Cine y comida

Un filme japonés sobre fideos que rinde homenaje, curiosamente, al género del spaghetti western es una buena referencia para revisar los falsos supuestos en los que descansa el prestigio de ciertos restaurantes y las actitudes sociales hacia la comida.

Texto de 22/02/16

Un filme japonés sobre fideos que rinde homenaje, curiosamente, al género del spaghetti western es una buena referencia para revisar los falsos supuestos en los que descansa el prestigio de ciertos restaurantes y las actitudes sociales hacia la comida.

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Probablemente la mejor opción de comida japonesa para los vecinos de Dulce Olivia sea el restaurante Taro, en la colonia Oxtopulco, casi frente al Liceo Franco Mexicano. Este restaurante de la señora Kazuko Takeda tiene 35 años sirviendo el mejor yakiniku de la ciudad, excelente pescado y, lo que nos atañe, fideos: soba y udon. Estos últimos, en su versión conocida como ramen, son el centro de la trama de la película Tampopo (1985), del director y satirista Juzo Itami.El cine de comida —o de restaurante (institución en sí misma increíble: entrar a un salón como si fuera la casa propia y, por una suma de dinero, obtener un trato amable y una comida preparada con esmero)— es casi un género en sí mismo. En este caso los géneros se mezclan, y un Charles Bronson japonés (Goro, interpretado por Tsutomu Yamazaki) lleva de la mano a Tampopo, su Claudia Cardinale (Nobuko Miyamoto, viuda de Itami), hacia el éxito de su restaurante de ramen, en una aventura con tomas que hacen homenaje al spaghetti western Once Upon a Time in the West, de Sergio Leone. Y si la influencia no puede ser más occidental (tantos espacios han sido tomados por esta nomenklatura cultural y genética: notablemente interiorismo y pasarelas), con un western de carretera como historia principal, vale la pena señalar que el ramen es en realidad una versión japonesa de los fideos chinos, y que en la película se hace poca referencia a la comida japonesa nativa.2

Tampopo es entrenada por Goro (nombre del personaje principal de Renacimiento, novela del amigo y cuñado de Itami, Kenzaburo Oé) y su ayudante Gun (Ken Watanabe) en el oficio de preparar y servir fideos a través de una serie de mejores prácticas pero, sobre todo, mediante una transformación espiritual o seishin, sin lo cual no habría un verdadero cambio (algo que irremediablemente hará pensar a los mba en el caso de Toyota y a quien haya visitado Japón en el aura de excelencia que acompaña a prácticamente todo). De ahí un claro énfasis en la atención a las reacciones y el perfil del cliente más que en el performance estético del restaurante de moda.

Además de la historia principal, la película contiene viñetas de enfoque social que alimentan el tema más que la trama, al estilo kabuki. Por un lado está un joven yakuza vestido cual Jack Nicholson en la Chinatown laberíntica de Polanski, quien junto con su novia participa en una búsqueda teatral en el ámbito culinario y erótico, produciendo algunas de las escenas más cargadas de belleza plástica. Su comportamiento pretensioso y occidentalizado lo acerca siempre a otro grupo recurrente en las viñetas: el de los hombres de negocios que, sin ningún sentido de la individualidad, visitan restaurantes buenos simplemente porque son caros. La reflexión incumbe a México, especialmente ahora que figura en la lista absurda que recopila los 50 mejores restaurantes del mundo3 y que hace creer que el acceso a la “mejor” cocina depende del dinero. Vaya comentario sobre nuestra sociedad, si es que los chefs de los restaurantes de mayor renombre alimentan su ego no por la satisfacción de su clientela sino por su cartera, la falsa autoridad de la fama y la competencia histérica entre sí mismos.

Esta negación de la realidad no escapa a Itami, que separa la calidad y el gusto de la estratificación socioeconómica. Así pues, en otras viñetas aborda el papel familiar de la comida, el social (con referencia a las ama, buzas pescadoras de ostras) y, más memorablemente, la capacidad de goce comunitario de un grupo de indigentes. Estos últimos son eruditos en la gastronomía local y francesa, y tienen una escena en la que uno de ellos prepara una tortilla de huevo comme il faut. Cabe rescatar una de las mejores partes de otra película del género, Ratatouille, en donde el crítico Anton Ego (personaje probablemente basado en el novelista Will Self, crítico para The Observer) afirma que el genio puede venir de cualquier origen social. En el caso de Tampopo tenemos nada menos que a una mujer empresaria.

El conflicto entre aspiración estética y realidad social en Tampopo es un recordatorio de nuestras propias incongruencias: una mayoría que come mal y engorda frente a una minoría que simula estar interesada en la gastronomía; su dieta de intolerancias inventadas frente al dumping de granos en los países pobres.

1 Dato curioso: actuó como padre de Takeshi y Koji en la famosa serie Señorita Cometa.

2 Para un análisis exhaustivo de las influencias culinarias, que incluyen a las cocinas portuguesa, española, china y coreana, ver Michael Ashkenazi, “Food, Play, Business, and the Image of Japan in Itami Juzo’s Tampopo”, en Anne L. Bower (editora), Reel Food: Essays on Food and Film, Routledge, New York-London, 2004, pp. 27-40.

3 Para saber más sobre este proceso, ver Lauren Collins, “Who’s to Judge? How the World’s 50 Best Restaurants are Chosen”, en The New Yorker, 2 de noviembre de 2015.

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