El grupo México en el Mundo presenta una serie de textos que abordan los desafíos para la política exterior de México en 2024 | La difícil pero necesaria diversificación
Los retos de la relación con Ucrania
El grupo México en el Mundo presenta una serie de textos que abordan los desafíos para la política exterior de México en 2024 | La difícil pero necesaria diversificación
Texto de Héctor Cárdenas Rodríguez 28/02/24
En los meses que le quedan de gobierno a la mal llamada “cuarta transformación”, no se vislumbran cambios de importancia en cuanto a la relación de México con Ucrania y Rusia. Seguramente, a pesar del giro que ha tomado la política estadounidense respecto al apoyo a Ucrania para repeler la agresión rusa, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador no contempla una posición distinta de la adoptada hasta ahora respecto al apoyo a la causa ucrania. El Presidente considera que México debe adoptar una posición neutral en el conflicto, aduciendo que una condena enérgica al Kremlin constituiría un acto de intervención.
Aun apegándonos a los principios constitucionales que deben regir la política exterior, esta posición es endeble. La no intervención no es el único principio de la política exterior. También lo son la autodeterminación de los pueblos; la solución pacífica de controversias; la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales; la igualdad jurídica de los Estados; la cooperación internacional para el desarrollo; el respeto, la protección y la promoción de los derechos humanos, y la lucha por la paz y la seguridad internacionales. Casi todos estos principios han sido vulnerados por la intervención militar rusa. Por lo tanto, aun en términos estrictamente constitucionales, la posición de México no se justifica. Adoptar una posición de neutralidad ante la injusticia, no puede considerarse neutralidad.
Adoptando el lente del realismo político, es decir, de la defensa de los intereses nacionales de México, si bien el conflicto no repercute negativamente en los intereses económicos del país, nuestra posición sí tiene efectos en la percepción de nuestro principal socio económico y estratégico: Estados Unidos. El conflicto en Ucrania es percibido por nuestro vecino como una amenaza directa a la seguridad en Europa, que a su vez representa un interés vital para ellos. El que México, mediante su declarada neutralidad, otorgue un apoyo tácito al gobierno de Vladimir Putin, no puede más que afectar nuestras relaciones con Estados Unidos, así como las de nuestro país con Europa. Es difícil conocer el alcance del disgusto en Washington, pero la experiencia demuestra que la falta de solidaridad con nuestros socios en momentos vitales se paga tarde o temprano. ¿Por qué asumir tal costo, cuando nuestros intereses nacionales no dependen de nuestra relación con Rusia?
La aprobación de la propuesta de la Casa Blanca para seguir proporcionado asistencia financiera y militar a Kiev, se ha convertido en “rehén” de la política republicana que intenta supeditar dicha asistencia a los fondos destinados a la seguridad en la frontera con México. Sin embargo, la presión internacional, sobre todo de Europa y los aliados de Washington, podría influir en el criterio de los republicanos para acceder a las propuestas del presidente Joseph R. Biden.
México puede acabar pagando un alto precio en el tema migratorio como resultado de las negociaciones entre el gobierno de Biden y los republicanos para lograr la aprobación del paquete de ayuda militar a Ucrania.
Hemos visto con pesadumbre el rumbo que ha tomado la política exterior de México durante el actual gobierno, y que el cambio de titular de la Cancillería no ha logrado enmendar los muchos errores y disparates que se han cometido en la esfera de nuestras relaciones con el exterior. El rumbo que tome la diplomacia mexicana a partir de octubre de 2024 dependerá, obviamente, de quien resulte triunfadora en la contienda electoral. Dos escenarios distintos definirían el rumbo de la política exterior del país: el triunfo de la candidata del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), por su aparente sumisión a López Obrador, no produciría cambio alguno en la definición de la política exterior de la cuarta transformación. En el escenario deseado, es decir el triunfo de la oposición, es de esperarse que se corrijan los errores del gobierno actual y se fortalezca la cooperación con nuestros socios comerciales, así como nuestra posición frente a los conflictos que preocupan a la comunidad internacional.
La nueva Cancillería se enfrentará a una estrategia rusa para lograr el apoyo, o por lo menos la neutralidad, de otros gobiernos latinoamericanos, aparte de las dictaduras cubana, venezolana y nicaragüense. México no solo no debe caer en esa trampa, sino trabajar activamente para evitar que Latinoamérica se convierta en un aliado incondicional de Rusia. Es importante que México asuma que en esta confrontación entre el Occidente liberal y democrático y una potencia expansionista y autocrática, nuestro lugar está del lado de Occidente, al que pertenecemos cultural, económica y políticamente.
Es difícil predecir cuál será el desarrollo de la guerra. Por una parte, vemos la eficacia de la resistencia ucrania, que ha adoptado una distinta estrategia defensiva y combativa para enfrentar al invasor, consistente en una guerra de trincheras como apoyo a la recuperación de los territorios ocupados, y, por la otra parte, vemos las condiciones adversas que enfrenta socialmente el gobierno de Putin ante el rechazo de la guerra por un importante sector de la población, aunado a la crisis económica que vive el país. En todo caso, la posición de México debe ser clara y contundente. Estamos a favor de la paz y en contra de cualquier conflicto en el que un país viola la soberanía de otro e impide su autodeterminación.
El realismo se impone. El conflicto no ha repercutido negativamente en el interés nacional, ni en la seguridad del Estado, lo que paradójicamente permite adoptar una posición más firme al respecto. En este contexto, México debería apoyar los esfuerzos de Ucrania en los foros internacionales para la recuperación de su soberanía en los territorios ocupados por Rusia, no solamente con tibias declaraciones, sino con la condena franca y contundente a la violación del Derecho Internacional por parte del Kremlin. EP
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