¿Cómo escalar la restauración de los arrecifes en México?
El deterioro de los arrecifes coralinos del Caribe mexicano debido al desarrollo costero y al cambio climático global exige una alternativa para recuperar algunas áreas mediante la restauración activa, con colonias vivas y sanas de coral. Este artículo detalla el trasplante de colonias de coral vivo crecidas en viveros, enfocado en las especies clave del arrecife, iniciativa de Oceanus.
El deterioro de los arrecifes coralinos del Caribe mexicano debido al desarrollo costero y al cambio climático global exige una alternativa para recuperar algunas áreas mediante la restauración activa, con colonias vivas y sanas de coral. Este artículo detalla el trasplante de colonias de coral vivo crecidas en viveros, enfocado en las especies clave del arrecife, iniciativa de Oceanus.
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Desde hace varias décadas los arrecifes coralinos se
encuentran en constante deterioro, tanto por actividades antropogénicas
relacionadas con el desarrollo costero, como por los efectos del cambio
climático global. Esta situación se refleja en una creciente pérdida de los
bienes y servicios ambientales que brinda este importante ecosistema, así como
en un detrimento de las actividades productivas que de él dependen, como son el
turismo y la pesca, sustentadas en la alta biodiversidad y el valor escénico
que caracteriza a los arrecifes de coral. Además, en la región del Caribe se
suma la acumulación del sargazo, así como la aparición de la misteriosa
enfermedad del síndrome blanco, que se disparó en Florida,1 pero
ahora se ha extendido a todos los arrecifes de Quintana Roo en México y a
algunos puntos en Belice. La degradación actual del ecosistema arrecifal está
provocando una reducción de la biodiversidad y la complejidad de sus hábitats,
con impacto directo en los beneficios económicos y ambientales que proporciona.
Una de las opciones para recuperar áreas arrecifales dañadas
por diferentes impactos es utilizar técnicas de restauración activa, a través
del incremento de colonias vivas y sanas para promover su recuperación. La
experiencia ha mostrado que cuando los esfuerzos de restauración en los
arrecifes son paralelos a otras acciones de manejo local, como la protección de
un área, refugios pesqueros y vigilancia y control de las descargas residuales
a los mantos acuíferos, los arrecifes tienen mayores probabilidades de
sobrevivir como sistemas productivos y funcionales. Por esta razón, muchos
programas de restauración de arrecifes, tanto en la región del Caribe como
alrededor del mundo, proponen iniciar la recuperación de sitios arrecifales
dentro de áreas marinas protegidas y zonas de “no pesca”, donde el trasplante
de colonias debe iniciarse para promover la recuperación de biomasa de peces e
invertebrados dentro del área protegida, así como en las áreas adyacentes a
través de un efecto de desborde.
Restauración activa
¿Qué hacemos por ellos en realidad?
Un arrecife de coral debe contar con un porcentaje de coral
vivo que crezca a una tasa superior a la tasa de erosión; de otra forma, los
servicios de protección costera pueden verse reducidos y los cambios en la
complejidad estructural natural podrían reducir las poblaciones de las especies
que ahí habitan, algunas de importancia ecológica y comercial. Por esta razón,
una de las principales formas de restauración activa incluye el trasplante de
colonias de coral vivo crecidas en viveros de producción o estabilización
—“cultivo de coral”—, así como en acuarios o peceras con condiciones controladas,
a partir de la reproducción sexual o asexual y enfocado en las especies clave
del arrecife. Al incrementar el número de colonias vivas en el arrecife
mediante el trasplante, los cambios que podemos obtener incluyen:
• Incremento en la cobertura de tejido vivo (lo que se
traduce en la recuperación de la estructura arrecifal y disponibilidad de
alimento).
• Posible incremento de larvas y reclutas de coral en la
temporada de reproducción, debido a la mayor cantidad de colonias de coral
adultas y sanas con capacidad reproductiva (las cuales promueven la
recuperación de las poblaciones a nivel local y regional).
• Recuperación acelerada de los micro hábitats, así como de
la rugosidad y refugio para especies que viven en el arrecife (recuperación de
la función ecológica del arrecife).
• Rehabilitación de áreas utilizadas por el turismo y
mantenimiento de la estructura de protección costera (recuperación de los
servicios ambientales).
En este contexto, en México, desde hace algunos años la
organización civil Oceanus, junto con sus socios y donantes dio inicio a un
programa de restauración para rehabilitar zonas impactadas del Golfo de México
y el Caribe mexicano, con el objetivo de incrementar el potencial de
resistencia y recuperación de los arrecifes de coral, mediante el trasplante de
colonias vivas y sanas de especies clave crecidas en viveros de estabilización.
Este esfuerzo se ha multiplicado en toda la región, con la creación de grupos
locales de restauración y el desarrollo de iniciativas en otros países que
comparten el sistema arrecifal mesoamericano (Belice, Honduras y Guatemala)
para desarrollar programas similares. Existen también otras iniciativas en el
país enfocadas en el desarrollo de investigación para la restauración arrecifal
— como el Laboratorio de Investigación Integrativa de Conservación de Arrecifes
del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la Universidad Nacional
Autónoma de México, Unidad Puerto Morelos— y en el desarrollo de biotecnología
para la restauración de corales, como los proyectos que desarrolla el Instituto
Nacional de la Pesca en Puerto Morelos.
Hay diversos esfuerzos a nivel regional que están haciendo
todo lo posible por recuperar los arrecifes, pero el tiempo apremia. Algunas
predicciones sobre los efectos del cambio climático en los arrecifes, que
resaltan el peligro de alcanzar 350 ppm de CO2 en la atmósfera, no
son ahora supuestos, sino una realidad. En enero de 2019 la oficina
meteorológica británica predijo que 2019 sería, junto a 2016 y 1998, uno de los
tres años con mayor incremento de CO2 desde que se iniciaron las
mediciones, hace 62 años, y así fue. En mayo de 2019 se registró un total de
415 ppm de CO2 en Mauna Loa, casi 3.5 ppm más que en el mismo mes
del año anterior.
Entre agosto y septiembre de 2019 se registraron
temperaturas de 36ºC en algunos sitios de restauración dentro de la laguna
arrecifal en Xcalak, Quintana Roo, en meses donde el promedio máximo ya había
subido hasta 34º C en años anteriores. Los eventos de blanqueamiento se
observan anualmente desde 2012 con mayor intensidad en algunos sitios, con los
mayores efectos detectados en 2016, 2017 y 2019 al menos en la Reserva de la
Biosfera de Sian Ka’an. Incluso en especies que se han vuelto resistentes,
gracias a su historia de impactos constantes, como el coral cuerno de alce (Acropora palmata), la resistencia al
blanqueamiento es cada vez más difícil.
Pero Darwin era, en efecto, un sabio. Los eventos de
blanqueamiento se repiten cada año desde 2012 en el Caribe mexicano. La
esperanza, en el corto plazo es que los corales que sobreviven año con año al
blanqueamiento y resisten los impactos actuales, puedan ser aquellos que
repueblen en un futuro los arrecifes de coral. Ahí es en donde la restauración
activa intenta incidir, coadyuvando en la producción de más colonias de coral
resistentes, resilientes, vivas y sanas, para adaptarse a un mundo de cambios
rápidos y devastadores. Lo mismo que esperamos de nosotros, los humanos. Pero
los esfuerzos ingenuos y con buenas intenciones ya no son suficientes. Tal como
el mismo Consorcio de Restauración de Arrecifes (CRC), recién formado en 2016,
proclama: “No toda la esperanza está perdida. La meta de la restauración es
ahora crear sitios con especies clave de coral lo suficientemente grandes y
genéticamente diversos para que puedan reproducirse sexualmente y generar la
suficiente cobertura coralina y estructura para producir un cambio positivo en
el sistema.”
Las técnicas han evolucionado desde los primeros esfuerzos.
Pero en el Caribe hemos acelerado el paso, debido al acelerado declive de los
arrecifes en la región. Desde que el concepto de “cultivo de coral” empezó a
difundirse se han desarrollado numerosas técnicas para maximizar la
sobrevivencia y producción de los corales, incluyendo el establecimiento de
viveros tanto in-situ (que promueven
la producción y reproducción de corales adaptados naturalmente a su medio) como
ex-situ (que facilitan el incremento
de la diversidad genética a partir de la reproducción sexual). Las técnicas de
viveros desarrolladas van desde la producción de colonias a partir de
fragmentos en parrillas fijas en el fondo del mar, hasta la producción de miles
de colonias de coral en viveros colgantes a media agua o a partir de propágulos
diminutos. El éxito de cada técnica requiere de consideraciones y adaptaciones
específicas para cada sitio y para cada especie.
Es en el siguiente paso —el trasplante de colonias— en el
cual se ha avanzado más lentamente. Después de su crecimiento en viveros, las
nuevas colonias (o fragmentos de ellas) requieren ser trasplantadas o los
viveros podrían colapsar. Sin embargo, el éxito de los trasplantes no radica
sólo en las técnicas utilizadas —que puede incluir bases de concreto, clavos,
plastilina epóxica, cuerdas, etcétera—, pues una vez que las nuevas colonias
son fijadas en el arrecife, se vuelven parte del paisaje existente y se
encuentran nuevamente sujetas a las mismas amenazas e impactos que los
organismos que ahí habitan.
Mantener vivos los arrecifes de coral y lograr escalar los
efectos de la restauración no es sólo responsabilidad de quienes trabajan
directamente en el mar. Cada gobierno debe asumir su responsabilidad y cumplir
los compromisos que a nivel internacional implican un beneficio para el
planeta. Mejorar políticas ambientales, cambiar normas, reducir emisiones,
impedir la descarga de aguas negras en el océano, cambiar a energías limpias,
propiciar una economía verde o azul y brindar incentivos a las empresas para
que se sumen al cumplimiento de estos compromisos.
Las principales causas de degradación en muchos sitios arrecifales apuntan a la calidad del agua y la sedimentación, con el desarrollo costero como su principal agente. Por ello, aunque existe actualmente una iniciativa por mejorar el tratamiento del agua que sale de los hoteles y desarrollos costeros cuyo destino final será el arrecife, sería indispensable mejorar también las normas actuales de calidad del agua para la protección de la vida marina, con el fin de aumentar las probabilidades de éxito de los programas de restauración.
Se requiere también que la legislación sea más sensible ante
los problemas ambientales, mediante la adecuada aplicación de la ley y la
vigilancia continua. El Código Penal Federal en México ya ha reconocido el daño
a los arrecifes de coral como un delito que puede causar de dos a 10 años de
prisión, señalando que las afectaciones a la biodiversidad constituyen un
delito grave cuando se trata de un área natural protegida. Por eso, además de
las declaratorias de áreas protegidas o zonas de “no pesca”, es indispensable
hacer efectiva la parte administrativa en cuanto a protección, vigilancia y
educación, sin recortar aún más los presupuestos para la conservación.
Hasta hace poco, nuestras leyes sólo ubicaban a las especies
de acropora y algunos octocorales como especies amenazadas y conservaban al
resto de las especies de corales dentro de las leyes de pesca, como si fuera un
recurso que puede aprovecharse en actividades productivas, cuando ya no lo es.
Recientemente se logró agregar a dos especies del Caribe mexicano bajo esta
protección, pero aún se requiere lograr la protección de todas las especies de
corales que actualmente se encuentran en riesgo. Se requiere regular
verdaderamente la pesca de las especies de importancia comercial, con datos reales
y no estimativos, para mejorar las bases de datos pesqueras y regular en campo
el tamaño de la captura, con vigilancia y censos directos en las playas y
muelles de arribo. Se requiere que las políticas de pesca sean congruentes con
las políticas y compromisos de conservación: mientras en una institución
pública se fomenta el incremento del esfuerzo pesquero o se aprueban proyectos
de turismo masivo y desarrollo costero, en otra se pide a los pescadores dejar
la actividad que las complementa. Es mejor partir de políticas y regulaciones
reales de pesca sustentable, enfocadas en la calidad y los procesos, que
preocuparse por las toneladas de captura. Se requiere una política de
restauración de ecosistemas que no dependa de los periodos sexenales del gobierno
federal, que terminan interrumpiendo programas exitosos que requieren más de 10
años para tener resultados tangibles. Es necesario que se comprenda y reconozca
la importancia de proyectos de conservación y restauración, y que se les
impulse o, cuando menos, que se facilite el trámite de los permisos necesarios
para agilizarlos y ordenarlos.
Como se ha dicho, no toda la esperanza está perdida. Gracias
a la formación de una Red de Restauración de Arrecifes del Arrecife
Mesoamericano, promovida por Oceanus, A.C. en 2012 y reactivada por el Fondo
Mesoamericano en 2017, actualmente cada país del Arrecife Mesoamericano
(México, Belice, Guatemala y Honduras) desarrolla un plan estratégico de
restauración y crea grupos coordinados que pretenden impulsar y escalar los
esfuerzos de restauración con un solo objetivo: mantener vivos nuestros
arrecifes de coral. EP
1 Aparentemente, la dispersión de esta enfermedad en el
arrecife se originó en un proceso de dragado en Florida, en 2014, véase Precht
William F., 2019, “Failure to respond to a coral disease outbreak: Potential
costs and consequences”, en doi.org
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