Raudel Ávila reseña Misterios del escritorio (Taurus, 2024) de Federico Reyes Heroles, donde explora el proceso creativo de grandes mentes, desde científicos hasta artistas. Un ensayo ameno y enriquecedor sobre los hábitos y lugares de trabajo de estos creadores, lleno de anécdotas fascinantes.
Misterios del escritorio: una oda a la creatividad y la amistad
Raudel Ávila reseña Misterios del escritorio (Taurus, 2024) de Federico Reyes Heroles, donde explora el proceso creativo de grandes mentes, desde científicos hasta artistas. Un ensayo ameno y enriquecedor sobre los hábitos y lugares de trabajo de estos creadores, lleno de anécdotas fascinantes.
Texto de Raudel Ávila Solís 26/07/24
Leo las colaboraciones periodísticas de Federico Reyes Heroles desde hace, cuando menos, 20 años. Desde que entré a la universidad, su columna era referente obligado para quienes estábamos interesados en el análisis político de calidad. No nada más eso: ofrecía una perspectiva liberal de la coyuntura y, con frecuencia, aportaba sugerentes recomendaciones de lectura o citas de autores muy estimulantes. Lo valioso es que no se trataba exclusivamente de autores de temas políticos, sino que por sus textos desfilaban historiadores, filósofos, novelistas, poetas y artistas. Recuerdo con especial interés una recomendación que Reyes Heroles hizo de la serie documental The Power of Art de Simon Schama, un programa de la BBC que, junto con el libro Historia del Arte de E.H. Gombrich cambió para siempre mi sensibilidad estética.
El nuevo libro de Reyes Heroles se inscribe en esa tradición suya de curiosidad intelectual que lo mismo incluye la ciencia que las bellas artes. Prácticamente no se habla de política, lo cual resulta bastante bienvenido en una realidad tan polarizada como la nuestra. Misterios del escritorio es una exploración amena del proceso creativo de grandes mentes en Europa, Estados Unidos y México. Por ahí nos encontramos con personajes de la talla de científicos como Newton, Humboldt o Darwin; escritores como Conrad, Víctor Hugo y Elías Canetti; pintoras como Georgiana Houghton o Hilma af Klint; periodistas como Ryszard Kapuscinski. No hay un vínculo específico que una a todos estos personajes excepto su capacidad creativa, pero hasta en su proceso creador las diferencias se ponen de manifiesto. El ensayo es libre y rico precisamente por esa capacidad de saltar de un tema a otro.
A ratos, este libro me recordaba otro de un gran ensayista de nuestro tiempo: Adam Gopnik, con A Thousand Small Sanities: The Moral Adventure of Liberalism. A Reyes Heroles le une con Gopnik esa aspiración universalista, esa pasión por la alta cultura que marca a los grandes liberales de todas las épocas. No es la obsesión del especialista por su coto cerrado, sino el deseo humanista de conocer de todo, de hambre por saciarse de cada aspecto de la vida. Una valoración de la riqueza de cada área.
En la tradición del ensayo mexicano que antologó José Luis Martínez, Reyes Heroles obsequia a los lectores una prosa limpia, afable y erudita sin ser pedante. Todo el texto es muy legible y comprensible tanto para quien esté familiarizado con los personajes aludidos, como para quienes desconocíamos a más de alguno. Es una faceta distinta y apreciable del narrador de Sensé o del memorialista entrañable de Orfandad. Es el escritor reflexivo, el intelectual que va más allá de la coyuntura política cotidiana y su efímero interés periodístico. Es el comentarista de los temas vitales a la Montaigne, no por nada busca practicar el género inventado por este último. Hay incluso un poco del romanticismo propio de la cultura alemana que tanto impregna la sensibilidad del autor y tan caro le resulta en su pasión musical. El libro tiene el orden y la disciplina, pero también la libertad alegre de una sinfonía.
A mi juicio, las páginas más emotivas y mejor logradas del libro son las que hablan de la amistad, cuya grandeza debería ser considerada otra de las bellas artes. Cuando Reyes Heroles se refiere a su amigo Eraclio Zepeda y el afán de este por leerle sus cuentos a las multitudes, los viajes que hizo con Carlos Fuentes para que tomara notas provechosas a sus siguientes novelas, el trato continuo con el doctor Sarukhán o, en fin, sus conversaciones con Chucho sobre Rousseau. Hay en esa entrañable práctica de la conversación culta entre amigos un semillero de lo mejor de la especie humana, más allá de los procesos creativos de cada quién. Se antoja leer un libro del autor dedicado exclusivamente a la amistad.
Por cierto, llama la atención que, si bien traza algunas pinceladas por aquí y por allá, el autor no dedica un ensayo completo al análisis integral de su propio proceso creativo. Más bien, menciona coincidencias o diferencias con el de otros creadores. La anécdota de que, absorto en la redacción de una novela durante horas, Reyes Heroles dejó sin comer a su compañera de vida, es más reveladora de la falta de relojes a su alrededor, que de su proceso creativo como tal.
Si alguna crítica es dable formular al texto sería la ausencia de la cultura popular. Sobre cine, figuran en el libro comentarios a las aburridísimas secuencias de inmovilidad en las películas de Ingmar Bergman. No obstante, fuera de una mención interesantísima a la propiedad donde Ian Fleming escribía las novelas de James Bond, Hollywood prácticamente no existe para Reyes Heroles. Uno se pregunta si el autor no ve series de televisión de esas que han tenido gran impacto sobre la sensibilidad de nuestro tiempo (Los Soprano, Breaking Bad, House of Cards, etc). El lector echa de menos las pertinentes reflexiones que Reyes Heroles podría hacer, por ejemplo, acerca de esos productos de la cultura popular contemporánea, así como de sus procedimientos narrativos.
Ahora bien, el libro compensa con creces al lector mediante anécdotas y datos fascinantes sobre cuestiones como el escritorio de los creadores. Lo que revela su estudio o lugar de trabajo, los hábitos que les caracterizaban como los paseos de Kant o la costumbre de fingir cólera en sus artículos de Fernando Benítez. Es un repertorio anecdótico amplio y aleccionador hasta para el sentido del humor. Los escritorios no como meros instrumentos, sino como acompañantes imprescindibles del creador y el artista. No queda mucho más por decir. En una época en la que la cultura parece una preocupación menor dada la gran turbulencia mundial que atravesamos, Reyes Heroles demuestra que el arte y la ciencia siguen siendo ese gran respiro que dignifica la sobrevivencia humana en el tiempo. Si a usted le gustan las lecturas que estimulan su curiosidad, que le sirven de puente con otros autores, que pulen la sensibilidad y enriquecen la cultura, no puede perderse Misterios del escritorio. EP
Reyes Heroles, Federico, Misterios del escritorio: Tras las huellas de creadores en el arte y la ciencia, México, Taurus, 2024, 240 pp.
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