Taberna: Gentrificación y segregación en los townships sudafricanos

Fernando Clavijo escribe una crónica de su paso por Sudáfrica y reflexiona sobre la segregación histórica que ha vivido la gente de la región.

Texto de 19/05/23

Fernando Clavijo escribe una crónica de su paso por Sudáfrica y reflexiona sobre la segregación histórica que ha vivido la gente de la región.

Tiempo de lectura: 9 minutos

El township de Langa está en plena ciudad, cerca del antiguo centro industrial y más tarde centro de drenaje de Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Caminando por sus calles, pasamos casas de lámina sin piso ni agua potable, donde de pronto aparece colorida una peluquería, o tal vez una miscelánea protegida tras una reja. Pasamos también un negocio lleno de madera de desecho —no leña, pues en la zona no hay un solo árbol, de hecho en toda la franja bajo el desierto del Kalahari no hay casi donde arrimarse por sombra— en donde empiezan a calentar dos hornos de barro para la cocción de cabezas de borrego, un platillo local. Un poco más adelante, una señora con la cara pintada de amarillo —para protegerse del sol abrasador— quema el mismo tipo de madera y cartón para calentar una plancha donde fríe trozos de grasa y pecho de borrego.

“No se ven blancos, pues tal es el propósito de los townships, urbanizaciones donde el gobierno británico y luego afrikáner o bóer, desplazó a africanos negros y pobres desde 1927″.

Es media mañana y hay hombres vagando por la calle, señal del desempleo imperante. No se ven blancos, pues tal es el propósito de los townships, urbanizaciones donde el gobierno británico y luego afrikáner o bóer, desplazó a africanos negros y pobres desde 1927. La gente que aquí vive es casi toda de la etnia Xhosa y habla un idioma con sonidos conocidos como chasquido consonántico o clics. Eso hace que la letra “c” se pronuncie como un chasquido del tipo que hacemos cuando queremos indicar que algo está mal; la “q”, sin embargo, suena como el chasquido que hacen los tipos listos mientras cierran el ojo para convencer; la “x”, como en Xhosa, suena como el golpe de lengua que hacemos cuando queremos imitar el paso de un caballo.

Al fin llegamos a un proyecto prometedor en la calle Lerotholi, dos locales lado a lado: uno un café y el otro una galería de arte. Estas son iniciativas de Thulani Fesi (@thulanifirst), con las que trata de ayudar al barrio. Detrás de la galería está el Lerotholi Food Garden, un huerto urbano donde los vecinos pueden sembrar y cosechar lo que les da este suelo de arena… veo maíz y coles. Nuestro intérprete, Bulelani (@deanbulelani), conoce a todo el barrio y nos da unos minutos para entrar al Langa Pass Museum, una colección de fotos y memorias en esta antigua oficina de pases de tránsito por la ciudad. Aunque esta política no se hizo oficial hasta 1948, año en que entró al poder el Nasionale Party, los británicos practicaban la segregación racial desde principio del siglo XX. Luego del establecimiento oficial del Apartheid (que significa “separación” en afrikaans), ciertas zonas fueron denominadas “white only” y los africanos desplazados debían usar una tarjeta con autorización especial para circular en horarios laborales. Para ello hicieron un censo de la población (si algo se les puede reconocer a los fachos es que documentan todo) y asignaron estos pases, a los que la población negra reconoció y renombró como Dompas, aludiendo a que era una medida idiotizante. El movimiento contra esta medida empezó con protestas por mujeres en 1955, y luego por la población negra en general, que salió en masa a la calle sin llevar el pase para probar si la policía podría arrestar a tal cantidad de personas. La ley fue abolida en 1986.

“El movimiento contra esta medida empezó con protestas por mujeres en 1955, y luego por la población negra en general, que salió en masa a la calle sin llevar el pase para probar si la policía podría arrestar a tal cantidad de personas”.

Los estragos del Apartheid se pueden ver no solo en fotos y documentos, sino en la propia composición de la ciudad. Es decir, han dejado una cicatriz arquitectónica. Los barrios conocidos como townships son el sueño de todo racista, pues contienen a las poblaciones indeseadas por el grupo dominante, como auténticos guetos. Si bien en México vemos casuchas y construcciones ilegales al lado de edificios lujosos (como en el Centro Histórico o en Santa Fe, por ejemplo), en Sudáfrica estos barrios están delimitados perfectamente, y si uno simplemente los evita no se entera siquiera de que estas personas existen. La segregación aparta y desplaza a personas para dejar los espacios bonitos y deseables a, en este caso, los blancos. En Ciudad del Cabo la zona de la Universidad y los suburbios aledaños es lujosa, fresca y arbolada pues está a las faldas de la Table Mountain. Ahí hay casas grandes, club de golf, restaurantes y cafés. Esto es resultado de más de un siglo de expulsión de comunidades negras hacia las zonas del norte, planicies semidesérticas o de muy escasa vegetación. Así, la relación entre segregación y gentrificación se hace aparente.

Uno de los ejemplos más visibles de esta segregación racial y territorial sistemática esté en el barrio conocido como District Six, antiguamente Kanaldorp, una zona de la ciudad que fue destruida por la ambición blanca. Valga la pena recordar que el área hoy conocida como Cape Town —llamada también la Mother City—, fue habitada primero por el pueblo San, y más tarde el Khoekhoe y Zulu, antes de que llegaran los primeros portugueses, y luego holandeses, ingleses y franceses. Los europeos llevaron esclavos de otras partes de África y del Sureste asiático. En este contexto es que District Six se fue convirtiendo en una comunidad racial y culturalmente diversa desde su establecimiento en 1867, aun ante los esfuerzos segregacionistas de cada grupo ocupacionista. 

En este sentido cobra relevancia la oscurísima novela Heart of Darkness, de Joseph Conrad, el viaje (a veces leído como introspectivo, pues aparecen la Sombra y el Ánima de la psicología analítica junguiana) del oficial Marlow en busca de un explotador de marfil a cargo de la compañía, un hombre de apellido Kurtz. Es decir, trata de un inglés buscando a otro (pero con apellido alemán) como una parábola del poder destructivo del imperialismo y ambición europeas en África1. Algo importante a notar en esta historia y en la de Sudáfrica es que la conquista no se dio por parte de un imperio o país —como es el caso de México, por ejemplo— sino ¡por una compañía! La Dutch East India Company. No sé qué tan correcto sea decirlo, pero me hace pensar en un comentario del padre de Austin Powers, Nigel (Michael Caine) en Goldmember (2002): “There are only two things I can’t stand in this world: People who are intolerant of other people’s cultures, and the Dutch.” Hablando de cine y para volver al tema, en la adaptación norteamericana de la novela de Conrad, llamada Apocalypse Now (1979) y dirigida por Francis Ford Coppola, Marlow es interpretado por Martin Sheen y Kurtz por Marlon Brando, pero la ambición destructiva es puesta en el corazón de los Estados Unidos y su objeto de destrucción es la guerra de Vietnam. Genial.

Situado entre Sir Lowry Street y Buitenkant Street, el District Six abarca desde las faldas de la Table Mountain hasta la costa en Table Bay, y fue hostigada por los ingleses como un área de crimen, perversión y otros males asociados a la pobreza y oscuridad de piel por gente que siempre asoma la cabeza. Como suele suceder, se utilizó la excusa sanitaria —siempre asociada a la hacinación que trae la pobreza— para desbandar el área en años de la plaga bubónica (1901). Al final, declararon el District Six como área exclusivamente blanca en 1966 y, en 1982, tiraron todas las construcciones con excavadoras luego de “relocalizar” a unas 60 mil personas. 

La District Six Foundation y el District Six Museum dieron lugar a que finalmente, en 2004, Nelson Mandela empezara la restitución de los desplazados, un esfuerzo ejemplar. Hoy es una zona comercial con cafés y restaurantes, que experimenta con extrañeza la gentrificación y la resistencia al arribo de inmigrantes de vecinos pobres como Zimbabue y Botsuana. Ahí encontré el libro District Six Huis Kombuis, food & memory cookbook (Quivertree Publications, 2016), un documento de las personas, vidas y recetas de la comunidad de esta área residencial y comercial que fue fragmentada de manera violenta por el apartheid. He aquí algunos de los platillos más representativos:

Koesiesters

3 papas hervidas y machacadas

4 cucharadas de azúcar

1 cucharada de margarina

1 huevo

1 paquete de levadura

500 g de harina

10 semillas de cardamomo

1 cucharilla de jengibre

1 cucharilla de canela

1 cucharilla de polvo de hornear

toque de sal

aceite vegetal

Juntar todos los ingredientes, salvo el aceite con un poco de agua tibia. Dejar levantar por 1-2 horas. Hacer croquetas de 5×2 cm y reposar otros 30 minutos. Freír y dejar enfriar. Luego pasar por jarabe de azúcar y espolvorear con coco rallado.

Bobotie

2 rebanadas de pan blanco

1 cebolla picada

1 diente de ajo picado

2 clavos

1 cucharilla de polvo de curry

½ cucharilla de cúrcuma

1 huevo

30 ml azúcar moreno

20 ml jugo de limón

5 duraznos secos

2 cucharadas de chutney

2 varas de canela

500 g de carne picada

aceite vegetal

Mojar el pan en agua. Luego exprimir a mano. Freír cebolla, ajo, sal, cúrcuma y clavos. Añadir azúcar, huevo, limón y duraznos picados, chutney, canela y pan con la carne. Extender en un refractario engrasado y hornear 35 minutos. Poner un huevo más, batido y mezclado con 150 ml de leche, verter sobre el bobotie y volver a meter al horno hasta que el huevo quede hecho.

Pescado en escabeche

2 kg de Hamachi

6 cebollas

5 clavos

6 dientes de ajo

1 taza de vinagre

1 cucharada de azúcar moreno

4 cucharadas de polvo de curry Cartwright

2 2 cucharadas de cúrcuma (borrie)

6 hojas de laurel

sal

aceite vegetal

Freír pescado hasta que esté crujiente y reservar. Rebanar cebollas y freír en la misma olla. Añadir el resto de los ingredientes, salvo el laurel, a la olla. Una vez que rompa el hervor retirarlo del fuego y verter sobre el pescado. Añadir el laurel, cubrir y dejar durante días.

“Entre otras cosas e historias terribles, se puede ver la ración de comida asignada a cada grupo racial, pues así es la obsesión segregacionista”.

El recuerdo de Nelson Mandela está muy vivo en Sudáfrica. A fin de cuentas, la liberación es increíblemente reciente, y la población apenas obtuvo el derecho al voto en 1994. Desde el puerto renovado y lleno de tiendas y restaurantes llamado el Waterfront de Victoria y Albert, se puede tomar un bote hasta la Robben Island, lugar donde estuvo preso Mandela y tomar una visita guiada por su propio ex guardia. Entre otras cosas e historias terribles, se puede ver la ración de comida asignada a cada grupo racial, pues así es la obsesión segregacionista. Una tarjeta aquí incluida muestra que a los de raza mixta se les daba 4 onzas de pan de comida y 4 de cena, 1 onza de grasa, 6 onzas de carne, 1 onza de azúcar, entre otras cosas.

Un tremendo contraste con la comida que uno encuentra en el reluciente V & A Waterfront, donde las focas nadan entre yates. Sin embargo, hay sorpresas, como que los precios son muy inferiores a los que se ven en la carta de casi cualquier restaurante mexicano. Un ejemplo es el restaurante belga Den Anker, donde las ostras cuestan $25 rands (la moneda sudafricana, el rand, está a la par con el peso mexicano) la pieza, un plato generoso de moules mariniéres $195, la hamburguesa de carne Wagyu $185, y un vasote de cerveza belga de barril, como Duvel y Bolleke, ¡cuesta $35! Ni qué decir de las botellas de vino local —muy bueno—, que rondan entre los $150 y $400 en la mesa, precios que me hacen pensar con tristeza que el vino mexicano es impagable en tiendas, dejemos ya en restaurantes. En otros restaurantes de la zona se puede probar muy buena ginebra local y carpaccio de Springbok, una gacelita cuyo nombre significa gacela (bok) saltarina (spring). En restaurantes como este, el capitán y la hostess suelen ser blancos, mientras que el personal de limpieza, negro.

En la parte inferior de la península —que es el punto de encuentro entre los océanos Atlántico e Índico— entre Simon’s Town (donde, además de antílopes eland, se ven pingüinos en la playa y se comen ostras y camarones tiger de gran calidad), Glencairn y Hout Bay, vi un township más. Se llama Imizamo Yethu, también Xhosa. La mayoría, sin embargo, están en la parte norte de la ciudad, donde las condiciones climáticas son menos favorables. El más famoso de estos es Nyanga, también habitado por gente Xhosa y considerada una de las zonas más peligrosas de todo Sudáfrica. 
Salimos a una reserva de animales a unos 200 km de la ciudad para probar un safari (que en swahili no significa otra cosa que “viaje”). En el camino vimos viñedos con sistemas de riego que los mantiene verdes y cargados de uvas, con maquinaria moderna y cercas para monos. Luego, el resplandor como de un oasis al que al acercarnos reconocimos como otro township. Casuchas de zinc bajo el sol, en cuyas calles se veía a hombres descalzos caminando entre arcilla y espinas. Eso sí, todo muy bien delimitado y lejos de la zona turística. EP

  1. El propio C.G. Jung reproduce una conversación que tiene en Nuevo México con un indio, Ochwiä Biano, quien le dice “Mira lo crueles que parecen los blancos. Sus labios son finos, su nariz puntiaguda, sus rostros los desfiguran y surcan las arrugas, sus ojos tienen duro mirar, siempre buscan algo. ¿Qué buscan? Los blancos quieren siempre algo, están inquietos y desasosegados. No sabemos lo que quieren. No les comprendemos. Creemos que están locos.” Tomado de su autobiografía “Recuerdos, sueños, pensamientos”. []

DOPSA, S.A. DE C.V