La huella de la Conquista en Coyoacán en riesgo de desaparecer

“Cortés y sus hombres más cercanos se repartieron los mejores solares del pueblo de Coyoacán, obsequiados al Conquistador por el cacique Ixtolinque, en lo que quizá fue el primer acto de especulación inmobiliaria de nuestra ciudad.”

Texto de 05/05/20

“Cortés y sus hombres más cercanos se repartieron los mejores solares del pueblo de Coyoacán, obsequiados al Conquistador por el cacique Ixtolinque, en lo que quizá fue el primer acto de especulación inmobiliaria de nuestra ciudad.”

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Tras la sangrienta toma de Tenochtitlán, Hernán Cortés y sus huestes buscaron cobijo con su aliado al sur del Lago de Texcoco, el cacique de Coyoacán Juan Guzmán Ixtolinque. La capital mexica se encontraba en condiciones inhabitables y debían encontrar dónde asentarse mientras se llevaba a cabo su remodelación. Las tierras fértiles y el bello paisaje de Coyoacán, con sus huertos y ríos, se convirtió así en el refugio de los conquistadores. Ahí Cortés celebraría su triunfo militar sobre los mexicas en un banquete con “mucho vino de un navío que había venido de Castilla”1, crearía el primer ayuntamiento tierra adentro en 1521 y trazaría la capital de la Nueva España.

Cortés y sus hombres más cercanos se repartieron los mejores solares del pueblo de Coyoacán, obsequiados al Conquistador por el cacique Ixtolinque, en lo que quizá fue el primer acto de especulación inmobiliaria de nuestra ciudad. En sus terrenos, Cortés fundaría un barrio que dedicaría a La Concepción y donde también se construiría una casa para Doña Marina, su famosa intérprete, convenientemente cerca de su propio palacio. Se cuenta que la casa sigue en pie, exactamente frente a la iglesia que le da nombre al barrio, en la esquina de Vallarta y el Callejón de la Higuera. Conocida entre los vecinos como la Casa Colorada por el tono rojizo de sus acabados, la casa de la Malinche es una de las escasas huellas que quedan en Coyoacán del paso de los conquistadores por sus calles, pero, si somos sinceros, tampoco podemos confirmar con toda certeza que Marina la haya habitado. La propia casa de Cortés ha sido difícil de localizar; mientras unos aseguran que se erigió en lo que ahora es la sede de la Alcaldía, otros la ubican en la calle de Fernández Leal, en donde ahora se encuentra un restaurante que reclama sus raíces conquistadoras con el nombre de Hacienda de Cortés. De las moradas de sus hombres, que se asume fueron construidas en la calle que hoy lleva el nombre de Francisco Sosa, tampoco hay gran evidencia: de las casas originales de Pedro de Alvarado y Diego de Ordaz no queda huella, lo que vemos hoy en esos terrenos son construcciones virreinales pero de siglos posteriores y en el caso de Alvarado lo único que nos indica que ahí habitó el extremeño es una placa colocada en el siglo XIX y poco fundamentada en documentos.

La historia de la Casa de la Malinche se ha arraigado en el Barrio de la Conchita gracias a la tradición oral y todo coyoacanense que se digne de serlo confirmará su origen cortesiano. Y es que, a pesar de no contar con registros precisos de su ubicación, es muy probable que ahí se encontrara la casona en la que habitó aquella fascinante y políglota mujer. Si uno sabe observar con suficiente detenimiento encontrará algunas pistas entre sus piedras que confirman la existencia de una casa construida en el siglo XVI y, muy probablemente, en los años que Cortés pasó en Coyoacán acompañado por su intérprete. La primera planta de la Casa Colorada está edificada en piedra volcánica; ese tezontle y su disposición tan irregular es quizá la única evidencia de que ahí pudo haber residido Doña Marina, pues nos indica que la casa que tenemos frente a nosotros fue construida en el siglo XVI, mientras que las dos plantas superiores son posteriores, con remodelaciones hechas entre los siglos XVIII y XX. Sabemos también que el propio Ixtolinque le donó tierras a Malintzin, un gesto que, además de confirmar su presencia en Coyoacán, nos muestra la importancia que adquirió esta mujer ante los ojos de la élite indígena que se alió a la causa conquistadora. 

El cariño de Cortés por Coyoacán es también bastante comprobable. Durante los dos años que el extremeño habitó entre sus verdes parajes, le dedicó más de una línea a este pueblo que consideró casi como una patria adoptiva. En su testamento, Cortés pide que, de morir en “los Reinos de España”, sus “huesos” sean llevados de vuelta a la Nueva España, a un monasterio que pide construyan en su nombre en “mi villa de Coyoacán, intitulado de La Concepción”. Los deseos de Cortés nunca se realizarían. El monasterio no se construiría, aunque algunos sugieren que la pequeña iglesia que hoy es el corazón de La Conchita pudo haber sido planeada como capilla de aquel complejo, lo cual sugeriría que hubo alguna intención de cumplir su petición. ¿Y sus restos? Regresaron a la Nueva España, pero no al lugar que él eligió para su eterno descanso y el de toda su prole; después de un agitado peregrinaje terminarían en el templo de Jesús Nazareno, a un costado del Hospital de Jesús, otro importante proyecto cortesiano, pero no “su” villa. 

A pesar de haberle confesado tal amor a este barrio, la llamada Casa de la Malinche es lo único que se conserva del legado del conquistador en Coyoacán. Y eso se debe al cuidadoso resguardo de una pareja fascinante que llegó a habitarla cuatrocientos años después de la muerte de Doña Marina: Rina Lazo y Arturo García Bustos. La pareja se mudó a la Casa Colorada en la década de los 60, cuando sus carreras estaban despuntando. Alumnos de Diego Rivera y Frida Kahlo – también vecinos distinguidos de Coyoacán, pero de otro código postal –, Lazo y García Bustos fueron prominentes representantes de la segunda generación de la Escuela Mexicana de Pintura y continuaron con el legado del muralismo en las décadas posteriores a la muerte de sus principales exponentes. La vida y obra de esta dupla artística merece una historia coyoacanense en sí misma, pero el tema que hoy nos ocupa es la casa que con tanta dedicación preservaron y que hoy está en riesgo de derrumbarse.

La Casa de la Malinche de cierta forma ya se había cruzado con el muralismo algunos años antes de la llegada de los pintores a Coyoacán, pues su dueña había sido la hija de José Vasconcelos, el gran promotor de aquel movimiento artístico. Tras habitarla durante la década de los 60, Lazo y García Bustos se la comprarían a Carmen Vasconcelos de Ahumada en los años 70 y desde entonces, según cuenta la hija de la pareja, Rina García Lazo, dedicarían la mayoría de sus ingresos a hacerle mejores y restauraciones. Cuesta trabajo creerlo ahora, pero al mudarse a la Casa Colorada, la planta baja —sí, la que corresponde a la época de Malintzin— era utilizada como accesorias en las que se habían instalado comercios tan inverosímiles para una casa con tanta historia como unos baños2, La pareja remodelaría esos espacios, pero con la conciencia de que todo añadido debía armonizar con el entorno virreinal de La Conchita; utilizaron materiales artesanales, buscaron piezas antiguas en sitios de demolición que complementaran su arquitectura, y conservaron aquellas que dueños anteriores les legaron. 

Además de sus trabajos de conservación y remodelación, los artistas añadirían a su valor histórico y patrimonial pintando sus muros con obras de sus propios pinceles. La protagonista de esos murales es, por supuesto, Doña Marina, dueña original de la casa. Al entrar por su antiguo portón, ella es quien recibe a los visitantes en ese homenaje pictórico que le rindieron esta entrañable pareja de pintores. A pesar de todos sus esfuerzos de preservación, la casa ahora está en grave peligro de desaparecer, víctima de la sacudida que padeció en el sismo de 2017 pero, peor aún, del olvido y la negligencia. Hasta hace unos meses, las autoridades permitían que todavía pasaran camiones pesados a un lado de sus muros de tezontle, dañando aún más su ahora frágil estructura, y al día de hoy, la heredera de este importante legado colonial sigue esperando el apoyo del fondo de reconstrucción que le permitirá sanar las grietas que cada día se agravan. Ahora, con la temporada de lluvias a cuestas, la necesidad de restaurar la casa es más urgente que nunca; si no se actúa rápido no solo perderemos una casa virreinal más, perderemos lo poco que queda de la huella conquistadora en la Ciudad de México. Rescatar la Casa de la Malinche debería ser una de nuestras prioridades para conmemorar el V Centenario de la Conquista. EP

1 El banquete es descrito por Bernal Díaz del Castillo en Historia verdadera de la Conquista de Nueva España,publicado por primera vez en 1632.

2 Así lo narra la propia Rina Lazo en un video realizado por Luis Fernández-Veraud en 2019 y que puede ser consultado aquí.

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