¿Por qué vale la pena conservar los zoológicos? En este texto, Agustín B. Ávila Casanueva hace un análisis del papel que juegan estos lugares en la sociedad para el cuidado del medio ambiente.
Los zoológicos: un esfuerzo valioso que no va a ser suficiente
¿Por qué vale la pena conservar los zoológicos? En este texto, Agustín B. Ávila Casanueva hace un análisis del papel que juegan estos lugares en la sociedad para el cuidado del medio ambiente.
Texto de Agustín B. Ávila Casanueva 09/06/22
En las décadas de los años 50 y 60 del siglo pasado, el gobierno estadounidense implementó una de sus campañas ambientales más eficaces y exitosas. La campaña en sí, era terrible. Presionados por la industria ganadera, el gobierno de nuestro vecino del norte –y posteriormente también el nuestro– llevaron a cabo una campaña para erradicar al lobo gris mexicano. “Y lo consiguieron” dice la bióloga, etóloga, y veterinaria, Katia Olea Wagner en entrevista para Este País. Es decir, era casi imposible encontrar a un lobo gris en vida libre en México o Estados Unidos. “Por fortuna, había una familia muy grande de lobos en el zoológico de San Juan de Aragón”, continúa Olea Wagner, quien precisa que esa familia era muy fértil y se logró reproducir constantemente. Esto permitió que hubieran programas de reintroducción en ambos países: “todos los lobos grises mexicanos que hay en Estados Unidos y México se deben al zoológico de San Juan de Aragón”, comenta la bióloga y veterinaria. La población de lobos grises mexicanos en Estados Unidos se ha duplicado en los últimos cinco años, y en total hay alrededor de 186 lobos viviendo en vida libre, y cerca de 350 en programas de cuidado y reproducción.
Los zoológicos además de ser espacios de admiración y esparcimiento, también son lugares que fomentan vocaciones, que generan investigación y, como mencionamos anteriormente, permiten la conservación de los animales que albergan. “Mis papás nos llevaban a mi hermana y a mí desde los dos años al zoológico de Chapultepec” recuerda Olea Wagner, “y ambas nos dedicamos ahora a la biología”. Pero este caso no es aislado: “la mayoría del alumnado de biología en la Facultad de Ciencias, recuerda con entusiasmo algún campamento de verano en el zoológico” explica la entrevistada.
No solamente es ver a los animales, es poder olerlos y, en algunos casos, hasta tocarlos. También, siguiendo buenas prácticas científicas, medirlos y estudiarlos. “En los zoológicos se realiza mucho trabajo de investigación” comenta Olea Wagner quien actualmente participa en convenios con la UAM y el Instituto de Neurobiología de la UNAM para realizar, junto con sus estudiantes, distintas investigaciones con las poblaciones animales de los zoológicos mexicanos.
Pero tampoco tenemos que llegar tan lejos. Las visitas realizadas a los zoológicos, en cualquier rango de edad, parecen dejar una huella en las y los visitantes. En las últimas décadas, la mayoría de los zoológicos han cambiado las pequeñas y monótonas jaulas, por exhibiciones más amplias que no solamente benefician a la salud de los animales en cuestión, sino que fomentan que las y los visitantes pasen más tiempo admirando el entorno y discutiendo sobre él. Por ejemplo, entre 1992 y 1994 el proyecto “Rescate Ecológico del Zoológico de Chapultepec”, remodeló por completo el parque. Gracias a la visión de un grupo multidisciplinario, se abandonó la previa organización taxonómica del zoológico, para dar paso a una organización ecológica, de acuerdo a las zonas bioclimáticas. Con esta organización, fue más fácil recrear por zonas dentro del parque, la vegetación de cada uno de estos climas, generando a su vez en el o la visitante, un entendimiento ecológico de la distribución de las especies.
Estas pláticas, más si son guiadas por algún personal del zoológico, y aún mejor si son interactivas, fomentan una nueva apreciación por la vida silvestre y aportan nuevo conocimiento que las audiencias suelen retener de buena manera aún meses después de su visita al zoológico. También es probable que las personas que regresan a los zoológicos, es decir, que los visiten más de una vez, participen de manera activa en eventos relacionados con la conservación del medio ambiente; comparadas con las personas que no han visitado un zoológico o solamente lo visitaron una vez.
Todo esto apunta a que los zoológicos juegan un papel importante en la sociedad. Un ejemplo muy claro sucede en el parque zoológico San José Bocomtenelté, en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Este zoológico “alberga a todas las especies de la región” cuenta en entrevista para Este País la maestra en ciencias Milka Rueda Pérez, quien también está adscrita al Centro para la Conservación e Investigación de la Biodiversidad de Los Altos de Chiapas (Cecibach). La maestra continúa: “en el parque San José contamos con 16 hectáreas de bosque de pino y encino, y llevamos a cabo varios proyectos de conservación”.
Este zoológico, más pequeño que el ZooMAT que se encuentra en Tuxtla Gutiérrez, cuenta con doce especies de animales que se encuentran en la región, entre ellas están el tigrillo, ocelote, coyote, tejón, mapache, venado de cola blanca y el búho gran duque. “También contamos con dos especies endémicas, que se encuentran en peligro” aclara Rueda Pérez, refiriéndose al dragoncito de labios rojos y a la nauyaca de frío, animales que han sido afectados por la pérdida de hábitat, así como la trata de especies.
A primera vista, el dragoncito de labios rojos puede parecer peligroso y agresivo. “Pero no lo es, es tranquilo, no hace daño, ni siquiera es venenoso” explica Rueda Pérez, “tenemos un programa dirigido a las infancias llamado ‘Toca y conócelo’, donde justamente les enseñamos a manipular sin problema a los dragoncitos”. Estas niñas y niños que acuden al zoológico, pasan la información a sus padres y a los miembros de sus familias y sus hogares —donde llegan a esconderse los dragoncitos—, procurando su cuidado y promoviendo su conservación. El parque San José Bocomtenelté también ha desarrollado con éxito la reproducción en cautiverio tanto del dragoncito como de la nauyaca de frío, ayudando a recuperar las poblaciones silvestres de la región.
El zoológico de San José también sirve como refugio, pues “suelen llegar animales enfermos o lastimados. Incluso boas o serpientes que se meten en los camiones de refresqueras o cerveceras” narra Rueda Pérez, “nosotros los cuidamos en el zoológico, siempre con la intención de reintroducirlos a la vida silvestre, mediante el apoyo de PROFEPA (Procuraduría Federal de Protección al Ambiente)”.
Pero no son solamente los animales lo que le preocupa a Milka Rueda y el resto de su equipo de trabajo: “también se ha dejado de transmitir el conocimiento ancestral”, comenta. Es por ello que, junto con la Secretaría del Medio Ambiente y el Herbario de Tuxtla Gutiérrez, se han preocupado por recopilar información sobre las plantas medicinales de la región, así como un catálogo de las mismas. También se ofrecen talleres para que los habitantes de la región, basándose en este conocimiento, puedan elaborar jabones o pomadas listos para su venta.
El entendimiento de las tradiciones de la región también es un elemento clave para la conservación de las especies. “Acá en San Cristóbal tenemos la tradición del Niño Florero” explica Rueda Pérez, una tradición que implica hacer una peregrinación por las montañas, recolectando las flores de niluyarilo y nulirosa, un par de bromelias que viven en las ramas de los árboles. Estas plantas suelen ser un lugar de descanso y fuente de agua para los dragoncitos de labios rojos. “Al recolectar las plantas, muchos dragoncitos caen al suelo” describe Rueda Pérez, “y la gente, al pensar que son peligrosos, suelen matarlos”. Es por eso que los programas de concientización dentro de las comunidades que rodean al zoológico son tan necesarios.
El parque de San José Bocomtenelté es sin duda un gran ejemplo de cuidado y conservación, pero ¿lo son todos los zoológicos? “Son como las universidades”, explica Olea Wagner, “ya sean públicas o privadas, puedes encontrar algunas excelentes y otras no tanto”. La bióloga nos recuerda que la presencia de animales lastimados o enfermos en un zoológico no necesariamente es el resultado del cuidado que han tenido en esas instalaciones: “se pueden llenar zoológicos enteros con puros decomisos de la PROFEPA”. Algunos de estos animales ya no podrían sobrevivir en vida libre, sin embargo, dentro de estos parques, reciben cuidado y una buena alimentación.
Por más bueno y comprometido que sea un zoológico, no puede existir sin los ambientes naturales que está representando. “Necesitamos contar con un hábitat” sentencia Olea Wagner, “no puede haber reintroducción si no hay un lugar a dónde reintroducir las especies”. Tampoco las investigaciones y los conocimientos que se generan dentro de los zoológicos servirán de mucho si las poblaciones animales dejan de existir en vida libre. Los zoológicos son una herramienta más en contra de la pérdida de especies y áreas protegidas. No podemos permitir que los últimos reductos de algunos ecosistemas solamente existan dentro de estos parques. EP
Referencias
Godinez AM and Fernandez EJ. What Is the Zoo Experience? How Zoos Impact a Visitor’s Behaviors, Perceptions, and Conservation Efforts. Front. Psychol. (2019) 10:1746. doi: 10.3389/fpsyg.2019.01746
Gareth Davey. Relationships between exhibit naturalism, animal visibility and visitor interest in a Chinese Zoo. Applied Animal Behaviour Science. Volume 96, Issues 1–2, 2006, https://doi.org/10.1016/j.applanim.2005.04.018
Moss, A., Jensen, E. and Gusset, M. (2017), Probing the Link between Biodiversity-Related Knowledge and Self-Reported Proconservation Behavior in a Global Survey of Zoo Visitors. CONSERVATION LETTERS, 10: 33-40. https://doi.org/10.1111/conl.12233
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