Siempre estoy buscando transmitir emoción, experiencia y conocimiento: Entrevista con Joseph Zárate

Conversamos con el escritor peruano Joseph Zárate sobre su libro Algo nuestro sobre la tierra (Random House, 2021).

Texto de 30/09/22

Conversamos con el escritor peruano Joseph Zárate sobre su libro Algo nuestro sobre la tierra (Random House, 2021).

Tiempo de lectura: 6 minutos

Cuando en 2020 Perú alcanzaba la mayor tasa de mortalidad por covid-19 en el mundo, el periodista y escritor Joseph Zárate acompañó a un grupo de hombres y mujeres encargados del trabajo funerario para las víctimas de la pandemia. Junto con estas personas de la última línea, recorrió casas, calles, hospitales, agencias funerarias, crematorios y cementerios de Lima para mostrar la experiencia de quienes hicieron posible el viaje final de los muertos en medio de un escenario de duelo e incertidumbre.

Este País (EP): Para los lectores que no te conocen, ¿cómo te presentarías?, ¿quién les dirías que es Joseph Zárate?

Joseph Zárate (JZ): Soy un escritor que quiere conmover. Intento que a través de mi escritura o la historia que yo cuente, las personas puedan relacionarse con la realidad que les rodea de una manera diferente. Es decir, eso que tú ves de un modo, después de mi texto lo cuestiones, desarrolles pensamiento crítico sobre eso. Soy un reportero que a través de lo que escribe, a través de sus historias, intenta que el lector no quede ileso después de leerlo; que sus textos puedan generar una perturbación. Soy ese tipo de escritor o intento ser; a veces lo logro, a veces no. Lo que trato de garantizar en los lectores que se acercan a mis libros es que algo va a generar. No es una lectura de entretenimiento ni informativa. A través de mis historias, intento transmitir emoción, experiencia y conocimiento. Independientemente del tema, siempre estoy buscando transmitir esas cosas.

EP: En Algo nuestro sobre la tierra, pones el foco en las personas “en la última línea”. ¿Qué te impulsó a voltear la mirada hacia estas personas?

JZ: Como la mayoría de los colegas en la región, yo en ese momento estaba trabajando para un medio de comunicación, IDL-Reporteros, que es un medio investigativo. En ese momento, debido a que no podíamos movilizarnos a otras zonas del Perú por la cuarentena, decidimos que debíamos dar cuenta de lo que estaba ocurriendo en Lima con la pandemia. Una línea de investigación era trabajar todo este asunto del subregistro, entonces yo me dediqué a eso. Nosotros fuimos los primeros que revelamos esa información, evidencia, de que en el Perú existía un subregistro de muertes por covid-19; es decir, mientras el gobierno daba una cifra, en los crematorios, en los hospitales, todo sumado daba 3 o 4 veces más. Estamos hablando de una época en la que el Perú era el país con mayor tasa de mortalidad por covid-19 en el planeta. Yo en ese trabajo de campo fui a los hospitales, a los crematorios, a las agencias, y tuve la oportunidad de conocer a los dueños de este crematorio, llamado Piedrangel, y a los trabajadores de la empresa que eran, sobre todo, ciudadanos venezolanos, migrantes. Piedrangel se convirtió, en ese momento, en el crematorio más importante del país: durante el primer año incineraron al 10% de los muertos por covid en todo el Perú. Durante esos primeros meses de la pandemia, cuando las familias no podían enterrar a sus fallecidos, solamente incinerarlos, yo los acompañé. Trabajé con ellos varias semanas, un par de meses también. No fui como un reportero, sino como un obrero más, como parte de ellos. Fui, recogíamos los cadáveres, los poníamos en bolsas, los llevábamos en un ataúd, al crematorio a incinerarlos. Yo vi todo ese proceso, y en ese transcurso hablaba con ellos, los entrevistaba. El libro cuenta esas historias, cuenta lo que yo vi, las historias de ellos mismos, cómo la pandemia exacerbaba sus miedos, cómo les afectaba sus vínculos con sus familias… y al mismo tiempo es una radiografía del sistema de salud, económico, político. Que muchos de esos patrones se repiten también en otros países de Latinoamérica, como México.

EP: Cuando estabas haciendo este trabajo de campo, ¿tenías una idea de que la situación era así?, ¿tenías en mente escribir el libro?

JZ: Tenía una intuición de esta realidad. El libro tiene cuatro partes, dos son crónicas publicadas en el medio, hubo mucha información que se quedó fuera. Con el paso de los meses seguía hablando con ellos, cuando ya pasó un año, enero 2021. A todos la pandemia nos ha afectado de una manera muy distinta, entonces, cuando yo estaba reporteando yo pensé que la pandemia y todo lo que había visto no me iba a afectar, pero emocionalmente fue una carga muy fuerte. Luego, en enero, me enfermé de covid. Durante el trabajo no me dio nada, cuando lo dejé y estuve en mi casa me dio. Me puse muy mal, no llegué al hospital, pero nunca me había sentido así de mal. En ese momento dije —va a parecer un cliché—: “Si me va a pasar algo quiero al menos dejar testimonio de lo que yo vi, de todas esas historias que me han contado”. Por eso tomé la decisión de hacer el libro; porque tenía mucho material por fuera, entonces, y uno de esos materiales grandes y potentes eran las voces de estos migrantes venezolanos. Por eso la estructura de esa parte es así: coral, polifónica; yo me aparto como narrador y dejo que ellos hablen con su propia voz, su propia realidad. Yo lo único que hice fue un gesto de edición y ordenarlo, nada más. 

EP: Sin embargo, no es sólo una crónica periodística, porque añades muchos elementos literarios…

JZ: Claro es una mezcla de géneros; hay crónica clásica, hay testimonio que esa parte yo me la imaginaba hasta teatral, como seis personajes en un escenario hablando, contando su historia. Entonces es como esa novela de William Faulkner, Mientras agonizo (1930), que es una novela polifónica y cuenta la historia de una familia que está llevando a enterrar a la madre y cada hijo va contando desde su punto de vista. También es una especie de homenaje al libro de Svetlana Aleksiévich, Voces de Chernóbil (1997). Tomé referencias de varios lados para la estructura. Pero todo el material que está en esa parte son las palabras de ellos. Yo lo único que hice fue elegir lo más potente emocionalmente y que contuviera la verdad de lo que ellos están diciendo.

EP: Profesionalmente, la experiencia fue significativa; personalmente, ¿cómo te cambió?

JZ: Cuando uno está reporteando en la calle, sobre todo cuando son cosas emocionalmente muy trágicas, al menos en mi caso como reportero, siento que desactivo algo dentro de mí para que eso que estoy viendo no me afecte. Luego, cuando me siento a pensarlo, que es como vivir todo eso otra vez, y en tu soledad todas esas emociones te comienzan a atravesar. Hay muchas partes del libro donde era imposible no quebrarse. Sobre todo cuando me enfermé, porque, claro, al final del 2020 yo pensé que no me afectaba, pero sí. Yo creo que me deprimí. Afectó mis relaciones, como a mucha gente, pero claro yo estaba ahí viendo, es como estar en una guerra. Imagínate entrar a un contenedor con 100 bolsas de cadáveres o más y tienes que entrar y sacar el cadáver, y ver eso varias veces. Que tus padres sean mayores, que se contagien… Yo creo que, como reflexión final, al menos, para mí, lo que ha hecho la pandemia es aumentar, elevar, la pulsión de vida que hay en mí. Es decir, si antes, era una persona más aislada o más antisocial, de repente, he aprendido a valorar más la compañía de mis amigos, de mis padres. Me dio pulsión de vida y el sentido de responsabilidad, de entender que lo que uno haga en un lugar, no es que te afecte a ti nomás: afecta a un colectivo. Estamos dentro de una sociedad y la idea es que actuemos como una red solidaria.

EP: A más de dos años de que inició la pandemia, cuál es la perspectiva sobre el mundo, ¿crees que algo cambió?, ¿ha cambiado en tu país en torno a las desigualdades que percibiste?

JZ: Yo creo que ahora que hay vacunas, algo positivo que puedo es hablar de la pulsión de vida, cómo ahora hay una consciencia mayor de la importancia de las vacunas, a pesar de que hay un movimiento que no. Eso ha permitido que las personas salgan un poco más a los espacios públicos. Por ejemplo, veo en CDMX cómo han tomado los espacios de estacionamiento. En Lima, también se están peatonalizando más las calles para que la gente transite, camine; eso me parece que es algo positivo. También el asunto de las bicicletas, el trabajo remoto para cierto sector, porque no todos están así. Eso me parece bueno en términos de construcción de ciudadanía; es decir, no sólo somos personas que consumimos productos o que compramos cosas, sino que también podemos ejercer nuestros derechos y poder de alguna manera exigir esos derechos, reclamar esos derechos a nuestros gobernantes, en términos más locales.

Sin embargo, por otro lado, es verdad que en mi país hay una crisis política muy fuerte. Todas las semanas tenemos un escándalo relacionado con el presidente, hay una crisis que nunca termina, hay un enfrentamiento entre el congreso y el poder ejecutivo, y un presidente claramente débil que no tiene un respaldo político fuerte, un presidente errático que tiene serias acusaciones de corrupción, vinculados a su familia y apersonas que ha puesto, gente muy cuestionable que tiene antecedentes penales. Por ejemplo, a Wilian Gonzales “el Doctor Agüita” lo pusieron como Ministro de Salud. Era, se supone, un médico que lo que hacía era vender en internet un agua que según él curaba ciertas enfermedades, sin ningún tipo de evidencia científica. Ese era el hombre que dirigía. Era un hombre que estaba más cerca del partido político del presidente en ese momento. Entonces podemos ver cómo frente a los gestos de solidaridad de la población, gente que incentiva el uso de los espacios públicos, las madres de familia en los barrios que a pesar de no tener dinero se juntan para hacer un área común, hay estos gobernantes que están pensando más en su proyecto político y en no ir a la cárcel, que poner gente cuestionable para que le cubran las espaldas. No obstante, me gustaría quedarme con la idea de que, en medio de esa podredumbre humana, emergen, se mantienen esos gestos de humanidad que hacen que la esperanza no se muera del todo. EP

DOPSA, S.A. DE C.V