En el proceso electoral de 2018 se realizarán más de 3 mil 300 procesos electorales para elegir: 300 diputados federales, 64 senadores, 591 diputaciones locales, 2 mil 361 presidentes municipales, nueve gobernadores (cdmx, Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán) y, por supuesto, al presidente de la República. Ates de que finalice el […]
El que mucho abarca poco aprieta
En el proceso electoral de 2018 se realizarán más de 3 mil 300 procesos electorales para elegir: 300 diputados federales, 64 senadores, 591 diputaciones locales, 2 mil 361 presidentes municipales, nueve gobernadores (cdmx, Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán) y, por supuesto, al presidente de la República. Ates de que finalice el […]
Texto de Edmundo Berumen 22/12/17
En el proceso electoral de 2018 se realizarán más de 3 mil 300 procesos electorales para elegir: 300 diputados federales, 64 senadores, 591 diputaciones locales, 2 mil 361 presidentes municipales, nueve gobernadores (cdmx, Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán) y, por supuesto, al presidente de la República.
Ates de que finalice el año, se tendrán definidos los contendientes de cada partido/coalición para ser candidatos a la presidencia de la República. Poco después del inicio del 2018, igual sucederá para los candidatos a gobernador.
Los encuestadores “curtidos” ya están despolvando tamaños y diseños de muestra, de cuestionarios, logísticas de campo y metodologías de estimación que atiendan, entre otros:
• El rechazo total del seleccionado a participar en la encuesta.
• Aquellos casos donde se verifica que el seleccionado vive en la unidad en muestra, pero o está ausente temporalmente (mientras la brigada de campo permanece en la unidad), o las horas de visita (incluso “con cita previa”) no coinciden con la presencia del seleccionado.
• La modalidad de aplicación de la pregunta sobre “preferencia electoral” entre contendientes.
• La no-respuesta a la pregunta de “preferencia electoral” entre contendientes.
• La incertidumbre de si los respondentes a la pregunta del punto previo efectivamente voten el día de la elección y mantengan la misma intención.
• Las “etiquetas” que usarán para cada subgrupo que tenga suficientes casos para exhibir sus resultados.
• La mejor forma de comunicar sus resultados en lenguaje coloquial al “nivel del cliente”.
Y escribo “despolvando” porque todo lo anterior “está resuelto” en cuanto a que, hace décadas, existen diversas propuestas que arrojan “alguna solución”, unas endebles, pero con sustento, otras robustas y usadas consistentemente por varios, y todo lo intermedio.
La creatividad del mexicano no hace excepción en el tema y, de vez en vez, algunos encuestadores “cambian el nombre” de un procedimiento largamente conocido y bautizado, por otro más glamoroso. Se dan deslices en esta creatividad, cuando confundidos, pero iluminados, le llaman pasto a lo que es hierba nociva. ¡Sí, ya, va una ilustración!:
• Nombran “indecisos” a todos aquellos que se negaron a revelar su preferencia electoral; ¿otra?
• Redescubren que se cuenta con otra información en el cuestionario que permite usar alguno de varios procedimientos de “imputación” a preguntas donde se negó una respuesta.
Y claro, cuando lo hacen, con frecuencia no lo explicitan, pues es innovación de la casa o “receta heredada de la abuela”. Aún viven la etapa de encubrir “su” conocimiento, no sea que otros saquen provecho y lo plagien. Ceguera voluntaria al mejor método para avanzar de manera más eficiente: compartir cuanto antes lo que se juzga sólo uno sabe.
No obstante, las mesas sobre metodología siguen siendo populares entre los encuestadores mismos, la academia y algunas plumas de algunos medios. El razonamiento es llegar preparados ante el embate, ya iniciado, en contra del nefasto gremio de encuestadores que tenemos el poder de mover masas de electores hacia acá o acullá.
Entretenidos en estos quehaceres, se nos escapa lo obvio, el verdadero despeñadero al que nos acercamos con velocidad vertiginosa. No está en ninguna de las facetas metodológicas que siguen discutiéndose, tampoco en el abuso y mal uso que “los clientes” hacen con los entregables, si bien resultan molestos y distractores. No colegas, el riesgo mayor, que ya han padecido algunos, pero con pronto olvido autoinstalado, está en la tentación de responder “sí” ante toda solicitud de encuesta, local o federal, ¡qué caray, son ingresos en año de jauja!
Al acumularse los “sí”, la capacidad de ejercer un riguroso seguimiento al apego en el diseño y selección de muestras, las pruebas piloto y ajustes, la capacitación, la correcta aplicación del cuestionario, la supervisión con consecuencias inmediatas de ajuste, la validación y consistencia de las bases de datos con las que se procesarán las estimaciones, el examen de los resultados “brutos” y variantes con distintos factores de ajuste, métodos de imputación, familias de estimadores aplicados, niveles de precisión de cada variante, examinar todo lo anterior y seleccionar el más adecuado para entregar al cliente… se pierde.
¿Solución? Aprendamos a decir “no”, ya nuestra capacidad de realizar otra encuesta con el profesionalismo y ética a que estamos comprometidos, se rebasaría si aceptamos una más. La sabiduría popular siempre lo ha reconocido: “el que mucho abarca, poco aprieta”. EP
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