Fragmentos de realidad

Rogelio Cuéllar, El rostro de las letras, La Cabra Ediciones / Conaculta, México, 2014. Invisible detrás de la lente, Rogelio Cuéllar, con ojo agudo, elige el instante preciso: gestos, miradas, rictus, dudas, sonrisas, interrogantes, poses, carácter, personalidad, actitudes, tics y —muy importante— los entornos y escenarios cultivados por los escritores que ha fotografiado a lo […]

Texto de 23/01/16

Rogelio Cuéllar, El rostro de las letras, La Cabra Ediciones / Conaculta, México, 2014. Invisible detrás de la lente, Rogelio Cuéllar, con ojo agudo, elige el instante preciso: gestos, miradas, rictus, dudas, sonrisas, interrogantes, poses, carácter, personalidad, actitudes, tics y —muy importante— los entornos y escenarios cultivados por los escritores que ha fotografiado a lo […]

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Rogelio Cuéllar,

El rostro de las letras,

La Cabra Ediciones / Conaculta,

México, 2014.

Invisible detrás de la lente, Rogelio Cuéllar, con ojo agudo, elige el instante preciso: gestos, miradas, rictus, dudas, sonrisas, interrogantes, poses, carácter, personalidad, actitudes, tics y —muy importante— los entornos y escenarios cultivados por los escritores que ha fotografiado a lo largo de toda una vida dedicada al arte de observar. Dice el escritor William Trevor que el cuento es como una fotografía mientras que la novela es como una película. Este libro resulta entonces una hermosa antología de cuentos en torno a la vida de los autores aquí captados para hacer comprensibles sus temperamentos mediante el fascinante arte de la cámara: momentos de vida atrapados para siempre gracias al poder de la imaginación que nos ofrece fragmentos de realidad para grabarlos en la mente como seña de identidad del escritor y el fotógrafo en la imaginación popular.

Todas las tomas son buenas pero mientras unas ocultan la personalidad del retratado otras la enfatizan y otras más nos sorprenden por lo que permiten escudriñar: unas mejoran a los autores, otras los minimizan pero me parece que las más interesantes son aquellas que, como en los buenos cuentos, llevan una suerte de epifanía que nos permite descubrir algo tras la foto, “la aparición de lo invisible”.

Tal es el caso de la fotografía de José Emilio Pacheco de 1973 que nos brinda la imagen imperecedera del entonces joven intelectual, perdido entre un muladar de libros con una mirada seria e inteligente, las manos apoyadas sobre los lomos como acariciando las ideas y junto a él la estatuilla de una mujer de mirada angustiosa que le da un toque surrealista al singular paisaje que eligió Cuéllar para inmortalizar al gran José Emilio.

En otras ocasiones la intención del artista radicaba en buscar el contrapunto con una imagen inusitada y diferente de la que ofrece cotidianamente el escritor para mostrarnos otra faceta de su personalidad. Este es el caso de la también famosa fotografía de Carlos Fuentes en donde Cuéllar logró que se relajara informalmente, lo cual nos permite mirarlo en su más íntima cotidianidad, contento, seguro de sí mismo, abiertamente amistoso, todo lo cual le permitió a Rogelio arrancarle a Fuentes una franca sonrisa satisfecha, de manera que suavizara los rasgos severos y muy formales característicos del autor para dar pie a un gran momento de revelación interna.

Otra fotografía interesante es la de José Agustín con Margarita, su esposa. Ambos reflejan una especie de nirvana de pareja: José sentado en la postura de flor de loto frente a su máquina de escribir con enorme serenidad y confianza mientras Margarita lo mira de soslayo pero con admiración y una sonrisa de aquiescencia amorosa en tanto que las paredes le rinden pleitesía a sus ídolos rockeros y a los fervores místicos del mandala tibetano (Sri Yant).

Me gusta también la imagen de Juan José Arreola, el más histriónico, apesadumbrado y meditabundo de los rostros que Rogelio logró captar en un momento de sorprendente serenidad y profunda observación. Contrario a tantas otras fotos no se exageran ni su mirada ni su cabellos ensortijados de director de orquesta. La fotografía, de 1979, muestra a un Arreola más sereno, ecuánime, menos juglar, más íntimo. Entonces tenía 61 años y me parece que es una de las pocas tomas en las que se aprecia algo que era consustancial a él: su enorme poder de observación y su más íntima humildad. El retrato crea un gran contraste con la que se encuentra en la página contigua, la de Pita Amor, que consideraba que Arreola y ella eran los dos únicos escritores de auténtico genio en el país. Contrario a la naturalidad de Arreola, la fotografía de Pita parece una parodia de sí misma, una especie de María Conesa de zarzuela en plena decadencia, ataviada con todos los excesos de un cuento de hadas a la Shirley Temple.

Me gustaría aludir a la fotografía de Juan García Ponce, cómplice voyeur de Rogelio, maestro “pervertidor” y anfitrión de las “leyes de la hospitalidad” que en más de una ocasión se sirvió del ojo lascivo de Rogelio para satisfacer sus más aviesas intenciones. Juan observa la cámara de Rogelio con mirada oblicua, la misma con la que miraría los cuerpos de las mujeres que lo atraían. La contraparte está en la página anterior: Salvador Elizondo, que de gran amigo de Juan se convertiría en “enemigo íntimo”. Elizondo mira la cámara frente a una enorme máquina de escribir y haciendo alarde de sus Delicados, sin sospechar siquiera que tendría un desencuentro con Cuéllar a raíz de unas fotografías prohibidas que Elizondo censuró.

Por último y sin ningún pudor quiero aludir a mi propia foto que hizo que Juan Villoro comentara que mi rostro parecía el de un monje sacado de Zurbarán. Me pareció un inmerecido elogio pero también marcó mi imagen para siempre.

En fin, se trata de una interesante antología que debe interpretarse como un homenaje de los escritores a un artista, Rogelio Cuéllar, que ha invertido su talento para descubrirle al mundo el rostro de las letras.  ~

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HERNÁN LARA ZAVALA (Ciudad de México, 1946) es novelista, cuentista, ensayista y editor. Estudió la licenciatura en Letras Inglesas y la maestría en Letras Españolas en la UNAM, hizo estudios de posgrado en la Universidad de East Anglia, en Inglaterra. Autor de Península, península (Alfaguara, 2008).

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