Rircardo Kostova reflexiona sobre el concepto del amor en la obra de Platón y su impacto en la cultura occidental hasta nuestros días.
Modus vivendi | ¿Qué tan platónico es el amor platónico?
Rircardo Kostova reflexiona sobre el concepto del amor en la obra de Platón y su impacto en la cultura occidental hasta nuestros días.
Texto de Ricardo Kostova 26/01/24
Resulta complicado dilucidar hasta qué punto la doctrina platónica del Eros1 ha influido en cómo vivimos, pensamos, hablamos y escribimos sobre el amor, por lo menos en Occidente. Probablemente su impacto cultural y filosófico solo puede compararse con el de la “erótica cristiana”, expuesta principalmente en el Cantar de los Cantares, así como en los Evangelios de Mateo, Lucas y la Primera Epístola a los Corintios.2 Estos libros, en conjunción con los diálogos platónicos Lisis, Banquete, República y Fedro, conforman en gran medida el horizonte con el cual reflexionamos y escribimos sobre el amor hasta la actualidad. Ya sea de forma consciente o no, nuestro imaginario e ideario erótico está profundamente influenciado por estas fuentes. Y muy particularmente por Platón, así como por las tradiciones filosóficas y literarias que lo motivaron y por las que de él se sirvieron para discurrir sobre el fenómeno amoroso, por supuesto con todos los malos entendidos y problemas de interpretación o hermenéutica que ello supone. Por ello resulta pertinente preguntarnos: ¿qué tan platónico es el amor platónico? Esta pregunta cobra relevancia porque, plausiblemente, en nuestro entendimiento sobre el amor se juegue nuestra praxis sobre el mismo; después de todo, el amor en tanto arte requiere de conocimientos teóricos y prácticos, pues no se trata, como muchos creen, de un mero afecto pasivo, sino de un poder activo.
Empecemos diciendo que Irving Singer, filósofo estadounidense y especialista en el tema del amor, no dudó en afirmar lo siguiente: “En la filosofía del amor, estoy convencido de que toda discusión sobre el amor tiene que comenzar por Platón.”3 Y no es para menos, muchas de las ideas, imágenes y mitos sobre el amor (en el sentido griego del mythos (μῦθος) que subsisten en nuestras mentes y en nuestro lenguaje hasta el presente aparecen ya en la obra platónica, verbigracia: la búsqueda de la otra mitad o del alma gemela, pasando por la idealización del amado y la imagen popular de Eros o Cupido alado, así como la caracterización del amor como una tendencia o búsqueda por la unidad, o la idea misma del amor verdadero y el amor platónico propiamente dicho. Ahora bien, en ningún lugar del corpus platonicum (el cuerpo de textos que conforma la obra de Platón) aparece explícitamente la formulación “amor platónico”; no obstante, podemos hablar de una visión platónica del amor o bien de una “erótica platónica” (o “erótica clásica”). Esto último surge a partir de las distintas definiciones de Eros que nos brinda el fundador de la Academia no solo en sus célebres Diálogos, sino también en sus Cartas y en los Poemas que se le atribuyen —recogidos por el doxógrafo e historiador griego Diógenes Laercio en el capítulo III de su conocido texto Vida y Obra de los Filósofos Ilustres—, sin mencionar la presencia del Eros en las Doctrinas no Escritas o ágrapha dógmata (ἄγραφα δόγματα).4 De cualquier manera, la ausencia de una enunciación explícita del “amor platónico” no ha impedido que desde el entendimiento popular exista una larga recepción e interpretación sobre dicho tema. El amor platónico es usualmente definido desde este entendimiento popular y por algunos diccionarios como una suerte de amor imposible o inalcanzable, basado primordialmente en la admiración, desvinculado de cualquier intención sexual o romántica. Cuando alguien dice: “Mi amor platónico”, por ello se entiende un tipo de amor con características ideales, puras e inaccesibles, o bien un amor poco probable en cuanto a su realización.
Esta convención del lenguaje cotidiano acentúa la descripción del Eros platónico como un amor de naturaleza ideal, cuyos rasgos característicos son el desinterés, la mesura y otra clase de virtudes morales que resaltan su presunta idealidad, como la inteligencia, la justicia, la sensatez y la valentía. A menudo se supone que el amor platónico no se dirige hacia la materialidad, la carnalidad o la corporalidad. No obstante, aunque dichas aproximaciones no estén del todo erradas, son en muchos de los casos imprecisas con respecto a lo que Platón mismo afirmó. A lo largo de su obra, desde los Diálogos de juventud hasta los de vejez, el filósofo admite que el amor comienza a partir del enamoramiento que suscitan los cuerpos bellos, es decir, a partir del reconocimiento de la Belleza en la corporalidad y la materialidad del mundo sensible.5 De este modo, incluso un amor de corte filosófico, incondicional o reflexivo que busca ascender hacia la Belleza absoluta, comienza por ser amor hacia un cuerpo bello, hacia alguien bello y no necesariamente hacia lo Bello en sí o la Idea de lo Bello.6 La comunión, captación o contemplación inmediata que ocurre entre el amante y la Idea, es la culminación del ascenso erótico que la filósofa Diotima plantea en el Banquete, pero no es su punto de partida, sino la cúspide de la experiencia amorosa. Para Platón es claro que el ascenso erótico hacia las Ideas comienza a partir del deseo que sentimos por alguien de carne y hueso, por un cuerpo que imita bien a la Belleza y nos la recuerda; por ello, pese a que para el oriundo de Atenas el amor en tanto impulso nos conduce hacia el mundo de las Formas o Ideas, y en ese sentido podríamos hablar de idealidad en el amor platónico, persiste también cierta carnalidad en la visión del amor de este pensador. La brillante disposición dramática de los Diálogos también revela dicha carnalidad: en los devaneos, escarceos y tretas amorosas que leemos en dichos textos, podemos observar la importancia del cuerpo y del deseo en la búsqueda del conocimiento. Por supuesto, habría que señalar que, para el filósofo, el alma no busca permanecer anclada a la materia, y por ello en gran medida el Eros del que nos habla Platón es esa fuerza o ímpetu que el alma siente desde sus profundidades y que la lleva a desear volver al lugar que le es propio y semejante, el mundo eidético. Por esta razón, desde antaño el signo característico de los filósofos platónicos es la sensación inextinguible de no pertenecer a este mundo.
Dicho lo anterior, habría que enumerar algunos elementos básicos de la visión platónica del amor: en primer lugar, la carencia o necesidad amorosa, o en sentido erótico la endeía (ἔνδεια), básicamente porque el amor es deseo de algún bien que no se posee, pero se busca obtener. En segundo, la naturaleza intermedia o intermediaria del Eros, metaxy (μεταξύ), daímon (δαίμων), en tanto que la experiencia amorosa puede llevarnos a la más trágica ruina o a la más excelsa apoteosis, y en ese sentido el amor es algo que está en medio de ambos extremos, es intermediario entre opuestos u oposiciones pues es un principio conciliador y unificador, disuelve o anula toda oposición, fusiona lo distante, y es incluso capaz de unir a los contrarios que la razón opone y determina. En tercer lugar, la semejanza, homoíōsis (ὁμοίωσις), ya que para Platón, al igual que para el poeta Homero, lo semejante busca o tiende a su semejante, lo amigo es amigo de lo amigo o lo amante es amante de lo amante; es decir, existe un vínculo entre las cosas que comparten una misma naturaleza. En cuarto puesto, la caracterización del amor como una cierta clase de apetencia o deseo, epithymía (ἐπιθυμία), es decir, una tendencia o gusto por algo, particularmente por lo Bello y lo Bueno. En quinto lugar, la visión del amor como un vínculo de unión entre las cosas, syndesmós (σύνδεσμος). Y, finalmente, la reciprocidad, filía (φιλία), que es la condición fundamental para que un vínculo erótico se sublime y alcance su plenitud, tal como lo expresa el poeta aragonés Rafael Lechowski en su Canción de Gratitud: “El milagro de vivir amando, siendo amado a la vez”; en otras palabras, que ambos sean amados y amantes al mismo tiempo, en una sagrada reciprocidad.
Como conclusión podemos afirmar que Platón emprende una resignificación metafísica y moral del fenómeno amoroso y el enamoramiento, ya no únicamente como una pasión trágica y perniciosa que puede llevarnos a la debacle como lo era para algunos poetas líricos griegos como Íbico, Anacreonte o Safo, y tampoco únicamente como un principio físico de unión o cohesión universal como lo era para algunos filósofos presocráticos como Empédocles y Parménides, sino como un furor divino, una locura o manía (μανία) capaz de hacer que nuestra alma vuelva a su lugar de origen y se conozca ella misma, un catalizador del potencial humano: “El recto o verdadero amor, orthós eros (ὀρθὸς ἔρως), consiste por naturaleza en amar de forma moderada y armoniosa lo ordenado y lo bello.”7 El Eros en Platón es ante todo indeterminado, puesto que no se nos ofrece una única definición de dicho fenómeno; la pluralidad de voces y teorías sobre el amor que se exponen en el Banquete son prueba de ello. Dicha polifonía acentúa la multiplicidad del amor y sus manifestaciones, sus diferentes formas. El amor se dice de muchas maneras y son muchos sus símbolos al igual que sus lenguajes. Platón nos dibuja al amor como una tendencia por hacer, engendrar y poseer siempre el Bien, el deseo de generación y procreación en lo Bueno, aunque no era ningún ingenuo y conocía bien la dificultad a la que se enfrenta alguien que intenta definir unívocamente el amor, y aunque su filosofía es probablemente la que más luz ha arrojado a la humanidad sobre este tema, me atrevería a afirmar que “el de espaldas anchas” no dijo todo lo que se tiene que decir sobre el misterio del amor. EP
- En este primer momento entiéndase Eros (Ἔρως) en su sentido general de amor, y no necesariamente como pasión, atracción sexual o deseo. Ya que lo erótico, en sentido amplio, no se reduce al ámbito de la sexualidad; la sexualidad es apenas una parte de lo erótico. [↩]
- Libros bíblicos, el primero propio del Antiguo Testamento y los demás pertenecientes al Nuevo Testamento. [↩]
- Irving Singer, La naturaleza del amor, El Eros platónico, p.65. [↩]
- El conjunto de enseñanzas que Platón transmitió de forma oral al interior de la Academia, según algunos especialistas como el alemán Alexander Szlezák y el italiano Giovanni Reale. [↩]
- Esto tiene que ver con la naturaleza misma de la Idea de lo Bello, al ser la Idea que se capta o se reconoce más fácilmente en el mundo material según Platón. Cuando observamos algo bello es evidente, claro y distinto, reconocemos la Belleza de inmediato. [↩]
- Véase Platón, Banquete, 211b–e. [↩]
- Platón, República, III, 403a: “ὁ δὲ ὀρθὸς ἔρως πέφυκε κοσμίου τε καὶ καλοῦ σωφρόνως τε καὶ μουσικῶς ἐρᾶν.” [↩]