y, en ciertas dosis, puede generar un efecto euforizante. En una dosis mayor, puede haber una importante pérdida de coordinación e incluso de conciencia. No obstante, los efectos de esta sustancia dependen de distintas variables, tales como la predisposición psicológica, el peso de la persona, la cantidad y la velocidad con la que se consume, la calidad del licor y si se han consumido alimentos previamente. Una intoxicación severa de alcohol puede resultar en la muerte y es una sustancia que puede llegar a generar dependencia. Existen dos tipos de bebidas alcohólicas: fermentado (como la cerveza), que contiene menores porcentajes de alcohol, y destilado (como el mezcal), que contiene mayores porcentajes de alcohol. En síntesis: sí, el alcohol es una droga. 

“Una intoxicación severa de alcohol puede resultar en la muerte y es una sustancia que puede llegar a generar dependencia”.

Ahora bien, valdría la pena preguntarnos ¿por qué existen drogas legales y drogas ilegales? Aunque cada jurisdicción tiene cierto nivel de agencia sobre cómo conducir su política de drogas, a nivel internacional las Convenciones de las Naciones Unidas de 1961, 1971 y 1988 son las que establecen el régimen para el control de drogas. Estas Convenciones son las responsables de que existan algunas sustancias psicoactivas legales e ilegales, ya que son las que han fiscalizado distintas sustancias con base en su supuesta peligrosidad. La Convención de 1961 creó la clasificación del actual sistema y divide las sustancias en cuatro listas de acuerdo con su nivel de peligrosidad y control. La Convención de 1971 agregó nuevas sustancias surgidas en la década de los sesenta —sintéticas y psicodélicas— a la lista de sustancias controladas con base en una distinción científicamente poco clara e incluso cuestionable. Por último, la Convención de 1988 criminalizó todos los aspectos relacionados con la producción, venta, tráfico y posesión de las sustancias psicoactivas fiscalizadas en las Convenciones anteriores. 

No obstante, en un esfuerzo por conocer la peligrosidad de las drogas —legales e ilegales—, investigadores del Reino Unido evaluaron 20 sustancias psicoactivas distintas con base en 16 criterios, los cuales se dividen en dos tipos de daños principales: individual (nueve criterios) y aquellos que afectan a otras personas (siete criterios). Las drogas fueron evaluadas del 0 al 100: el 0 representando daño nulo y el 100, daño elevado. Las tres sustancias con mayor potencial de daño para las personas que las consumen fueron el crack (37 puntos), la heroína (34 puntos), y, en tercer lugar, la metanfetamina (32 puntos). Mientras que, las tres drogas con mayor potencial de daño a terceros fueron el alcohol (46 puntos), la heroína (21 puntos) y el crack (17 puntos). Cuando se toman en cuenta ambos tipos de daños —individual y a terceros— se obtiene que el alcohol es la droga con mayor potencial de daño (72 puntos), seguido por la heroína (55 puntos) y el crack (54 puntos). Esta investigación, aunque posee sus propias limitaciones —por ejemplo, únicamente toma en cuenta datos del Reino Unido— muestra que la actual fiscalización de drogas tiene poco que ver con los potenciales daños que pueden causar las sustancias, ya que el alcohol, que es una droga legal —y la más usada a nivel global— es la que tiene mayor potencial de daño. Por último, este estudio hace una anotación importante: este enfoque sólo evalúa los daños y reconoce que todas las drogas tienen algún tipo de beneficio para la persona usuaria, de otra forma no sería consumida.

Aunque el alcohol no fue fiscalizado por las Convenciones de las Naciones Unidas, esta sustancia vivió su propio y corto prohibicionismo en EUA. Durante la década de los años veinte del siglo XX, el Movimiento Templanza promovió la prohibición del alcohol y llevó a cabo distintas e intensas estrategias antialcohol con el propósito de garantizar la salud física, espiritual y moral de los estadounidenses, velar por sus valores y seguridad, y como un medio para dar solución a otros problemas sociales tales como la pobreza. El 1º de enero de 1920 la prohibición fue oficialmente realizada con la 18ª Enmienda de los Estados Unidos y terminó en diciembre de 1933 porque, a pesar de los esfuerzos prohibicionistas, no resultó efectiva para eliminar el consumo del alcohol y, por el contrario, elevó los niveles de crimen organizado. 

Resumiendo lo anterior, tenemos que el alcohol es una droga con alto potencial de daño, actualmente legal y regulada según cada jurisdicción. Es decir, cada Estado establece sus propios controles para la producción, distribución, accesibilidad, disponibilidad, precio, impuestos, empaquetado y publicidad del mercado del alcohol. 

Detengámonos un poco sobre el tema de la publicidad del alcohol y viajemos al pasado. Son los años noventa, en el cine sostienes tu cubeta atiborrada de palomitas con ese espeso olor a mantequilla, mientras miras con interés los 20 minutos de comerciales previos a la película. En eso, aparece el anuncio de la cerveza Corona con el emblemático Huapango del jalisciense José Pablo Moncayo García. Una bandera blanca ondea con el logo de Corona, aparecen las bellísimas imágenes aéreas de las cascadas de Agua Azul de Chiapas, envases de vidrio siendo rellenados con una espumosa bebida de color amarillo, la música de Moncayo sigue sonando de fondo con esa cadencia que, inevitablemente, poco a poco prende y provoca un nacionalismo que parece innato. Casi a la mitad del anuncio, aparecen unas pequeñas letras blancas en la parte inferior recordándonos: “Nada con exceso, todo con medida”; pero las ignoras para continuar viendo las impresionantes cascadas y la espuma de cerveza que sube y baja dentro de la botella. De pronto, una voz masculina en off junto con el fondo musical de Moncayo anuncia: “Corona, genuina cerveza al natural. Corona, pureza y calidad que conquista”, y cierra aquel anuncio con potentes violines y tambores. 

Ahora, viajemos hasta el inicio de los dosmiles. El actor cubanoamericano Andy García se encuentra en un elegante salón de baile sentando en un sillón, mientras posa su brazo a lo largo del respaldo. El actor comparte el asiento con dos atractivas mujeres. En sillones distintos al del actor y las mujeres, están sentados otros dos hombres. Todos interactúan: charla y risas. De repente, la mirada de Andy García se postra en un punto fijo, mientras el resto sigue interactuando. El actor se levanta de su asiento sin decir nada y comienza a caminar hacia donde había postrado sus ojos; sus acompañantes paran la conversación para observarlo. Él camina con cierto vigor hacia la barra de bebidas. El bartender se encuentra preparando alguna bebida, al tiempo que realiza un performance con las botellas de ron Bacardí que lanza al aire. El actor le llama al bartender con autoridad y discreción; le pide que no trate así el ron que viene de una larga tradición y lo sermonea con “que sea la última vez”. El bartender lo escucha con nerviosismo y asiente con la cabeza, mientras suda. Andy García le seca las gotas de sudor con un pañuelo, pone su mano sobre su hombro y le dice: “mándale un recuerdo a tu padre”. Andy García se da la vuelta, sonríe y regresa a donde se encuentran sus acompañantes.

Ahora nos encontramos en el año del encierro, es el 2020. Un hombre de entre 50 y 60 años, con sombrero baja de su camioneta tipo pick-up para admirar el sol que va saliendo por el horizonte de un extenso campo de agave. Toca la tierra con la mano y, entonces, viaja al pasado. Es el mismo campo, pero de repente con fuego, con bellísimos caballos y con viento. “Lleno de pasión desarrollé un producto, el mejor”: narra una voz masculina en off, mientras el hombre cruza un pasillo lleno de barricadas de tequila. “No me hable de usted, porque no soy tan diferente a ti”, de nuevo la voz en off, y ahora el hombre aparece en una versión más joven abrazando a una mujer, después a un hombre mientras están rodeados de más personas. “Antes que emprendedor, soñador”, hace una pausa la voz y aparece de nuevo la versión más joven del hombre, pero ahora dramáticamente bajo la lluvia. El anuncio termina con el hombre en su versión actual que sigue admirando aquel amanecer rosa y la voz en off cierra con “antes que Don, Julio”.

“…se envía el mensaje de la aceptación social de beber públicamente —más si eres hombre y, en caso de ser mujer, si te acompaña otro hombre—, así como la capacidad de beber sin perder la compostura como una señal de masculinidad”.

En el libro How to Regulate Cannabis: A Practical Guide, Rolles y Murkin (2016) abordan el tema de la publicidad de las sustancias psicoactivas y recalcan valiosos aprendizajes del mercado legal del tabaco y el alcohol. Sobre esta última sustancia mencionan que la industria del alcohol posee grandes libertades para promover sus anuncios en distintos medios de comunicación; además, subrayan que esta exposición a la publicad de una droga con alto potencial de daño es un gran riesgo que conlleva distintas implicaciones para la salud pública por la deliberada promoción de su consumo. De igual forma, la publicidad del alcohol no sólo es problemática por esta promoción, sino también por los elementos discursivos que utiliza. Por ejemplo, el anuncio noventero de la Corona apela a la identidad nacional como su recurso principal. Las imágenes de áreas naturales de Chiapas y la música de Moncayo nos recuerdan y reproducen la idea de nación mexicana. Como menciona Billig (1995), las naciones, así como la identidad nacional, se reproducen constantemente de forma banal y mundana mediante distintos elementos de nuestra cotidianidad. Esta identidad es un elemento poderoso, pues es una pieza psicológica que las personas cargamos diariamente sobre quiénes somos, el territorio al cual pertenecemos —y nos pertenece— y la cultura que nos “representa”. 

Además, la publicidad del alcohol se caracteriza por la promoción de cierto tipo de masculinidad. De acuerdo con Towns, Parker y Chase (2012), la publicidad del alcohol es un espacio de representación de la masculinidad y, por lo tanto, posee importantes implicaciones para las relaciones de género. En estos anuncios, como lo ejemplifica el de ron Bacardí, se representan a las mujeres como un objeto más del anuncio; los cuerpos femeninos en este tipo de anuncios son meramente para la construcción de una historia en la que el personaje principal es un hombre exitoso. Hall y Kappel (2018), que analizan la construcción de lo masculino en la publicidad del alcohol, recalcan elementos presentes tanto en anuncio de ron Bacardí como del tequila Don Julio; en ambos casos se promueven masculinidades que están en control del ambiente, de los objetos y de las personas a su alrededor. Asimismo, presentan masculinidades seductoras, triunfantes, blancas y con entretenidos estilos de vida. En el caso de la publicidad de ron Bacardí, también se envía el mensaje de la aceptación social de beber públicamente —más si eres hombre y, en caso de ser mujer, si te acompaña otro hombre—, así como la capacidad de beber sin perder la compostura como una señal de masculinidad. En la publicidad del alcohol, raramente son mujeres quienes lo consumen o el personaje principal de la historia. Finalmente, Hall y Kappel también mencionan que la publicidad del alcohol es una forma a través de la que los medios refuerzan o exageran la normatividad de género.

El mercado de la droga que se ha librado de una guerra de más de 50 años puede darnos importantes lecciones sobre cómo regular otras sustancias psicoactivas tanto en cuestiones de accesibilidad, publicidad y comercialización con el fin de evitar la promoción del consumo y la reproducción de construcciones de masculinas que pueden tener serias implicaciones para las relaciones de género. Asimismo, este mercado nos puede dar lecciones sobre de qué manera podemos regular las sustancias psicoactivas de forma que tengamos como prioridad la salud de las personas —lo que implica que la búsqueda de placer y bienestar asociado a determinada sustancia se realice responsablemente, acompañada de prácticas de autocuidado y de reducción de riesgos—.

“…esta droga legal nos ha mostrado que existen rutas alternativas al prohibicionismo e importantes lecciones sobre qué hacer y qué no hacer respecto a la regulación de otras drogas”.

En una conversación que sostuve con Nat Sandoval, quien lleva 15 años en el ramo de alimentos y bebidas y trabaja como bartender manager de un bar en San Luis Potosí, me contó sobre las medidas adicionales que emplea en su lugar de trabajo con el fin de aminorar ciertos riesgos asociados al consumo de alcohol. En primer lugar, me relató que constantemente se ofrece agua a sus clientes y su barra siempre está acompañada de alimentos. Otra medida es el precio; aunque las bebidas son accesibles (en promedio cada trago ronda los 160 pesos), su costo también representa una traba para evitar un consumo excesivo de alcohol. Nat mencionó que el precio también busca comunicar que la idea de este espacio de consumo no es para promover grandes borracheras, sino para disfrutar la experiencia de consumir esta droga legal bajo ciertos estándares de calidad. Otra forma para regular este mercado son los horarios de acceso; en el espacio de trabajo de Nat, la barra abre desde las 6 pm hasta la medianoche. En este espacio no se vende ningún servicio completo. Para Nat, todo lo anterior tiene el propósito de crear un espacio de consumo, en el que puedas sentirte bien, cómoda, reconfortada, en el que se ofrezcan buenas y deseables experiencias, pero en especial, que te sientas cuidada.

Por último, esta droga legal nos ha mostrado que existen rutas alternativas al prohibicionismo e importantes lecciones sobre qué hacer y qué no hacer respecto a la regulación de otras drogas. Miles de millones de pesos se han invertido en mantener una burocracia que busca perpetuar un prohibicionismo selectivo, en la militarización del país en nombre de la guerra contra las drogas y en lanzar campañas que, lejos de acercar a las personas usuarias de drogas al sistema de salud, las aleja y las condena a la suerte de un mercado ilegal. Si no aceptamos nuestra relación con las drogas y partimos de allí para una regulación basada y pensada en la salud, en el respeto al libre derecho de la personalidad, en la justicia social y que tome en cuenta al medio ambiente, estaremos condenados a continuar una guerra fallida. EP

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