Conversamos con Olivia Teroba por su nuevo libro de ensayos Dinero y escritura, donde reflexiona sobre la precariedad laboral en el mundo literario mexicano. ¿Cómo vivir de la escritura en un contexto que no valora el trabajo creativo?
Escribir es habitar una caja de Schrödinger: Entrevista con Olivia Teroba
Conversamos con Olivia Teroba por su nuevo libro de ensayos Dinero y escritura, donde reflexiona sobre la precariedad laboral en el mundo literario mexicano. ¿Cómo vivir de la escritura en un contexto que no valora el trabajo creativo?
Texto de Este País 05/07/24
En su nuevo libro, Dinero y escritura, Olivia Teroba invita a adentrarnos en el complejo mundo de la escritura y la precariedad laboral que a menudo la acompaña. A través de una mirada lúcida y personal, explora temas como las finanzas, los premios literarios y la búsqueda de estabilidad económica en un entorno incierto. Con una prosa íntima y reflexiva, la autora comparte sus propias experiencias y cuestiona las ideas preconcebidas sobre el éxito y la creatividad en el mundo literario mexicano. Sus palabras nos invitan a reflexionar sobre el valor del arte, la importancia del ocio y los cuidados, y el papel de la literatura en una sociedad vertiginosa y desigual.
En esta entrevista, cuestiona la romantización de la figura del escritor y aboga por una valoración más realista del trabajo creativo. También destaca la importancia del ocio y los cuidados en la producción cultural, y cómo la literatura puede abordar temas sociales relevantes como la desigualdad y la salud mental. En su visión, la literatura ofrece un espacio para la reflexión y el pensamiento crítico, alejándose de lo utilitario y permitiendo explorar nuevas formas de entender el mundo.
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Gina Velázquez (GV): ¿Qué te motivó a compilar estos ensayos sobre temas poco explorados en la literatura mexicana, y cómo crees que este libro contribuye a la conversación sobre la precariedad laboral en el ámbito literario?
Olivia Teroba (OT): Una de las motivaciones principales es tratar de incentivar esta conversación que no me parece tan común en el medio mexicano. Creo que ha habido preguntas sobre el tema… Recuerdo mucho un número especial de Tierra Adentro, cuando todavía era una revista impresa, sobre las becas. También está Escritos para desocupados, de Vivian Abenshushan, que fue un libro que leí mientras estaba compilando estos ensayos.
No obstante, creo que nunca se habla lo suficiente de esto, sobre todo porque las condiciones de trabajo no han cambiado, porque la manera en la que se ve la escritura en nuestro país sigue siendo muy parecida. Hay varios elementos que tienen que ver tanto las instituciones, la manera en la que nosotros mismos nos percibimos como escritores, y lo que se piensa de la lectura en México. Yo tenía el ensayo principal, “Dinero y escritura”, lo mandé a concursar, ganó un concurso, y también vi que varias personas estaban interesadas en hablar del tema. Este fue uno de los motores para compilar el libro. También me sirvió mucho leer un libro de Esmé Weijun Wang, que está en Sexto Piso, que se llama Todas las esquizofrenias, que trata de otra cosa, pero también es un libro de compilados.
Me di cuenta de que muchas veces cuando escribes textos sueltos, vuelves a tus temas, buscas los lugares que conoces y tratas de explorarlos más. Había varias búsquedas comunes en estos ensayos, y fue muy interesante para mí compilarlos, crear textos nuevos, hacer la introducción, ordenarlos. También fue algo hecho en conjunto con amistades, y donde nos estábamos preguntando qué lectura quiero que se tenga ahora de estos textos. Fueron varias motivaciones, pero sobre todo tiene que ver con poner el tema al centro, que creo que nunca se hará lo suficiente por seguir hablando de ello.
GV: Desde tu perspectiva, ¿cuál es el papel de los escritores y escritoras actualmente y cómo podríamos lograr una valoración justa de su trabajo, considerando los cuestionamientos sobre la posteridad y la trampa del mercado cultural presentes en algunos de tus ensayos?
OT: En cuanto a la posteridad, creo que tiene que ver incluso con cómo se relacionan las instituciones. Estoy hablando de museos, de centros culturales, con escritores que ya no viven; los herederos también. Hay todo un tema ahí, con quién hereda los derechos. A mí me gusta mucho esta anécdota de que Tolstoi antes de morir liberó toda su obra, lo cual no estuvo nada bien para su familia; entonces, hay muchas cosas que están ahí de por medio, además él tenía una familia numerosa.
Hablando del papel de los escritores, que estamos vivos ahora, creo que tiene que ver también con entender que escribimos, como mucha otra gente hace otros trabajos, y que nuestros libros llegan a un contexto y se leen desde este lugar. A mí me gustaría mucho dejar de ver la literatura con esta aura de ser algo magnánimo y especial, fuera de este mundo, porque creo que eso hace que se aleje tanto de lo material y que no se piense en cómo puede vivir un escritor, en qué es lo que se busca cuando se escribe, en para qué se escribe, cómo y dónde queremos ser leídos y publicados.
Hay una fantasía de escribir y ser muy leído, muy leída, de ser número uno en ventas o cosas así, pero los libros que más se venden generalmente no son libros literarios. Creo que estamos muy desubicados en varios aspectos respecto al mercado editorial y a la labor de la escritura. Valdría mucho la pena tener estas conversaciones que a ratos pueden ser un tanto incómodas, pero que podrían ayudarnos a tener una apreciación más realista de nuestro trabajo.
GV: En uno de tus ensayos, afirmas: “Escribir es habitar una caja de Schrödinger donde hay trabajo y no, hay dinero pero aún no llega: hay publicaciones, congresos, encuentros, lectores, pero es imposible vivir de escribir”. ¿Cómo experimentas en tu vida diaria el equilibrio entre escribir, editar, corregir y las responsabilidades financieras, y especialmente la culpa de no escribir ni leer cuando no puedes? ¿Cómo sales de esa caja?
OT: Creo que es una búsqueda constante, con momentos más afortunados que otros. Algo que me ha servido mucho últimamente es dar talleres; me ha dado mucho piso, incluso emocionalmente porque implica ver gente más seguido —la escritura a veces puede ser muy solitaria—; también estar buscando cómo tratar de ampliar un poco más el panorama. Es algo muy complicado cuando eres freelance,
a veces también tú tienes que crear tus propios trabajos. No es que quiera yo jugar a la emprendedora; nada que ver con eso. Pero sí a reconsiderar de qué manera puede mi escritura tener un lugar en el mundo; me pasaba mucho antes: estar esperando a que llegara algo, que me llamaran, la colaboración, ser jurado.
Y, por ejemplo, los talleres me han dado cierta estabilidad. Me he dado cuenta de que mucha gente quiere aprender a escribir; quiere encontrar ese espacio en su vida que casi nunca nos podemos dar con tanta libertad. He ido encontrando este lugar para sentirme más estable en este terreno incierto que es la escritura.
A la vez, hablando de la caja de Schrödinger, ahora que he tenido más ocupaciones, tampoco tengo mucho tiempo de escribir. Entonces es una búsqueda constante. He tratado de aprender también un poco más de mi propio proceso; ya me di cuenta de que trabajo mejor por proyectos a hacerme esta idea de escribir diario: ya asumí que no soy yo. Cuando tengo un proyecto, lo termino. He estado más encaminada a eso; a decir, voy a acabar este texto, voy a acabar este libro, ponerme proyectos para mí misma, más allá de becas o deadlines.
GV: ¿Cómo crees que impactaría en la producción cultural y en la vida de los escritores una sociedad que valore el ocio, el tiempo libre, el descanso y los cuidados, especialmente en una época saturada de opciones culturales y artísticas, y algunas veces efímeras?
OT: Creo que trabajaríamos menos, de entrada. Una sociedad que valore más el ocio y los cuidados creo que tendería a dejar de pensar tanto en términos de acumulación; eso también implicaría una redistribución de la riqueza. Entonces aquí ya estoy hablando de muchos proyectos de política y de aspectos de cómo me gustaría que fuera el mundo. Creo que algo que se puede hacer más a nivel comunitario, a nivel individual, es dedicarle tiempo a las cosas; es verdad que hay una gran oferta, pero también es verdad que muchas cosas son muy efímeras. También habría que preguntarnos qué tanto tiempo nos damos para adentrarnos en algo que nos gusta. Creo que el ejercitar la atención, el darle su tiempo.
Hay artes que te exigen el tiempo: vas a un museo y tienes que entrar y ver los cuadros; el teatro, lo mismo. Pero hay algunas otras que se pueden ir descartando con mayor facilidad. Y creo que poner atención, buscar, por ejemplo, en mi caso, la lectura. Yo leo lento, pero también creo que trato de hacer lecturas atentas. Pienso la atención como un regalo, como un acto incluso de afecto. El detenerse a hablar con la gente que te rodea también. Es para mí una manera de ir más lento y actuar incluso contra todo. Todo este sistema de capital y consumo, y de estar haciendo muchas cosas todo el tiempo.
GV: ¿Cómo crees que la literatura contribuye o qué papel desempeña en una sociedad vertiginosa como la nuestra, y cómo puede abordar temas importantes como la desigualdad, la salud mental y las cuestiones de género, como la mayor carga y exigencias que enfrentan las mujeres?
OT: Creo que la principal función de la literatura es salir de lo utilitario. A mí me gusta mucho cuando se llega a decir que el arte es inútil, pero en el sentido de que no todo debe tener una utilidad. No todo debe tener un fin práctico y darte resultados de inmediato. Creo que si algo aporta la literatura, como todas las artes, es ir poniendo al centro la reflexión, el pensamiento. Por ejemplo, el género del ensayo se relaciona mucho con divagar, y hay expresiones que incluso dicen: “Ya estás divagando, ya párale”; pero justo en la literatura nos damos el tiempo para divagar. Entonces el pensamiento hace recorridos distintos, y puede llegar a otros lugares también. En ese aspecto, creo que pensarlo en términos de funcionalidad es complicado, porque no te da una respuesta inmediata, pero sí es un espacio necesario para las personas, para pensar de otra manera, para salir del ritmo, del ritmo vertiginoso de los días, para darse tiempo para sentir; Incluso para hablar de temas que no suelen hablarse. Todo eso va contribuyendo, pero es una forma que a mí me parece casi invisible. Y ahí es donde parece casi mágico, como las historias que se cuentan, los ensayos que reflejan ideas, los poemas que evocan palabras que no se pueden representar, o sensaciones que no se pueden representar, van afectando poco a poco en el sentido de ser un afecto. Van conformando también nuestra forma de ser en el mundo y de participar en el mismo. EP
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