Pablo Íñigo Argüelles conversó con el fotógrafo mexicano Santiago Arau sobre su libro Patrimonio, la fotografía aérea y los ciclos perpetuos.
Registro | Vuelo imaginario sobre historias de concreto: una conversación con Santiago Arau
Pablo Íñigo Argüelles conversó con el fotógrafo mexicano Santiago Arau sobre su libro Patrimonio, la fotografía aérea y los ciclos perpetuos.
Texto de Pablo Íñigo Argüelles 22/05/24
De haber nacido en otro siglo, Santiago Arau hubiera sido, seguramente, explorador, registrando el mundo a su paso en una meticulosa bitácora repleta de dibujos de plantas, insectos y volcanes en erupción; deltas de ríos inexplorados, selvas inhóspitas. O, quizá, un litógrafo minucioso, binoculares al cuello, montado en la canasta de un globo aerostático, fascinado por el espectáculo inédito de las formas caprichosas de la tierra vistas desde el aire.
Más tarde, mientras estemos conversando en la biblioteca del International Center of Photography (ICP), en Nueva York, me hablará sobre Casimiro Castro, el litógrafo mexicano que compiló el universo nacional en una serie de impresiones a mediados del siglo XIX, publicadas bajo el nombre de México y sus alrededores, y quien fuera también el primer artista en registrar una perspectiva aérea de la Ciudad de México en dos de sus litografías: La alameda de México tomada en globo y La Ciudad de México tomada en globo por el Noroeste”.
Casi 160 años después de la hazaña de Castro, en un miércoles lluvioso de mayo, el fotógrafo Santiago Arau —conocido principalmente por sus fotografías aéreas realizadas con la ayuda de drones— llegará caminando a nuestra cita en el 244 de Broome Street en el Lower East Side, con solo unos audífonos de diadema colgados al cuello y una mochila al hombro que resguarda su Canon digital.
Desde 2015, sus fotografías aéreas de volcanes apagados, calles tapizadas de jacarandas, protestas sociales y detalles arquitectónicos han sido reproducidas por cientos de publicaciones y compartidas incontables veces a través de Instagram y X (antes Twitter). Y aunque su obra es la mezcla triunfal de la fotografía digital y la tecnología, para él, el mundo real está en los libros y en las fotografías impresas.
El lunes 13 de mayo presentó su libro Patrimonio (hasta ahora su proyecto más ambicioso) en la New York Public Library, que incluye 200 fotografías divididas en ocho secciones, formando una crónica visual de la historia del Valle de México.
La publicación, de más de 400 páginas, es un breviario de su propia mente: en él habitan mapas, volcanes, edificios, ensayos, ángulos nuevos de una ciudad mil veces vista, y conviven junto a las palabras de autores como José Emilio Pacheco, Homero Aridjis o Dolores Castro, haciendo un cuaderno heterogéneo de un vuelo imaginario sobre historias de concreto, como reza la letra de la canción “No tengo tiempo” de Rockdrigo González, reproducida casi al final del libro.
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Pablo Íñigo Argüelles (PIA): ¿Cómo nace Patrimonio?
Santiago Arau (SA): Patrimonio nace de una invitación a hacer una exposición en el Museo Nacional de Arquitectura, en Bellas Artes. Yo vivía en Nueva York. En la lejanía, al estar aquí, en Brooklyn, me senté a hacer una narrativa y hacer un diseño a partir de un tema: el patrimonio. Lo que yo pensé que iba a ser un libro de arquitectura, acabó transformándose en un libro sobre la historia de todo el Valle de México, que incluye más cosas que solo arquitectura y que justamente está inspirado en los libros que a mí de niño me inspiraban, que son como estos primeros guiños que tuve en la infancia y que me llevaron a ser fotógrafo.
PIA: Quetzalcóatl es el símbolo de la cubierta, aunque gráficamente nos remite también a Uróboros, la serpiente que se devora a sí misma y que representa el ciclo perpetuo de las cosas. A partir de tus fotografías aéreas, ¿cómo se ven los ciclos de México desde el aire?
SA: Es una representación de Quetzalcóatl sacada de la pirámide de Xochicalco y, ciertamente, es pensada en un ciclo. El libro es un ciclo. Es un libro en donde se cuenta la historia de un momento preciso de la historia de México, o de nuestro propio universo. Y desde el aire, contar el momento, poner la cámara dirigida a lo que yo quiero decir, hace que se vean estos ciclos. Los volcanes, los ríos, los lagos: se pueden ver sus cambios desde arriba y hacia dónde van. Creo que una de las fotografías más importantes del proyecto es un volcán que está totalmente desgajado en Iztapalapa, que parece que está sangrando; es una mina. Por un lado, estás viendo una montaña, un volcán, un momento histórico, geológico, pero es un momento también donde los seres humanos estamos desgajándolo, consumiendo estas cosas que nunca más van a estar. Aunque, si lo pensamos, después surgirá otro volcán.
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Arau creció viendo la cumbre del Ajusco desde la ventana de su cuarto, pero tardó treinta años en ser consciente de que la ciudad que habitaba estaba rodeada y construida encima de unos setenta volcanes.
En 2015, compró su primer dron (el Phantom 1, de la compañía china DJI) y comenzó a explorar los lugares que siempre habían estado ahí, solo que desde otro punto de vista: a vista de pájaro.
A propósito de eso, Arau habla de un vacío en la fotografía aérea en México a partir del año 2000, que duró más o menos 20 años. La proliferación de las fotografías satelitales y la llegada de herramientas como Google Earth, hicieron que la fotografía aérea entrara en picada.
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PIA: Tus fotografías nos han dado una nueva mirada a muchos lugares que de otra forma no hubiéramos ni siquiera imaginado. ¿Qué hay en esta exploración, además de curiosidad?
SA: La fotografía aérea existe desde el origen de la misma fotografía. Mi trabajo está muy influenciado por trabajos aéreos del pasado. Félix Nadar ya subía en globo para tomar fotografías aéreas de París. En México, la Compañía Mexicana de Aerofoto, Michael Calderwood que publicó México visto desde las alturas. Definitivamente siempre hay una sorpresa al tomar una fotografía aérea. La diferencia que yo estoy viendo con mi trabajo es que soy una primera generación que tiene la oportunidad de tener un elemento como el dron, que significa que podemos poner la cámara en un lugar intermedio entre una avioneta y el suelo, y controlar mucho más el encuadre y la técnica. Además, puedes aprovechar los elementos de luz natural, cosa que era muy difícil hace 20 años. Intentar, por ejemplo, hacer una foto cenital del cráter de Xico en Chalco, a las 5:35 de la tarde, donde la sombra de la ladera da hacia tal lado y poder tener exactamente el círculo centrado, es una técnica aérea muy precisa que antes no se tenía. La técnica del dron se está perfeccionando todavía.
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El meticuloso proceso con el que Arau realiza sus fotografías empieza mucho antes de levantar su dron al vuelo. Primero, hace una investigación en Google Earth; luego, un estudio de la posición del sol, la hora y alturas precisas que necesita para hacer sus tomas. Cada fotografía resulta una exploración, un viaje por sí mismo.
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PIA: Tus fotografías revelan formas solo posibles desde el aire. ¿En qué se parecen estas formas a nosotros mismos? ¿Es México de verdad tan surrealista?
SA: Sí. Desde el aire puedes ver un volcán con una cancha en el cráter. Es muy surrealista. O puedes ver una colonia, una unidad habitacional dentro de un cráter, que también es muy surrealista. O puedes ver campos de cultivo dentro de un cráter, o ver cómo la Central de Abastos se ve como un hormiguero; puedes ver cómo se ve la gente cruzando en la calle de Madero y Eje Central. Evidentemente también las formas y las cuadrículas, o las no cuadrículas de la ciudad, las mismas formas de la ciudad, también te enseñan las mentalidades y las formas en las que la ciudad va creciendo. En los últimos años ya no estoy saliendo tan arriba, sino trato de buscar encuadres cercanos a los edificios para mostrar sus detalles. Hay una fotografía que tomé del remate de la cúpula de Bellas Artes, donde la serpiente, que está a 100 metros de altura, tiene un detalle en la boca que jamás verías desde la calle. Una gran sorpresa fue cuando abrí la foto, le hice zoom y vi que los dientes, los colmillos, tenían detalles.
PIA: ¿Qué otra disciplina artística te interesa?
SA: Mi trabajo está muy inspirado por la música. Cuando estoy editando, estoy escuchando música. Está inspirado en poemas, en poesía, en historia, en crónicas. Leo crónicas, estoy inspirado en muralistas, otros fotógrafos, mexicanos y extranjeros, en Andreas Gursky, por ejemplo, sobre todo en el montaje y en la impresión; está inspirado en Candida Höfer, en Michael Calderwood. Y luego otros fotógrafos que están haciendo cosas iguales. Las librerías también me sirven de inspiración: empiezas a ver los materiales y puedo comprar un libro porque me gusta la impresión o me gusta el montaje, o la manera en la que presentaron, o solo porque me gusta el papel.
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Estamos rodeados de libros. La biblioteca del International Center of Photography (que vemos desde el salón en donde conversamos), contiene una de las colecciones de libros fotográficos más extensas del mundo. Al día siguiente, Santiago donará al acervo una copia de Patrimonio.
Como escribe Arau en Instagram (el ensayo con el que abre la penúltima sección) está inspirado en Cómo nace y crece un volcán, de Dr. Atl, uno de sus libros favoritos: “Dr. Atl pasó más de siete años pintando el Paricutín en erupción […] llevó un diario de sus observaciones, que incluía dibujos, pinturas y fotografías. Hoy es difícil imaginar dedicarse a un solo proyecto durante siete años. Todo parece tan fugaz, tan temporal. La crisis de hoy es el olvido del mañana”.
Y es ahí donde se reconoce a sí mismo parte de una generación híbrida (nacida en los ochenta) que creció sin internet, pero a la que le tocó adaptarse a los avances digitales.
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PIA: ¿Cómo fue el proceso de diseño de Patrimonio?
SA: Yo diseño junto a David Kimura, diseñador mexicano, pero yo soy el diseñador del libro. Algo que aprendí de mi primer libro (Territorios) fue a involucrarme en el trabajo. Se tiene que hacer porque muchas veces lo que pasa es que solamente el fotógrafo sabe qué es lo que quiere comunicar de su propio trabajo, en mi caso. Entonces yo me senté y decidí qué fotos poner, también de una manera análoga e híbrida, con impresiones digitales sobre la mesa, hacer las combinaciones, hacer maquetas y cuidar la impresión, cuidar cómo quiero que se vea, cómo no quiero que se vea y seguir aprendiendo. Me fui yo solo a Alemania sin un asesor ni nada para hacer el cuidado de la impresión.
PIA: ¿De los textos que acompañan el libro, hay alguno que conecte especialmente con tu trabajo en este punto de tu carrera?
SA: Es que no hay uno, hay miles; y fotógrafos también hay muchos. Creo que siempre que me preguntan los estudiantes qué recomiendo para tomar una buena foto, pienso que es tener influencias, evidentemente, estar viendo qué te gusta de uno, qué te gusta de otro. De José María Velasco, por ejemplo, me encanta casi todo, y la manera en la que él lo plasma, cómo yo lo puedo pasar a fotografía. Igual que con las canciones. Me vino a la mente Rockdrigo González con “No tengo tiempo”. Está por ahí la canción de Chilanga Banda también, hasta el mismo cine, o sea, Los de Abajo, Callejón de los Milagros, Y Tu Mamá También, Amores Perros.
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Antes, cuando visitábamos los cuartos oscuros y los laboratorios de la escuela del ICP, Arau me decía que está buscando volver a explorar lo analógico, tal vez instalar un cuarto oscuro.
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PIA: El otro día hice un ejercicio: caminé desde el Lower East Side hasta el Central Park y conté a la gente que veía con cámaras. De las 27 que conté, 20 eran cámaras analógicas. ¿A dónde crees que se dirige la fotografía a partir de ahora?
SA: No lo sé. Creo que la fotografía está tomando una vuelta en “u” hacia su origen, que es la película. Creo que estos 20 o 25 años de foto digital, donde hasta Kodak quebró, generó un replanteamiento. Creo que la técnica digital es abrumadora. Y es abrumadora, porque es demasiado. No tenemos esta capacidad de afrontar toda la cantidad de fotos y cosas que estamos haciendo. Yo en un momento pensé que la fotografía digital iba a tomar todavía un punto mucho más extremo. Las nuevas cámaras digitales a mí no me gustan porque ya se ven como hiperrealistas. Me gusta más mi dron pasado, que es el Phantom 4. O sea, el nuevo me gusta cómo vuela, que vuela seis kilómetros, se levanta y corre y va. Es increíble, pero la imagen ya se vuelve como si te hubieras metido seis hongos en un amanecer en el bosque. Ya es demasiado, creo yo. La fotografía al empezar a irse a un lugar justo como la inteligencia artificial no tiene sentido, porque entonces ya pierde la credibilidad.
PIA: ¿Cómo ha sido recibido Patrimonio en otras partes del mundo?
SA: ¿Cómo explicarlo? Es un sentimiento muy especial, es como si el libro mismo tuviera vida, y estos grandes lugares en los que lo presentamos también, como si dejara una cierta herencia, porque el patrimonio, al final de cuentas, es herencia. Siento que estoy dejando mi mirada en esos lugares: en la Biblioteca Pública de Nueva York, la Biblioteca de Harvard, la biblioteca de Madrid, o el palacio de gobierno en Francia; estos son lugares que resguardan el conocimiento, y aunque no sé si el libro trascenderá, por lo menos el libro está ahí. Y esa es una sensación muy bonita. Es una sensación que regresa en forma de agradecimiento, si hablamos de ciclos y de regreso, eso es, el mismo agradecimiento que regresa.
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En octubre del año pasado (después de meses de retraso por la remodelación del Palacio de Bellas Artes) Arau inauguró la exposición que acompaña a su libro en el Museo Nacional de Arquitectura.
Patrimonio pretende ser un híbrido entre la técnica digital y la impresión analógica, pero, sobre todo, explora aquel principio que ha movido la carrera de Santiago Arau desde el inicio: la ideología propia va cambiando a partir de nuestro entendimiento del entorno y del paisaje.
Cuando acabemos la entrevista, María Prieto le hará brevemente los retratos que acompañan este texto, después, bajaremos a la calle por un elevador.
Antes de despedirnos en la puerta del ICP, Arau prometerá mandarme una copia de su libro al día siguiente.
Ahora la lluvia se ha vuelto más intensa, al punto de que es imposible salir. Aún así, Arau se aleja caminando, con sus audífonos al cuello y la mochila al hombro, perdiéndose entre la lluvia y el concreto. EP
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