Trabajo en mi escritorio, estoy en mi estudio. De pronto, a las 13:14 hrs. del 19 de septiembre noto que el escritorio se mueve hacia arriba. Me doy cuenta de que está temblando. Al principio tengo esa calma que ignora cuál es la intensidad del sismo. Hago un alto y me enfrento a que en […]
Los movimientos de la Tierra
Trabajo en mi escritorio, estoy en mi estudio. De pronto, a las 13:14 hrs. del 19 de septiembre noto que el escritorio se mueve hacia arriba. Me doy cuenta de que está temblando. Al principio tengo esa calma que ignora cuál es la intensidad del sismo. Hago un alto y me enfrento a que en […]
Texto de Andrés de Luna 22/10/17
Trabajo en mi escritorio, estoy en mi estudio. De pronto, a las 13:14 hrs. del 19 de septiembre noto que el escritorio se mueve hacia arriba. Me doy cuenta de que está temblando. Al principio tengo esa calma que ignora cuál es la intensidad del sismo. Hago un alto y me enfrento a que en la biblioteca vuelan libros por todas partes, algunos de ellos caen y bloquean la puerta de entrada. Tardaré unos 40 minutos en despejar ese pequeño trecho. Esto carece de importancia.
Tiempo después llega mi hija. Iremos por mi esposa que está en una terapia en una clínica cerca de Chapultepec. En ese momento nos damos cuenta de la magnitud del siniestro: gente por todas partes, circulando sin sentido o aterrorizada por lo vivido durante ese instante que acaba de pasar. Circulamos con lentitud extrema por una Ciudad de México devastada por el sismo y por el mal gobierno local y federal. Apenas pueden moverse los vehículos que están en las calles. Reforma es intransitable. Debemos desviarnos para llegar adonde está Norma Patiño, fotógrafa, esposa y madre, quien se recupera de una operación de cadera. Ella ha quedado incomunicada. Por las calles de pronto llegan los vapores de tuberías de gas que se han dañado. El recorrido tiene algo de lección ejemplar, se notan las averías de un movimiento geológico que viene a solazarse luego de 32 años del anterior; si éste había sido de 8.1 grados en la escala de Richter, el de ahora fue de 7.1. Sólo que el epicentro fue en la frontera de Morelos y Puebla. De esa forma quedamos más expuestos que con el anterior, que venía de una falla en Michoacán.
Ubicar los daños de este sismo habla, en primer lugar, de la corrupción que ya se ha hecho notar en el caso del Colegio Rébsamen, donde murieron más de 20 niños y varios adultos. La parte de la secundaria se construyó pese a las “prohibiciones” del gobierno del entonces Distrito Federal. Este crimen se consumó el pasado 19 de septiembre, pues las vías de salida de emergencia fueron, para ser precisos, el lugar donde el edificio se derrumbó. Sólo pudieron salvarse los que desconocían ese acceso “salvador” y salieron por otro lado.
En esas mismas instalaciones la Secretaría de Marina hizo creer, sobre todo a los reporteros de Televisa, que había una niña sepultada bajo los escombros, una tal Frida Sofía que luego se desvanecería ante su inexistencia. Luego los dimes y diretes de los oficiales de Marina y de los “periodistas” de Televisa. Una tomadura de pelo que habla de las cosas sin sentido que produce la tragedia.
Otro caso terrible es el del edificio de la calle Ámsterdam esquina con Laredo, documentado por el fotógrafo Rogelio Cuéllar, quien estuvo atento para captar las escenas de dolor, pero también las del apoyo de ejércitos de jóvenes que estuvieron al frente de muchas de las operaciones de ayuda en ausencia de un gobierno un tanto aterido y más preocupado por sus declaraciones y por las falsas promesas de ayuda para la reconstrucción de las viviendas que se perdieron debido a la fuerza del temblor.
¿Y qué decir de lo ocurrido en San Gregorio Atlapulco, Xochimilco, sitio que se vio seriamente afectado por el sismo? El delegado, Avelino Méndez, un tipo lamentable, recorrió la zona entre la ira de sus habitantes y el enojo general por sus declaraciones tan miserables y carentes de sentido.
Hay que hablar también de lo que pasó en Álvaro Obregón 286, cerca de la Sala Chopin, donde, hasta el momento en que escribo esto, varios trabajadores han sido reportados como desaparecidos y aún no ha sido posible encontrarlos. Asimismo debe hablarse de aquéllos cuyos edificios han sido declarados con daños estructurales y que deambulan en casas de familiares o amigos con tal de tener una vivienda momentánea para aliviar sus pesares. Son muchísimos los departamentos que tienen fracturas en su interior y que deben ser reparados o demolidos a la brevedad.
La actitud de muchos políticos es de resguardo ante las críticas acervas de la población. Osorio Chong ya demostró que es otro de los que están incapacitados para pararse en estos edificios y viviendas caídas, pues los ciudadanos repudian su actitud. ¿Qué decir de Enrique Peña Nieto, quien va a Oaxaca y Chiapas sin atreverse a hacer la misma operación en la Ciudad de México? ¿Será el miedo lo que une a estos personajes? Y ni hablar de Miguel Ángel Mancera, quien se bajó de su máquina de ejercicio para darse cuenta de que había cosas más importantes por resolver en una ciudad como la que gobierna.
En fin, que si se hiciera un sondeo para saber cuáles son los políticos que han refrendado sus compromisos con los ciudadanos y cuáles los que han visto a éstos de manera distante dando meras declaraciones, creo que ganaría esta última condición, ya que ninguno de los gobernantes ha podido sacar su valía para enfrentarse a los infortunios del temblor. Este sismo ha demostrado que los políticos mexicanos están unidos por su ineptitud. EstePaís
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JOSÉ ANDRÉS DE LUNA es doctor en Ciencias Sociales por la UAM y profesor-investigador en la misma universidad. Entre sus libros están El rumor del fuego: Anotaciones sobre Eros (2004), Fascinación y vértigo: La pintura de Arturo Rivera (2011) y Los rituales del deseo (2013). Su publicación más reciente es Cincuenta años de Shinzaburo Takeda en México (2015).
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