En Libros les traemos fragmentos de publicaciones elegidas por los editores de Este País. El libro bilingüe Palabras migrantes de Verónica Gerber Bicecci es resultado de los talleres de dibujo y escritura impartidos por la artista en escuelas de Jackson Hole, Wyoming, EE.UU. Se trata de una crónica con emojis que narra la experiencia de reflexionar con niños y jóvenes norteamericanos y migrantes hispanohablantes sobre tres palabras clave: “migrante”, “frontera” y “traducción”. El libro es la transformación de la instalación que se presentó originalmente en la Art Association of Jackson Hole en 2017.
En Libros les traemos fragmentos de publicaciones elegidas por los editores de Este País. El libro bilingüe Palabras migrantes de Verónica Gerber Bicecci es resultado de los talleres de dibujo y escritura impartidos por la artista en escuelas de Jackson Hole, Wyoming, EE.UU. Se trata de una crónica con emojis que narra la experiencia de reflexionar con niños y jóvenes norteamericanos y migrantes hispanohablantes sobre tres palabras clave: “migrante”, “frontera” y “traducción”. El libro es la transformación de la instalación que se presentó originalmente en la Art Association of Jackson Hole en 2017.
Esa frase es la definición que Andreas y Sean comparten
con su grupo para la palabra frontera: “el espacio entre que define las diferencias”. La lista de palabras que acumulo
en el pizarrón de taller a taller para pensar colectivamente qué significa
frontera no es muy larga, pero sí dolorosa y contradictoria: división, Trump,
pared, muro, comunidades, estados, barrier, lines, borders don’t work for me,
separación, independencia, obstáculo, orilla, un lugar entre dos lugares,
cuando las palabras no vienen a mi cabeza, lenguaje. El emoji de Myles (Fig. 6)
se suma a la lista.
Fig. 6
Para él una frontera es un espacio que
tiene elementos de ambos lados: si en uno hay puntos y en el otro hay rayas,
entonces en la frontera hay una combinación de puntos y rayas. La combinación,
tal como se ve en el dibujo, separa los lados y los vuelve inaccesibles.
Tal vez las fronteras más obvias
sean las geográficas, aunque no por ello las menos complicadas. Pero ¿qué hay
del resto de las fronteras?, me pregunto frente a todos los grupos. Esas en las
que a veces, para bien o para mal, se cava un agujero, tal como se ve en el
emoji de Jack (Fig. 7). O esas otras, como las del habla, las del cuerpo, de la
moral, la ética o lo políticamente correcto.
Fig. 7
¿Qué piensas cuando digo frontera?, le pregunto a Pablo unos
minutos antes de que empiece su programa de radio: “algo que definitivamente no
debería existir” me dice sin dudarlo ni un segundo.
¿Y qué hay de esas fronteras que nos
hacen distintos?, pienso yo. ¿Habría que desaparecerlas? ¿O deberíamos
mantenerlas y simplemente construir puentes? Tal vez por eso, en su emoji de
frontera (Fig. 8), Sidney dibujó una señal de prohibido sobre un mapa en el que
hay dos territorios muy cercanos que nunca se tocan.
Fig. 8
e. Pensar dos
veces
La palabra puente
apareció cuando tratábamos de pensar qué es traducir. Los dos grupos de niños
de la primaria privada Journeys habían terminado esa semana una traducción de
una pequeña historia que ellos mismos escribieron. O tal vez deba decir, para
ser más clara, que los niños escribieron una historia en inglés y en español.
El taller de las palabras migrantes tenía mucho sentido luego de ese ejercicio,
así que aproveché para preguntarles qué habían sentido al traducir, y les pedí
que conversaran en parejas sobre eso para que intentaran de llegar a alguna
conclusión de qué significa o significó para ellos escribir la misma historia
en dos idiomas distintos. Esta también fue una reflexión importante para los
grupos de inmersión dual. Ellos traducen sus pensamientos constantemente del
inglés al español o viceversa pues pasan la mitad del día aprendiendo todas las
materias en español y la otra mitad del día en inglés.
La mayoría decía que era difícil y, sobre
todo, reconocieron sentirse profundamente confundidos y a veces también
frustrados. Sam me dijo con cierto hartazgo que para él traducir era pensar dos
veces: decir una palabra y luego tener que volver a ella para decirla en el
otro idioma y no poder salir de ese ejercicio repetitivo. De eso se trata su emoji (Fig. 9).
Fig. 9
¿Para qué volver dos veces a la misma palabra? Creo que
eso es lo que frustra a los niños (y a todos los que sabemos otra lengua pero no
somos, o nunca seremos, bilingües): que el ejercicio de cambiar de un lenguaje
a otro es siempre muy consciente.
La experiencia de Frankie al traducir
es distinta, tal como se ve en su emoji (Fig. 10). Más que duplicar el trabajo,
para este pequeño pareciera un proceso de transformación de las palabras, una
especie de metamorfosis corporal para hacerlas convivir.
Fig. 10
Este rostro me recordó a otro emoji, el que
hizo Nancy para migrante (Fig. 11).
Fig. 11
Aunque migrante y traducción son
dos palabras distintas, la lógica visual de estos dibujos es muy parecida: algo
que está partido en dos, pero al mismo tiempo aparentemente equilibrado. En
cada taller sucedió lo mismo: los límites de las palabras “migrante”,
“frontera” y “traducción”parecían
cada vez más difusos entre más las analizábamos y dibujábamos. Pero no era
tanto que se difuminaran sus significados sino que las palabras terminaban por
conectarse unas con otras en su profunda ambivalencia: se desdoblaban ante
nosotros como un ADN mutante que, dependiendo de su uso al comunicarnos, pueden
conectar o separar, juntar o diferenciar, unir o liberar.
¿Qué es lo que deberían hacer por nosotros estas palabras? ¿Cómo elegir su función y significado sin desatender las distancias socioeconómicas, sin aplanarlas en juicios morales, sin olvidar que las diferencias son enriquecedoras? EP