Columna mensual
La visión de una realidad en que las generaciones futuras sean inmunes a las enfermedades que más afectan a la humanidad actualmente, ¿es un futuro deseable?
En noviembre pasado, el mundo se sorprendió con la noticia de que un científico chino había logrado diseñar, como si de una obra de ingeniería se tratase, a unas gemelas mediante un método experimental de modificación genética conocido como crispr. De acuerdo con el profesor He Jiankui,[1] líder del laboratorio detrás de este avance científico sin precedentes, el esfuerzo por crear los primeros humanos editados genéticamente en el mundo tenía como objetivo eliminar un gen llamado CCR5 con la esperanza de hacer bebés resistentes al virus del vih.
El estudio clínico involucró la alteración de embriones de siete parejas en tratamiento de fertilidad, y según los reportes originales, una de ellas logró embarazarse de gemelas. La revelación despertó un sinnúmero de condenas alrededor del mundo debido a la naturaleza del experimento con sujetos humanos, a los riesgos e incertidumbres de la modificación genética, a las regulaciones de este tipo de experimentos en muchos países y a la opacidad con la que, a ojos de la ciencia occidental, se desarrolla esa clase de investigaciones en China.
En los últimos años, diversos laboratorios han estado desarrollando crispr, una forma relativamente fácil de editar los genes que componen el adn y que gobiernan al cuerpo humano. crispr hace posible operar en el adn para suministrar un gen necesario o desactivar alguno que esté causando problemas. Recientemente se ha probado en adultos para tratar enfermedades mortales.
Después del anuncio sobre las gemelas, a las que el Dr. He Jiankui nombró Lulu y Nana, la comunidad internacional de expertos en edición genética convocó a una moratoria mundial, calificando a este tipo de experimentos como altamente irresponsables y riesgosos.[2] La universidad en la que trabajaba el científico decidió despedirlo al descubrir que su trabajo violó regulaciones en materia de edición genética para efectos reproductivos.
A pesar de esto, es imposible controlar el acceso a la tecnología de alteración genética, que es relativamente fácil de usar.
De acuerdo con la revista Science,[3] el crispr puede hacer ediciones no deseadas en el genoma, lo que teóricamente podría conducir a cánceres y otros problemas de salud. Además, un estudio reciente encontró que las ediciones genéticas realizadas en China podrían haber afectado la longevidad de los bebés, pues las personas que presentan este mismo cambio genético de manera natural tienen 21% más riesgo de morir antes de cumplir setenta y seis años que quienes no cuentan con esa característica.[4]
Sin embargo, hay quienes ven en crispr un potencial transformador sin límites en la medicina. Actualmente es usado de manera experimental en muchas aplicaciones terapéuticas que no tienen un efecto hereditario. Por ejemplo, en el tratamiento de enfermedades genéticas. Científicos han sido capaces de aislar y reparar ciertas células de un órgano dañado vía crispr, para después reintroducir las células sanas en dicho órgano con el fin de que se reproduzcan dentro del organismo. Incluso hay quienes usan crispr para estudiar el cultivo de órganos humanos dentro de otras especies animales como una forma de atender la gran demanda de trasplantes de órganos.[5]
No obstante, en Estados Unidos está prohibido usar fondos públicos para el desarrollo de órganos híbridos entre humanos y animales, por lo que los avances se han dado hasta ahora en laboratorios privados.
La edición genética también ha abierto la puerta a la exploración de la viabilidad biológica de embarazos entre personas del mismo sexo. Actualmente se ha logrado que parejas de ratones machos y parejas de hembras procreen. Cabe destacar que la tasa de supervivencia de los ratones engendrados por dos hembras es mayor que la de aquellos procreados por dos machos.[6]
Esta tecnología está despertando los peores miedos y deseos más grandes de muchos al ser algo que está sucediendo fuera de la ficción. La ética de estos desarrollos científicos no puede separarse de la economía política de un mundo en el que la ciencia también está sujeta a intereses de mercado y se ha visto involucrada una y otra vez en violaciones a los derechos humanos de poblaciones vulnerables que son utilizadas como conejillos de Indias en el avance del conocimiento; un mundo donde el acceso a la tecnología es cada vez más amplio y más difícil de regular, vigilar y controlar. EP
[1] http://www.chictr.org.cn/showprojen.aspx?proj=32758
[2] http://www8.nationalacademies.org/onpinews/newsitem.aspx?RecordID=12032015a
[3] https://www.sciencemag.org/news/2018/11/ethics-aside-does-crispr-baby-experiment-make-scientific-sense
[4] https://www.nature.com/articles/s41591-019-0459-6.epdf?referrer_access_token=oSvTBMOyGDF2yTdsyWW2GtRgN0jAjWel9jnR3ZoTv0Oj3tn20k72VWFe-jjXtNEJHlLKXYkKaqGD9skHjnGnvAIUZU8bNe1YTA1j0tiZ6j-msPhqn7kiuIwljgDnHtLZcPgu-UpfcDpTWmVcM49rE1u68SxO5wiKTXXNwfhSyHe2z30BK3mS_D8X_BxdlEF0v0gAzyXRAP3K0a9m66iEEg%3D%3D&tracking_referrer=www.nationalgeographic.com
[5] https://news.nationalgeographic.com/2018/02/sheep-human-hybrids-chimeras-crispr-organ-transplant-health-science/
[6] https://www.cell.com/cell-stem-cell/fulltext/S1934-5909(18)30441-7