La mancha urbana es imparable, la ciudades en expansión parecen ser incontenibles y, con esto, no se asoma la preocupación por tener áreas verdes dentro de ellas que aminoren la huella climática que generan. ¿Por qué es importante contar con áreas verdes?, ¿acaso no amamos tanto nuestra vida en la ciudad como para protegerla con espacios tales? Lorena Villanueva describe, junto a otros especialistas, por qué estas áreas verdes son tan importantes en las ciudades.
Para tener áreas verdes de calidad, además de voluntad política, hace falta amor
La mancha urbana es imparable, la ciudades en expansión parecen ser incontenibles y, con esto, no se asoma la preocupación por tener áreas verdes dentro de ellas que aminoren la huella climática que generan. ¿Por qué es importante contar con áreas verdes?, ¿acaso no amamos tanto nuestra vida en la ciudad como para protegerla con espacios tales? Lorena Villanueva describe, junto a otros especialistas, por qué estas áreas verdes son tan importantes en las ciudades.
Texto de Lorena Villanueva Almanza 01/06/21
El siglo XXI es el de las ciudades. De acuerdo con los resultados del último censo de población realizado por INEGI en 2020, el 75% de los 126 millones de habitantes de la República Mexicana vive en ciudades. Además, poco más de la mitad de la población reside en ciudades de 100 mil habitantes o más. Este crecimiento urbano continuará en las décadas siguientes, según estimaciones realizadas por la ONU en 2018. En el caso de México, más de 144 millones de personas vivirán en zonas urbanas para el 2050, según los prospectos de urbanización mundial. Por ello, organismos internacionales, como la misma ONU a través de la Nueva Agenda Urbana, han iniciado un debate sobre el rediseño de las ciudades para que ofrezcan mejores condiciones para sus habitantes. Y, aunque la calidad de vida en las ciudades incluye múltiples aspectos, las áreas verdes urbanas serán fundamentales.
Inicios de parques y áreas verdes urbanas en la Ciudad de México
Embellecer las ciudades fue el propósito original de los parques y áreas verdes, explica Héctor Mario Benavides Meza, investigador del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales Agrícolas y Pecuarias (INIFAP). Tal es el caso de la Alameda Central, el primer parque arbolado del continente americano creado en 1592, con el que también se buscaba brindar un lugar de recreación para los vecinos de la zona. En su diseño original se plantaron entre 1,500 y 4,000 álamos, además de ahuehuetes, sauces y olivos que, más tarde, fueron sustituidos con fresnos.
Tras la Revolución Industrial, surge el concepto de “higienismo” a finales del siglo XIX y con él, la necesidad de utilizar las áreas verdes para limpiar las ciudades. Los principios de higienismo en la Ciudad de México precipitaron la plantación de eucaliptos que “limpiaran el aire y drenaran exceso de agua” y así reducir los casos de malaria.
Pero el crecimiento de la ciudad era imparable y durante los siglos posteriores se talaron grandes extensiones arboladas en la Ciudad de México. En parte, esta situación llevó a decretar la primera ley ambiental en México conocida como Ley Federal para Prevenir y Controlar la Contaminación en 1971. Actualmente, la protección de áreas verdes se contempla en la Ley Ambiental y de Protección a la Tierra (LAPTDF) en el Distrito Federal —ahora Ciudad de México—. Este instrumento define a las áreas verdes urbanas como “toda superficie cubierta de vegetación, natural o inducida que se localice en el Distrito Federal”. Esta misma ley establece que los parques son “áreas verdes o espacios abiertos jardinados de uso público, ubicados dentro de suelo urbano o dentro de los límites administrativos de la zona urbana de los centros de población y poblados rurales en suelo de conservación, que contribuyen a mantener el equilibrio ecológico dentro de las demarcaciones en que se localizan, y que ofrecen fundamentalmente espacios recreativos para sus habitantes”.
Por su parte, la Secretaría de Medio Ambiente (SEDEMA) de la Ciudad de México agrega que las áreas verdes pueden ser de carácter público o privado. Esta consideración es importante para la gestión de estos espacios, según la ingeniera civil del Instituto Politécnico Nacional, Yazmín de las Nieves Téllez Montes. Téllez Montes considera que en esta definición únicamente deben incluirse áreas verdes de carácter público para que sea obligación del Estado garantizar el acceso a estos espacios. Por ejemplo, el jardín de una iglesia es de libre acceso a pesar de ser privado. ¿Qué pasa entonces si se decide cerrar la puerta a los visitantes? ¿Cómo y quién sustituye esta área verde?
Como explica Téllez Montes: “Los terrenos privados no deberían ser considerados dentro de la definición oficial de área verde porque mañana ya no están”.
Es así que todos los parques son áreas verdes, pero no todas las áreas verdes son parques, según estas definiciones. De hecho, según la misma SEDEMA, las áreas verdes también son “bosques urbanos, parques, jardines, glorietas, camellones, barrancas, espacios abiertos, áreas cubiertas de pasto como centros deportivos, cementerios y lotes baldíos, hasta tierras con potencial agrícola”.
Como Téllez Montes y otros han señalado, la falta de uniformidad en la definición de áreas verdes y parques dificulta su gestión. Algunos sugieren que, para garantizar que estos espacios cumplan tanto su función ambiental como social, ciertos elementos deberían tomarse en cuenta en las definiciones. Según Benavides Meza, del INIFAP, el concepto de área verde debería incluir un porcentaje de suelo permeable para resaltar la capacidad del suelo para filtrar agua, que permita la recarga de mantos freáticos. Por su parte, la bióloga y educadora ambiental, Lorena Martínez González, comenta que, dado que “la columna vertebral de las áreas urbanas son los árboles”, se les debería incluir en las normas oficiales.
Además de las áreas verdes ubicadas dentro de la Ciudad de México, existe el suelo de conservación, un área protegida, creada en 1992 para salvaguardar los servicios ambientales de la ciudad tales como “la producción de oxígeno, la recarga del acuífero y la contención de la expansión del área urbana de la ciudad”. Esta zona, localizada al sur de la ciudad en las alcaldías Cuajimalpa de Morelos, Álvaro Obregón, Magdalena Contreras, Tlalpan, Xochimilco, Milpa Alta y Tláhuac, se compone de bosques, pastizales, humedales y 300 km² de tierras agrícolas. Sin embargo, de acuerdo con la ingeniera Téllez Montes, existen áreas importantes del suelo de conservación que recientemente han sido convertidas a suelo urbano. De hecho, según datos oficiales, la superficie del suelo de conservación pasó de 88,442 hectáreas en 2003 a 87,297.1 hectáreas según reportes de 2019.
El grupo de investigadores, del que Téllez Montes es parte, escribe en el Anuario de Administración y Tecnología para el Diseño 2020: “[L]a expansión de la mancha urbana de la CDMX ha comenzado a transformar aquellos paisajes naturales del suelo de conservación en paisajes urbanos”.
Aunque el cambio de uso de suelo ha sido para la construcción de parques ecológicos en algunas partes como en Milpa Alta, según señala la misma ingeniera, esta situación genera la posibilidad de mayor reconversión, lo que conlleva a la pérdida de servicios ambientales.
Por su parte, Benavides Meza comenta que, incluso dentro de los mismos parques se han perdido áreas verdes para la construcción de bibliotecas o canchas deportivas. Téllez Montes explica que esta situación se genera por un mal diseño de parques. Las canchas, en general, deberían construirse en los deportivos y no en los parques, esto puede afectar negativamente la función social. Por ejemplo, las personas pueden no llevar a sus hijos al parque por el riesgo de los balonazos; en la noche, las canchas pueden ser lugares de reunión para actividades que interfieran con el descanso de los espacios habitacionales que le rodean.
Además, la carencia de áreas verdes genera un exceso de visitantes en las existentes. El biólogo Ricardo Calderón Flores, quien ha trabajado durante más de una década en el Bosque de Tlalpan, menciona que durante la pandemia esta área natural protegida recibe hasta 8,000 visitantes en un fin de semana, lo que puede llegar a ocasionar daños en el suelo y la vegetación. El biólogo sugiere dar una charla a todos los visitantes al llegar al Bosque de Tlalpan para que conozcan sus servicios ambientales. Y personalmente, invita a los visitantes a “ir al Bosque, pero sin dejar huella”.
Por su parte, la ingeniera Téllez Montes señala que el exceso de visitantes en lugares como el Bosque de Tlalpan habla de la carencia de áreas verdes accesibles y seguras y, también, de deportivos. Agrega que, idealmente, las áreas verdes deberían localizarse en un radio de 300 m de cualquier vivienda o a una distancia de 15 minutos caminando para evitar que los usuarios se desplacen largas distancias en automóvil para acudir a lugares como el popular Bosque Chapultepec.
Beneficios y usos de las áreas verdes urbanas
Medios de comunicación, oficinas gubernamentales e investigadores señalan que la Organización Mundial de la Salud recomienda el acceso a una superficie de entre 9 y 12 m² de áreas verdes por persona. Sin embargo, no existe ningún documento oficial por parte de dicho organismo, como escribe Ana Laura Teyssier Bautista, Presidenta del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Calles, Parques y Jardines Públicos AC en su artículo de 2018 titulado “La falacia de los 9 metros cuadrados”. Esta información fue corroborada por la autora de este artículo durante su investigación.
Aun así, la recomendación se incluye en información oficial. Por ejemplo, en su publicación de 2018 “Las áreas verdes de la Ciudad de México”, la Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Territorial de la CDMX (PAOT) señala que en 2010 la alcaldía Miguel Hidalgo era la demarcación con mayor superficie de áreas verdes por habitante —indicador conocido como índice verde— mientras que Iztapalapa y Tláhuac eran las de menor. En esa misma publicación, se reportan los resultados del tercer inventario de áreas verdes que realizaron también en 2010 la SEDEMA y el Instituto de Geografía de la UNAM. Sus datos difieren de los de la PAOT al revelar que Xochimilco era la alcaldía con mayor superficie de áreas verdes por habitante, aunque no queda claro si para estos cálculos se incluyó el suelo de conservación. La PAOT adjudica la discrepancia entre ambos inventarios a las diferentes metodologías utilizadas.
Sin embargo, tal como señala el biólogo Calderón Flores, “todas las áreas verdes son importantes”. Entre los beneficios sociales que ofrecen estos espacios destacan la reducción de estrés, disminución en el riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes y obesidad, tanto en adultos como niños.
Entre los beneficios ambientales se cuentan enfriamiento por generación de sombra, mitigación de ruido, prevención de erosión, filtrado de aire e infiltración de agua. Además, los beneficios de la fotosíntesis que los árboles realizan son de los más estudiados.
De hecho, la captura y almacenamiento de carbono que realizan los árboles del Bosque de Chapultepec es importante para mitigar los efectos del calentamiento global a escala local, según encontraron investigadores del Colegio de Postgraduados y del INIFAP. Los fresnos son los árboles que acumulan el 80% de carbono del área estudiada. Asimismo, las mayores reservas de carbono se encuentran en los árboles de mayor dimensión.
Además de la captación de carbono, como resultado del proceso fotosintético también se libera vapor de agua. Es gracias a este vapor de agua, liberado durante la transpiración, que es posible reducir la temperatura de zonas conocidas como islas urbanas de calor. “[L]a diferencia de temperatura puede llegar a ser de hasta 10 °C entre la zona centro de la Ciudad de México y una rural, como Xochimilco”. Por definición la isla de calor urbana (ICU) “se caracteriza principalmente porque la temperatura del aire es más elevada en el área urbana que en los alrededores rurales, y que clásicamente se puede considerar como un cambio climático local o regional”, escribe el ecólogo de la UNAM, Víctor Barradas. Toda la Ciudad de México es una isla de calor con zonas donde la temperatura disminuye por la presencia de áreas verdes.
Barradas y Mónica Ballinas, ambos investigadores del Instituto de Ecología de la UNAM, desarrollaron un modelo para evaluar la eficiencia de transpiración de cuatro especies de árboles comunes en la Ciudad de México. Su estudio publicado en 2016 reveló que se necesitan 17 árboles maduros de trueno, 8.6 fresnos, 16.2 liquidámbares o 42.9 eucaliptos para reducir la temperatura del aire 1°C en una hectárea en la colonia Escandón. Es decir, que los eucaliptos plantados como parte del higienismo de finales del siglo XIX son los menos eficientes para reducir la temperatura en las ciudades.
Estos estudios también evidencian la necesidad de una buena selección de especies para la planeación de áreas verdes porque el problema es que los árboles, más que un bien para la ciudad, se consideran un adorno.
Mantenimiento del arbolado urbano y selección de especies
Recientemente, ha habido un intenso debate sobre la reforestación en áreas naturales. Tanto así, que el Jardín Botánico de Kew, una autoridad científica en el mundo de las plantas, dedicó tres días en febrero para discutir las mejores prácticas basadas en evidencia científica para desarrollar estrategias que eleven los estándares de reforestación global. Al igual que en Kew, expertos en México como los biólogos Benavides Meza y Martínez Gonzáles, coinciden en que estos mismos principios de selección deben aplicarse a los árboles urbanos para maximizar sus beneficios y disminuir el costo de su mantenimiento.
Aunque en el Anexo B de la Norma Ambiental para el Distrito Federal NADF-006-RNAT-2016 se incluye una lista de especies preferentes, no se aclaran los criterios utilizados para incluir tales especies. Por ejemplo, Ceiba pentandra es una especie nativa de México, que, siguiendo las recomendaciones de la Norma Ambiental, se ha plantado extensamente en la Ciudad de México. Aunque las condiciones climáticas de la ciudad pueden ser favorables para su desarrollo, las raíces eventualmente levantan la banqueta. Además, al ser una especie nativa de la zona tropical de México se desconoce la cantidad de agua necesaria para un riego óptimo en la Ciudad de México. De tal manera que, contar con información sobre riego, resistencia a sequías, talla de árboles adultos, resistencia a plagas, tasas de transpiración o captación de carbono son indispensables para la planeación y mantenimiento del arbolado urbano. Si a esto agregamos los efectos del cambio climático, estos puntos deben estar presentes en la planeación de las áreas verdes del futuro.
Esfuerzos
En la Ciudad de México existen varias iniciativas que buscan “reverdecer” la ciudad. Sembrando parques, un proyecto de la Secretaría de Obras y Servicios de la Ciudad de México, buscaba rehabilitar 16 espacios públicos durante 2019 y 2020. La inversión fue de 1,332 millones de pesos, con los que se buscó plantar 175,410 árboles, arbustos y plantas.
Por su parte, la Secretaría de Medio Ambiente lanzó el Reto Verde que buscaba “sembrar y cuidar 10 millones de plantas en la Ciudad de México entre junio del 2019 y noviembre del 2020”.
Otra propuesta es la Vía Verde, una obra de 360 millones de pesos de jardines verticales colocados en las columnas del Periférico. Según información del Universal, estas áreas verdes filtran 27 mil toneladas de gases nocivos, captan cinco mil kilogramos de polvo suspendido y procesan más de 10 toneladas de metales pesados, sin afectar las estructuras de las columnas. Sin embargo, no hay datos disponibles que confirmen estas afirmaciones. Además, la bióloga Martínez González comenta que el mantenimiento de estas estructuras es más caro que el de los árboles.
Aunque estas iniciativas pueden ser bien intencionadas, Téllez Montes dice que los esfuerzos son aún insuficientes para remediar el rezago que ha existido durante décadas. Por su parte, aunque reconoce que aún falta mucho por hacer en términos de concientización ciudadana, la bióloga Martínez González es optimista pues esta pandemia nos ha hecho dimensionar los grandes aportes de las áreas verdes en la salud.
Algo en lo que coinciden los entrevistados, es que para lograr que las ciudades cuenten con áreas verdes seguras y de calidad, y con parques que promuevan la cohesión e identidad social, es necesario hacer una buena planeación que incluya una consulta participativa. De lo contrario, se construyen obras millonarias que caen en el abandono o, en el peor de los casos, no son aprovechados ni por su función social ni ambiental.
Se podrán seguir dictando agendas internacionales y normas a nivel nacional, pero como señala la ingeniera Téllez Montes: “La letra muerta no sirve”. Para que exista una verdadera valoración de las áreas verdes se requiere que los usuarios aprecien el papel que juegan para mejorar su calidad de vida. No se puede amar lo que no se conoce, expresaron varios de los entrevistados. Sin apreciación, no hay amor y sin amor, no hay protección. Se requiere urgentemente de una sincera apreciación de los servicios que las áreas verdes nos brindan para, entonces, amarlas como las herramientas cruciales que son ante los retos de las ciudades en expansión. EP
Con el inicio de la pandemia, Este País se volvió un medio 100% digital: todos nuestros contenidos se volvieron libres y abiertos.
Actualmente, México enfrenta retos urgentes que necesitan abordarse en un marco de libertades y respeto. Por ello, te pedimos apoyar nuestro trabajo para seguir abriendo espacios que fomenten el análisis y la crítica. Tu aportación nos permitirá seguir compartiendo contenido independiente y de calidad.