Taberna: El derecho al CBD

En su columna mensual, Fernando Clavijo —de la mano del abogado Armando Miranda y la Dra. Rocío Alatorre— nos habla de las múltiples propiedades curativas del CBD, así como de los obstáculos políticos y legales que esta sustancia ha encontrado en su camino hacia la legalización.

Texto de 22/12/23

CBD

En su columna mensual, Fernando Clavijo —de la mano del abogado Armando Miranda y la Dra. Rocío Alatorre— nos habla de las múltiples propiedades curativas del CBD, así como de los obstáculos políticos y legales que esta sustancia ha encontrado en su camino hacia la legalización.

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A veces las leyes de la civilización y las leyes naturales parecen estar encontradas. En la literatura, la personificación de esta oposición se da en la figura del Jean Valjean de Victor Hugo, quien es perseguido por el sistema legal de la Francia del s. XIX, aunque a todas luces es inocente bajo el sentido de justicia divina que intuye de manera natural todo lector de Les Misérables. En ocasiones algunos reglamentos rayan en lo cómico: por ejemplo, en los Estados Unidos es ilegal lavar el coche de un vecino sin su permiso, pero sí es legal poseer y portar una ametralladora. En otros países es legal vender un riñón (propio), y en México la falsificación de arte no está tipificada como un crimen. Para mí la más extraña de las convenciones sociales es que podamos cambiar papelitos de colores por bienes y servicios de todo tipo. Otra, por supuesto, es que el Estado prohíba y persiga una planta.

“[…] la criminalización del cannabis imposibilita que los beneficios terapéuticos de sus compuestos químicos sean aprovechados por la sociedad en su conjunto.”

Hace un par de meses visité las instalaciones de Cannesh, empresa que compra y mezcla mariguana, y produce y comercializa suplementos canabinoides de manera legal en México. Ahí me entrevisté con el abogado Armando Miranda, quien me explicó que el derecho individual a cosechar y consumir cualquier planta es inalienable, y por tanto su prohibición es inconstitucional. Los artículos 221 y 222 de la Ley General de Salud contravienen su personalidad jurídica, con lo cual atentan contra su derecho a los aspectos de dicha personalidad, es decir, al respeto a la vida privada, la intimidad, el honor, la imagen y la dignidad de la persona. Por ello, emprendió un proceso legal contra la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS), la cámara del Congreso de la Unión, la Secretaría de Salud, el secretario de Hacienda, el  Diario Oficial de la Federación, el Ministerio Público y el propio presidente de la República. El proceso duró varios años, y lo ganó.

Al final, me dice, obtuvo el permiso de consumo lúdico, así como de importación de semilla, cultivo y venta de mariguana o productos con mariguana. Entonces, legalmente, la empresa Cannesh podría vender churros si quisiera. Sin embargo, su intención no es esa por dos razones fundamentales. Primero, porque su interés es defender el derecho público de acceso a los beneficios medicinales de la mariguana. Segundo, porque vendiendo drogas recreativas competiría directamente con los distribuidores ilegales, el narco, y nadie quiere eso.

Así pues, Armando Miranda tiene la primera —y por ahora única— empresa mexicana que legalmente vende aceites esenciales con CDB, con cantidades reguladas certificadas.1 Debe notarse que, aunque otras empresas ofrecen lo mismo, por ejemplo CBD Life o Paradise, de personajes como Vicente Fox y Roberto Palazuelos, estas no cuentan con dicho estatus de legalidad y por lo tanto no solo operan al margen de la ley (gracias a un amparo para abrir la tienda, pero no para comercializar la sustancia), sino que engañan al público, pues sus productos realmente no contienen la dosis prometida de CBD.

Las oficinas y el laboratorio de Cannesh se encuentran en la colonia Narvarte, muy cerca de la glorieta de Doctor Vértiz —para mí el centro intergaláctico del taco. Es una colonia llena de locales comerciales pequeños, además de camellones amplios llenos de verde y palmeras enormes. Da la impresión de un barrio verdadero, no uno cosmopolita y ficticio, producto de la “gentrificación”, como la Condesa u otras colonias. En los alrededores de esta glorieta hay lugares tan emblemáticos como diversos. Está, por ejemplo, Las Costillas, una taquería al carbón, cochambrosa y llena de sabor como para después de la “peda”; también los Tacos Joven, para los expertos en tacos de canasta; no lejos de ahí queda el Vilsito, la famosa taquería vespertina que comparte lugar con un taller mecánico; y, por si fuera poco, están los tacos árabes Don Eraki, La casa del filete, el Makesh Púrpura y la cantina Los cuates, con la mayor abundancia de tapas probablemente de toda la ciudad.

La oficina en la que me entrevisté con Armando Miranda colinda con el laboratorio, un espacio con anaqueles llenos de bidones, botellas y botellitas, goteras y algunos aparatos parecidos a electrodomésticos. Aquí me guió la doctora Rocío Alatorre, bióloga de la Facultad de Ciencias de la UNAM, recipiente de la beca Rockefeller para el COLMEX y doctorado en Desarrollo Sustentable. Risueña y conocedora, tiene la capacidad de explicar de manera sencilla y comprensible su metodología y el sustento científico, así como el valor terapéutico, de su actividad en este emprendimiento.

“La propiedad principal del CBD es desinflamatoria, por lo que funciona como analgésico.”

Para ella, cuyo enfoque es más hacia lo público, la criminalización del cannabis imposibilita que los beneficios terapéuticos de sus compuestos químicos sean aprovechados por la sociedad en su conjunto. Al mismo tiempo, nota, su mal uso y comercialización ilegal constituyen un problema grave de salud y seguridad públicas. Ambos efectos negativos al público podrían solventarse con la legalización completa de la mariguana, y los únicos afectados negativamente por esto serían los ingresos de los narcotraficantes. Sin embargo, la voluntad política no lo permite. Es, dice Rocío con incredulidad, como si alguien los estuviera protegiendo.

Todas las plantas del mundo producen un abanico de sustancias químicas. Esa es su función evolutiva y a través de las eras se han modificado en relación a su entorno. En la época de los dinosaurios, por ejemplo, las gimnospermas (del griego σπέρμα, o ‘semilla’) dominaban en el planeta y estos las comían. Más adelante surgieron las angiospermas, con semilla cubierta o protegida; es decir, aparecieron las flores y con ello la producción de cientos de miles de sustancias repelentes, llamadas “fitoactivos”, que ayudan a la protección de la semilla. La vitamina C, por ejemplo, es una de las muchas vitaminas que son un fitoactivo. Otros son los terpenos y los ácidos grasos. La humanidad surgió y creció experimentando con estos fitoquímicos para alimentarse, producir combustible, textiles, etc. En Mesopotamia el cannabis se utilizó en la vida práctica por su fibra, y como suplemento nutricional por el contenido de aminoácidos de sus semillas. Luego le encontraron un uso medicinal. Así es la botánica: algunas plantas huelen bonito, otras tiñen, otras quitan el dolor menstrual o el de cabeza. De las 120 especies de mariguana, solo algunas contienen el fitoactivo canabinoide.

En 1992, científicos israelís descubrieron y aislaron la anandamida, un neurotransmisor lipídico que, químicamente hablando, se parece mucho a las moléculas canabinoides. La investigación subsecuente determinó que no solo los humanos, sino todos los mamíferos, tienen un sistema endocanabinoideo. Este sistema consta de dos receptores principales (estos son la parte de los neurotransmisores que ayudan a la comunicación entre neuronas o transmisión sináptica), el CB1 y el CB2. El primero está en el cerebro; el segundo, en todo el cuerpo.

El CB2 es parte del sistema nervioso periférico. Así como tenemos sistema endocrino, o sistema respiratorio, tenemos sistema canabinioideo, cuya función es regular el metabolismo. Su labor es la homeóstasis, es decir mantener una condición interna estable. La Dra. Alatorre, cuya capacidad intuitiva se asemeja a un superpoder didáctico, me explica que, si estos receptores han sobrevivido a la evolución, entonces deben de tener alguna función positiva para el cuerpo. Por su composición, se parecen a la dopamina (la que nos hace segregar serotonina, la molécula de la felicidad) y es probable que cumplan una función similar. La vida de los protomamíferos, me dice, es increíblemente estresante por la búsqueda continua de alimento, el peligro de los depredadores y la necesidad constante de expansión territorial. Estos receptores existen para ayudarnos a reducir este estrés.

La Dra. Alatorre no trabaja exclusivamente con cannabis —sería un error pensar ahora que el CBD es una panacea—, sino con un conjunto de plantas medicinales o adaptógenas. Lo interesante del cannabis es que ayuda a llegar a los receptores adecuados, es decir, el canabinoide actúa como un transportador, o tameme. Así, su inclusión en distintos compuestos sirve para la transmisión de los beneficios de otras plantas, como pueden ser la valeriana, rhodiola, canela, clavo, jengibre, anís y un largo etc. La propiedad principal del CBD es desinflamatoria, por lo que funciona como analgésico. Sobre esto, el Journal of pain management tiene un número dedicado al cannabis, fechado en 2012, en el que cita más de 30 estudios.

“Los dos grandes tipos son el canabidol o CBD, y el tetrahidrocanabidol o THC (pero hay otros, como el CBG, CBC, etc.) El THC es un psicoactivo que produce euforia y se concentra en el cerebro. El CBD tiene propiedades terapéuticas, pero no psicoactivas, por lo cual ni siquiera tiene sentido que sea una sustancia controlada.”

Una planta común de mariguana produce alrededor de 80 fitocanabinoides en distintas proporciones, concentrados en las flores. Los dos grandes tipos son el canabidol o CBD, y el tetrahidrocanabidol o THC (pero hay otros, como el CBG, CBC, etc.) El THC es un psicoactivo que produce euforia y se concentra en el cerebro. El CBD tiene propiedades terapéuticas, pero no psicoactivas, por lo cual ni siquiera tiene sentido que sea una sustancia controlada. La práctica de Cannesh es utilizar plantas con el mayor contenido de CBD y casi nada de THC.

Con una visión tan clara, el camino de selección y cruza de plantas para lograr una concentración de CBD fue relativamente sencillo.2 El último paso es la extracción del componente activo. Para ello existe la posibilidad de fumar, pero esta no solo produce humo caliente, dañino para las vías respiratorias, sino que estigmatiza a los usuarios. La opción de comer la mariguana en barras de chocolate o gomitas es más atractiva, pero la digestión acidifica y resta potencia al CBD. Los solventes como el alcohol también introducen un elemento nuevo y no deseado en el producto final. Por ello, la Dra. Alatorre y su equipo decidieron utilizar una “sonicadora” Fischler, un aparato que se parece a los que se usan para hacer malteadas. Esta produce una vibración de tal velocidad, 20 mil ondas de sonido por segundo, que desintegra las paredes de las células y libera los componentes intracelulares y fitobotánicos, los cuales quedan atrapados por un aceite vegetal de una concentración minuciosamente controlada.

A este aceite de, principalmente, CBD se le añaden otras plantas orgánicas con efectos conocidos para crear aceites que producen resultados específicos y replicables. Las descripciones de estos productos están en la página de Cannesh, y son sleep, digest, vitality y mood, en frasquitos de gotas que se pueden tomar directamente o añadir a un té; sin efectos psicoactivos, dependencia o químicos tóxicos. Parece increíble tener que dar tanta vuelta para volver a lo natural, pero así somos los humanos.

Que la distribución y consumo del CBD siga enfrentando trabas legales solo revela la ignorancia, conservadurismo o contubernio de nuestros gobernantes, quienes se ven tentados por los flujos económicos provenientes del narcotráfico, mismos que pervierten desde el ejército hasta las campañas políticas.3 También muestra el poder de las farmacéuticas, que claramente prefieren la utilización de químicos patentables que una planta al alcance de todos y de uso libre. Sin embargo, es alentador ver que la sociedad civil retome el uso terapéutico de esta planta (y que de hecho los productos de Cannesh se puedan comprar por Cornershop). El trabajo científico de la Dra. Alatorre, y el replanteamiento legal de Armando Miranda, o Juan Araujo del IMJUS, promueven un entendimiento que tarde o temprano habrá de convertirse en política pública. Con ello, dependeremos cada vez menos de la química farmacéutica para recuperar nuestro patrimonio herbolario. Más aun, con el comercio legal y regulado de los productos de mariguana se puede generar una derrama económica enorme, pues México tiene condiciones ideales para su cultivo. El mercado norteamericano de esos productos supera los 25 billones de dólares anuales, y México podría abastecerlo pues es sumamente competitivo (la producción cuesta 18 centavos de cada dólar que costaría en los Estados Unidos).4

“[…] con el comercio legal y regulado de los productos de mariguana se puede generar una derrama económica enorme, pues México tiene condiciones ideales para su cultivo. El mercado norteamericano de esos productos supera los 25 billones de dólares anuales, y México podría abastecerlo pues es sumamente competitivo…”

El uso terapéutico del CBD forma parte de una revalorización del conocimiento histórico, ese gran edificio que ha construido la humanidad a través de iteraciones de miles de años. Usar las plantas que provee la naturaleza es un derecho humano, contravenga o no leyes creadas por una realidad histórica superada. Por ello, aunque el esfuerzo del abogado Armando Miranda promueve el espíritu de la libertad individual, rebasando una normativa legal ya caduca, también enarbola una causa social, humanitaria y ecológica. Trae de vuelta, además, una comprensión holística del cuerpo humano, en la cual podemos restarle importancia al cerebro para retomar la idea de que el bienestar —y la propia conciencia— está en todo el cuerpo. La macrobiota intestinal, ya se ha comprobado, está en comunicación constante con el cerebro e influye de manera directa en nuestro estado de ánimo. Así pues, no hace falta drogarse. Tan fácil como recordar que, cuando a uno no le duele nada, simplemente está de buenas. EP

  1. El consumidor no enfrenta ninguna traba legal pues los aceites esenciales no están regulados. []
  2. Para aquellos que buscan maximizar el poder psicoactivo, el camino es a la inversa: seleccionar plantas con más THC. En las últimas décadas esto ha llevado a un aumento drástico en la potencia de la mariguana recreativa, lo cual puede ser preocupante. []
  3. En los Estados Unidos, el origen de la prohibición parece ser político además de económico. El consumo de mariguana está ligado a clases sociales o raciales que han sido perseguidas por fines políticos, y su criminalización es un tipo de acoso. La década de 1930 y la aparición de la película Reefer Madness fue un parte aguas en los Estados Unidos, convirtiéndose ilegal en 1937. Además, el lobbying de las farmacéuticas impide el desarrollo medicinal del CBD por miedo a que sus drogas sintéticas (digamos, Tylenol) pierdan relevancia. []
  4. https://www.sphericalinsights.com/reports/north-america-medical-cannabis-market)) Los beneficios del cáñamo en sí tampoco son despreciables. No solo sirve para cuerdas o mochilas, sino que empresas como Porsche ya hacen componentes de coches a partir de esta fibra. ((https://www.foxnews.com/auto/porsche-aims-high-with-hemp-bodied-car []
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