Becarios de la Fundación para las Letras Mexicanas: Atrincherar huevos con tocino

Jimena Hinojosa, becaria en el área de dramaturgia, escribe este texto sobre un desayuno un jueves por la mañana.

Texto de 23/05/23

Jimena Hinojosa, becaria en el área de dramaturgia, escribe este texto sobre un desayuno un jueves por la mañana.

Tiempo de lectura: 4 minutos

A mí me repele la gente que pone rancheras a todo volumen cualquier día de la semana. Se me olvida que existen, hasta que el vecino prende sus bocinas a todo volumen un jueves a las 9 de la mañana

Una voz

Mientras piensas en tu vecino y sus canciones rancheras, cortas sobre una tabla de plástico el tocino en cuadritos. Y ves la imagen de tu vecino cuando se agacha y se le bajan los pantalones. Y sales de esa imagen que te parece grotesca cuando ves el cuchillo hundirse lentamente en la parte blanca del tocino, esa que sabe mejor. Sientes, entonces, la grasa más firme de la carne de cerdo. A medida que cortas el tocino, la imagen de la raya del trasero de tu vecino, te vuelve a asaltar. Casi de inmediato, te viene a la mente el retrato de su panza desbordada.

Co

Debí cortar primero la cebolla. 

Una voz

Pero escuchas las canciones a todo volumen y no te importa equivocarte en ello. No te importa estar comparando al vecino con un pedazo de tocino, no te importa ni siquiera estar viendo el cuadro de un cerdo como si fuera tu vecino. Es más, ni siquiera sabes cómo se llama tu vecino.

Co

Cómo se llama…

Una voz

Tampoco te importa crear una figura híbrida de un hombre con cola de cerdo y orejas de cerdo y una panza gigantesca y manchas en la piel. No te importan en lo más mínimo esos detalles que has exagerado cínicamente, porque crees que las canciones rancheras son las que perturban tu paz, tu desayuno tranquilo, tus huevos revueltos, tu meditación, tu yoga y tu licuado con espinaca. 

Co

Primero se fríe la cebolla.

Una voz

Y pones el sartén bajo la lumbre de la estufa y piensas que tal vez habría que poder detener la música de tu vecino. 

Co

Y la cebolla se torna transparente. Debe haber una manera de acabar con esa música, carajo. No puedo escuchar bien mis pensamientos.

Una voz

Y pensar en eso hace que la piel se te ponga caliente. Y, por alguna razón, cuando te enojas se te pone la piel bien caliente.

Co

Y el sartén también está caliente.

Una voz

Y sí, te enojas y te enojas porque es mejor enojarte que matar. Y es mejor cortar tocino de cerdo que matar realmente a un vecino que comparas con un cerdo. 

Co

Ahora son tiempos de cortar tocino para no matar. De desviar cualquier impulso de muerte a través de otra muerte, menos grave.  

Una voz

Si esto fuera la Edad Media, quizás no podrías cortar tocino y tendrías, irremediablemente, que matar al vecino. Tendrías que salir de tu casa y coger uno de tus trinches para la paja y tendrías que entrar a casa del vecino y meterle el trinche por el trasero y ponerle sus canciones rancheras a todo volumen y verlo desangrarse mientras suenan y suenan esas malditas canciones rancheras con ese ritmo horrible que no se puede ni bailar. Y, mientras observas al vecino en el piso, moribundo, le dirías algo como.

Co

(Levantando el cuchillo.) ¡Mira, qué tal! Ahí viene tu mujer para que mates al puerco, pero es que el puerco ya está atrincherado. ¡El puerco eres tú! Ja ja ja ja ja ja. 

Una voz

Y después de reírte a carcajadas, tomarías todas tus cositas y te irías a otra aldea antes de que el hermano del vecino te mate o algún otro familiar. Antes de que te violen entre todos los de la aldea y te dejen colgada en el granero de tu propia casa. 

Co

Y ahora hay que freír el tocino con la cebolla. Huele a sangre, ¿por qué?

Una voz

Y no vayan a creer.

Co

¿Vayan? ¿Quién más está aquí?

Una voz

En fin. No vayan a creer ni por un momento que en ese entonces las cosas eran más claras o más salvajes. Simplemente eran diferentes. Para empezar, en esa época no había bocinas que pudieran transmitir canciones rancheras a todo volumen un jueves por la mañana. 

Co

Se hacían otras cosas peores y más molestas, estoy segura, pero no las rancheras, carajo. 

Y ahora el huevito va al sartén…

Una voz

Y qué tanto tienes que joder y afectar a una persona para que prefiera mil veces la justicia de la Edad Media a la que justicia de ahora. Me refiero a qué tiene que suceder en la cabeza de alguien para que tenga ganas de atrincherar a una persona por el trasero. 

Co

Sería capaz de cortar tocino por el resto de mi vida con tal de no volver a escuchar una sola maldita canción ranchera. Sería capaz de dejarme violar por toda una aldea con tal de que estas canciones me dejen de reventar los tímpanos.

Una voz

Tímpanos.

Co

Tímpanos.

Una voz

Y, entonces, regresas a ti. A lo verdadero y a lo real. Tu llanto. 

Co

No me la creo, de veras que no me creo las atrocidades que estoy pensando un jueves por la mañana. 

Una voz

Y ustedes dirán: bueno, es que ya casi es fin de semana. 

Co

¿Quiénes?

Una voz

Pues tú y tú y también tú  y todas tus partes. Y te resistes a ver. 

Co

No sé por qué huele a sangre. Las manos entumecidas y… ¡Se queman los huevos!

Una voz

Y los huevos no se queman, es otra cosa la que huele y se siente así, caliente. 

Co

Una ranchera más y vomito, una ranchera más y grito hasta que se me acabe la voz, una ranchera más y lo mato. Juro por todos los huevos que me voy a cocinar, por todos mis sartenes, por mi cocina limpia, juro que lo mato, lo desangro, le rompo el pescuezo y me lo como en este huevo con tocino… 

Una voz

Es el sonido que no deja de estar presente, el sonido como una canción ranchera. Es un…

Co

Oink.

Una voz

Sí.

Co

Oink, oink.  

Una voz

Por dios, sí.

Co

Ooooooooooooooooooooink.

Una voz

La puerta del granero abierta. El trinche en el piso. ¿Es el cerdo el que está colgado? 

Co

¿Qué tiempo es? ¿En dónde estoy?

Una voz

No hay rancheras. Solo era el llanto del cerdo.  

Co

El llanto, carajo. Ese era el ruido ensordecedor.  

Una voz

Y entonces, de golpe, se termina la fantasía de los huevos con tocino y las rancheras. 

Co

Es mi llanto el que no me deja oír nada. Oink, oink. 

Una voz

Shh, shh, calla… Qué raro. Podría jurar que la panza del vecino era más grande y que era infinitamente más moreno. Quizás… ya no me molesta tanto.

Co

Es un cuerpo atrincherado y colgado. 

Una voz

El sartén en el fuego. Ese cuerpo colgado no concuerda con la imagen de mi cabeza. 

Shh, shh, calla, cerdita, calla. 

Lo bueno, es que solo el cerdo es testigo.  

Co

Presenciar esto y no poder decir palabra. Oink, oink, oink… EP

DOPSA, S.A. DE C.V