Mario Campa, experto en política pública y análisis macroeconómico, profundiza en las agendas y políticas públicas sobre el ahorro de diversos países para contrastarlos con México.
El ahorro en los países
Mario Campa, experto en política pública y análisis macroeconómico, profundiza en las agendas y políticas públicas sobre el ahorro de diversos países para contrastarlos con México.
Texto de Mario Campa 01/03/21
El ahorro ha estado presente en la historia de los pueblos desde tiempos ancestrales. Civilizaciones como la egipcia, china o inca guardaban los excedentes de sus cosechas para tiempos de escasez. Ya en la Edad Media el sistema formal de ahorro echó sus primeras raíces y en 1462 los franciscanos fundaron el “Monte de Piedad”, la primera organización para proteger a sus integrantes de la usura. En los siguientes siglos quedarían asentados los bancos y las cuentas de cheques como las conocemos hoy en día.
El ahorro cumple un papel esencial en los sistemas económicos modernos. Permite a los hogares, gobiernos y empresas protegerse de los recurrentes riesgos y vaivenes del día a día; cualquier familia o empresario sin ahorros se vería en la necesidad de incurrir en endeudamiento cada vez que sus flujos tomaran un giro inesperado o cada que acechara alguna decisión de consumo o inversión trascendental. Pero su canalización al sistema financiero también logra que individuos en distintas circunstancias etarias obtengan un provecho según sus necesidades. Siguiendo a Modigliani (1954) y su hipótesis del ciclo de vida, las personas toman prestado en la juventud, ahorran durante los años de plenitud y gastan en el retiro. En concreto, los adultos mayores obtienen un rendimiento de sus ahorros que les permite pensionarse en el ocaso de su etapa productiva, mientras los jóvenes estudiantes o las pequeñas emprendedoras pueden usar esos recursos prestados para cursar estudios universitarios o para fundar una empresa. En el agregado, y asumiendo una regulación óptima que brinde estabilidad al sistema bancario, las partes obtienen beneficios mutuos de la transacción.
El debate macroeconómico sobre el ahorro tiene a su vez múltiples aristas. Por un lado, las teorías keynesianas del ciclo económico postulan que un exceso de ahorros en relación con las oportunidades de inversión presenta dificultades para una economía, pudiendo arrastrarla a un freno generalizado del consumo. Por otro, estudios recientes sobre la desigualdad han cuantificado los impactos del ahorro excesivo en los hogares ricos y el efecto de la concentración de riqueza poco productiva. Asimismo, el debate multilateral ha resaltado el papel de la inclusión financiera en al menos 7 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, mientras que el G-20 estableció el Plan de Acción para la Inclusión Financiera (GPFI por sus siglas en inglés) con la finalidad de democratizar el acceso al sistema bancario.
En general, existe una estrecha relación entre el ahorro y el crecimiento económico. La política económica puede asumir un rol activo en el ahorro de los hogares, las empresas y los gobiernos. Los países pueden también incentivar distintos tipos de inversión que redunden en mayores tasas de ahorro. También existen particularidades como las remesas o el petróleo que demandan intervenciones focalizadas.
Ahorro y crecimiento: el huevo o la gallina
¿Qué fue primero durante una expansión económica, el ahorro o el crecimiento? A priori, la respuesta parecería directa: sin ahorro (doméstico o externo), la inversión tarda en despuntar y, por tanto, el crecimiento alcanza tasas bajas o altas e insostenibles. Sin embargo, el canal de transmisión es más difuso de lo que aparenta.
Cuando los ingresos aumentan, los hogares tienen mayor ingreso disponible para ahorrar. Puede ser que los países que experimentan un cambio abrupto en sus hábitos y en las tasas de ahorro con relación al tamaño de su economía simplemente lo alcancen por obra y gracia del crecimiento alto y sostenido, lo que reforzaría a través de la inversión el mecanismo de retroalimentación del crecimiento. Así lo muestra un estudio del economista heterodoxo de Harvard, Dani Rodrik (1998).
Existen claras diferencias en las tasas de ahorro de las naciones estancadas y aquellas prósperas. En el período 1984-94, 31 países seleccionados en la muestra de estudio de Rodrik que alcanzaron tasas de crecimiento del producto interno bruto (PIB) per cápita del 2.5 por ciento anual o mayor alcanzaron tasas de ahorro sobre el tamaño de su economía del 24%. En cambio, la tasa de ahorro promedio de 59 países con economías que registraron crecimiento por debajo de 1% anual fue tan solo del 16%. Parecería claro que para crecer hay que ahorrar.
¿Pero no podría ser que el ahorro fuese simplemente un añadido del crecimiento? Los países que se expanden a tasas más elevadas suelen tener menor inflación, mayor penetración financiera, mayor capital humano, menor déficits fiscales y, en general, mayor estabilidad que reduce la incertidumbre del día a día, lo cual facilita que los hogares pueden alargar sus horizontes de planeación de vida y ahorrar para alcanzar sus metas de inversión, consumo o estudio. La identificación de la dirección causal es tarea empírica.
Para determinar la causalidad, Rodrik utilizó transiciones de ahorro y crecimiento, definidas a grosso modo como un cambio en la inercia previa de cualquiera de esas dos variables frente a una tendencia futura sostenida durante cierto número de años. Lo que muestran los datos para ese periodo y muestra de estudio es una asimetría entre las transiciones. Los aumentos significativos en el ahorro o el crecimiento generalmente suelen ir acompañados de aumentos paralelos en la otra variable; pero mientras que las transiciones de crecimiento condujeron a aumentos sostenidos de las tasas de ahorro, las transiciones de ahorro tendieron a producir sólo aumentos temporales del crecimiento. Es decir, es este y no aquel el principal motor que estimula a las dos variables. La explicación más probable es que un esfuerzo de ahorro desasociado de suficiente inversión o acompañado de un declive del consumo puede eventualmente descarrilar a una economía en expansión.
Los catalizadores del ahorro
Sin embargo, no todo ahorro es producto del crecimiento. Hay economías estancadas que logran tasas elevadas de ahorro. ¿Cuáles factores explican que a nivel agregado haya países como Brunéi (54%), Macao (53%), Nepal (49%), China (44%) o Singapur (43%) con tasas de ahorro interno tan elevadas tomando las últimas cifras disponible en el Banco Mundial—mismas que sitúan a México (24%) ligeramente por debajo del promedio mundial del 25%?
Una multiplicidad de factores explica las variaciones entre países. Además del crecimiento de ingreso, destaca también el ahorro público. Pensemos, por ejemplo, en los países exportadores de petróleo—o para el caso chileno, de cobre— que dedican un porcentaje de sus ventas al exterior a un fondo de inversión soberano que amortigua las fluctuaciones de los precios internacionales o que busca evitar lo que comúnmente se conoce como enfermedad holandesa, fenómeno que se presenta cuando aumentan las ventas al extranjero y se aprecia la moneda local por su mayor demanda, restando competitividad a la industria local al aumentar el costo de sus insumos y abaratar relativamente las importaciones.
Otro factor clave es la urbanización. El caso chino desnuda la importancia de un desplazamiento acelerado de la población hacia los centros urbanos más poblados, y su consecuente impacto en las tasas de ahorro interno. Al condensarse la población en una territorio acotado y elevar con ello la densidad demográfica, no solamente crece el ingreso promedio de los habitantes—lo cual por sí mismo incentivaría el ahorro; también aumenta la rentabilidad de sucursales bancarias y cajeros automáticos que por escala y barreras logísticas sería complicado dispersar por territorio rural. A medida que hay mayor captación de ahorro y otorgamiento de crédito, el crecimiento detona a su vez mayor ahorro. Aplicado al caso mexicano, además de las transferencias en efectivo por la expansión de programas sociales, ello podría aconsejar el impulso de una red de bancos o cajeros públicos en pequeños poblados y zonas semiurbanas que de otra forma quedarían desatendidas por la banca comercial.
Las remesas son un tercer factor importante. Los envíos de los ingresos de trabajadores nacionales radicados en el extranjero suelen aupar las tasas de ahorro de los países receptores, particularmente cuando hay bajos costos bancarios (como comisiones o tarifas cambiarias desventajosas), tasas de rendimiento atractivas al ahorro, vehículos de inversión simples, esquemas de retiro atractivos y la población supera la línea de pobreza—caso contrario sucede lo que en México, donde la gran mayoría de las remesas son consumidas al instante al ser los hogares dependientes de ellas como ingreso disponible indispensable y no como uno complementario. Las intervenciones de política pública pueden resultar esenciales para generar los mecanismos adecuados de ahorro para esas remesas.
El ahorro y la política pública
El ahorro de los países está estrechamente relacionado con la política pública. Uno de los motivos de mayor peso para intervenir en los mercados de ahorro es que la gente suele subestimar el retiro de manera natural—hay incertidumbre sobre la muerte o la dependencia familiar, por ejemplo. Las asimetrías de información o los sesgos cognitivos pueden llevar a que los individuos no acumulen la riqueza suficiente para generar cierta estabilidad de flujo al momento de retiro, etapa donde el ingreso laboral desciende abruptamente y las necesidades de consumo vinculadas a la salud personal cambian de patrón. Los Estados pueden reducir la exposición de los individuos, empresas y gobiernos a los vaivenes del ciclo económico y del ciclo de vida.
Corea del Sur es un país que partió de mínimas tasas de ahorro y logró generar crecimiento acelerado y sostenible. De tener tasas de ahorro cercanas al 10% en la década de los sesenta del siglo XX, para los ochenta ya ostentaba tasas del 35% y con el ritmo de la inversión superando al del ahorro. El caso coreano es el arquetipo de ahorro derivado del crecimiento. La llegada de gobiernos que subsidiaron agresivamente las tasas crediticias empresariales en ciertos sectores estratégicos; la socialización de los riesgos de inversión con garantías estatales para aquellos emprendedores que apostaran por actividades “deseables”, y el dominio de las empresas públicas en industrias básicas contribuyó a generar un ecosistema de retroalimentación positiva. La consistencia de las políticas, la baja corrupción burocrática y el alto nivel educativo inicial fueron todos facilitadores de eficiencia.
Singapur adoptó una estrategia directa: focalizada al ahorro, no al crecimiento. En un claro desmarque de la estrategia coreana, la ciudad-Estado subsidió a los inversionistas extranjeros. En cuanto al ahorro, creó el Fondo Central de Previsión en 1955 que dio origen a cuentas individuales de seguridad social, originalmente integrado por cuotas salariales bipartitas del 5 por cierto, mismas que alcanzaron el 25% en el año 1984. El fondo invirtió desde un arranque esencialmente en deuda gubernamental y eventualmente logró espolear la tasa de ahorro nacional hasta el 50% del PIB.
Por su parte, México siguió un modelo similar al chileno, si bien las AFP (Administradores de Fondos de Pensiones) adquirieron un peso mucho mayor que las AFORE. Los fondos de pensión representaron más de un cuarto del ahorro privado en la nación sudamericana, aunque las altas comisiones y la incertidumbre sobre la suficiencia de los montos de ahorro jugaron un papel clave en las manifestaciones callejeras de la prepandemia. Adicionalmente, Chile creó en los ochenta un Fondo de Estabilización del Cobre para contener la amenaza de enfermedad holandesa y para suavizar la volatilidad de los precios internacionales del metal que eventualmente llevaría a la economía a rozar el desarrollo conforme China fue urbanizándose y demandando insumos.
México: agenda del ahorro
México sigue teniendo una agenda pendiente con el ahorro. Además de incentivar la inversión pública y la innovación a través de la banca de desarrollo como en el caso de las economías asiáticas—lo cual podría generar mayor crecimiento acompañado de ahorro—, política pública específica puede ser diseñada para elevar las contribuciones y los rendimientos del sistema de pensiones. Por su parte, varias acciones encaminadas a elevar la inclusión financiera están en pleno desenvolvimiento, como la creación del Banco de Bienestar, los programas sociales de transferencias directas, el sistema digital CoDi, la reducción de la edad mínima para abrir una cuenta de ahorros, entre otras. Es asimismo una incipiente estrategia para blindar el flujo de remesas y eventualmente buscar que sus receptores obtengan mayores rendimientos y ahorros para el retiro.
La mano invisible es incapaz de solucionar por sí misma las deficiencias y los rezagos de los mercados de ahorro. Una política pública más audaz, transversal e inclusiva con el ahorro puede cambiar los patrones de consumo e inversión de una generación a otra. El Estado mexicano puede como rector de la economía ocupar vacíos seculares. Un gasto público eficiente y focalizado puede traer ahorros tangibles para los hogares olvidados por el sistema financiero. EP
Referencias
Modigliani, F., & Brumberg, R. (1954). Utility analysis and the consumption function: An interpretation of cross-section data. En Modigliani, F (Ed.), The collected papers of Franco Modigliani (pp. 388-436). Hayward Street, Cambridge: Massachusetts Institute of Technology.
Rodrik, Dani. (1998). On the causes and consequences of rapid increases in saving rates. Published in The World Bank Economic Review, vol. 14, no.3, September 2000.
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