La invención de un lector o los caminos de la literatura

Mariana Ortiz reseña La invención de un lector (Gris Tormenta, 2024) de Cecilia Fanti, que ofrece una mirada íntima al mundo de las librerías independientes.

Texto de 24/09/24

Mariana Ortiz reseña La invención de un lector (Gris Tormenta, 2024) de Cecilia Fanti, que ofrece una mirada íntima al mundo de las librerías independientes.

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“No hay una fórmula única para pensar, armar, concretar y timonear una librería”: afirma Cecilia Fanti en La invención de un lector (Gris Tormenta, 2024). Este libro apuesta por el papel de las librerías (independientes, sobre todo) dentro de aquello que se ha llamado el “ecosistema editorial”, el espacio donde convergen todos los elementos que hacen posible un libro: desde el autor que escribe un texto, hasta quien distribuye y vende aquel texto convertido en un objeto material, con precio y volumen. Si la colección Editor de Gris Tormenta quiere mostrar todo el proceso detrás de un libro, desde su creación hasta su publicación, no me extraña que ya haya un ejemplar dedicado a reflexionar sobre lo que es una librería.

En buena medida, la cita de Fanti lleva a pensar que quizá sea por eso que las librerías independientes tienden a ser imperfectas, entendiendo la imperfección no como una desventaja, sino como una característica que las hace únicas en el mundo libresco con un catálogo específico que nadie tiene ni tendrá. Esto es algo cursi, pero no por ello menos cierto. En el prólogo de La invención de un lector, Luigi Amara —conocido librero en La Murciélaga y ensayista de los que ya no hay— menciona: “La afición a la lectura es la puerta de acceso a drogas duras como escribir, fundar editoriales o hacerse librero”, un chistorete que no esconde ninguna mentira. 

No solo he sido yo, sino amigues y conocides cuyo sueño (“dedicarse a la literatura”) adopta formas más tangibles como dar clases o talleres, fundar una editorial con una temática específica (de ensayo y crónica, la mía) o poner una cafetería que sea también una biblioteca personal a la venta. Si nos ponemos menos exigentes, esos caminos también llevan a realizar dictámenes de libros de autoayuda, corrección de estilo de libros que uno jamás leería por voluntad propia o preparación de archivos Word para mandar a maquetar y de los que ya no se vuelve a saber nunca; todo por una cantidad que muy pocas veces es suficiente y que siempre tarda bastante en llegar.

La biografía de la misma autora de La invención de un lector, Cecilia Fanti, es un ejemplo de que dedicarse a la literatura es, literalmente, dedicar parte de tu vida a todos los procesos del universo literario. Trabajó en el área de marketing de Penguin Random House en Argentina, impartió clases de Lengua y Literatura, ha publicado dos novelas y, ahora, como si fuera el peldaño que le faltaba: hizo suya la librería Céspedes, en Buenos Aires (una ciudad marcada por un número genial: por cada cien mil habitantes, hay 25 librerías).

De esa experiencia fue que nació este ensayo en seis partes, que es tan honesto como los consejos de alguien con la experiencia necesaria para enunciarlos (“El trabajo del librero es de carácter práctico. En nuestro oficio confluyen reflexión y praxis de manera cotidiana”, “Un lector siempre llega a un libro”, “Los libros, como las experiencias, no se reemplazan”, entre muchos otros). Quizá mi favorito sea el que casi cierra la lectura: “Un libro puede vender mucho, poco o nada […]. Pero nunca va a volverse obsoleto. La literatura no pasa de moda, se actualiza en cada nueva recomendación, en cada lector”.

Aunque está escrito en primera persona, desde la experiencia única de Fanti, se escuchan las voces de quienes han estado no solo en su misma posición, sino que también han hecho lo suyo en diversas librerías de la CDMX. Amara, de primera instancia; también Paola Cuevas Loubet, quien publicó un diario titulado “¿aquí venden biblias?” para Bastardilla —una plataforma coral fundada por ella—, en el que hace un registro de algunos piensos alrededor de su trabajo en la nueva sucursal de El Desastre en el centro de Tlalpan y que resuenan con el trabajo que Fanti expone en La invención de un lector, sobre todo cuando dice: “Una librería es también una suma de escenas comunes, algunas veces insólitas pero sobre todo concretas. También repetitivas”.

“Puesto que no hay nada interesante en las historias en las que todo sale bien, en general cada título acarrea agua a su molino de precariedad”: afirmó Ana de Anda en una reseña sobre toda la colección de Gris Tormenta. El de Fanti no abona particularmente a esta tendencia, más allá de hablar sobre conseguir un trabajo que le permita procurarse un ingreso luego de gastar sus ahorros en el inmueble, sino que aborda con un ritmo sereno los movimientos  —grandes y diminutos, los que marcan un hito o los que parecen irrelevantes— de aquel ecosistema editorial del que ella, como librera pero también como apasionada de la literatura, se sabe partícipe. EP

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