A mediados del siglo XX lo “desechable” llegó a simbolizar la modernidad y el plástico se convirtió en ícono de aquella cultura. Este artículo nos ubica en la crisis plástica que vivimos y en los desafíos que enfrenta el movimiento antiplástico, con un énfasis muy especial en la ilusión de que el reciclaje puede ser un solución a esta pesadilla.
A mediados del siglo XX lo “desechable” llegó a simbolizar la modernidad y el plástico se convirtió en ícono de aquella cultura. Este artículo nos ubica en la crisis plástica que vivimos y en los desafíos que enfrenta el movimiento antiplástico, con un énfasis muy especial en la ilusión de que el reciclaje puede ser un solución a esta pesadilla.
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Tiempo de lectura: 11minutos
Plástico en todos
lados
Lo más probable es que el nombre de la doctora Christine
Figgener no le sea familiar al lector, a pesar de que el video que protagoniza
tiene 36 millones de reproducciones en Youtube.1 En él, junto con su
equipo, durante ocho minutos la entonces estudiante trabaja para sacar un
objeto de la nariz de una tortuga golfina, en una panga en Costa Rica. Es
difícil discernir a primera vista qué es el objeto, pues apenas se asoma su
borde por el orificio nasal de la tortuga. En los primeros minutos Figgener usa
pinzas para jalar apenas con poca fuerza, pues teme que pudiera ser un parásito
o que tuviera alguna conexión que dañe más a la tortuga, porque no sabe si lo
que jala está conectado a su ojo o cerebro. Con el tiempo, uno de los
tripulantes dice en español: “Es un plástico, una pajilla (popote, en México)”.
Para cuando lo sacan, el popote mide poco más de 10 centímetros. La nariz de la
tortuga sangra y sus ojos acusan un terrible dolor. Uno tendría que ser un
robot para no sentirlo.
Ese incidente de 2015 no fue, ni por mucho, la primera
interacción del plástico con la vida marina; tenemos registros de mamíferos marinos
con plástico en el estómago desde los años 60. Pero algo hubo en ese video, tal
vez el ángulo cerrado de la toma que permite ver todas las expresiones de la
tortuga, o tal vez el hecho de que fueron necesarios muchos intentos para sacar
el popote completo, creando en el camino los pequeños momentos de drama que
tienen las grandes historias. Lo cierto es que el video se convirtió en la
piedra angular del movimiento anti-plástico que hoy ha logrado modificaciones
en cientos de leyes en todo el mundo, así como compromisos de todos niveles en
empresas privadas. Desde 1950, cuando se crearon los primeros polímeros
plásticos, se calcula que se han producido más de nueve mil millones de
toneladas de plásticos en el mundo. Una cifra inimaginable considerando que
mucho de los empaques y embalajes que consumimos a diario pesan sólo unos
cuantos gramos.2
El plástico se ha convertido en un ícono de la cultura
“desechable”. Es la imagen de aquello que es consumido en pocos minutos y luego
desechado para, potencialmente, pasar al olvido. Cuesta trabajo creer que, en
un principio, esta etiqueta de “desechable” fuera una señal de lujo, modernidad
y sofisticación. En los años 60 las revistas de todo el mundo contenían
anuncios que presentaban al plástico como una alternativa limpia y fresca, por
ejemplo, para envasar alimentos. Hoy, las cifras de la crisis de la
contaminación por plásticos son aterradoras: 12.7 millones de toneladas de
plástico llegan a los océanos cada año, sin contabilizar aquellas que están en
las riberas de los ríos, el fondo de los lagos y las quebradas. Estos plásticos
dañan la vida de más de 700 especies —sólo las documentadas—, desde el
fitoplancton microscópico hasta la ballena azul, el animal más grande que haya
existido en la tierra. Se ha vuelto rutinario ver noticias sobre mamíferos
marinos varados llenos de contaminación plástica; han encontrado desde una
numerosa cantidad de bolsas hasta chanclas e incluso partes de vehículos en los
estómagos de estos cetáceos.
También nosotros estamos llenos de plástico. No de bolsas,
ni de taparroscas, pero sí de partículas más pequeñas como microplásticos y
nanoplásticos menores a una micra.3 Este es un campo del que todavía
se sabe poco, dada nuestra limitada capacidad de muestrear e identificar partículas
de ese tamaño en el tejido humano. Sin embargo, la comunidad científica que
estudia este riesgo ya ha sonado la señal de alarma,4 sobre todo por
la capacidad de los micro y nano plásticos como vectores para químicos tóxicos
que pudieran depositarse, por ejemplo, en el tejido de los pulmones, al
respirarlos. ¿Cuánto plástico ingerimos? Es difícil saber con exactitud, pero
un estudio reciente comisionado por WWF Australia estimó que pudiéramos estar
ingiriendo un promedio de hasta cinco gramos de plástico por semana,5
el equivalente a una tarjeta de crédito. Es necesario despertar de este sueño
donde erróneamente hemos creído que existe lo “desechable”. Cada día queda más
clara la necesidad de cambiar el paradigma cultural y de consumo en el que
vivimos y que nos está ahogando, basado en un modelo lineal: extraer materias
primas, fabricar bienes de consumo, consumirlos y desecharlos. Debemos repensar
esta idea desde su origen para construir una cultura sin residuos, donde los
productos extiendan al máximo su vida útil y sean reutilizados y refabricados
para potenciar su valor.
Antiplástico en
México
Los movimientos antiplástico están dando este paso por todo
México. A la fecha en la que escribimos este texto existen 24 estados,
incluyendo la Ciudad de México, en los que se legisla por un mundo libre de
plásticos de un sólo uso. Este movimiento, necesario y bienvenido, enfrenta un
camino cuesta arriba por varias razones:
1. El mar ya está
lleno de plástico
Así lo documentan diversas investigaciones científicas con
estimaciones.6 Un ejemplo aterrador: en mayo de este año el
explorador Victor Vescovo rompió la marca mundial de profundidad al descender
10,927 metros en el abismo Challenger, el punto más profundo del océano. Sólo
otros dos seres humanos habían llegado cerca. Encontró criaturas que nunca se
habían descrito, incluyendo especies nuevas de medusas y pepinos de mar, y
también encontró envolturas de plástico. Este descubrimiento desolador confirmó
lo que ya imaginábamos: no hay lugar en el mar libre de plástico. Y no sólo el
mar. Hasta en los lugares más prístinos del planeta se ha documentado
contaminación por microplásticos y que éstos incluso pueden viajar más de 100
kilómetros desde su fuente de origen a través del aire.7 En lugares
aislados de la producción y consumo, como la Antártida, se ha documentado la
presencia de microplásticos. Este es un problema mundial y que no reconoce
fronteras políticas ni de producción.
2. Seguimos haciendo
mucho plástico, cada vez más
Actualmente se calcula que en el mundo se producen 380
millones de toneladas plásticas anuales para diversos usos, desde aquellos
usados para fabricación de automóviles, insumos médicos y empaques o embalajes.
Sin embargo, la industria del plástico proyecta un crecimiento del doble de su
producción en los próximos años, por lo que para 2030 podríamos producir más de
700 millones de toneladas.8 El plástico es versátil, resistente y
barato, además de que los daños que causa normalmente se dan lejos de quien
decide comprarlo, usarlo o producirlo, por lo que no extraña que la tendencia
sea a hacer más plástico y no menos. Esas son las mismas razones por las que es
difícil pensar que la tendencia se vaya a revertir con compromisos voluntarios
y reducciones paulatinas. Son demasiado pocos y demasiado lentos. Son
necesarias medidas drásticas de reducción en la producción del plástico,
impulsadas por los gobiernos del mundo.
Aún peor, ante la negativa a cambiar nuestro estilo de vida,
ha hecho su aparición la basura ecológica: desechables a base de fuentes
renovables que promueven el uso del maíz, el aguacate y otros cultivos para
quedarnos más tranquilos a la hora de continuar produciendo basura.
Lamentablemente estos productos son compostables sólo a nivel industrial, no se
degradan mágicamente en la naturaleza y trasladan la presión ambiental desde
los océanos hacia los campos, fomentando el uso de agrotóxicos y cambios en el
uso de suelo, con la preocupación de que los cultivos sean destinados a la
producción de “desechables” más que a la de alimentos. Una falsa solución para
enfrentar el problema.
3. La industria del
plástico lucha la batalla de su vida
Coca Cola, Unilever, Procter and Gamble, Pepsico, Starbucks,
Walmart y La Casa de Toño saben que están en la mira. Empresas grandes, chicas
y medianas en los cinco continentes han hecho compromisos relacionados con el
plástico. Unos prometen no ofrecer popotes en sus establecimientos, otros
reducir la cantidad de plástico que usan en sus operaciones, otros prometen
reciclar más, mucho más. Casi todas las empresas que forman parte de la
industria del plástico han firmado uno o varios compromisos públicos, de los
que quizá el más prominente sea el Acuerdo Global por la Nueva Economía del
Plástico, impulsado por la Organización de Naciones Unidas (ONU) y por la
Fundación Ellen MacArthur.
¿Por qué esta ola de compromisos y promesas? Seguramente responden en parte a una genuina preocupación por el planeta, aunque también a que estas empresas tienen bien presente el creciente riesgo de volverse los malos de la película. No necesitan mirar muy lejos en el pasado para encontrar ejemplos de los que les puede pasar; la industria del plástico no quiere convertirse en la nueva industria del tabaco. Para mitigar ese riesgo, este sector ha invertido millones de dólares para luchar a todos los niveles contra iniciativas legislativas y mejorar su imagen pública. Sin embargo su principal estrategia —la que han desplegado en todo el mundo— es proponer su propia respuesta a la crisis del plástico, una respuesta que no ponga en riesgo su negocio y, de hecho, que les ofrezca formas de ampliarlo. Esta respuesta es el reciclaje.
El reciclaje: la
puerta falsa
El concepto es sumamente atractivo. Poniendo la basura en el
bote correcto, le damos una nueva vida: deja de ser basura y se convierte en
insumo de otra cosa. El reciclaje es un concepto sencillo y brillante, así como
conveniente, porque nos exige muy poco —poner la basura en el lugar correcto—
para redimirnos y afirmarnos como ciudadanos responsables, como parte de la
solución y no del problema. ¡Si tan sólo fuera así de sencillo! Lamentablemente
la realidad es otra. Un documento ya citado9 estima que, del 100% de
la basura plástica jamás producida, sólo 9% ha sido efectivamente reciclada.
Esto es: 91 de cada 100 kilos de basura plástica que se han producido,
terminaron siendo incinerados, en tiraderos o en el mar. Es importante aclarar
que este es un promedio que incluye países con índices de recolección y
reciclaje mucho más altos que los mexicanos.
En México el reciclaje dista mucho de ser una solución real
y accesible para acabar con la contaminación plástica. Muchos ejemplos se basan
sólo en los envases de polietileno tereftalato (PET) cuya alta reciclabilidad
es el principal argumento de la industria. De hecho la iniciativa privada, a
través de la Asociación Nacional de la Industria del Plástico, calcula que la
tasa de reciclaje en el país está entre 20% y 25%, aunque a nivel federal la
reciclabilidad del total de los plásticos es menor al 10%.10
El reciclaje no es una actividad inocua, también genera
emisiones y residuos contaminantes. Por lo cual la estrategia más efectiva
seguirá siendo generar la menor cantidad de residuos posibles desde su origen
y, por consecuencia, el mejor residuo será el que no se produzca. ¿Cuál es el
problema del reciclaje? Hay muchos, pero los principales son cuatro:
1. Nuestra capacidad
de hacer plástico crece más rápido que la de reciclarlo
Este es un problema esencialmente aritmético. El ritmo al
que se acelera nuestra producción de plástico es mucho más alto que el ritmo al
que crece nuestra capacidad de reciclarlo. De acuerdo con un informe de
Greenpeace recientemente publicado, la tasa de reciclaje calculada a nivel
nacional es de 6.07% del total de los residuos valorizables producidos en el
país, gran parte gracias a la informalidad (67.3 %) y la mayoría en la Ciudad
de México. De la basura plástica de otros estados se recicla un porcentaje
minúsculo. Al mismo tiempo, como señalamos, el crecimiento en la generación de plástico
parece imparable. En un estimado, se proyecta que en los próximos 30 años se
producirá cuatro veces más plástico que el producido en toda la historia. Hay
una brecha cada vez mayor entre el ritmo de crecimiento de la producción de
plásticos y el de nuestra capacidad de reciclarlo, y no se ve que esa brecha se
cierre en el futuro cercano.
2. “Reciclar” a menudo
significa “mandar a otra parte”
Durante muchos años esa “otra parte” era China. Hasta enero
de 2018, cuando entró en vigor su prohibición a la importación de basura
plástica, China era el destino final de 56% de la basura mundial. El plástico,
el papel y el metal de prácticamente todos los países ricos del mundo llegaba a
ese país. A este anuncio, en los meses subsecuentes le siguieron otros similares
de Tailandia, Indonesia y Malasia. El mensaje era claro: que cada país se haga
cargo de su propia basura. México no fue la excepción: entre 1988 y 2016 fuimos
el quinto exportador de basura plástica a nivel mundial. En ese periodo
exportamos 10.5 millones de toneladas de basura plástica,11 por
encima de países como Reino Unido, Francia y Holanda. Desde enero de 2018 la
puerta China está cerrada y ese lugar llamado “otra parte” es cada vez más
pequeño.
3. En la mayoría de
los casos el plástico no se recicla a su uso original, sino a uno inferior
Uno de los componentes más importantes de la idea del
reciclaje es que la basura puede volver a su forma original y, de hecho, es así
en muchos casos, como con los metales y el vidrio. El plástico, sin embargo, es
distinto. El caso del PET es el más exitoso y la bandera de lucha de la
industria del plástico. Su alto valor de mercado permite que su recuperación
sea atractiva y México el mayor reciclador de pet del mundo, en 2018 alcanzó 70
por ciento. Sin embargo, esto no siempre ha sido así y el hecho de que se
fabriquen miles de millones de botellas al año en el país pone en jaque el
éxito del programa de reciclaje, pues son millones de botellas las que aún
quedarán sin reciclar. En este sentido, el PET será reciclado en promedio unas
cuatro o cinco veces, dependiendo de la calidad con la que llegue a los centros
de reciclaje. Sólo estas ocasiones será considerado para volver a ser el mismo
producto original. De lo contrario servirá para textiles, rellenos de muñecos o
almohadas de menor calidad, perdiendo gran parte de su valor.
4. La etiqueta de “reciclable” confunde más de lo que ayuda
Según la Fundación Ellen MacArthur, desde que se inventó el
ya conocido triángulo del reciclaje hace más de 40 años, sólo 14% del plástico
que lleva esta descripción se ha reciclado, pero tan sólo 2% ha sido ingresado
a procesos productivos de la misma calidad conservando su valor. Muchas veces
los productos llevan este triángulo como promesa de ser reciclados, pero en realidad
sólo señalan su viabilidad para acceder a un proceso de reciclaje, no que ese
proceso esté garantizado. Envases como los PET de colores, multicapas,
serigrafiados, tubos de pastas de dientes y envases de botanas, poseen el
triángulo del reciclaje pero jamás serán reciclados. Esto ocurre por diversas
razones, la más poderosa de las cuales es la económica. Un ejemplo a menudo
citado es el de los envases multicapas de la marca Tetra Pack o sus genéricos.
En efecto, son susceptibles de ser reciclados y hacerlo es técnicamente
posible, pero casi nunca ocurre porque el proceso es tan costoso y técnicamente
complejo que a nadie le costea. 12
Para ser claros: el reciclaje es sumamente importante; hay que impulsarlo y apoyarlo, al grado de volverlo obligatorio y mucho mejor organizado. Sin embargo, el reciclaje no nos va a sacar de la crisis del plástico. Es responsabilidad de los productores, los grandes generadores de residuos, establecer los mecanismos para su recuperación; la responsabilidad extendida hacia los productores es fundamental si queremos hacer que el reciclaje realmente sirva para solucionar la crisis de la contaminación por plásticos. Para muchos de nosotros el video de Christine Figgener fue el primer paso para una vida libre de plásticos de un sólo uso y, en este sentido, las redes sociales han jugado una importante labor para sensibilizar a la población. Pero los cambios de fondo no son sólo responsabilidad del ciudadano.
En el caso de nuestro país, el primer paso hacia un marco
legal y regulatorio que tenga sentido y que reduzca el flujo de plásticos que
entran al ciclo económico lo han dado los estados: Baja California Sur,
Querétaro, la Ciudad de México, Yucatán y muchos otros. Toca al gobierno
federal poner en marcha medidas contundentes, a la altura de la crisis
histórica que vivimos. También toca a la iniciativa privada adaptarse a la
nueva realidad y utilizar la creatividad e innovación para transitar hacia un
futuro sin basura. Y mientras todo esto ocurre a nosotros —la sociedad civil—
nos toca mantenernos vigilantes. Tenemos el poder de votar por los políticos
que toman decisiones con las que comulgamos y de votar —con nuestro bolsillo—
por empresas que son responsables. Sólo la sociedad en su conjunto pondrá un
alto a la generación de basura plástica desde su origen, con soluciones de
fondo y no con parches. EP
1 “Sea Turtle with Straw up its Nostril”, Christine Figgener, en youtube.com
2 Roland Geyer, Jenna R. Jambeck y Kara Lavender Law, 2017, “Production, Use, and Fate of All Plastics Ever Made”, Science Advances 3 (7): 5, en advances.sciencemag.org (doi. org/10.1126/sciadv.1700782).
3 Stephanie L. Wright y Frank J. Kelly, 2017, “Plastic and
Human Health: A Micro Issue?”, Environmental
Science & Technology 51 (12): 6634–47, en pubs.acs.org
(doi.org/10.1021/acs. est.7b00423).
4 Luís Gabriel Antão Barboza, A. Dick Vethaak, Beatriz R.B.O. Lavorante, Anne-Katrine Lundebye y Lúcia Guilhermino, 2018, “Marine Microplastic Debris: An Emerging Issue for Food Security, Food Safety and Human Health”, Marine Pollution Bulletin 133 (August): 336–48, en sciencedirect.com (doi.org/10.1016/j.marpolbul.2018.05.047).
5 “No Plastic in Nature: assessing plastic ingestion from nature to people”, 2019, World Wildlife Foundation, Dalberg y la Universidad de Newcastle, en awsassets.panda.org
6 J. R. Jambeck, R. Geyer, C. Wilcox, T. R. Siegler, M.
Perryman, A. Andrady, R. Narayan y K. L. Law, 2015. “Plastic Waste Inputs from
Land into the Ocean”, Science 347
(6223): 768–71, en science.sciencemag.org
(doi.org/10.1126/science.1260352).
7 Steve Allen, Deonie Allen, Vernon Phoenix, Gaël Le Roux, Pilar Durántez, Anaëlle Simonneau, Stéphane Binet y Didier Galop, 2019, “Atmospheric Transport and Deposition of Microplastics in a Remote Mountain Catchment”, Nature Geoscience, en nature.com (doi.org/10.1038/s41561-019-0335-5).
8 J. R. Jambeck et al.,
op. cit.
9 Idem.
10 Greenpeace, 2019, “Reciclar, la falacia de la industria
en la lucha contra la contaminación plástica. Estado del Reciclaje en México”.
11 Amy L.Brooks, Shunli Wang, y Jenna R. Jambeck, 2018, “The
Chinese Import Ban and Its Impact on Global Plastic Waste Trade”, Science Advances 4 (6), en advances.sciencemag.org (eaat0131).
12 Idem.
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