A últimas fechas hemos escuchado cada vez con más frecuencia el
término austeridad, ¿cuál es la diferencia entre austeridad y eficiencia?
Yo creo que son dos cosas diferentes. Están
relacionadas pero podemos separarlas; una no es condición de la otra. La
eficiencia se refiere, en términos económicos, a cómo usamos los recursos sin
desperdicio. Hacer lo más posible, de acuerdo con lo recursos que tienes. Bien
puede haber un gobierno grandote altamente eficiente, al menos en teoría. Por
otro lado está la austeridad: en su forma más sencilla se refiere a gastar sólo
en lo necesario. Tiene menos que ver con la restricción presupuestaria. Un
gobierno puede ser austero y estar endeudado al mismo tiempo.
Ahora no
estamos viendo propiamente lo que llamamos austeridad, sino un programa de
reasignación de recursos. Es claro cómo se ha dado este proceso; un primer paso
fue la propuesta y aprobación del presupuesto. Hay reasignaciones de gasto para
fomentar el presupuesto de partidas que no habían sido favorecidas en los años
previos, se terminan algunos programas, se crean nuevos, incluyendo aquellos
prioritarios para el presidente, y se redujeron gastos en categorías
consideradas demasiado onerosas. En la segunda etapa se aplicaron los famosos
memorándums y órdenes directas, que consisten en entregar plazas, eliminar
direcciones adjuntas y coordinaciones de asesores. Todo esto para reconocer que
todo lo que se hizo en el presupuesto no fue suficiente y había que sacar
recursos de otros lados para dirigirlo, de nuevo, a estos proyectos que se
consideran prioritarios.
Esta reasignación del gasto, ¿cómo se relaciona con el crecimiento
económico?, ¿por qué? ¿No deberían ir de la mano?
Ése es el punto central. La austeridad o esta
reasignación por sí sola no van a asegurar el crecimiento. Al contrario, el
gobierno está gastando apenas suficiente: hay un subejercicio de unos $100 mil
millones de pesos que no se están gastando. Supongo que esto pasa por dos
razones principales. Primero, cada nueva administración implica cambio de
personal, de funciones y no empieza a producir a su máximo potencial de
inmediato, como cualquiera que llega a un nuevo empleo. Sabíamos que esto
pasaría, se trata de un ciclo de aprendizaje y de tomar las riendas de un
asunto. La segunda razón, muy preocupante, es este énfasis de querer controlar
todo, de decir que toda la lucha contra la corrupción pasa por centralizar las
compras y las contrataciones, este “vamos a hacer que todas las decisiones
queden en unas cuantas personas”. Es lo que está deteniendo el ejercicio. Es
probable que muchos funcionarios y gente encargada de distribuir recursos tenga
miedo de cometer alguna falta si los ejerce.
Hay,
además, una tercera razón: creo que existe un problema de identificación de
beneficiarios. Se incrementan las becas a los jóvenes y a las personas de la
tercera edad, pero no está bien claro que se haya encontrado a quiénes iban
dirigidos estos apoyos. En buena medida, están tratando de encontrar, puerta
por puerta, quién va a ser beneficiario de un programa social. Esto contribuye
a que el reparto de los beneficios sea más lento, en vista de que las partidas
están presupuestadas. Hoy estos programas tienen una meta muy grande y hay
presupuesto para esa meta, pero los avances hasta ahora son muy lentos y eso
explica que no se haya utilizado todo el presupuesto específico.
Las
medidas de reasignación van a tener efectividad en cuanto se puedan entregar
esos recursos y en tanto haya inversión que genere crecimiento. El riesgo está
en que esto no pase. Estamos en un contexto macroeconómico donde las
previsiones de crecimiento apuntan a que éste será mucho más lento los próximos
años. Un menor gasto del gobierno puede contaminar el gasto de las empresas que
no tienen confianza para invertir o que piensan que el gobierno sólo va a
invertir en sus proyectos. Esto puede tener un efecto negativo importante.
Tienen que pasar muchas cosas para que [la austeridad y la redirección del
gasto] funcionen, para que los recursos reasignados tengan efectos positivos en
el crecimiento. Potencialmente los tienen, pero los requisitos para que así sea
son muchos y el contexto mundial no ayuda.
Entonces lo que se llama ahora austeridad es, en realidad,
reasignación del gasto, ¿cierto?
Vale la pena analizar el adjetivo que acompaña
al término empleado en esta administración: austeridad “republicana”. Ésa es la
bandera con la que el gobierno de López Obrador está haciendo recortes o
reasignaciones. Tiene mucho sentido y valdría la pena recuperar qué significa
“republicano”. Creo que esta palabra tiene una interpretación y un significado
moral, que la austeridad republicana lleva necesariamente esta idea de juicio
de valor de que se debe recortar el dinero que se “desperdicia” o se usa de
manera ineficiente, para asignarlo en lugares donde parece que es más justo
gastarlo. Se trata de devolverle a la política pública un sentido moral, eso es
lo que domina en la austeridad republicana.
Esta
concepción de austeridad no se parece a los programas de Thatcher, Reagan o De
la Madrid. En la austeridad republicana sabiamente recae ese reconocimiento de
que la política económica que se usaba en el pasado fracasó, lo que se llama
neoliberalismo —el presidente se encarga de recordarlo cada mañana, a la menor
provocación— ya se acabó.
¿Cómo se contrastarían “eficiencia moral” con “eficiencia
productiva”?
La primera se refiere un poco a decir: “Bueno,
tenemos una limitada cantidad de dinero. Hay gente que lo necesita mucho más
que otra. Lo moral o lo adecuado es usarlo en ellos”. Creo que el gobierno ha
tratado de sacar del discurso en general términos económicos “elegantes”. No
los usan, no son parte del discurso porque han tratado de meter a la discusión
pública otros conceptos que no aludan al neoliberalismo. No lo mencionan y
ahora usan: “justicia”, “distribución” o “redistribución”.
¿Por qué no gravar a los ricos en vez de recortar bibliotecas y
programas que apoyan a las madres?
La carga de impuestos para los estratos más
altos no es comparable con la que tienen otros países más desarrollados, con
mayor capacidad de recaudación, que financian programas [sociales] a través de
esto. Pero lo que ahora estamos discutiendo entra en el paradigma neoliberal de
“impuestos progresivos”. Son una especie de corrección de faltas, herramientas
del neoliberalismo para problemas del neoliberalismo. Yo creo que, como parte
de la estrategia y visión de López Obrador —que es construir un nuevo modelo
económico, con un nuevo trato entre el gobierno y la sociedad— lo se busca es
recalcar la premisa de que hay suficiente dinero y simplemente hay que gastarlo
mejor.
Una de
las reformas fiscales que debería suceder en los próximos años es justamente la
que mencionas. Los más ricos no pagan mucho más impuestos que el resto y esto
explica en parte por qué tenemos una sociedad tan desigual. Sin embargo, parece
haber un compromiso para no aumentar los impuestos. No sé si eventualmente haya
un reconocimiento de que no es posible operar todos los recursos pensados a
través de los recortes. Esos recortes ya están llegando a su límite. Ya no hay
más presupuesto para la rehabilitación de Pemex o para los proyectos de
infraestructura como los trenes o la refinería. El mal uso de los recortes de
la austeridad republicana acaba perjudicando sus propios propósitos.
Las
medidas de austeridad que aplicaron Tatcher o Reagan no sólo son diferentes por
el entorno económico en que ocurrieron. Son diferentes, sobre todo, por cómo se
desmantelaron el resto de las relaciones entre el Estado y la sociedad. Además
de los gastos en educación, salud y desarrollo social, estos dos personajes se
caracterizaron por tratar de implantar el neoliberalismo al pie de la letra.
Hubo una embestida contra los sindicatos al tiempo que se desregulaban los
mercados, para dejar a los ciudadanos a merced de las corporaciones. Si López
Obrador quiere diseñar y proponer un programa postneoliberal, éste deberá
ocurrir necesariamente a través las capas medias de la sociedad, entendidas
como los sindicatos, la sociedad civil y los partidos, no a pesar de ellas. Por
eso, la austeridad republicana es al postneoliberalismo de López Obrador lo que
la austeridad a secas es al liberalismo de Tatcher o Reagan.
¿Cómo afectan recortes como el del presupuesto ambiental la riqueza
del país y las posibilidades de la gente de vivir bien?
Estoy destacando aquí los caminos o la lógica
que yo le veo a esto y a su implementación. El diagnóstico del presidente es
que había que barrer las escaleras de arriba para abajo, eliminar privilegios y
que eso iba, automáticamente, a promover que llegaran los recursos y asignarlos
a donde se necesitaran, un poco como en caricatura. Antes había programas
claramente muy regresivos, le daban más dinero a los más ricos y no tenían
sustento lógico, muchos de esos se eliminaron, pero también cosas necesarias
como la protección al medio ambiente o algunos recursos para el combate de
incendios forestales, por ejemplo. Esto se debe en gran parte a que está mal
aplicada esta estrategia. Los recortes y las reasignaciones sí eran necesarios,
pero su aplicación está afectando a grupos muy vulnerables, como las minorías.
No deseo que lleguemos al punto crítico de reconocer que esta nueva vía para
usar los recursos está fallando y me alegro de que se discuta y que se analicen
los focos de atención.
¿Cuánto tiempo crees que siga esta tendencia y cuáles son tus
prospectivas?
Una de las cosas positivas que tuvo la
reorganización presupuestal es que antes parecía que no se podía meter la mano
en el gasto. El gobierno de López Obrador ha dejado claro que es posible
intentar cosas y no le quiero dar una connotación negativa a esto de
“intentar”. El gobierno demostró sus capacidades para ejercer y por supuesto
para llevar a cabo esta reasignación o austeridad. Esto va a tener una inercia
muy poderosa este año y me gustaría que al mismo tiempo se reconociera y se
valoraran las expectativas y el hecho de que hay programas y estrategias de
infraestructura, sobre todo los trenes y la refinería, que son gigantescos y
necesitan un gran periodo de maduración para que el impacto deseado se refleje
en la economía.
Una de
las cosas que dará pie seguramente a una rectificación es que tenemos una
perspectiva no muy halagüeña en términos de crecimiento. Ya lo sabíamos desde
hace un año. Ya tenemos un trimestre de decrecimiento,
es muy probable que terminemos el año cercanos
a un crecimiento muy raquítico y es imposible realizar los planes con un
crecimiento tan pequeño.
Hay muchos ejemplos de lo que está pasando ahora con la
reasignación del gasto. Por ejemplo, al darle dinero a los padres para que
construyan escuelas y a las madres para que decidan a qué guardería llevan a
los niños, ¿no está renunciando el gobierno a los controles que debería de
tener?
Una de las razones por las que tiene sentido
que el gobierno gaste e invierta en ciencia, cultura e infraestructura es
porque si no lo hace el gobierno, no lo va a hacer nadie. El gran negocio es
hacer caminos y carreteras que conecten los aeropuertos y las ciudades, pero
nadie quiere comunicar las ciudades con los pueblos. Ahí tiene que entrar el
gobierno. La educación es otro ejemplo. El beneficio no es sólo del niño, la
serie de beneficios va más allá de los niveles de educación y del dinero que se
gaste. El problema más grave es que reduciendo el gasto en estos rubros, que
son altamente delicados, corremos el riesgo de que nadie invierta en ellos o
que accedan a ellos sólo quienes son capaces de pagarlos. La gente que puede
pagar una guardería privada seguramente será una minoría. Y, al parecer, para
la mayoría de las personas no va a haber guardería si no la provee el Estado.
Eso amplía la brecha entre ricos y pobres.
Exacto. Tiene un efecto contrario a lo que se
quería combatir. Lo positivo es que tenemos este [tema del gasto] otra vez en
la mesa. Se discuten los programas de organización de gastos y en esta
discusión hay quienes están en contra de las nuevas medidas y también aquellos
que soñaban con ellas. Las estancias, los centros de protección de mujeres
violentadas, la pensión para adultos mayores, esta discusión deja muy claro que
son cosas que necesitamos. EP
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