Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP.
“Se me hace un nudito en la garganta”
Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP.
Texto de Aníbal Santiago 31/03/21
Aunque estés al día en el cobro de tu luz, se va a ir. Aunque pagues el agua, te la van a cortar. Aunque llames en horario hábil a la dependencia, no te van a atender. Aunque el político te diga que él sí es honesto, verá cómo engañar. Aunque no infrinjas el reglamento, el policía te va morder. Aunque lleves todos los papeles, en la oficina te dirán que necesitan más. Aunque te pida que uses cubrebocas, el subsecretario contagiado no se lo va a poner. Aunque tú hayas sufrido el delito, en el Ministerio Público te criminalizarán.
Hay excepciones, pero día a día, siempre, nos han castigado. El ejercicio del poder, desde el del poli del crucero hasta el del presidente, suele ser una vejación. Nos ven mal, caemos mal, olemos mal, lo que necesitamos está mal y por eso, en el instante en que somos ciudadanos y hasta que alguien firma nuestra acta de defunción, pretender que el poder nos trate bien y no como animales en un rastro, es de incautos. Si logras sobrellevar a los funcionarios estás viviendo la gloria. Ya con eso. Entiéndelo.
A partir de marzo del año pasado, cuando con la pandemia el gobierno federal intensificó su orquesta de violencia, mentiras y, sobre todo, disparates en lo que algunos creen que es gobernar, ofrecer ruedas de prensa, se alcanzaba a escuchar una voz discreta, clara, atinada, coherente. Estrictamente en su gestión ante la crisis del coronavirus, la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum no atacó a nadie, no se burló de nadie, no desorientó a nadie. Por el contrario, justificó su sueldo extraído del erario para administrar la pandemia lo mejor que podía, a partir de lo que la ciencia y un sentido común bien informado le dictaban.
No parecía muy interesada en los aplausos, ni en el popularómetro, ni en decir barbaridades como “logramos domar la curva”, “ya pasó lo peor”, “en marzo todos los mayores de sesenta ya estarán vacunados”, “sigamos abrazándonos”, “tal o cuál es una fuerza moral y no de contagio”, “el tapabocas tiene una nula utilidad” o “los medios siembran el caos porque dan a conocer el número de muertos”. Tampoco perdía tiempo en el autoelogio.
En todo caso, con mensajes precisos, breves e indefectiblemente con cubrebocas (los políticos son famosos y para muchos son, desgracia o no, modelos a seguir), la física e ingeniera decía a sus más de nueve millones de gobernados que había que quedarse en casa si era posible, guardar la distancia, no hacer reuniones, no irse de vacaciones, cubrirse boca y nariz porque los infectados se multiplicaban, las muertes crecían, los hospitales se saturaban, y todo eso era un cóctel dramático. Es decir, su propia Cuarta Transformación no quería hacer la revolución de un día para otro y hablando todo el tiempo, ni se obsesionaba en quedar en los libros de historia como “la gobernante distinta” (honesta, popular, dicharachera). Gobernó la emergencia sanitaria desde la prudencia y no disimuló la tragedia. En medio de ese griterío horrible que se alienta en Palacio Nacional, ella nunca alzó la voz pero dijo todo lo que debía decir, y la escuchamos. Claro que ha habido muchísimo dolor y, aunque quizá me equivoco, siento que la crisis de la Ciudad de México ha sido moderada dada nuestra alucinante magnitud.
El viernes pasado fui a vacunar a mi madre con el temor de la desinformación, los abusos, los gritos, el desorden, la burocracia. Comprensible ese reflejo emocional: íbamos a enfrentar a servidores públicos.
Cierto que el largo proceso de vacunación en las dieciséis alcaldías está lejos de concluir, pero lo que experimentamos fue conmovedor. No estábamos aún en la entrada de la Prepa Cinco y ya dos empleados del gobierno de la ciudad se acercaban para explicar, resolver, acompañar, agilizar, hacer sentir bien y, lo más importante, vacunar como se debía.
Me dijeron: “la va a tener que esperar una hora”, pero en cuarenta y dos minutos (lo cronometré) ella ya estaba fuera diciéndome “esto fue increíble”. Los ojos de la multitud de vacunados que salían en orden contaban lo mismo.
Las redes, los mensajes con amigos, me confirmaron que otras experiencias también fueron magníficas. Las virtudes políticas de Sheinbaum (entre ellas la sensatez, tan valiosa) permearon a miles de sus trabajadores, mujeres y hombres que están cumpliendo ejemplarmente con su deber de funcionarios. Ni más ni menos.
No he escuchado a la jefa de gobierno decir “qué bien lo estamos haciendo”, ni “no se confundan, nosotros somos distintos”, ni “los conservadores quieren que nos vaya mal”.
Ya volviendo a casa y con la Sinovac girando dentro de su cuerpo, mi madre dijo: “se me hace un nudito en la garganta por todo lo que viví hoy”.
Creo que por ese rumbo había muchos nuditos en la garganta. EP
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