Procrear en México es un proceso mucho más complejo y desigual de lo que parece a simple vista, desde la gestación hasta el proceso de educar a los hijos. Nos dimos a la tarea de rastrear algunos de los procesos, sinsabores y complejidades políticas de tener un hijo en México hoy.
Nacer, crecer y desarrollarse en México
Procrear en México es un proceso mucho más complejo y desigual de lo que parece a simple vista, desde la gestación hasta el proceso de educar a los hijos. Nos dimos a la tarea de rastrear algunos de los procesos, sinsabores y complejidades políticas de tener un hijo en México hoy.
Texto de Emma Landeros 01/09/20
En México, la planeación de la maternidad y paternidad no es igual para todos. Las personas que poseen una mayor educación retrasan notablemente la edad en la que se convierten en padres.
“Quienes tienen un posgrado retrasan mucho más que el promedio nacional el ejercicio de la paternidad o la maternidad. Estamos hablando de hasta poco más de los 30 años, esta posposición implica que la educación y el acceso a ciertos niveles de vida, a ciertos niveles de ingreso y bienestar, llevan a tener la conciencia de que la paternidad y la maternidad no son destinos inevitables”, explica el sociólogo Saúl Arellano, investigador del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo (PUED-UNAM) a Este País. “Es decir, las personas de manera libre, decidida e informada rompen con la idea de que la realización humana se da exclusivamente cuando se tienen hijos. Miles de personas en el planeta no tienen hijos y son plenamente felices porque es su decisión”, dice.
La planificación familiar
La planificación familiar no sólo es un asunto de derechos humanos; también es fundamental para el empoderamiento de las mujeres, la reducción de la pobreza y para alcanzar el desarrollo sostenible, señala la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
No obstante, en ciertas regiones caracterizadas por la pobreza, las mujeres aún carecen de acceso a métodos de planificación familiar seguros y eficaces por razones que van desde la falta de información o servicios hasta la falta de apoyo de sus parejas o comunidades. Esta problemática se convierte en una amenaza a su capacidad de construir un mejor futuro para ellas mismas, sus familias y sus comunidades, advierte la ONU.
Sobre el tema, la pedagoga y socióloga Regina Trejo Arizaga, académica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), comenta a Este País que “la planificación familiar continúa sin llevarse a cabo, de manera frecuente, por el machismo, a diferencia de aquellos núcleos familiares con una situación más favorecida. La planificación familiar tiene que ver, también, con el nivel educativo. A esto le añadimos que muchas mujeres que tienen una profesión buscan desarrollarse laboralmente y por ello ponen en pausa la maternidad o deciden no tener hijos. Este tipo de idea es menos posible en las comunidades indígenas”.
El filósofo Marcial Padilla, director de la organización ciudadana provida ConParticipación, ubicada en Monterrey, comenta a Este País que planificar no es controlar. Por lo que debe haber una “planeación con realismo”; es decir, buscar lo deseable en primer lugar al interés superior del menor con perspectiva de familia. “Porque todo hijo tiene padre y madre y se debe ver por sus derechos fundamentales”.
Trejo Arizaga comenta que aún en estos tiempos, en regiones rurales o marginales, el machismo se arraiga más y no desaparece. Ahí hablar de una planificación resulta difícil. A esto se suma que en esas zonas frecuentemente no existen servicios médicos donde se pueda brindar orientación sobre la planificación familiar. Más allá que se tenga un cuidado óptimo acerca de los niños que nacen, de las mujeres que deciden embarazarse y que se invierta en la planificación familiar, parece que esto no ha tenido un impacto positivo, señala Trejo Arizaga, e indica, como ejemplo, “todavía sigue existiendo un gran número de embarazos de adolescentes”.
Arie Hoekman, doctor en Demografía y representante del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), señaló que México es uno de los países en América Latina con el mayor número de mujeres que se casaron o ejercieron la unión libre entre los 12 y 17 años de edad. “La tasa de fecundidad específica de las niñas y adolescentes de entre 15 y 19 años de edad es muy elevada y creció todavía más en los últimos cinco años. También se extiende una alta tasa de fecundidad en el grupo de 20 a 24 años de edad, cuando las mujeres son sumamente jóvenes y deberían de estar concluyendo una licenciatura”, dice el especialista.
Sobre el tema, la senadora Patricia Mercado comenta a Este País que uno de los grandes problemas en México es el embarazo en las niñas y en las adolescentes menores de 15 o 16 años. “Es brutal porque hay treinta y cuatro embarazos al día, hay dos partos cada 24 horas de niñas de entre 10 y 11 años. Es una situación que se debe detener. Tiene que haber educación sexual, información sobre anticonceptivos, porque, actualmente, la educación sobre los anticonceptivos se reduce a cuatro paredes de clínicas”.
De acuerdo con la senadora, “se necesitan trabajadoras sociales educando a las familias, llevando información para que cuiden a sus niñas y a sus adolescentes. Organismos como el DIF [Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia] deben ser dirigidos por los secretarios de gobierno para que tengan la capacidad de hacer un llamado a todas las dependencias y pedir que cada una piense y elabore políticas públicas para defender a niñas, niños y adolescentes”, comenta Mercado.
Saúl Arellano, por su parte, considera que el problema de los derechos sexuales y reproductivos de los jóvenes tiene que ver con la falta de información, “tanto con hombres como mujeres, por lo que se deberían eliminar los micromachismos que impiden que muchas parejas usen protección, desterrar una serie de antivalores que están determinados por el machismo y muchas veces hasta por la misoginia que reducen el papel de las mujeres al de la maternidad, sin una planificación”.
En México se tiene una dualidad cultural “muy extraña” de la figura de la maternidad, indica el sociólogo, en donde una mujer posee un “halo de sacralidad” cuando se convierte en madre. “Esta doble dimensión del machismo es un atavismo que debemos de ser capaces de erradicar como país porque lleva a coartar las trayectorias escolares, laborales y las actividades de desarrollo a futuro de las madres, pero también de sus hijos. Tenemos un país de cientos de miles de niñas cuidando niños que son sus hijos y en esa tesitura se rompen posibilidades de futuro, con un segundo agregado: se debe pensar que México se está convirtiendo en un país donde las mujeres tienen dos o tres generaciones de maternidad. Tienen a su primer hijo a los 16 o 17 años de edad, tienen un segundo parto a los 25 o 26 años e incluso tienen otro después de los 30 años de edad”.
Los servicios de Planificación Familiar, que el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) ofrece a la derechohabiencia, se dividen en catorce alternativas de acuerdo con sus necesidades, voluntad y estado de salud, de acuerdo con el doctor Julián Gómez Morales, encargado del Área de Planificación Familiar del Seguro Social.
En 2018, a nivel nacional se otorgaron más de 730 mil métodos anticonceptivos temporales: dispositivos intrauterinos (cobre y medicado), hormonales orales (pastillas) y hormonales (parche anticonceptivo, inyecciones e implantes subdérmicos), y definitivos: cirugía de oclusión tubaria bilateral (también conocida como salpingoclasia) y vasectomía. Estos métodos tienen por objetivo favorecer y ayudar a las mujeres y hombres a tomar las mejores decisiones para planear un embarazo saludable, así como limitar o terminar su reproducción con métodos anticonceptivos temporales o definitivos.
En las unidades médicas del IMSS —en sus tres niveles de atención— personal médico, de enfermería y trabajo social, brindan sesiones de comunicación educativa y consejería a la población en edad fértil, a fin de otorgarle información detallada de los diversos métodos de planificación.
Pero estas prácticas, dirigidas principalmente a la mujer, no llegan a todos los rincones del país y tampoco a niñas, niños y adolescentes en comunidades lejanas a las ciudades.
Para la socióloga Trejo Arizaga, “las políticas públicas en cuanto a planificación faltan en zonas alejadas de lo urbano. Entonces, ¿cómo queremos que exista una educación sobre el tema cuando no se tiene al alcance de toda la población? Por eso siguen existiendo embarazos no deseados, siguen naciendo niños en el abandono, sin ningún tipo de seguridad de nada, ellos viven en la incertidumbre”, agrega.
Arellano considera que existe una necesidad de construir una nueva lógica de garantía de los derechos sexuales y reproductivos para toda la población, ya que, en muchas ocasiones, la falta de planeación de un hijo se trata de un tema que tiene profundas raíces culturales que se vinculan también a una mentalidad religiosa y a prejuicios religiosos que se imponen sobre las personas: “No hay que olvidar que las religiones son un factor determinante en la vida de la gente”. Para el también filósofo, existe una influencia muy poderosa de las iglesias y de grupos con poder económico “que tienen la posibilidad de incidir en la mentalidad de las personas, por eso, más que de ideología, es un problema de mentalidades, en las cuales la mujer tiene que estar relegada en su casa teniendo hijos”, dice.
Marcial Padilla señala que en México la inmensa mayoría profesa una religión y por ello tiene una referencia ética. “Más que ver como enemiga a la religión deberíamos de ver si no podemos ir superando un laicismo antirreligioso y llegar a un Estado laico que incorpore el valor cultural de las religiones en el discurso social”. Agrega que el jerarca de una religión sería una referencia importante en las comunidades lejanas a las urbes si es que no hay una autoridad moral.
Arellano señala que las religiones en general, tienen una visión predominantemente machista e impiden la participación activa de las mujeres en la planeación de la maternidad: “Si es madre tiene que dedicarse a los hijos en lugar de salir a trabajar en la calle ‘como una loca’. Esta visión que tenemos en el país está provocando una enorme y profunda desigualdad entre mujeres y hombres y, en ese sentido, lo que tenemos que generar es justamente la posibilidad de que todos vivamos en una sociedad de derechos y de garantías”.
Ante estas acciones, el Estado debe de promover políticas de inclusión que puedan construir sociedades más igualitarias. “El caso de Nuevo León es paradigmático y un referente es el caso del político Samuel García quien regañó su esposa [por levantar la pierna en una transmisión en vivo]. Hay una reproducción del machismo que no tiene que ver con la condición económica y social, sino que es parte de todos los sectores socioeconómicos y por eso es tan difícil romper, porque no solamente las clases pobres ejercen el machismo, también las clases medias y las adineradas, que son tremendamente conservadoras y dan muestras tan penosas como la de Samuel García”, indica Arellano.
Además, recomienda construir una sociedad con respeto a la diversidad, a la igualdad y entender que el cuerpo humano es propiedad exclusiva y facultad exclusiva de cada persona y se tendría que pensar en cómo construir un sistema educativo nacional que hable de ello.
Miles de mujeres mexicanas no tienen acceso a una educación sexual o a recomendaciones sobre planificación familiar, y mucho menos a la intervención legal del embarazo —indica Arellano— sin importar estratos sociales, desconocen los métodos de prevención y se les ha enseñado que el aborto “es malo”.
El papel del Estado mexicano es garantizar que las mujeres tengan plena libertad de decidir cuántos hijos o no tener y cuándo hacerlo, así como impedir que las mujeres sigan siendo criminalizadas por ejercer su derecho a decidir. Actualmente, aunque la educación sexual que se imparte en México es de muy mala calidad, comenta Arellano, “lo que se enseña en las escuelas públicas es prácticamente una clase de anatomía, no son procesos de formación para el ejercicio libre de la sexualidad”.
En México, el aborto se considera legal en todos los códigos penales estatales en casos de violación y todos, salvo los códigos de Guanajuato y Querétaro, lo permiten cuando hay riesgo para la vida de la mujer; trece de los treinta y dos extienden estos casos para incluir deformidades fetales graves. Yucatán, desde 1922, incluye factores económicos cuando la mujer ya ha dado a luz a tres o más niños. En la Ciudad de México y Oaxaca está despenalizado desde 2007 y 2019 respectivamente, sin importar la causa. En ambas entidades, el aborto por libre decisión de la mujer puede realizarse dentro de las primeras 12 semanas de embarazo.
En el mundo existen cuatro países en donde interrumpir el embarazo está legalizado: Uruguay, Guyana, Cuba y Puerto Rico.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Instituto Guttmacher, en su informe de 2017, de 2010 a 2014 se produjeron en todo el mundo 25 millones de abortos peligrosos (45% del total) al año. La mayoría de abortos peligrosos (97%) se produjo en países en desarrollo de África, Asia y América Latina.
“En los países donde al aborto está completamente prohibido o se permite sólo para salvar la vida de la mujer o preservar su salud física, sólo 1 de cada 4 abortos fue seguro; por el contrario, en los países donde el aborto es legal en supuestos más amplios, casi 9 de cada 10 abortos se realizó de manera segura. Restringir el acceso al aborto no reduce el número de abortos”, informó la OMS.
¿Qué significa nacer en México?
Juana Martínez es una joven indígena de 26 años de edad. Hace mes y medio la ginecóloga de la clínica comunitaria le confirmó su tercer embarazo. El pasado 23 de agosto a la 1:40 de la tarde, Juana se encontraba en la plaza de la comunidad de Tlaxiaco, Oaxaca, mientras descansaba, después de haber terminado de vender sus verduras, cuando un grupo de policías los rodeó a ella y a otras comerciantes. Ella fue golpeada por tres mujeres policías en el pecho, costillas y vientre, sin explicar cuál era el motivo de la detención. Juana les dijo que estaba embarazada, pero le respondieron: “No nos importa”, y continuaron con la violencia física.
Esto provocó que horas más tarde la joven madre de una niña de 9 y un niño de 6 años de edad sufriera un aborto espontáneo. “Ser una madre indígena y pobre es muy difícil. Mi esposo y yo trabajamos, pero pagan muy poco. Yo gano 150 pesos diarios vendiendo frutas y verduras, de ahí sacamos para que nuestros hijos continúen estudiando, queremos que vayan a la universidad, pero se ve muy complicado”, comentó Juana en entrevista con Este País.
El gran problema y la trampa de la desigualdad en el país consiste en que si se nace pobre se tiene hasta 80 por ciento de probabilidades de morir pobre; si se nace en una familia con altos ingresos se tiene 92 por ciento de morir en esa misma condición. “Tenemos una trampa de desigualdad y de pobreza donde se reproducen ciclos perversos que tienen que ver con un Estado que no es capaz de generar políticas de bienestar que protejan los derechos humanos”, indica Saúl Arellano.
En México el lugar donde se nace es determinante. “Ésa es una de las grandes tragedias nacionales porque la localidad, la ciudad y el estado donde naces define las posibilidades que tiene un hijo para salir o no adelante a lo largo de su vida.
“Si un hijo nace en un lugar y una familia que tiene empleo formal, acceso a la seguridad social, que tiene capacidad de formar un patrimonio, va a tener una vida relativamente digna,; sin embargo, esa no es la realidad para la mayoría de los niñas y niños del país”.
Marcial Padilla indica que los hijos deben nacer en un entorno familiar estable. “Por ejemplo, afecta la migración. No ayuda a la estabilidad de la familia si el varón de la casa se va 6 o 7 meses a Estados Unidos; por el contrario, afecta”. Señala que siempre es mejor que los hijos tengan una referencia de quién es su padre y quién es su madre, se le debe ayudar a identificar lo que beneficia y perjudica de su entorno. “Se deben crear hijos felices para que ellos a su vez críen hijos felices”.
México continúa siendo un país donde se diseñan políticas públicas de forma “adultocentrista”, comenta Arellano, lo que significa que el principio superior de la niñez no se cumple. Todas las mediciones indican que, si hay un grupo de población visto por edad donde se vive la pobreza, es justamente la niñez.
Los datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) muestran que, en 10 años, el grupo donde no se reduce significativamente la pobreza es el de niñas, niños y adolescentes; es decir, la población menor de 18 años.
A lo largo y ancho del territorio nacional las diferencias regionales son muy marcadas. De acuerdo con Arellano, las desigualdades son brutales. Si un niño nace en Chiapas, Guerrero o Oaxaca, tiene tres veces más probabilidades de morir antes de cumplir los cinco años de edad, a diferencia de un menor que nace en la Ciudad de México o en Nuevo León. “Lo que vemos es una enorme desigualdad y enormes brechas de acceso a todo lo que considera la Ley General de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes. Hay incumplimiento de estos derechos que nos lleva a pensar que México sigue siendo un país inapropiado para los niños”.
A su vez, explica que la pobreza también se vive de manera diferente al interior de los propios estados. La pobreza y la desigualdad son los principales factores de exclusión social y, lamentablemente, están en todos los espacios y territorios del país.
Chihuahua es uno de los ejemplos de esta desigualdad. Un menor que nace en la Sierra Tarahumara tiene hasta cinco veces más probabilidades de morir antes de los cinco años que un niño que nace en Ciudad Juárez o que nace en la capital del estado. “Se observa cómo esta desigualdad es una especie de fenómeno fractal que se reproduce en todos los espacios de la vida pública mexicana. Esto tiene que ver con la diferencia que persiste en materia de disponibilidad de infraestructura social, de buenos servicios de salud, de servicios educativos de calidad. Y sobre todo que la perspectiva de género no se ha incluido como parte del diseño integral de las políticas a favor de la niñez, ya que esta busca la igualdad sustantiva en términos de mujeres y hombres”, agrega Arellano.
Uno de los temas determinantes a la hora del nacimiento de un hijo es el amamantamiento. De acuerdo con la OMS, la lactancia materna les proporciona a los bebés todos los nutrientes que necesitan para crecer y que su sistema inmunológico se desarrolle plenamente, por lo que se recomienda que la lecha materna sea el alimento exclusivo de los bebés recién nacidos hasta los 6 meses de edad, y que hasta los dos años se alimenten con una combinación de la misma con alimentos adecuados y nutritivos. A pesar de esto, en México solamente 1 de cada 3 bebés recibe leche materna como alimento exclusivo hasta los 6 meses. La mayoría recibe alimentos o líquidos adicionales desde su primer mes de vida como fórmulas, leche de vaca u otro animal y bebidas azucaradas.
Según la OMS, la comercialización inapropiada de sustitutos de la leche materna continúa socavando los esfuerzos por mejorar las tasas de lactancia materna. La misma organización ha lanzado campañas para incentivar a amamantar inmediatamente después del nacimiento. Esto es importante porque el sistema inmunitario de los recién nacidos aún no está del todo maduro. Por ello se denomina a la lactancia materna como la “primera vacuna”.
La fórmula láctea es recomendada para bebés con padecimientos como galactosemia clásica, enfermedad de orina con olor a jarabe de arce y fenilcetonuria, y también cuando las madres no pueden lactar por padecer una infección por VIH, medicación psicoterapéutica, quimioterapia o quienes consumen sustancias nocivas, indica la OMS.
“En México ha caído brutalmente la práctica de la lactancia materna, esto da cuenta de una política pública deficiente. No hay un sector salud robusto que haga que las mujeres tengan acceso a información sobre la relevancia de que sus hijos e hijas tengan acceso a la lactancia materna. Hay un debate feminista donde se menciona que la lactancia debe ser una opción, otras mujeres intentan flexibilizar el tema y respetar el principio de interés superior de la niñez, pero lo que sí es cierto es que hay una muy baja cobertura”, comenta Arellano.
Para el sociólogo, México tiene un indicador de mortalidad infantil impresentable. Dentro de las metas del milenio se planteó que, para el año 2010, el país debía tener una tasa de mortalidad infantil por debajo de los dos dígitos; es decir, menos de 10 niños por cada 1000 nacidos vivos, pero en el 2020 —10 años después— tiene una tasa de mortalidad infantil de 11,3 muertes por cada 1000 nacimientos 14 niños muertos por cada 1000 nacidos vivos.
“Es una cifra muy elevada que se compara con la de países muy pobres y, en esa lógica, también hay que señalar que hay entidades como Chihuahua, Chiapas y Guerrero que triplican las tasas que se tienen en ciudades como la capital del país y Monterrey. Lo que estamos viendo es un incumplimiento generalizado de los derechos de los niños y esto revela que tenemos un Estado incapaz de cumplir con el mandato que se ha propuesto a sí mismo”, señala Arellano.
De acuerdo con cifras del Sistema Nacional de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes de 2018, en México, de los niños y adolescentes trabajadores, el 39.8 por ciento sólo tenían la primaria concluida, mientras que las niñas y adolescentes en esa misma situación constituían el 44.1 por ciento. Lo que significa que las mujeres adolescentes y niñas trabajan antes de llegar a ciertos logros educativos con más frecuencia que los hombres de la misma edad.
Además, las mujeres en este rango realizan más trabajo no remunerado que sus pares hombres: el 40.4% de ellos no reciben pago por su trabajo en el mercado, mientras que el 47.9% de ellas están en esa situación. El 29.7 de las mujeres del estudio dedican más de 28 horas semanales a realizar trabajo doméstico, mientras que sólo el 4.7 por ciento de los hombres dedican más de 28 horas.
El desarrollo
En México son distintas las problemáticas a las que pueden verse expuestos los hijos, sin importar la clase social de la que provengan. Algunos de estos peligros, de acuerdo con la senadora Patricia Mercado, son: la trata de personas, la pornografía, el maltrato, la violencia, la exclusión e incluso el olvido.
El estudio Niñas, niños y adolescentes víctimas de la violencia en México, realizado por la Cámara de Diputados en 2019, señala que la violencia contra las niñas y niños incluye abuso, maltrato físico y mental, abandono, trato negligente, explotación, abuso sexual, captación en el crimen organizado y homicidio.
“La violencia ocurre en cualquier lugar incluido el hogar, la escuela, orfelinatos, centros residenciales de atención, en la calle, en el lugar de trabajo, en prisiones y establecimientos penitenciarios, y afecta la salud física y mental de los niños, perjudica su habilidad para aprender y socializar, y, más adelante, afecta su desarrollo como adultos funcionales y genera una reproducción del fenómeno cuando a su vez son progenitores, lo que perpetúa el círculo de violencia. En los casos más graves, la violencia contra las niñas, niños y adolescentes conduce a la muerte temprana”, señala este estudio.
La investigación indica que, mientras que en el periodo de 2013 a 2016 se calculaba que dos niñas, niños y adolescentes fueron asesinados diariamente, al día de hoy son asesinados tres niñas, niños y adolescentes y todos los días desaparecen cuatro de ellos en el territorio nacional, sin que se cuente con una respuesta contundente del Estado Mexicano ante esta grave situación.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y Coneval realizaron un informe en el que señalan que el 51.1 por ciento de niñas y niños están en situación de pobreza, el 33.2 por ciento de los niños entre 6 y 11 años tienen obesidad infantil y más de cuatro millones de adolescentes no asisten a la escuela.
Datos de la UNICEF informan que 6 de cada 10 niñas, niños y adolescentes de entre 1 y 14 años han experimentado algún método violento de disciplina infantil en sus hogares. Uno de cada dos niñas, niños y adolescentes ha sufrido alguna agresión psicológica por algún miembro de su familia. Uno de cada 15 niñas y niños ha recibido alguna forma de castigo físico severo (jalones de orejas, bofetadas, manotazos o golpes fuertes) como método de disciplina.
La escuela y la vía pública, según el informe, son dos entornos donde suceden ocho de cada 10 agresiones contra niñas, niños y adolescentes entre 10 y 17 años; mientras que el hogar es el tercer lugar en donde los niños están expuestos a la violencia.
Tal es el caso de Luz Brisa, una chica de 17 años de edad que cursa el quinto semestre de la educación media superior en Oaxaca. La adolescente, al igual que Juana, vende verduras que junto a su familia siembra en el patio de su casa. Con el dinero que llega a ganar puede ayudar a sus padres con los gastos de la escuela. “La policía intentó detenerme por vender verduras en la plaza. Pero si no lo hago, ¿cómo consigo dinero para seguir estudiando? Por ahora no se va a la escuela [por la pandemia] aunque hay que ponerle dinero al celular para recibir las clases por medio de la aplicación, porque no tengo una computadora”, cuenta. “El día que me golpearon los policías me quitaron el celular y no me lo devolvieron. Necesito trabajar para comprar otro y poder recibir clases, ya me falta poco para terminar la escuela y quiero ir a la universidad. Aunque es difícil, he trabajado vendiendo frutas y verduras desde los seis años, pero no puedo ahorrar, siempre hay gastos.”.
Tanto Luz como Juana han buscado la asesoría del Centro de Derechos Humanos y Asesoría a Pueblos Indígenas, organización que ya ha intervenido en busca de justicia. De acuerdo con el abogado y defensor de derechos humanos, Maurilio Santiago Reyes, “las mujeres indígenas de diversas comunidades de la región mixteca son discriminadas, ofendidas y agredidas por los policías municipales, quienes les dicen que se regresen a su pueblo, que son unas muertas de hambre”. Siendo en su mayoría mujeres jóvenes que buscan continuar con sus estudios o ayudar en su hogar en la manutención de sus hijos.
De acuerdo con el estudio Desigualdades en México, realizado por el Colegio de México, la pobreza es hereditaria en México, un país desigual. La posibilidad de que un niño pobre se vuelva rico en este país es de apenas 2%.
Entre 2012 y 2014, el número de pobres aumentó en dos millones de personas, y se posicionó en 55.5 millones, lo que representa el 46.2% de la población total del país, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social.
La maestra Regina Trejo Arizaga, señala que, en cuestiones de familia, nos hace falta mucho trabajo y muchos estudios, incluso, para aprender que este núcleo es la primera institución que de muchas maneras forja identidades, forja saberes, forja valores que tendrían que estar encaminados hacia el respeto: “Nuestra sociedad es un abanico de situaciones, de formas de vida, de formas de pensar y no podemos centrarnos solamente en una forma de pensamiento. La familia es ese punto clave que muchas veces dictamina el pensamiento de los hijos porque es la que educa. Es por ello que lo que debería de hacer es buscar formas de asimilación y aceptación en distintas circunstancias o problemáticas”.
La pedagoga urge a que se siga alzando la voz y denunciado las problemáticas del país, “porque, si no lo hacemos, van a seguir naciendo niños sin ningún apoyo, ni cuidado”.
Por su parte, María Ruth Casas, licenciada en derecho, maestra en teología y mundo contemporáneo, e integrante del proyecto de investigación de Ética teológica en la Universidad Iberoamericana, comenta a Este País que si no se imparte una educación sexual desde muy temprana edad, ni se fomenta el diálogo con los hijos, puede haber consecuencias como embarazos adolescentes o incluso abuso sexual.
Además, Casas argumenta que, más que una “realización”, la maternidad y la paternidad se deben considerar como una vocación y quien considere, en conciencia, que no tiene ese deseo, no debería tener hijos. “Puesto que los hijos son una gran responsabilidad, no se trata de cumplir con la sociedad. Se debe de cuestionar qué implica el convertirse en padres. No se trata de traer niños al mundo sólo por cumplir expectativas de los demás. La conciencia debe jugar un papel importante”.
Por otro lado, Padilla comenta que actualmente se debe observar como un gran problema para los hijos la pornografía, puesto que “la educación sexual en México no la da el gobierno sino la pornografía”. Por ello señala que en las escuelas debe haber una educación sexual, pero en conjunto con los padres y tutores. “No debe estar desvinculado de los padres o tutores. No hay ninguna manera de que sea bueno si no van de la mano”.
Diversas son las problemáticas a las que se enfrentan los padres e hijos sin importar la clase social a la que pertenezcan. En ocasiones el estrato social no es determinante. Los expertos coinciden en que el país necesita mayor apoyo por parte del Estado con políticas públicas funcionales y un diálogo con la sociedad respecto de los hijos.
Arellano, puntualiza que existe una enorme y profunda desigualdad entre mujeres y hombres que impide una sociedad de derechos: “Lo que se olvida es que una democracia sin igualdad no es democracia y en ese sentido lo que tenemos que generar es justamente la posibilidad de que todos vivamos en una sociedad de derechos y de garantías. Ahí es justamente donde el Estado debe entrar. Tiene la responsabilidad de ayudar a las familias para que sus hijos crezcan en el ejercicio pleno de sus derechos y esto implica acceso a toda la información, gozar de la mayor y más amplia protección a la salud y también a la educación”. EP
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