El autor escribe, sobre el más reciente libro de Anabel Hernández: “se lee con la sensación de haber pasado por la más peligrosa de las historias de manera indemne”.
Anabel Hernández: la estructura narrativa del mal
El autor escribe, sobre el más reciente libro de Anabel Hernández: “se lee con la sensación de haber pasado por la más peligrosa de las historias de manera indemne”.
Texto de Pável Granados 25/09/20
No hablaré de lo que otros mejor que yo lo pueden hacer: las consecuencias que se desprenden de las exhaustivas investigaciones de la autora de El traidor. El diario secreto del hijo del Mayo, aunque, básicamente, se trata del trabajo de documentación para desmontar el discurso que mantuvo el poder de 2006 a 2012. Para lograrlo, fue necesario descender a las profundidades. Esto es: a los documentos más escondidos, a los testimonios de los protagonistas de la realidad, la cual no ocurre aquí. La realidad está en otra parte. De hecho, no tolera el ruido. Alrededor de lo que ocurre se necesita el silencio. Que los hechos no tengan eco, que las acciones se den en el vacío. Sólo de esta manera se pudo estructurar un discurso independiente, el cual se llamó en un momento “Guerra contra el narcotráfico” y estaba férreamente circundado por la fuerza del poder. Puesto que Anabel Hernández muestra lo que antes se sospechaba, la realidad adquiere una forma que recuerda al cuento “Continuidad de los parques”, de Julio Cortázar. En esta analogía, el lector y la víctima potencial son la misma persona. El traidor se lee con la sensación de haber pasado por la más peligrosa de las historias de manera indemne (aquellos que tuvieron esa suerte), hasta lograr la orilla de la conclusión (conclusión a medias). Hemos transitado por lo peor de la Historia Contemporánea, con la condición potencial de ser culpables sólo por existir, bajo el poder de un pequeño grupo que lavaba el negro discurso del crimen para lucirlo como ejemplo de la democracia. Sólo hay que ver cómo los cómplices asesinados fueron convertidos en héroes por las instituciones. En fin, decía que a fin de cuentas la realidad está en otra parte. ¿Dónde? Quién sabe, en un lugar secreto en alguna sierra perdida, en donde se encuentran los verdaderos poseedores del poder, al cual sirvió el gobierno por seis años. Se tiene que tomar una avioneta, continuar por un camino, ir por veredas —posiblemente encapuchado—, subir montes, y finalmente, ver. Todo se va despojando de actores secundarios —incluso los poderes políticos son aquí secundarios— para dar con los verdaderos protagonistas. Se deshoja muy bien narrativamente, ya que incluso el Chapo Guzmán sería otro personaje secundario, pero que en la emocionante saga tuvo su capítulo de protagonismo. Tuvo razón Yuri Herrera, en su novela Trabajos del reino, al usar una alegoría medieval en que los capos se convierten en poderosísimos señores feudales. Aquí, “el traidor” se despide para siempre de su padre, “el rey”, para enfrentar la justicia y buscar una salida al mundo en que vive. Si hubiera grandeza, habría sido una escena shakesperiana. Pero ya no hay nada de eso en este mundo. Para narrar estos episodios, escasean los personajes grandiosos, se tendría que buscar una antitragedia. No sé, lo ignoro, si ya existe. Sería interesante encontrarla para entretenernos antes de ver los aprietos de los historiadores futuros, cuando tengan que transustanciar este periodo en libro de texto para las escuelas. EP
Hernández Anabel, El traidor. El diario secreto del hijo del Mayo, México, Grijalbo, 2020.