Zumárraga y la Inquisición mexicana, 1536-1543, de Richard E. Greenleaf

Reseña y reflexión personal sobre la prohibición y la persecución

Texto de 17/01/20

Reseña y reflexión personal sobre la prohibición y la persecución

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Richard E. Greenleaf (1930-2011) fue uno de los grandes novohispanistas y está considerado la máxima autoridad en la Inquisición en México. De ahí que uno de sus personajes favoritos haya sido fray Juan de Zumárraga, el más inclemente de los inquisidores. Hay varios aspectos que me interesan de este libro, pero quizá uno de los más relevantes sea la idea de hombre que la iglesia católica parecía manejar entonces (no sé si lo siga haciendo) consistente en que la prohibición y la persecución –además de la amenaza de fuego eterno– eran suficientes para alejar al ser humano de aquello que esta institución juzgaba malo. Curiosamente, el antecesor de Zumárraga, Julián Garcés, mandó una carta al papa Paulo III, en 1537, por medio de la cual lo enteraba del entusiasmo de los indios por abrazar la fe católica. Naturalmente, fue ingenuo, pero no lo era menos Zumárraga pocos años más tarde al pensar que la autoridad de Dios era suficiente para erradicar la brujería, el pecado nefando, la blasfemia, etc. Contrario a lo que pensaba, los indios fueron refinando su manera de ocultar su idea del mundo así como sus prácticas. Ocultamiento que consistiría –me gusta pensar– en guardar en el inconsciente para ser descubierto generaciones después. No quiere eso decir que la prohibición no haya tenido un efecto real, pues el mundo que podemos llamar pagano llegó a desconocerse a sí mismo al grado de presentarse como “catolicismo”. Digamos que el sincretismo religioso mexicano fue forjado a golpes de martillo sobre un acero originario. En fin, eso es muy sabido; lo que quisiera imaginar es a un hombre que un día llegó a un mundo casi nuevo para intentar arrancar de raíz aquellas hierbas sembradas por el demonio. La fe lo sostuvo, como sostiene a los censores del alma humana. Puesto que me considero alguien sometido a un juez implacable (mi propio yo), quisiera saber un poco más de cómo actúa ese inquisidor solitario, todopoderoso, pero esencialmente ajeno a la realidad. Alguien que compara el mundo con un ideario recibido por una autoridad para juzgar sin meditar, tal un moderno crítico literario. Zumárraga fue un educador y un civilizador, lo cual no es tratado en este libro. Pero hay que traer ese dato aquí para recordar que la educación y la civilización tienen un componente destructivo, violento ante los beneficiarios de dichas actividades. Dice el autor que la blasfemia y la herejía no son iguales: en tanto que la herejía era la negación de algún artículo de fe, la blasfemia era sólo un insulto motivado por las pasiones contra Dios o la Virgen, por lo que no eran castigados con dureza. En este contexto, un castigo suave consistía en latigazos y en “corte de la lengua”. Ahora bien, puesto que el inquisidor se desconoce a sí mismo, su labor es la de la autoexorcización del mal propio. Naturalmente, en este caso preciso he hecho del libro de Greenleaf un documento de proyección personal. EP


Richard E. Greenleaf. Zumárraga y la Inquisición mexicana, 1536-1543 / Zumarraga and the Mexican Inquisition (1962), 1ª ed, 2ª reimp., trad. Víctor Villela. México, FCE, 2017.

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