Mirarnos a través de los libros

¿Qué son los libros? ¿Qué contienen en su interior? La escritora Karina Sosa ensaya sobre los libros que rodean nuestra vida.

Texto de 24/04/23

¿Qué son los libros? ¿Qué contienen en su interior? La escritora Karina Sosa ensaya sobre los libros que rodean nuestra vida.

Tiempo de lectura: 3 minutos

“el libro se esconde en la biblioteca como un árbol en un bosque”

Lucien X. Polastron

Cada objeto posee una fascinante e interminable historia. Los libros son un objeto mutante, que parece estar allí desde el comienzo de todos los tiempos.

Piedra, papiro, arcilla o vidrio, son todas superficies que pueden contener un libro. Un libro podría tomar hasta la forma de una goma flexible y seguir considerándose un soporte apto para que la curiosidad lo descifre. Todo amante del libro terminará por dejar una mancha de sí mismo sobre su libro, no importa la pulcritud o el cuidado que se ponga en el libro o los libros que se guarden dentro de un cofre, en un librero, en una caja de zapatos o detrás de un muro. 

Algo de nuestra obsesión se esconde en las páginas de los libros que nos rodean, esperando ser descifrados por algún espía o un curioso que se asome a nuestro estante. 

En una carta enviada por el noble veneciano Jiacopo Antonio Marcello (mecenas veneciano) al rey Renato I de Nápoles, le dice: “Sé que a un sereno e ilustrísimo rey como usted le podría haber hecho muchos regalos. Le pude haber regalado perros de caza, aves salvajes, vasos preciosos, caballos, pero pensé que un libro era mucho mejor porque no sólo haría mucho más ilustre al que lo recibiera sino también más adornado”. Esta carta de Marcello a su poderoso amigo es la clave de un deseo: el deseo de poseer. 

“Durante una época idílica y ajena a nuestro tiempo, los libros fueron joyas”.

Durante una época idílica y ajena a nuestro tiempo, los libros fueron joyas. Desde el siglo XII, en Europa, hasta el siglo XVI, los libros estaban destinados al privilegio. Un noble poseía los más exquisitos manuscritos que se encargaban a un maestro y que eran confeccionados con toda delicadeza: tenían una camisa de terciopelo, por ejemplo, marcapáginas ornamentados con diamantes o pequeños saquitos que se ajustaban a un cinturón y donde se metían los libros. 

Siempre me digo que los libros que más amo son aquellos que he extraviado sin darme cuenta. Me atormenta pensar quién podría descubrir mis subrayados sobre las palabras que no comprendo o las frases que me parecen bellas. ¿Quién encontrará pétalos de flores o ramitas secas de ruda entre las páginas? Mi herbario marchito se extiende por mi estante. Tengo ahora mismo diez pilas de libros en el cuarto donde escribo porque no he comprado un mueble nuevo para ordenar mis libros y a veces pienso que mi pequeña parcela libresca será devastada por una plaga de termitas, polilla, cucarachas, ratones o polvo. 

Despierto para comprobar que los libros siguen allí, conteniendo historias de casas, plantas, animales, paisajes, tragedia, amor, obsesión. Un libro es un jardín que se despliega. Un jardín en el que ocultarte y edificar una casa, poco a poco: recogiendo piedritas y trazando líneas inexactas que acabarán desbaratándose. 

“Hay libros que son muescas en el tiempo, como pequeñas fisuras en las piedras fundamentales de nuestra existencia”.

Por ahora la única casa que tengo son los libros. Como en una novela que se escribió, en un pasado remoto, las páginas cubren mi cuerpo y son al mismo tiempo alimento. Hay libros que son muescas en el tiempo, como pequeñas fisuras en las piedras fundamentales de nuestra existencia. Me gusta la idea de que los libros son los compañeros de seres frágiles con los que nos arrullamos con cuentos para dormir por las noches. Hace más de diez años leí El libro de la almohada, de Sei Shonagon y no dejo de recomendarlo y de hablar de ese libro a mis amigas, amigos y desconocidos que encuentro en mi camino. 

Un libro de la almohada es un noctuario. Nunca he llevado un noctuario, pero sí he dormido con mi diario bajo la almohada para velar mis palabras. Las ideas más románticas que poseo proceden de mi juventud, en la que deseaba con todo fervor convertirme en escritora y creía que anotar mis sentimientos en mis diarios era una manera de serlo. 

Si un día un meteorito cayera y arrasara con la humanidad, me gustaría salvar a mis perros y a mis libros. No llevaría más. Con los libros se puede comenzar la vida y también en los libros encontrar a la muerte o esperar con paciencia a que la lignina y los demás componentes del papel se desintegren. EP

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