La catástrofe climática y la ingeniería planetaria

Agujeros blancos es la columna mensual del físico Carlo Altamirano Allende. La manipulación intencional del clima para contrarrestar el cambio climático se ha propuesto como una solución de gran impacto. El físico Carlo Altamirano Allende nos explica qué es esta técnica tan controvertida a la que muchos científicos han tachado incluso de peligrosa.

Texto de 14/04/20

Agujeros blancos es la columna mensual del físico Carlo Altamirano Allende. La manipulación intencional del clima para contrarrestar el cambio climático se ha propuesto como una solución de gran impacto. El físico Carlo Altamirano Allende nos explica qué es esta técnica tan controvertida a la que muchos científicos han tachado incluso de peligrosa.

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Cuando se discuten soluciones para el cambio climático a menudo oímos hablar de adaptación a un clima cambiante, de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero o de un cambio radical en las economías capitalistas. Pero existe una tercera vía que ha ido ganando terreno en los debates científicos y políticos en torno a la urgencia de encontrar soluciones de gran impacto: la alteración de la atmósfera del planeta por medio de la tecnología. 

La geoingeniería es la manipulación intencional del clima para contrarrestar el cambio climático. En la última Cumbre sobre la Acción Climática, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, exigió a los líderes del mundo hacer planes para alcanzar las cero emisiones netas de gases invernadero para el 2050 con el fin de evitar un calentamiento global de más de 1.5 °C, cifra que, según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC, por sus siglas en inglés), es el límite para evitar una catástrofe irreversible. Este mismo panel afirma que la inyección de millones de toneladas de dióxido de azufre en la estratosfera “podría” ayudar a limitar el aumento de la temperatura, pero los impactos sociales y ambientales que esta técnica tendría son altamente inciertos. Asimismo, reconoce que los métodos tradicionales y naturales de enfriamiento como la forestación son, a todas luces, insuficientes. 

Las técnicas de la geoingeniería son diversas: incluyen la fertilización de los océanos, la eliminación del dióxido de carbono, el aclaramiento de las nubes marinas, el adelgazamiento de las nubes de cirros, la modificación del albedo en la Tierra y la inyección de partículas de aerosol en la estratosfera. Esta última es la que más atención ha ganado entre la comunidad de expertos dado que imita el efecto de una erupción volcánica al bombear gas en la atmósfera en forma de partículas de sulfato que reflejan parte de la radiación solar y, por lo tanto, contribuyen a la disminución de la temperatura global. Algunos opositores temen que la geoingeniería altere a gran escala los patrones de lluvia y circulación del sistema climático o que modifique la química de la estratosfera y la formación de hielo, o bien, que incremente la exposición a la luz solar ultravioleta, radiación que es muy dañina para la salud. 

Bajo un escenario de calentamiento global de 2 °C se estima que el derretimiento acelerado de los glaciares polares provocará, para el 2100, un aumento de un metro en el nivel de los océanos, cuyas consecuencias en el nivel de los océanos, cuyas consecuencias serán catastróficas para las ciudades costeras del mundo. Por ello, grupos de científicos han esbozado planes para construir una serie de proyectos gigantescos de ingeniería en los polos para ayudar a frenar la desintegración de los principales glaciares del planeta. Estas propuestas incluyen muros submarinos de cien metros de alto alrededor de cinco kilómetros de masas de hielo en el Ártico para reducir el flujo de agua caliente que debilita su base; islas artificiales frente a los glaciares de la Antártida con el fin de reforzarlos y limitar su colapso, y enormes estaciones de bombeo que canalicen el agua fría hacia sus bases para evitar que se derritan y se deslicen al mar. Los investigadores hacen un llamado urgente a la comunidad global para evitar lo que muchos llaman el “apocalipsis climático”. 

Es evidente que los planteamientos de la geoingeniería son muy controvertidos. Sus oponentes argumentan que sólo es una salida fácil para enfrentar el calentamiento global sin realmente atacar las raíces del fenómeno; es decir, que es una solución meramente tecnológica para un problema que tiene su origen en el orden económico, social y político de las sociedades industriales. 

La perspectiva de la geoingeniería está tan polarizada que existen científicos que la tachan de peligrosa, innecesaria e injusta porque les parece que el uso de estas tecnologías es un pretexto para no reducir las emisiones de CO2 global y así apoyar discursos que niegan la existencia y gravedad del cambio climático. Pero también existen otros científicos que declaran que no realizar investigaciones en geoingeniería sería aún más peligroso y costoso para el planeta, pues en algún momento los gobiernos se van a sentir obligados a utilizarla a pesar de los riesgos, incertidumbres y consecuencias que pueda tener. Sea cual sea el punto de vista, cualquier discusión sobre este tipo de desarrollos tecnológicos tendrá que venir acompañada de un conjunto de medidas complementarias para reducir drásticamente las emisiones, y deberá llevarse a cabo con una perspectiva de derechos humanos y bajo esquemas de gobernanza con un sentido global. EP

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