En la columna Registro, Pablo Íñigo Argüelles escribe sobre el mundo que observa, pero sobre todo de fotografía y todo lo que implica.
Texto de Pablo Íñigo Argüelles 27/02/24
En la columna Registro, Pablo Íñigo Argüelles escribe sobre el mundo que observa, pero sobre todo de fotografía y todo lo que implica.
Nueva York es una historia de amor y supervivencia. El edificio en el que vivo, en el Lower East Side, no hubiera existido nunca de no haber sido porque Jane Jacobs y otros neoyorquinos se opusieron firmemente a la construcción del Lower Manhattan Expressway, en la década de los sesenta. Y aunque mi paso por esta ciudad será igual al del polvo que vuela por mi cuarto en las mañanas (apenas visible y pasajero), llevo días emocionándome por esta idea: detalles como ese —aparentemente inanes— son lo único que puede atarme para siempre a la historia de este monstruo amorfo y bellísimo que habito.
Hoy es sábado. María y yo vamos pateando nieve por las calles de Williamsburg, camino para encontrarnos con nuestra colega Raine Roberts, quien empieza hoy su residencia en el remolque de FREE FILM, una iniciativa fundada en 2018 por el artista Neil Hamamoto.
El proyecto, cuya casa es WORTHLESSSTUDIOS, consiste en ir regalando rollos de 35 milímetros por diferentes barrios (para que los locales fotografíen sus “realidades cambiantes”) y ofrece al mismo tiempo una residencia artística para fotógrafos locales.
Su sede es un viejo Airstream, convertido en cuarto oscuro y estudio de trabajo, que durante seis años ha itinerado por Nueva York y gran parte de Estados Unidos. El proyecto ha editado un zine y dos libros con todo el material, con un tercero próximo a publicarse.
FREE FILM, en su edición Williamsburg, tiene solo dos horas de haber comenzado, pero para cuando Raine Roberts nos abre la puerta cromada del remolque, estacionado frente al 7 de Knickerbocker Avenue, los cien rollos que tenía disponibles ya se han terminado.
Raine nos cuenta que impartirá talleres para fotógrafos principiantes y avanzados de la comunidad y que, durante un mes, hará una intensa producción fotográfica del barrio, con acceso ilimitado al cuarto oscuro, a los químicos y las ampliadoras. Una oportunidad invaluable para alguien como ella, que basa su obra en los procesos analógicos.
Sabiendo que su trabajo se inclina por la geometría y la arquitectura, le pregunto cómo usará esto para observar Williamsburg en este tiempo. Me contesta que su punto de partida es una pregunta que tiene que ver con lo cambiante que se ha vuelto el barrio: ¿Cómo podemos construir una comunidad cuando las estructuras de las que están hechas los barrios tienen sólo un propósito transitorio?
Entonces pienso en la supervivencia.
¿Puede la fotografía salvar a una ciudad?, ¿puede ayudarnos a entender un barrio?, ¿puede la fotografía generar esas dinámicas tan necesarias para su naturaleza peculiar?
No lo sé. Pero también estoy seguro de que yo no tengo las agallas para, por ejemplo, detener la construcción de una súper carretera.
Más tarde, cuando Carlos de la Sancha, fotógrafo mexicano y director del proyecto, entra al Airstream, hablamos de lo interesante que sería hacer FREE FILM en el centro de Puebla, en Coyoacán o en Boca del Río.
Las ciudades son una gran conversación, en la que lo único unidimensional son los mapas que la intentan describir. Edificios partidos a la mitad, rescoldos de cal y ladrillo, letras de anuncios debajo de capas de tiempo y pintura, cornisas frustradas, escaleras de incendios devenidas en viveros, techos convertidos en refugios personales. ¿Nosotros qué tenemos que ver con todo esto?
Quizá, después de todo, caminar hasta cansarnos, escribir diarios, tomar fotos de paredes derruidas, sea nuestro propio acto de supervivencia y el de la ciudad misma. También lo único que pueda atarnos para siempre a sus historias. EP
DOPSA, S.A. DE C.V
