Ojos que no ven, corazón que no siente

Cada día se generan en la Ciudad de México, aproximadamente, 13 mil toneladas de basura y es recolectada por 14,215 trabajadores de limpia. La cantidad de basura que generamos es cada vez más grande y la regulación legal de las personas que laboran recolectándola es escabrosa. Pedro Zapata menciona cifras alarmantes para dar cuenta de la urgencia que hay por encontrar las verdaderas acciones ayudarán a que este problema insostenible tenga un giro inesperado. Y esto podría cambiar si tan sólo imagináramos el futuro del pequeño desecho que pensamos irrelevante y mínimo.

Texto de 19/04/21

Cada día se generan en la Ciudad de México, aproximadamente, 13 mil toneladas de basura y es recolectada por 14,215 trabajadores de limpia. La cantidad de basura que generamos es cada vez más grande y la regulación legal de las personas que laboran recolectándola es escabrosa. Pedro Zapata menciona cifras alarmantes para dar cuenta de la urgencia que hay por encontrar las verdaderas acciones ayudarán a que este problema insostenible tenga un giro inesperado. Y esto podría cambiar si tan sólo imagináramos el futuro del pequeño desecho que pensamos irrelevante y mínimo.

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¿No puede hacerlo otro?

En el capítulo 22 de la novena temporada de Los Simpson, Homero compite por el puesto de gerente del servicio de limpia de Springfield. Su campaña parece encaminada al fracaso, hasta que descubre un slogan que lo lleva a la victoria y que es también la filosofía que parecería haber guiado nuestra relación con la basura: “¿No puede hacerlo otro?”.

Aquí, como en incontables episodios de Los Simpson, todos somos Homero. Pensamos, estamos seguros, de que debería ser trabajo de alguien más encargarse de nuestros desechos.

De hecho, hemos organizado nuestra sociedad para que la basura sea problema de alguien más; para que lo “haga otro”. Nos hemos convencido de que, una vez que está fuera de nuestra vista, en manos de alguien más, y en otro lugar, la basura dejará de molestarnos y nunca regresará a nosotros. Es casi como si dejara de existir.

Tal y como Homero al final de ese mismo capítulo, las ciudades del mundo se están topando contra los límites de esta fantasía.

El camino de la basura

La basura pasa fugazmente por nuestras vidas. Antes de serlo, toda basura es una cosa útil, una cosa con valor. Algo que queremos y por lo que pagamos. Antes de ser basura es una lata de refresco, o un juguete, un paquete de pañales o una caja de zapatos.

Luego usamos la cosa. Comemos la gelatina o los cacahuates japoneses. Sacamos los calcetines nuevos de la bolsa. Nos tomamos la cerveza. Llega entonces el momento en el que la cosa valiosa ha sido usada o separada de su empaque. Ahí nace la basura y, la mayoría de las veces, dura en nuestras manos apenas unos segundos.

Dura tan poco con nosotros porque en el momento en que nace como basura también empieza nuestra urgencia por librarnos de ella. ¿Qué hago con esto que tengo en la mano? Hace unos minutos era una cosa que quería, era algo con valor, pero ahora ¡ES BASURA! ¿CÓMO ME DESHAGO DE ESTO?

Si bien en el momento de tirar el ofensivo residuo al bote termina nuestra breve crisis de ansiedad, la historia de ese pedazo de basura apenas comienza. Para quienes tenemos el lujo de mirar a otro lado, el resto de esa historia ocurre lejos de nuestra vista.

Para ilustrar ese punto, tomemos el ejemplo de la Ciudad de México. Ahí, ese momento de transformación de la cosa útil en basura es también el punto de partida de uno de los problemas ambientales más grandes que enfrentan las 16 alcaldías y el gobierno de la ciudad.

Existen variaciones, pero el camino más típico que sigue la basura residencial en la CDMX es más o menos así, de acuerdo con el Inventario de Residuos Sólidos de la Ciudad de México, de 2019:

  1. Cada día se generan en la ciudad aproximadamente 13 mil toneladas de basura, o un poco menos de un kilo y medio de basura por persona, por día.
  2. Esta basura es recolectada de esquinas, negocios, casas particulares, etc, por una fuerza laboral de 14,215 trabajadores de limpia[1], en 2,594 camiones de basura.
  3. Estos camiones llevan la basura a una de las 12 estaciones de transferencia que hay en la Ciudad.
  4. De estas estaciones de transferencia, un porcentaje de la basura orgánica va a una de las 7 plantas de composta de la ciudad, mientras que los materiales aprovechables (PET, cartón, papel, vidrio o metales) y que se pueden separar fácilmente van a una de las 3 plantas de selección.
  5. Finalmente, todo lo que no pudo ser aprovechado, ya sea como composta o como material reciclado, es llevado a uno de los 3 sitios de disposición final, todos ellos privados, y todos ellos en el Estado de México: Chicoloapan, la Cañada y el Milagro. Un porcentaje mínimo de basura a veces va a otro sitio en Cuautla, en Morelos.

Visto así, como cifras desplegadas a 10,000 metros de altura, el sistema de recolección y disposición de basura en la Ciudad de México parece adecuado y hasta moderno, y comparado con la mayoría de las ciudades del país, lo es. Estas cifras nos dan la anhelada tranquilidad de que, con tan solo poner la basura en su lugar, nuestro compromiso como ciudadanos está cumplido.

Mirando con lupa

Visto un poco más de cerca, los huecos y las fisuras en el sistema empiezan a mostrarse. Si nos acercamos a los lugares donde la basura se procesa, separa y entierra, empieza a quedar claro que este sistema que hemos creado no está libre de víctimas, ni de costos y que este daño no desaparece simplemente porque cerremos los ojos.

Entre todos los problemas asociados con la basura, destacan tres:

  • Contaminación

Los sitios de disposición final de la basura, que en el mejor de los casos son rellenos sanitarios, pero que a menudo son simplemente tiraderos clandestinos, son una fuente significativa de varios tipos de contaminación, incluyendo contaminación del agua, contaminación del aire y emisión de gases de efecto invernadero, principalmente metano. En este último renglón, un estudio reciente del Banco Mundial[2] estimó que el procesamiento y disposición de residuos sólidos, en su conjunto, son responsables de alrededor del 5% de las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera cada año. La basura, sobre todo en esas cantidades, produce también enormes volúmenes de residuos líquidos tóxicos, a menudo llamados lixiviados, que tienen el potencial de contaminar los depósitos subterráneos de agua. Análisis de calidad del agua en pozos aledaños a rellenos sanitarios de todo el mundo muestran lo mismo: altas concentraciones de metales pesados, coliformes fecales y compuestos orgánicos volátiles. Naturalmente, el impacto de estos contaminantes se concentra en las poblaciones que viven cerca de esos basureros, y que dependen de esa agua.

Basurero de Zapopan. Fotografía tomada de Flickr.
  • Informalidad y vulnerabilidad

No existe un padrón oficial de la gente que se dedica a la recolección informal de basura, o “pepena”. No sabemos cuántos son, ni cuántos son hombres o mujeres. No sabemos sus edades, y por lo tanto no sabemos cuántos son menores de edad. Como lo mencionamos arriba, la Ciudad de México calcula un poco más de 14,000 “empleados de limpia”, pero este número no incluye a los “voluntarios”, que son los trabajadores informales, que superan en número por mucho a los formales. A nivel regional, una estimación de 2014 habla de entre 500,000 y 4 millones de recolectores informales en Latinoamérica[3]. A nivel global, una revisión de la literatura académica de 2012[4], habla de 15 millones de personas involucradas en esta actividad. Son conocidos en distintas partes del mundo como Zabaleen, Recicladores, Cartoneros, Gancheros, Pepenadores y cientos de otros nombres, y lo que sí sabemos es que sin ellos, el problema de la basura en las ciudades del mundo hubiera llegado hace años ya a un punto crítico.

Si bien hace falta información y datos concretos sobre esta población, no existen dudas sobre su vulnerabilidad, ni sobre los efectos que tiene sobre su salud el trabajo en condiciones tan precarias. Para darse una idea, basta tomar en cuenta que, en Estados Unidos, en 2019, según el Buró de Estadísticas Laborales, el trabajo de recolector de basura fue la sexta ocupación más peligrosa del país, y esto en un contexto donde casi el 100% son trabajadores formales, laborando bajo condiciones seguras y con el equipo adecuado. ¿Cómo sería esa cifra en México, y qué dice de nuestra sociedad que ni siquiera nos hayamos tomado la molestia de documentarla?

  • Corrupción y Ausencia del Estado de Derecho

En la Ciudad de México, conocemos los vínculos de la recolección de basura con el crimen organizado hace muchos años. Mientras escribo estas líneas, la Fiscalía General de la República y la Interpol buscan por todo el mundo a Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, acusado de trato de personas y de ser la cabeza de una organización de prostitución que operaba desde sus oficinas en el PRI de la Ciudad. El llamado “Rey de la Basura” creció políticamente a la sombra de su padre primero, y cuando él fue asesinado, de su madre, Guillermina de la Torre. Todos ellos consolidaron su liderazgo y su fortuna entre los pepenadores del oriente de la Ciudad de México y de ahí saltaron a posiciones prominentes en el entonces hegemónico PRI. Su férreo control sobre los habitantes de los tiraderos que reciben la basura de la Ciudad de México no sólo es el origen de su riqueza, sino que también ha sido, por décadas el obstáculo para la modernización del sector.

Bordo poniente, Chimalhuacán, Edomex. Este sitio cerró sus puertas y no recibe más basura desde 2011. Hoy sólo opera ahí una planta de composta. Fotografía tomada de Flickr.

La historia de esta familia es alimento de notas escandalosas en México, pero no es única. El mundo de la recolección de basura, al ocurrir lejos de la mirada de una sociedad que prefiere mirar a otro lado es campo fértil para la mafia y la corrupción. Si bien es un personaje ficticio, no es casualidad que el gran Tony Soprano se auto identificara como “Consultor en Manejo de Residuos Sólidos”. Tanto en Estados Unidos como en Italia, el control que el crimen organizado ha tenido en distintas épocas y lugares sobre el negocio de la basura ya es cultura popular. En Guatemala, en 2015, grupos de delincuencia organizada que operan en el basurero de la Región 3 de ese país, asesinaron al actor Víctor Hugo Monterroso, que preparaba un documental sobre la vida en ese sitio.

La lista es larga, pero todos los casos apuntan a una verdad contundente: La basura es un gran negocio y la mayoría de las sociedades y los gobiernos del mundo no tienen ninguna prisa por entrar a regularlo. Nuestra negligencia hace que el negocio crezca y que con el tiempo se vaya volviendo cada vez más difícil poner orden en este sector.

El Futuro

Todos estos problemas tienden más a exacerbarse en el tiempo, que a solucionarse. La principal razón por la que nuestra relación con la basura es insostenible no es ideológica, es aritmética: la producción de basura del mundo entero crece a un ritmo bastante mayor que el crecimiento poblacional. De hecho, el Banco Mundial ha calculado que para 2050, la producción global de basura crecerá hasta alcanzar los 3,400 millones de toneladas anuales (actualmente son más o menos 2,010 millones). Esto representa un crecimiento de más del doble de lo que será el crecimiento de la población en ese mismo periodo[5].

Sobra decir que no podemos seguir así. Es insostenible desde el punto de vista ambiental, financiero y social, y las ciudades del mundo empiezan a darse cuenta.

En India, en las afueras de Nueva Delhi, el relleno sanitario de Ghazipur es una montaña de basura que mide 64 metros de altura. Llegó a su límite de almacenamiento en 2002, hace 19 años, pero ante la falta de alternativas, se ha tenido que seguir utilizando, aún bajo condiciones altamente peligrosas que en 2017 costaron la vida de dos personas que quedaron atrapadas bajo una avalancha de basura.

Niña ayuda a su abuelo en la recolección de basura en Maddur, India. Fotografía tomada de Flickr.

En el Cairo, Egipto, a unos kilómetros al este de las pirámides de Giza, se encuentra el barrio de Mansheya Nasir, llamado también la “Ciudad de la Basura”. Las fotografías de esta mini-ciudad muestran edificios que parecen cercanos a explotar, desbordados de bolsas gigantes de basura.  En sus calles se encuentra la mayor concentración de “Zabaleen”, término que en México traduciríamos como pepenadores, y que han llenado hasta el espacio más pequeño de ese barrio con lo que la mayoría de nosotros llamaríamos basura, y que para ellos es, al mismo tiempo su medio de vida, y la razón por la que esa vida es más corta y vulnerable que el resto de los habitantes de la capital egipcia.

Apenas hace unos días en febrero de este año, el relleno sanitario de Villanueva, En Guatemala, tuvo un incendio que ardió por varios días. Como en otros lugares, este sitio llegó al fin de su vida útil hace varios años, pero se sigue usando porque hay 32 municipios de esa región que no tienen otra alternativa.

En todos los continentes, en ciudades grandes, pequeñas y medianas, las historias se repiten: el flujo de basura es cada vez mayor, y la capacidad por lo menos de contenerla – olvidémonos de manejarla – se encuentra en el límite.

Soluciones y Espejismos

Desde luego, hay soluciones posibles y también hay espejismos de soluciones. Peligrosamente, a veces es difícil distinguir entre las dos.

Quizá el espejismo más notorio es el del reciclaje; la quimera de que vamos a salir de esta montaña de basura a punta de reciclarla. En este espacio, con mi querido colega Miguel Rivas hemos escrito sobre este mito, enfocándonos específicamente en el plástico, así que no ahondaré aquí en esa ilusión óptica, que ha sido manufacturada y perfeccionada desde los setenta. Basta con decir que reciclar más y reciclar mejor son pasos importantes hacia la solución, pero se quedan muy cortos de ser una solución efectiva al problema de la basura.

Otro espejismo es el de la “termovalorización” que es el término que se ha acuñado para la incineración de basura para generar energía. Este caso es más complejo, porque existen en distintas partes del mundo, ejemplos de plantas de este tipo que funcionan. Estas plantas retiran de los rellenos sanitarios cientos de toneladas de basura todos los días, además de que generan energía sin utilizar combustibles fósiles. Aquí hay un video de la planta termovalorizadora de Nueva York, que es un ejemplo. Hay muchos otros.

¿Por qué lo llamo un espejismo? Porque para funcionar de manera correcta, estas plantas requieren de inversiones gigantescas y una capacidad regulatoria significativa, dos cosas que a menudo están fuera del alcance de los gobiernos municipales de países como México. Sin estas inversiones y sin esta regulación, el proceso de incineración puede liberar gases tóxicos como dioxinas y furanos, que a menudo afectan desproporcionadamente a las poblaciones aledañas a las plantas, que suelen ser pobres y vulnerables.

Reciclar la basura que se puede reciclar es importante y un proyecto bien diseñado, en alianza con el sector privado y con todas las salvaguardas ambientales del caso, puede funcionar, pero ninguna de estas dos soluciones se compara, ni en impacto ni en simplicidad, con la solución principal: usar menos cosas.

Usar menos cosas se dice fácil, pero es una solución que requiere trabajo en muchos campos. Sin duda, claro, la responsabilidad personal y nuestras decisiones como individuos. En la medida en que comencemos a abandonar la nociva idea de que algo puede ser “desechable” y rechacemos los bienes, especialmente de plástico, que son de un solo uso, daremos un paso decisivo en la solución del problema. Nuestras decisiones personales pueden ser un excelente inicio, pero sólo son el principio de la solución.

Más allá del campo de la responsabilidad personal, los gobiernos del mundo tienen mucha tarea que hacer en este sentido. La principal, en mi opinión, es legislar en materia de “responsabilidad extendida del productor”, que no es más que un nombre elegante para una regla que dice que quien produce una cosa, es responsable del daño que pueda causar esa cosa desde que la produce hasta su disposición final. En la práctica, este concepto se materializa de distintas formas. En algunos casos, las compañías que producen teléfonos celulares, por ejemplo, garantizan que recibirán (en ocasiones pagando) el producto al final de su vida útil, para reciclarlo. En otros casos, compañías que venden bebidas en envases de plástico, después destinan una cantidad de recursos a la recolección de los envases.

Los ejemplos efectivos de responsabilidad efectiva del productor siguen siendo aislados e imperfectos. Queda mucho camino por recorrer y hace falta poner recursos y creatividad al servicio de esta idea.

¿Plan B?

Aquí hay 3 cosas que podemos empezar a hacer desde ya para empezar a salir de debajo de la montaña de basura que amenaza con aplastarnos:

  1. Tenemos que encontrar soluciones que incorporen la creatividad y poder tecnológico de la iniciativa privada, con la mano reguladora del estado que vele por los más vulnerables. La recolección y manejo de basura es uno de los campos más prometedores para las alianzas público-privadas.
  2. Sin embargo, ninguna empresa seria va a invertir donde no tiene certidumbre. Tenemos que exigir a los gobiernos locales más transparencia en el manejo de la basura. Es nuestro derecho saber cuánta basura generamos, a dónde se va, a quién se le paga para llevársela, y qué se hace con ella.
  3. Pero sobre todas las cosas, la solución principal, y sin la que ninguna de las demás sirve de nada es tan sencilla como difícil de alcanzar: Tenemos que hacer menos cosas y usar más veces las cosas que ya hicimos. Nuestra afición por las cosas de un solo uso, por lo desechable, no es la causa principal de la crisis mundial de basura, pero sí es un factor que la aceleró violentamente.

En el capítulo de Los Simpson que mencioné antes el plan de Homero comienza a fallar cuando la basura que han estado metiendo en una mina abandonada empieza a salir por las alcantarillas, los buzones y por todos lados. La ciudad entra en pánico y tiene que echar a andar su plan de contingencia, su Plan “B”, que consiste en subir todos los edificios de la ciudad a tracto camiones y mudar la ciudad entera a unos kilómetros de su ubicación original.

Nosotros no tenemos el lujo de esa opción. Como se ha vuelto popular repetir, nosotros no tenemos “Planeta B”. Pero tampoco tenemos las manos atadas. EP


[1] Este es el número de trabajadores formales, que perciben un sueldo del Gobierno de la Ciudad. El mismo Gobierno, en su Inventario de Residuos Sólidos de la Ciudad de México, admite que no sabe el número de trabajadores “voluntarios”, que viajan en los camiones y obtienen su remuneración de la venta de los materiales aprovechables que encuentran en la basura.

[2] Kaza, Silpa, Lisa Yao, Perinaz Bhada-Tata, and Frank Van Woerden. 2018. What a Waste 2.0: A Global Snapshot of Solid Waste Management to 2050. Urban Development Series. Washington, DC: World Bank. doi:10.1596/978-1-4648-1329-0. License: Creative Commons Attribution CC BY 3.0 IGO

[3] Marello M, Helwege A. Solid Waste Management and Social Inclusion of Wastepickers: Opportunities and Challenges. Latin American Perspectives. 2018;45(1):108-129. doi:10.1177/0094582X17726083

[4] Binion E, Gutberlet J. The effects of handling solid waste on the wellbeing of informal and organized recyclers: a review of the literature. Int J Occup Environ Health. 2012 Jan-Mar;18(1):43-52. doi: 10.1179/1077352512Z.0000000001. PMID: 22550696.

[5] Kaza, Silpa, Lisa Yao, Perinaz Bhada-Tata, and Frank Van Woerden. 2018. What a Waste 2.0: A Global Snapshot of Solid Waste Management to 2050. Urban Development Series. Washington, DC: World Bank. doi:10.1596/978-1-4648-1329-0. License: Creative Commons Attribution CC BY 3.0 IGO

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