Recuerdos del porvenir: la península yucateca frente a los cambios climáticos

En este ensayo, escrito a cuatro manos, Alejandra Manjarrez y Jorge Comensal vislumbran el futuro de la península de Yucatán, destinada a sufrir grandes cambios a lo largo del siglo XXI.

Texto de & 15/12/20

En este ensayo, escrito a cuatro manos, Alejandra Manjarrez y Jorge Comensal vislumbran el futuro de la península de Yucatán, destinada a sufrir grandes cambios a lo largo del siglo XXI.

Tiempo de lectura: 10 minutos

Ninguna región de México se ha transformado tanto a lo largo del tiempo profundo como la península de Yucatán. Planicie con apenas algunos metros sobre el nivel del mar, suelo calizo, y blanco frecuente de los huracanes del Atlántico: sus características geográficas la vuelven extremadamente sensible al cambio climático antropogénico en curso. A partir del pasado que nos revelan la geología, la paleontología, la arqueología y la climatología, podemos vislumbrar mejor el futuro de la península, que parece destinada a sufrir grandes cambios a lo largo del siglo XXI. Con este ejercicio de memoria y previsión no buscamos actualizar la profecía catastrófica del Apocalipsis Maya, sino divulgar lo que distintas disciplinas científicas nos dicen sobre el pasado, presente y futuro del sureste mexicano.  

El último deshielo 

Antes de dividirse entre los estados de Yucatán, Campeche y Quintana Roo, la península ya se había enfrentado a los incontables retos que imponen los cambios climáticos. Entre hace 20 000 y 10 000 años, precisamente en la época en la que —hasta donde sabemos— la península tuvo a sus primeros pobladores humanos, el planeta entero experimentaba un periodo de calentamiento después del llamado Último Máximo Glacial. Monumentales capas de hielo comenzaron a derretirse, creando oscilaciones climáticas que alteraron a muchísimas formas de vida en el planeta, y tuvieron como consecuencia inevitable la elevación paulatina del nivel del mar. 

Durante la última glaciación, la península había estado probablemente cubierta de arbustos y árboles de corta o mediana estatura. El paisaje quizás se asemejaba al de una sabana entre la cual se encontraban también áreas y vegetación propias de una estepa[i]. Su clima era más seco y frío que el de ahora, yel nivel del mar estaba más de 100 metros debajo de lo que está hoy, así que los cenotes y las cuevas subterráneas aún no habían sido llenados por agua[ii]. El terreno kárstico de la región —abundante en minerales solubles en agua— contribuía a ese paisaje seco: el suelo se tragaba la poca agua que caía del cielo. En esos lares habitaban perezosos gigantes, tigres dientes de sable y gonfoterios (parientes extintos del elefante), todos ellos reconocidos como megafauna por su gran peso y tamaño.

Muchas de las poblaciones de megafauna que ocupaban el norte y centro de América habían sido afectadas durante el último periodo glacial —por el clima y, quizás, por actividades humanas como la cacería desmedida y la modificación de los ecosistemas—, y las oscilaciones climáticas asociadas al deshielo hicieron aún más difícil su situación. Los cambios drásticos de vegetación y la reducción de sus hábitats los obligó a establecerse en áreas de refugio. Es posible que entre estos espacios haya estado precisamente la península, y que en ella haya vivido una de las últimas poblaciones de megafauna en Norteamérica, cuya mayoría de especies terminó por extinguirse. 

La península siguió experimentando modificaciones entre tanto caos climático. Posiblemente alrededor de hace 9 500 años, las condiciones más húmedas de la zona transformaron la sabana de arbustos espinosos en los ecosistemas selváticos que vemos hoy.[iii] El nivel del mar fue también subiendo hasta llegar a su nivel actual alrededor de hace 6 700 años, inundando los cenotes y cavernas, creando así nuevos ecosistemas y formas de vida.[iv]

No sabemos, sin embargo, qué sucedió con esa primera ola de habitantes en el sureste mexicano cuyas generaciones presenciaron estos cambios. Los únicos diez esqueletos que tenemos de ellos datan de entre hace 13 000 y 7 000 años.[v] Después de eso, hay un largo silencio en el registro fósil humano de la región. Es hasta hace 3 000 años que la evidencia arqueológica sugiere de nuevo la presencia de vida humana en la zona, probablemente se trata de los primeros pobladores mayas de la península. 

Una sequía devastadora y el colapso de la civilización maya

Los primeros mayas de la región habitaron un paisaje similar al que hoy conocemos, pero no se salvaron de lidiar con uno de sus grandes inconvenientes: lo variable e impredecible de la lluvia. Entre junio y noviembre es posible presenciar el espectáculo de las furiosas lluvias que, en palabras de Juan Villoro, parecen más bien diluvios de plegarias escuchadas.[vi] Plegarias comprensibles después de la época seca que se impone entre diciembre y mayo. La cantidad de lluvia varía notablemente año con año, lo cual es, en el mejor de los casos, una molestia para los agricultores, y en el peor es una tragedia para toda la población. 

“La cantidad de lluvia varía notablemente año con año, lo cual es, en el mejor de los casos, una molestia para los agricultores, y en el peor es una tragedia para toda la población.” 

Sabemos que a lo largo de estos tres mil años la cultura maya ha enfrentado grandes fases de sequía. Lo sabemos gracias a las evidencias arqueológicas, pero también a los detalles que nos cuenta la naturaleza. El estudio de sedimentos en lagos y lagunas del sureste mexicano ha ayudado a definir cuándo y qué tan intensos fueron esos periodos de sequía. La laguna de Chichankanab en Quintana Roo, por ejemplo, fue una de las primeras investigadas para este propósito.[vii] Sus aguas contienen una gran cantidad de yeso en su forma mineral (pariente del yeso industrial) y en épocas de sequía, cuando la tasa de evaporación es alta, se precipita, formando depósitos minerales en el fondo de la laguna. Los fósiles de algunos animales marinos —por ejemplo, las conchas de los moluscos— ayudan también en la investigación de estos periodos. Cuando la tasa de evaporación es alta, las aguas tienen mayor concentración de una forma pesada de oxígeno (isótopo), el oxígeno-18. Cuando esto ocurre, los habitantes del mar consumen esta forma en mayor cantidad, y sus fósiles ayudan a calcular el tiempo y la magnitud de las épocas con semejante nivel de evaporación. 

Aunque el estudio de los sedimentos lacustres nos cuentan que ha habido varias sequías en la región en los últimos miles de años, ninguna ha sido tan intensa y devastadora como la que ocurrió entre el año 800 y 1100 n. e. Las causas de la reducción tan dramática de lluvia aún no son claras, pero es probable que sea el resultado de varios factores;[viii] uno que parece haber jugado un papel importante son los gradientes interoceánicos de temperatura, es decir, qué tan frías o calientes estaban las aguas que rodean los territorios. Se sabe que esas temperaturas pueden influir mucho en la ocurrencia de lluvia. Variaciones en la actividad solar y la variabilidad climática en el Océano Atlántico Norte pudieron también afectar la frecuencia de lluvias, precisamente por su efectos en la temperatura oceánica que rodea la península. 

Esos siglos de resequedad coinciden con el colapso del periodo clásico maya. Aunque se ha pensado que las sequías de esos años pudieron haber llevado a la ruina a esta civilización en su plena época de esplendor, la evidencia arqueológica sugiere que ya desde antes los mayas se enfrentaban a crisis políticas y sociales. La población crecía en número y ya se contaba en millones, mientras que los recursos de la región se habían tornado insuficientes, lo que pudo haber provocado enfrentamientos y fragmentación social y política. El impacto ambiental asociado también con esta demanda de recursos, como la deforestación y la erosión de los suelos, empeoró la situación. La serie de sequías de esos tres siglos, pues, llegó en mal momento, y su ocurrencia fue quizás una gota más para derramar el vaso del orden social. Se calcula que en este tiempo la población disminuyó en un 90-99% y, aunque la civilización maya no desapareció por completo, la pérdida de vidas humanas y de diversos elementos culturales fueron irreversibles.[ix]

Primer recuerdo del futuro: la falta de agua

Las evidencias aludidas hasta ahora sugieren que los cambios climáticos en la península de Yucatán han modificado muchísimo sus ecosistemas y su capacidad para sustentar la vida humana. Esta volubilidad ecológica plantea un enorme desafío a futuro, pues el cambio climático antropogénico está en marcha; dentro de cuarenta años lo más probable es que la temperatura del planeta haya aumentado alrededor de 3 grados Celsius, con unas 560 ppm de CO2en la atmósfera.[x]

Debido a la enorme cantidad de variables involucradas en la climatología, pronosticar los efectos del cambio climático en una región concreta como la península de Yucatán es sumamente difícil. No obstante esta incertidumbre, desde hace veinte años los estudios coinciden en que, además del aumento de la temperatura, las lluvias estacionales disminuirán en la región (aun cuando los huracanes provoquen grandes diluvios).[xi] En el golfo de México, el mayor aumento de la temperatura podría ocurrir en el suroeste de la península, con más de 4°C de incremento en el territorio de Campeche y Tabasco.[xii] Un cambio de esta naturaleza, en una región tropical, puede favorecer la desecación de las selvas, la pérdida de terrenos cultivables y el deterioro de la calidad de vida en las zonas urbanas cuyo crecimiento ha fomentado el turismo masivo. 

De acuerdo con estudios recientes, hacia el último cuarto del siglo XXI, la cantidad de agua que lloverá sobre el sureste mexicano podría disminuir un 13%, lo cual es suficiente para trastornar por completo las prácticas agrícolas en la región, incrementar el peligro de incendios y poner en riesgo la disponibilidad de agua potable para la población.[xiii] Otro estudio enfocado en los países centroamericanos con los que colinda la península apoya esta misma tendencia:[xiv] el Caribe continental se volverá una región menos húmeda, un trópico de vegetación menos exuberante, agua dulce más escasa y temperatura más bochornosa.  

Otro recuerdo: el exceso de agua

Como ya sugerimos, el hecho de que los modelos climáticos pronostiquen menos lluvias para el futuro no significa que dejará de haber grandes precipitaciones catastróficas. De hecho, la península corre el peligro de sufrir el combo de los desafíos hídricos que acarreará el cambio climático: sequías, inundaciones y aumento del nivel del mar. 

Los huracanes tienden a formarse sobre aguas cálidas, intertropicales, donde los vientos alisios que soplan de norte a sur, hacia el ecuador, tienden a desviarse hacia el oeste por efecto de la rotación terrestre. Esto significa que los huracanes formados en el mar Caribe tienden a viajar hacia la península de Yucatán. Con la intensificación de los ciclos hidrológicos por el aumento de la energía disponible en la atmósfera, la cantidad y fuerza de los huracanes tenderá a aumentar a lo largo del siglo. 

En 1988, el huracán Gilberto, uno de los más poderosos del siglo XX, devastó Quintana Roo y destruyó el frágil mito de que Cancún se encontraba en una zona exenta de huracanes: desde entonces, las playas de la región han perdido grandes cantidades de arena durante los huracanes, arena que la industria turística se ve obligada a reponer para no perder el mayor atractivo de la zona. 

En 2005, Wilma se convirtió en el huracán más intenso registrado en el Atlántico, y su primer contacto con tierra firme fue justamente en Quintana Roo, cerca de Playa del Carmen (un municipio que, desde entonces, se ha urbanizado más rápido que cualquier otro en la república mexicana). 

Si al factor de los huracanes agregamos el del aumento del nivel del mar por el deshielo de los casquetes polares, la degradación costera de la península se convierte en una amenaza muy seria. Hacia fin de siglo, los cálculos más optimistas prevén que el nivel global del mar habrá aumentado entre 50 y 100 cm, lo cual parece no ser demasiado, pero sus efectos serán devastadores sobre las costas actuales y pondrán en riesgo la vida de más de 650 millones de personas. Si acudimos a escenarios menos conservadores, como los que resultan de modelos sobre el deshielo de la Antártida, el deshielo del Polo Sur puede causar un aumento de alrededor de 2 metros en el nivel del mar.[xv]

Al revisar el mapa de riesgo costero desarrollado por Climate Central, en el cual se identifican los terrenos que en 2050 se hallarán por debajo del nivel de inundación, queda claro que la península y el estado de Tabasco son las partes de México más expuestas a este riesgo. La región costera comprendida entre Tabasco y Campeche prácticamente se podría inundar por completo, y amplias zonas de Yucatán y Quintana Roo también.[xvi]  

En conclusión, el futuro de la península parece estar marcado por un clima más seco y caluroso, costas inundadas por el aumento del nivel del mar y huracanes más frecuentes y poderosos que los experimentados durante las últimas décadas. La combinación de estos elementos y sus consecuencias —olas de calor, incendios, inundaciones, desaparición de playas— probablemente disminuyan el atractivo turístico de la denominada “Riviera Maya”, cuyo éxito entre los vacacionistas del mundo desarrollado ha auspiciado su urbanización acelerada. Además, la disminución del turismo internacional, indispuesto a realizar largos viajes aéreos a zonas expuestas a catástrofes meteorológicas, también podría acentuarse gracias a una cultura más consciente del cambio climático. Los jóvenes europeos y norteamericanos que hoy en día están saliendo a protestar masivamente contra la emisión de gases de efecto invernadero probablemente no querrán volar largas distancias para hospedarse en grandes hoteles insostenibles. Independientemente de las perspectivas económicas para el turismo en la “Riviera maya”, la rápida urbanización de la península, así como la implementación de la agroindustria,[xvii]plantean un reto humanitario a largo plazo, cuando la desecación, las altas temperaturas y las catástrofes meteorológicas empeoren las condiciones de vida en la región.   

“El futuro de la península parece estar marcado por un clima más seco y caluroso, costas inundadas por el aumento del nivel del mar y huracanes más frecuentes y poderosos que los experimentados durante las últimas décadas.”

Crónica de un colapso anunciado

El geógrafo estadounidense Jared Diamond dedica un pasaje de su libro Colapso: Por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen(2005) a explorar precisamente el colapso de la civilización maya, y se pregunta cómo fue posible que las élites gobernantes del periodo clásico no fueran capaces de reconocer que la sobreexplotación de los recursos naturales y la expansión exagerada de sus sociedades conducirían a una crisis generalizada. Con los grandes proyectos de la actualidad la historia parece repetirse, pues se vuelve a apostar por esquemas de urbanización insostenible en las condiciones geográficas del sureste mexicano. A la luz sofocante del cambio climático, nuestras acciones colectivas deberían estar guiadas por la investigación científica y la conciencia ecológica, y no por la ambición desarrollista que ignora los mensajes que nos ofrece el pasado sobre el porvenir. EP


[i]S. R. Stinnesbeck, et al. “Panthera balamoides and other Pleistocene felids from the submerged caves of Tulum, Quintana Roo, Mexico”, Historical Biology, diciembre de 2018, https://doi.org/10.1080/08912963.2018.1556649

[ii]P. Blanchon, “Reef drowning during the last deglaciation: Evidence for catastrophic sea level rise and ice-sheet collapse”, Geology, enero de 1995, https://doi.org/10.1130/0091-7613(1995)023<0004:RDDTLD>2.3.CO;2

[iii]S. R. Stinnesbeck et al. “The Muknal cave near Tulum, Mexico: An early Holocene funeral site on the Yucatán peninsula”, The Holocene, septiembre de 2018, https://doi.org/10.1177/0959683618798124

[iv]J. J. Gabriel, et al. “Palaeoenvironmental evolution of Cenote Aktun Ha (Carwash) on the Yucatan Peninsula, Mexico and its response to Holocene sea-level rise”, J Paleolimnol, noviembre de 2008, https://doi.org/10.1007/s10933-008-9271-x

[v]F. Hering et al. “The Chan Hol cave near Tulum (Quintana Roo, Mexico): evidence for long-lasting human presence suring the early to middle Holocene”, Journal of Quaternary Science, abril de 2018, https://doi.org/10.1002/jqs.3025

[vi]J. Villoro, “Palmeras de la Brisa Rápida”, Almadía, 2009.

[vii]A. Covich & M. Stuiver “Changes inoxygen 18 as a measure of long-term fluctuations in tropical lake levels and molluscan populations”, Limnology and Oceanography, julio de 1974, https://doi.org/10.4319/lo.1974.19.4.0682(Este sería el primero de muchos estudios de esta laguna).

[viii]P.M.J. Douglas et al. “Impacts of Climate Change on the Collapse of Lowland Maya Civilization”, Annual Review of Earth and Planetary Sciences, mayo de 2016, https://doi.org/10.1146/annurev-earth-060115-012512

[ix]J. Diamond “Collapse: How Societies Choose to Fail to Succeed”, Penguin, 2005.

[x]S. Sherwood  et al. “An assessment of Earth’s climate sensitivity using multiple lines of evidence”, Review of Geophysics, julio de 2020, https://doi.org/10.1029/2019RG000678

[xi]V Magaña-Rueda, B Graizbord, J Buenfil-Friedman, L Gómez-Mendoza, Escenarios de cambio climático y tendencias en la zona del Golfo de México, en Escenarios de cambio climáticos para México,México, INECC, 2000. Disponible en: www. publicaciones. inecc. gob. mx/libros/610/cap6. pdf

[xii]Magaña et al. op. cit, pág. 592. 

[xiii]Colorado‐Ruiz, G., Cavazos, T., Antonio Salinas, J., De Grau, P. and Ayala, R. (2018) Climate change projections from coupled model Intercomparison project phase 5 multi‐model weighted ensembles for Mexico, the north American monsoon and the summer drought region. International Journal of Climatology, 38, 5699–5716. https://doi.org/10.1002/joc.5773.

[xiv]Imbach P, Chou SC, Lyra A, Rodrigues D, Rodriguez D, Latinovic D, et al. (2018) Future climate change scenarios in Central America at high spatial resolution. PLoS ONE13(4): e0193570. https://doi.org/10.1371/journal.pone.019357

[xv]Julius Garbe et al. The hysteresis of the Antarctic Ice Sheet, Nature, vol. 585, 24 de septiembre de 2020.

[xvi]Se puede consultar el mapa en https://coastal.climatecentral.org/

[xvii]Como ejemplo de esto, recomendamos acudir a la estupenda investigación periodística publicada en marzo de 2020 sobre el megaproyecto agroindustrial fomentado por Alfonso Romo, “cacique del agua” en el paraíso maya: https://www.proceso.com.mx/619955/un-cacique-del-agua-en-el-paraiso-maya-2 y https://aristeguinoticias.com/0203/mexico/un-cacique-del-agua-en-el-paraiso-maya/

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