Poemas de Clemente Guerrero, becario de la Fundación para las Letras Mexicanas
BECARIOS DE LA FUNDACIÓN PARA LAS LETRAS MEXICANAS: Se me ha quebrado el cuerpo
Poemas de Clemente Guerrero, becario de la Fundación para las Letras Mexicanas
Texto de Clemente Guerrero 13/12/19
Se me ha quebrado el cuerpo
Se me ha quebrado el cuerpo
y una raíz de luz germina mis entrañas,
hace respirar mi sangre
en los torpes órganos
con los que siento el peso del segundo
y los recuerdos.
El cuerpo, ese sueño que nos impide dormir.
Nos esculpe al momento de esculpirlo,
pero es tan firme,
tan imperfecto en las mañanas
que necesita ser lavado,
tener los cuidados suficientes:
las uñas limpias,
los dientes presentables,
la mirada del cazador que ha visto
una flecha de hambre atravesar la aorta.
Y no basta la piel, necesita vestirse.
Hay que cubrirnos,
parecer el animal que uno es y ningún otro.
No vaya a ser que nos confundan
y se piense
que uno ha decidido ser
un tigre a mitad de la tormenta
o el ingenuo salmón
siempre intentando llegar a donde no lo llaman.
Tengo una astilla a la mitad del pecho.
Me oprime con la violencia de una raíz a la tierra,
una semilla aferrándose a sí misma,
al fruto que puede dar.
Crece por el tallo de mi tráquea,
estira las vértebras del cuello.
Un árbol que ha hecho de mi sangre su raíz
y da frutos tan blancos como el sol,
perfectos en el sueño de sus ramas.
Sigue tensa la cuerda en el árbol.
Veo a gente que no conocí
mecerse bajo su sombra.
Veo a mi bisabuelo trabajar el surco,
clavar la yunta hasta sangrar la tierra
con la misma violencia
con la que saco tajos de sangre en la hoja.
Me criaron las mujeres de mi casa
con ese dolor en la cocina
de lavar platos en silencio,
de parir niños sin llegar a hombres.
Esa guerra secreta que las consume.
Escucho a mi abuela arrullar a mi padre
en una lengua que no me ha tocado vivir:
manocoxteca noxocoyotzin
manocoxteca nopitelontzin
y esa voz es la misma que echó raíces en mi cuerpo,
semillas de mi carne y mi memoria.
¿Hasta dónde han de llegar?
¿Dónde colgar sin temor a los fantasmas?
Son esas lámparas, extasiadas de luz,
llenas de minúsculas partículas
y hasta ahorradoras
para que no te corte
la luz
de esos filamentos purísimos de tungsteno,
lámparas de gas
que se apagan y encienden
setenta veces por minuto,
invisibles ante nuestros ojos.
¡Tanta intensidad de luz medida en lúmenes!
Casi imperceptibles
como los lamentos de Diosque insiste en constelar estrellas muertas. EP