Erótica náhuatl: un río subterráneo que cruza el mundo

Durante varios años, “Poliedro” fue la sección principal de las centrales de la revista Este País. Con el propósito de honrar a esa tradición impresa y renacer como EP en línea, hemos nombrado “Poliedro Digital” al blog semanal de la Redacción que, al tener diversos colaboradores, es como ese cuerpo geométrico de “muchas caras”.

Texto de 10/06/19

Durante varios años, “Poliedro” fue la sección principal de las centrales de la revista Este País. Con el propósito de honrar a esa tradición impresa y renacer como EP en línea, hemos nombrado “Poliedro Digital” al blog semanal de la Redacción que, al tener diversos colaboradores, es como ese cuerpo geométrico de “muchas caras”.

Tiempo de lectura: 7 minutos

Erótica náhuatl, Miguel León-Portilla, con grabados de Joel Rendón. El Colegio Nacional/Artes de México, 2018

La primera vez que supe de Erótica náhuatl fue hace un par de años, cuando Joel Rendón, ilustrador el libro, me platicó muy emocionado que estaba trabajando con Miguel León Portilla. “Ligas mayores”, comentó entonces, alzando las cejas. Conozco a Joel hace casi 30 años y es común que sorprenda —valga el oxímoron— con nuevos proyectos en distintos frentes. En la más reciente Fiesta del Libro y la Rosa presentaron el libro, con una magnífica reflexión de Mario Humberto Ruz, Margarita de Orellana, directora de Artes de México, y Alejandro Cruz Atienza, editor de El Colegio Nacional, quien generosamente me obsequió un ejemplar.

Mi sorpresa fue enorme, el libro es un deleite lírico y plástico que degusté completo en unas horas, sin ningún desperdicio, “motivo de gozo, regocijo y aún placer”, como el autor desea en su epílogo. Con tintas roja y negra, Erótica náhuatl integra cinco poemas o cantos: “La historia del Tohuenyo”, “El canto de las mujeres de Chalco”, “Las querellas del amor: canto de tórtolas”, “Nezahualcóyotl y las dos ancianas libidinosas” y “Afrodita y Tlazaeotéotl”. Los cuatro primeros se presentan en el náhuatl original y traducidos por León-Portilla al español, con una síntesis de su interpretación. El quinto texto despliega a Tlazaeotéotl junto a “Nacimiento de Afrodita según Herodoto”, de Hesíodo, y el filólogo anota:

“Aventura antes no intentada es esta de aproximarnos a las distintas convergencias del amor rico en sexo según floreció entre nahuas y helenos. No entraré en pruebas, análisis, exégesis o comentarios. Doy muestra de los originales, en griego y en náhuatl, con las traducciones que, de una y otra lengua, he preparado, empeñándome en ser fiel.”

Así, como quien entrega con una sencillez deslumbrante el trabajo de una vida, el autor sintetiza y concluye el desarrollo de la tesis que titula el libro: la vinculación del concepto griego de erótica con la cultura náhuatl: “La versión mesoamericana de esa pasión universal que ha movido durante milenios a los seres humanos”, como un río subterráneo que cruzara el mundo y compartiera esa fuerza entre los continentes.

Por muchas razones pienso en el trabajo de una vida cuando leo Erótica náhuatl, pero una en particular traza el camino de este tema en la obra del historiador y filósofo Miguel León-Portilla: la historia del Tohuenyo —“nuestro vecino, el huasteco forastero” que se puso a vender chiles sin maxtle (calzón) en la plaza de Tula y cuyo falo enfermó de deseo a la princesa, ese que en realidad es un hechicero, un agente de Tezcatlipoca y Huitzilipochtli sembrado en los presagios y enviado para destruir a los toltecas— se publicó por primera vez en 1959, hace justo seis décadas, en el número inaugural de Cuadernos de Cultura Náhuatl, revista del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM fundada y dirigida por León-Portilla. Ese mismo año apareció Visión de los vencidos, traducida a 15 idiomas y sin duda su obra más difundida. Una semblanza de este miembro de El Colegio Nacional está disponible en su sitio de internet (colnal.mx), en donde se anota muy bien que “busca en la discursividad de la lengua la orientación del conocimiento prehispánico; analiza la poesía que, liberada de su lastre referencial, expresa con plenitud la singularidad del ser indígena”.

La bibliografía de Erótica náhuatl incluye sólo tres fuentes: una edición facsimilar del Códice Florentinode 1980, la Colección de cantares mexicanos de Antonio Peñafiel de 1904 y la Teogonía, en la edición de la Scriptorum de la UNAM de 1978. Los cinco poemas son muy distintos entre sí y, como “La historia del Tohuenyo”, no fueron escritos con una intención erótica literaria como tal. Mejor que describirlos todos es que el curioso lector adquiera el libro, lo disfrute y comparta, pero quiero referirme a uno en particular que, además de la plenitud cultural que logra transmitir la poesía, documenta aspectos históricos del dominio mexica en el Anáhuac e incluso estrategias políticas de los pueblos dominados.

Me refiero a “El canto de las mujeres de Chalco”, Chalca Chihuacuicatl, escrito en 1479 por Aquiauhtzin de Ayapanco, vecino de Amecameca, según confirma León-Portilla al cruzar dos fuentes históricas, en su versión original en náhuatl: cuatro folios de los Cantares mexicanos y la Séptima relación del cronista Chimalpahin, quien detalla la historia de este poema y su entrega, transcrita en este libro.

En 1464, bajo el mando Motecuhzona Ilhuicamina, los mexicas conquistaron Chalco-Amecameca, fieles a la vocación expansionista que siempre los caracterizó. En 1469 Axayácatl sucedió a Motecuhzona como tlatoaniy los chalcas buscaron la oportunidad para suavizar las condiciones de su sujeción ante los señores de Tenochtitlan. Aquí es donde entra en escena el poeta de Ayapanco, Aquiahutzin, quien compone Chalca Chihuacuicatl para cantarlo ante el tlatoani y lograr una posición más ventajosa para los dominados.

En el canto, el poeta hace hablar a las mujeres de Chalco para que emprendan la guerra en contra del señor de los mexicas: “A una lucha donde sólo podrá triunfar el muy bien dotado sexualmente”, en un desafío sexual que por momentos parece una travesura, o una broma, con referencias más que lujuriosas, cachondas:

Acompañante, acompañante pequeño,

tú, señor Axayácatl,

si en verdad eres hombre,

aquí tienes dónde afanarte.

¿Acaso ya no seguirás, seguirás con fuerza?

Hazlo en mi vasito caliente,

consigue luego que mucho de veras se encienda.

Ven a unirte, ven a unirte:

es mi alegría.

Dame ya al pequeñín, déjalo ya colocarse.

Cuenta la Séptima relación de Chimalpahin que ese día de 1479 recibieron a los de Chalco y les permitieron tocar y cantar en el palacio de Axayácatl, para que entregaran su composición como un tributo al gran señor, mientras el tlatoani disfrutaba en sus habitaciones, pasándosela de lo mejor con sus mujeres.

Cuando Axayácatl escuchó el canto y la música, salió de sus aposentos al patio para felicitar a los de Chalco, pues lo habían hecho cantar y bailar como nunca. Acto seguido preguntó quién era el autor de la pieza y el poeta tuvo que dar un paso al frente: el señor mexica le dijo que haría suya la pieza, que le había encantado y lo invitó a pasar a su fiesta privada, para que comiera, bebiera y disfrutara entre las muchachas —¿qué poeta no ha soñado que le suceda algo así? Misión cumplida: ahora el de Ayapanco es cantante en la corte del tlatoani y verá por los de Chalco. León-Portilla sintetiza los hechos ejemplarmente: “La guerra se transforma en asedio erótico, acercamiento de contrarios, acto sexual con todos sus preámbulos. El canto finamente pornográfico —según vamos a verlo— agradó por cierto, en extremo, al aludido y desafiado Axayácatl.”

Alégrate, que nuestro gusano se yerga.

¿Acaso no eres un águila, un ocelote,

no te nombras así, niñito mío?

¿Tal vez con tus enemigos de guerra no

harás travesuras?

Ya así, niñito mío, entrégate al placer.

¿Cómo habrán sonado los tambores esta tarde en patio del palacio de Axayácatl, acompañando los versos lujuriosos de Aquiahutzin, para poner a bailar al tlatoani? Me encantaría poder imaginarlo, porque en el poema ninguna imagen está ahí por accidente, todas establecen una tensión erótica que desafía y cobija, ofrece y reclama, entrega y pide, con un discurso cuidadosamente calculado para hacer llegar el mensaje y alcanzar un fin político. El poema concluye:

Mira mi pintura florida,

Mira mi pintura florida: son mis pechos.

¿Acaso caerá en vano

tú corazón,

Pequeño Axayácatl?

He aquí tus manitas,

ya con tus manos

tómame a mí.

Tengamos placer,

en tu estera de flores,

en donde tú existes,

compañero pequeño,

poco a poco entrégate al sueño,

queda tranquilo, niñito mío,

tú, señor Axayácatl.

Ilustran Erótica náhuatl 26 grabados de Joel Rendón, con más de tres décadas actualizando constantemente la tradición del grabado en México, por medio de distintos soportes y materiales, a partir de estímulos visuales para encontrarnos e identificarnos. Tal vez los menos jóvenes recuerden la cápsula que grabó en 2002 para Canal Once, “Estampa al minuto”, en la que mostraba cómo imprimir fácilmente con un tortillero, o sus experimentos de Body Print sobre bailarines y modelos, a partir de su trabajo para el restaurante Los Danzantes. Aunque académicamente Joel coincidió con el boom del arte “conceptual” que tanto celebramos, su búsqueda artística siempre se ha orientado hacia lo social, pero también hacia lo corporal, hacia —puedo decir aquí, bajo el enorme paraguas histórico de León-Portilla— lo dionisíaco, particularmente lo erótico.

Joel Rendón plasma en estos grabados su lectura estética de la erótica náhuatl a partir de los poemas que integran el libro, “rescate arqueológico” le dice él, “ilustraciones neopornomexicas” les llama Cuauhtémoc Medina, que nos hablan de la Tierra y los humanos que la habitan, sujetos a los símbolos que ellos mismos han construido y a la naturaleza. Recibió la beca de Jóvenes Creadores del Fonca en dos ocasiones —esto sólo lo anoto para documentar un caso entre decenas de artistas, becados por esta institución y cuyo trabajo hoy vale mucho más de lo que costó su beca—, ha expuesto en varios países y continentes y es un docente natural que ante la mínima provocación inventa talleres. Al concluir la edición del libro produjo una carpeta con los grabados que incluye, más otros cuatro, especiales, en una edición limitada apenas a 20 ejemplares que ya debe haberse agotado.

Es común la idea de que las culturas mesoamericanas vivían bajo rígidos preceptos morales que ocultaban o suprimían sus expresiones sexuales; evidencias como las reunidas en Erótica náhuatl nos dan una lectura muy distinta, que sin duda amplía nuestra percepción sobre ese universo y aporta certezas a nuestra identidad cultural, en una hermosa edición concebida sin censura, fruto de un invaluable “afán de acercar en nuestra lengua lo pensado y vivido por gentes tan distintas como griegos y nahuas.” EP

“El Tohuenyo en Tula” de Joel Rendón
“El Tohuenyo en Tula”, Joel Rendón
Canto de las mujeres de Chalco, Joel Rendón
 “Querellas de amor”, Joel Rendón
“Tlazotéotl entre flores”, Joel Rendón
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