Mariana Ortiz conversó con Ximena Santaolalla sobre su novela A veces despierto temblando, ganadora del Premio Mauricio Achar 2021, las luchas en América Latina y escribir ficción para llegar a horizontes políticos.
Entre más se cuente y más se sepa, más ayuda a sanar: Entrevista con Ximena Santaolalla
Mariana Ortiz conversó con Ximena Santaolalla sobre su novela A veces despierto temblando, ganadora del Premio Mauricio Achar 2021, las luchas en América Latina y escribir ficción para llegar a horizontes políticos.
Texto de Mariana Ortiz 08/03/23
Ximena Santaolalla es una escritora mexicana nacida en Hidalgo en 1983. Licenciada en Derecho por el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), trabajó en esa institución como profesora asociada y asistente de investigación; ha sido también terapeuta para adultos sobrevivientes de violencia temprana. Ganó el premio Mauricio Achar 2021 con A veces despierto temblando y actualmente disfruta enormemente de seguir escribiendo como profesión.
Mariana Ortiz (MO): Tu novela A veces despierto temblando relata el escenario de la dictadura guatemalteca y nutres la trama a partir de archivos sobre el juicio a Efraín Ríos Montt por las atrocidades cometidas. ¿Cuál es la potencia que consideras que tiene el dolor para construir personajes ficticios?
Ximena Santaolalla (XS): Era importante mostrar el dolor de cada uno de los personajes para intentar ponernos en sus zapatos. O intentar simpatizar a los lectores con ellos. No hacer personajes caricaturescos, donde unos fueran los malos y otros los buenos, o unos las víctimas y otros los victimarios. Más bien quería mostrar que en una situación como esa, todos tienen un poco de los dos lados. Todos están en una situación extrema en donde es difícil juzgar.
MO: ¿Cuáles fueron los retos al mostrar la parte de los victimarios?
XS: Yo me preguntaba cómo era posible que en un país como el de Guatemala —que no es necesariamente rico sino más bien que es un país pequeño en Centroamérica—, el gobierno de Ríos Montt hubiera sido tan eficiente para asesinar y desaparecer personas. En 16 meses, fueron 100 mil víctimas. Indagando, con la información que yo tenía y que se sabe, encontré que habían tenido una preparación impresionante, con el apoyo de Estados Unidos, para entrenar kaibiles. En ese entrenamiento se deshumaniza a militares de élite, se vuelven “máquinas de matar” entrenados para aniquilar personas en poco tiempo, de maneras crueles y eficaces.
Me fui dando cuenta que se trataba de quitarles su humanidad, y por eso es que habían podido hacer algo tan atroz en tan poco tiempo. ¿Qué pasaría con cualquiera de nosotros, que somos personas normales, humanas, que podemos empatizar… qué pasaría si nos sometieran a algo así?, ¿seríamos capaces de hacer esto?, ¿podríamos hacerlo si nos dijeran que, de lo contrario, nos someterán a un juicio militar por desobediencia, o a lo mejor lastimarían a nuestras familias? Pensando que yo tenía suerte de no haber estado en una situación parecida, quería mostrar que estas personas eran de carne y hueso, como todos nosotros. No eran monstruos sino que eran también personas y eso es precisamente lo peligroso. A cualquier persona, cualquier gobierno, podrían someterla a un entrenamiento parecido. ¿Qué pasaría si nos dieran esas órdenes?
MO: ¿De qué forma piensas que la investigación documental enriquece a la ficción y por qué cada vez está más presente en libros de Julián Herbert (La casa del dolor ajeno) o en Cristina Rivera Garza (Autobiografía del algodón), por ejemplo?
XS: Ya había leído a Cristina Rivera Garza en Los muertos indóciles y no quería revictimizar a las personas que habían vivido estas situaciones, y mucho menos a las personas que habían muerto en manos de estos militares, ni de la policía nacional o la policía secreta de Guatemala en esos años. No quería mostrarlos en situaciones terroríficas sin ninguna agencia o sin ninguna arma para tomar ninguna decisión, o para defenderse, o para decidir su manera de morir.
Me costó mucho trabajo describir escenas horribles, porque tampoco quería que fuera un placer para lectores que lo que quieren es leer atrocidades. Quería cuidar eso y no sé si lo logré, pero eso lo tendrán que decir los lectores y lectoras. Era algo que me daba un poco de miedo, más bien buscaba causar empatía y poder contar historias, porque creo que esta es una manera de buscar justicia. Es justicia contar la historia de estas atrocidades y volver a contarlas para que se sepan. Yo no sabía que esto había pasado como pasó, solo sabía que habían habido dictaduras en Guatemala en general. Cuando me enteré y empecé a leer sobre esto en 2013, tuve ganas de contarlo a partir de la ficción para que se supiera más en México. Esa era mi intención.
Creo que entre más se cuente y más se sepa, más ayuda a sanar. Por eso utilicé los documentos, sentencias, recuentos de violaciones a derechos humanos, testimonios. De hecho, hay libros que compilan diferentes testimonios y que son maravillosos y que ya están ahí. No se necesitaba mi novela para contarlo. Sin embargo, yo lo quise hacer desde la ficción porque es lo que muchas veces se lee más, la gente no va a tener ganas de leer sentencias y testimonios. En cambio, un libro de ficción es más fácil de quererlo leer.
MO: Hay una especie de trabajo político detrás de la narración, ¿pensaste que escribías esta novela como parte de una labor activista o había otros horizontes a los que querías llegar?
XS: En ese momento yo solo estaba pensando en Guatemala y en estos migrantes guatemaltecos que luchan en México, porque es una realidad del día a día.
La lucha de Palestina, por ejemplo, es algo que está sucediendo en todo el planeta, yo siempre he sido completamente pro-Palestina y es un tema que a mí siempre me ha conmovido y enojado muchísimo. Que sea un país ocupado por Israel, que haya un apartheid en este momento, es algo terrible que está pasando. Me duelen todas las situaciones en el mundo.
Ojalá que todos los libros que se escriben, todos los artículos que se escriben y toda la gente que está trabajando en temas similares, pudieran hacer eco con relación a todos los demás. Creo que eso es lo interesante cuando uno hace una obra, el eco que puede emitirse.
MO: El lenguaje de la novela tiene una oralidad interesante, evocando al escenario específico que recreas. ¿Qué tan difícil o qué tan sencillo fue lograrlo?
XS: Me costó mucho trabajo en el sentido de que no sabía cómo se hablaba en Guatemala. Fue difícil empaparme de ese tono, de ese voceo, de las palabras que se usan allá, ver muchas películas, buscar videos en YouTube, estaciones de radio, pedir que me ayudaran personas de Guatemala a corregir y quitar palabras que no se usan allá, que yo hubiera podido usar. También es cierto que llevaba tiempo escribiendo pero no profesionalmente, sino como hobby. Me gusta mucho la literatura, aunque escribía por mi lado, jamás pude publicar nada propio. Escribía en talleres y demás, pero para mí misma. Sin embargo, esta historia me pareció suficientemente relevante como para decidir escribir en serio.
MO: Cuéntanos un poco de cómo fue el proceso de haber ganado el Mauricio Achar.
XS: En un principio yo pensaba dársela a alguna editorial para ver si me la querían publicar. Una persona que conozco me sugirió que mejor la presentara en un concurso porque así iba a ser más fácil. No esperaba ganarlo, la verdad, y cuando gané, exploté de felicidad.
MO: ¿Cómo entretejes tu trabajo como terapeuta para adultos sobrevivientes de violencia temprana, tu profesión como abogada y tu labor de escritora?
XS: Hace como año y medio que no doy terapia porque me fui de lleno a la novela. Por otro lado, la abogacía, aunque no me encante, es lo que me mantiene al mismo tiempo que escribo. Dejé de ver pacientes para poder seguir escribiendo y ganar dinero siendo abogada, de hecho casi no cobraba como terapeuta. Pero la verdad lo que más me gusta es escribir, por lo que decidí dedicarle lo más posible a escribir y seguir de freelance como abogada.
Por lo pronto, estoy terminando otra novela que trata de una niña en una casa en la Ciudad de México que tiene una situación un poco misteriosa en su familia, situaciones raras que ya verán, es un poco de horror. La terminaré en unos meses, es una novela corta. También yo pensaba empezar otra en El Salvador y Honduras, pero me arrepentí. Ahora quiero empezar —y ya llevo bastante investigado— una novela que se ubicará en Guerrero y va a retomar a Estrella y Gavilan de A veces despierto temblando. EP
El libro se puede comprar en línea por acá.
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