Geología visual

Chapela hace de la tecnología un acto litúrgico. Una ceremonia en la que el visitante participa al sintonizarse, a partir de la contemplación, en la poética visual que este artista expande en los recovecos de este inmueble de finales del siglo XVI.

Texto de 06/07/19

Chapela hace de la tecnología un acto litúrgico. Una ceremonia en la que el visitante participa al sintonizarse, a partir de la contemplación, en la poética visual que este artista expande en los recovecos de este inmueble de finales del siglo XVI.

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Basta cruzar la puerta hacia el interior del Laboratorio Arte Alameda para cambiar de tiempo. Afuera ocurre el presente; adentro, el tiempo geológico se cuela a través de la mirada al tiempo corporal del espectador, quien reaprehende el tiempo artístico de Emilio Chapela.

Las veintitrés piezas (esculturas, videos e instalaciones) que integran la muestra “En el tiempo de la rosa no envejece el jardinero”, como escribe el curador José Luis Barrios, exploran “distintas medidas del tiempo”, transformando la fuerza de la naturaleza —incluyendo al tiempo humano formalizado— en arte.

Si bien la investigación visual y conceptual empezó hace unos años, algunas de estas piezas fueron realizadas ex profeso para esta exhibición; por ello, se ajustan al espacio arquitectónico creando un tiempo poético en el que transitamos para descubrir que somos el jardinero y la rosa simultáneamente. Ahí adentro de este antiguo templo nos asumimos tropo.

Chapela hace de la tecnología un acto litúrgico. Una ceremonia en la que el visitante participa al sintonizarse, a partir de la contemplación, en la poética visual que este artista expande en los recovecos de este inmueble de finales del siglo XVI. Más que cuestionar, desdobla el concepto de tiempo y sus dimensiones infinitas. Arte y ciencia para hurgar en la relatividad del paso del tiempo y recuperar la alegoría de la rosa barroca. “Ayer naciste, y morirás mañana”, las palabras de Luis de Góngora ronronean entre los silencios de las piezas ideadas, construidas y producidas con inteligencia y sensibilidad (como el video-instalación Usumacinta, cuya imagen y sonido reverberan en el espacio), y funcionan como unidades que construyen una totalidad que confronta al visitante al abordarlo por todos los sentidos (por ejemplo, los videos monocanal Mineral de Pozos, Sagittarius A y Nieve). Porque esta exposición no es simplemente para verse, es para andarse y perderse en los sonidos e imágenes que muestran el tiempo eterno de la Tierra.

La muestra es sutil y robusta, es sublime y concreta. Breve y eterna. Al navegarla, uno se pierde en el universo ARTecnológico de su creador, quien construye tiempos simultáneos de duraciones varias para repensarnos en relación con la contabilización del tiempo, así como con la densidad del tiempo contenido en la obra artística, la cual condensa la historia del arte, la propuesta personal, el proceso de creación, la huella estética y reflexión que provocan en el observante. Lo que sentimos al estar dentro del tiempo de la rosa es la formulación estética de Chapela.

Si bien el trabajo de este artista, nacido en 1978, evoca la propuesta de Bill Viola, también están las coincidencias con sus contemporáneos —a la artista Cecilia Vázquez también la seduce la rosa barroca— y la integración de la tecnología como una estrategia para crear piezas artísticas cuyo punto de fuga es la filosofía de la ciencia —como en las obras del estadounidense Trevor Paglen y las del danés Olafur Eliasson—. Artista global del siglo XXI, Emilio va creando un argumento visual que dialoga con otros no sólo al compartir preguntas, sino al plantearlas. Es un creador cuyo estudio es el mundo; en el afuera comparte miradas, estrategias, haceres. En sus piezas está su tiempo y el de otros; está el pensamiento del curador, quien nos guía por este territorio espacial, donde experimentamos “el tiempo como afección y como representación”. De la mano de Barrios caminamos por la propuesta de Chapela, que nos lleva a experimentar diversas dimensiones del tiempo, como en la pieza En la memoria del volcán nunca mueren las estrellas, que nos abraza con el sonido y una proyección que, si bien se adueña del espacio como una segunda piel, hace evidente nuestra escala humana; así con la imagen encima, el visitante asume el papel del autor al apropiarse de la experiencia en 360 grados que el artista filmó mientras escalaba el Iztaccíhuatl. En este video, como en una sinfonía visual, la melodía del paisaje armoniza al ritmo cardíaco, el cual acelera mientras la proyección se aletarga. Latidos de un corazón delator de la fragilidad corporal frente a la presencia geológica que hace tangible aquel verso de Góngora: “Para tan breve ser, ¿quién te dio vida?”.

Sin duda, a Chapela le intriga cómo suceden simultáneamente el tiempo astronómico, el humano, el vegetal, el de las bacterias; también le atrae cómo operan en diferentes escalas y cómo se comunican entre sí. Tratar de entender esta sincronización es parte de su búsqueda formal; su trabajo plantea posibles rutas para encontrar respuestas; en esos trayectos creativos nos cuestionamos sobre nosotros mismos en relación con la vastedad del tiempo. Si bien el planteamiento es filosófico y el proceso conceptual, la experiencia es totalmente poética. El visitante no está limitado a contemplar; no se trata de observar, se trata de estar en la soledad del tiempo.

Cada pieza es una rosa que vive y muere. Las veintitrés entrañan el instante y la eternidad, como Contracción, que plantea una forma de correspondencia entre tiempo y materia; las pequeñas barras de arcilla y cerámica que se contraen con el calor construyen una metáfora que nos recuerda que el tiempo no es más que la relación íntima entre cosmos, Tierra, vida y nosotros. Emilio tiene razón: el jardinero no envejece para la flor, pero morirá antes de ver crecer montañas, así como ningún volcán sobrevivirá a las estrellas.

En escalas sonoras y visuales distintas, Chapela reinventa el tropo de la rosa en una experiencia inmersiva. “En el tiempo de la rosa no envejece el jardinero” somos tiempo, dimensión, acontecimiento, principio y fin. Ahí adentro tomamos de la leche de Hera, nos expandimos en el universo, nos contraemos y entendemos que en el polo no hay cómo saber la hora. EP

Leche de Hera y En la memoria del volcán
nunca mueren las estrella
s, 2019
Orión, 2019
Aquí en el polo no hay cómo
saber la hora
, 2019
Leche de Hera, 2019

Fotografías de Isaac Contreras de la exposición “En el tiempo de la rosa no envejece el jardinero”, de Emilio Chapela Pérez, que se presentó en el Laboratorio Arte Alameda.

DOPSA, S.A. DE C.V