La construcción del Periférico en Xochimilco generó una perturbación al humedal. ¿Qué tan grande será la perturbación generada por la supervía que el gobierno de la CDMX construye, ahora, sobre él?
El humedal de Xochimilco: “hablar de chinampas es hablar del futuro”
La construcción del Periférico en Xochimilco generó una perturbación al humedal. ¿Qué tan grande será la perturbación generada por la supervía que el gobierno de la CDMX construye, ahora, sobre él?
Texto de Agustín B. Ávila Casanueva 14/10/20
El 23 de enero de 1967 comenzó la construcción de la Pista de Remo y Canotaje “Virgilio Uribe” en la zona lacustre de Xochimilco, un canal artificial que corre de manera paralela al Canal Nacional. Thomas Keller, titular de la Federación Internacional de Remo, lo bautizó como “el canal del milagro”, por la sorpresiva rapidez con que la pista fue construida, ya que, para julio del siguiente año, estaba lista para los Juegos Olímpicos de 1968. Para que las y los atletas pudieran llegar desde la Villa Olímpica hasta Cuemanco en Xochimilco, se tuvo que hacer una ampliación del Anillo Periférico. Esta ampliación también fue utilizada para el proyecto de Mathias Goeritz, “La ruta de la amistad”: el corredor escultórico más grande del mundo, relacionado con esas mismas olimpiadas. En los 17 km de trayecto entre Cuemanco y la glorieta de San Jerónimo, se colocarían, a sendos lados del Periférico, diecinueve esculturas monumentales realizadas por artistas mexicanos y extranjeros. Las esculturas estaban dispuestas de manera que, si se transitaba a 70 km por hora, se podría apreciar una escultura cada minuto y medio. Este era el ominoso inicio de la urbanización de Xochimilco: un canal artificial al lado de uno ya existente, una supervía de diez carriles, y una oferta cultural pensada para disfrutarse desde el coche.
El Periférico no se parece tanto al Periférico cuando entra a Xochimilco. Sus carriles no son contiguos: hay, entre los carriles centrales y laterales, grandes camellones que ceden espacio al humedal, y que dejan pasar el agua por debajo. “En realidad, es un solo cuerpo de agua, hay una continuidad del humedal”, me explica el Dr. Miguel Rivas Bejarano del Laboratorio de Restauración Ecológica del Instituto de Biología de la UNAM, “sin embargo, sí hay una fragmentación. El Periférico divide al humedal, dejando la Ciénega Grande al norte y el resto de los canales al sur”. Desde que se planeó la construcción del Periférico en esa zona, se sabía que se iba a generar una perturbación al humedal. Se aceptó la perturbación, pero se intentó mitigar. En el caso de los ecosistemas, ¿qué tanto es tantito? ¿Se puede predecir lo que sucederá en algunas décadas? ¿Qué tan grande será la perturbación generada por la supervía que el gobierno de la CDMX está construyendo sobre el humedal?
“Los ecosistemas son sistemas complejos”, me dice Miguel, “es decir, los ecosistemas, como todos los sistemas complejos, no siguen la lógica a la que estamos acostumbrados”. Muchas ramas de las ciencias se basan en un pensamiento lineal: si sumo a con b obtengo c. Este tipo de pensamiento es muy útil en muchas situaciones, y logra tener un poder predictivo muy alto. Se pueden construir oraciones como: “manejar un coche con las llantas infladas a una presión menor a la ideal, puede reducir el rendimiento del combustible hasta en un 3%”. Pero esta no es la manera en la que debemos pensar si queremos hablar de ecosistemas. No sólo porque el ejemplo es de coches, sino porque los ecosistemas son sistemas complejos, y deben de analizarse bajo un pensamiento sistémico, y no uno lineal.
Fotografías cortesia de Felipe Barrera
En un sistema complejo hay muchos actores o variables. Por ejemplo, deben considerarse cada uno de los seres vivos presentes en el humedal de Xochimilco —incluyendo a las personas—, más las condiciones físico químicas del aire y el agua, el clima, las fiestas patronales de la región, y un etcétera que parece aproximarse al infinito. Y el problema no sólo reside en sumar cada una de estas variables, sino que, cuando interactúan entre ellas, suelen surgir propiedades del sistema que son más que las sumas de las partes. Este tipo de propiedades son llamadas propiedades emergentes y una de ellas es la resiliencia.
La resiliencia es la capacidad que tienen los sistemas complejos para volver a su función original después de sufrir una perturbación y es distinta a la resistencia. Luis Zambrano, también investigador del Laboratorio de Restauración Ecológica, explica la diferencia entre estos dos conceptos en su libro Planeta (in)sostenible, haciendo referencia a la diferencia entre una cuerda y una liga. Si tomamos tanto la liga como la cuerda por sus extremos, podemos notar que, al jalarlas —es decir, perturbarlas—, es mucho más sencillo deformar la liga que la cuerda. Así, la cuerda se muestra más resistente que la liga. Pero una vez que se deforman, es más fácil para la liga regresar a su forma original. La liga es, entonces, más resiliente a la perturbación que implicó jalarla. En el caso del humedal, el que mantenga su resiliencia significa que mantiene su capacidad de regresar a un estado óptimo en el que siga funcionando como humedal, con las especies e interacciones que lo caracterizan. Cuando la liga se rompa —cuando perturbemos a Xochimilco más allá de lo que su resiliencia permite—, el sistema complejo cambiará de estado, lo que significa que ya no será un humedal, sino otro tipo de ecosistema, con otras funciones y otras especies.
Entonces, volvamos a nuestra pregunta: en el caso de los ecosistemas, ¿qué tanto es tantito? Hasta qué punto podemos estirar el humedal antes de que se rompa. No lo podemos saber con exactitud. De nuevo, no podemos pensar en los ecosistemas de manera lineal, necesitamos pensar en ellos como sistemas que son difíciles de predecir. Es como intentar predecir el clima exacto dentro de dos o tres años. No sabemos en realidad todos los detalles de las consecuencias de construir una supervía elevada como la que propone el gobierno de la CDMX, que ocupará al menos tres hectáreas del humedal.
Pero sí sabemos cuáles son los servicios que nos brinda Xochimilco como humedal y que podrían desaparecer en cuanto estiremos la liga de más. Este humedal regula las inundaciones de la zona durante la inclemente temporada de lluvias, absorbe mucho mejor el calor que el asfalto de las calles y supervías —de desaparecer se calcula un incremento de 2 °C en la temperatura de la CDMX—, sus manantiales siguen proveyendo de agua a muchas zonas de la ciudad, y es un enorme reservorio de biodiversidad —la CDMX es una de las ciudades con mayor biodiversidad del mundo, dentro de sus límites se pueden encontrar hasta el 2% del total de especies de la Tierra—. Este último punto también pone a Xochimilco dentro de un contexto internacional, ya que la mayoría de estas aves pasa por Estados Unidos y Canadá, y necesitan el humedal como zona de descanso e incluso como zona de anidamiento. Romper la liga del humedal también tendrá consecuencias en otras partes del mundo.
La llegada del Periférico, la pista de remo y canotaje, el entubamiento de los manantiales, el surtir a Xochimilco con aguas tratadas, construir el puente vehicular Cuemanco, han sido decisiones e intentos de soluciones que se han impuesto sobre Xochimilco desde un pensamiento ajeno y lineal. Tengo el problema A, lo resuelvo con B + C. Hay tráfico en la zona oriente de la ciudad, lo resuelvo con una supervía en un punto estratégico. Sin mayor consideración. Pero Xochimilco es un sistema complejo, tanto ecológica como socialmente. Tal vez una mejor solución involucre pensar de manera no lineal, y dejar que las propuestas a los problemas que enfrenta Xochimilco salgan desde quienes habitan ahí.
A finales del 2016 se formó el Laboratorio de Transformación en Xochimilco (o T-Lab por sus siglas en inglés), un proyecto que buscó “explorar cómo se entiende el sistema socio-ecológico de Xochimilco, cómo se piensa su relación con dicho sistema, cuáles son sus problemas más apremiantes, y qué vías o caminos pudieran fomentar cambios más profundos hacia su sostenibilidad” me explica una de sus organizadoras, la candidata a doctora en Ciencias Lakshmi Charli-Joseph, del Laboratorio Nacional de Ciencias de la Sostenibilidad (LANCIS) del Instituto de Ecología de la UNAM. Durante casi tres años, los diálogos y exploraciones fueron llevados a cabo por un grupo pequeño de “chinamperos, una persona con conocimiento y experiencia sobre los asentamientos urbanos —regulares e irregulares—, vecinos de la zona, un artista-activista, personas que dirigen ONGs, funcionarios del gobierno y académicos” narra Lakshmi.
Fotografías cortesía de Gerardo Aguilar Anzures
El tema de la sustentabilidad en Xochimilco no solamente es complejo, sino también perverso; es decir, cada quien entiende cada problemática de distinta manera. “Siempre hay un debate al respecto”, me cuenta Lakshmi, “y algunas propuestas de solución podrían incluso agravar las condiciones del sistema socio-ecológico”. No hay una sola persona que logre entender Xochimilco en su totalidad, por eso el diálogo y la reflexividad constantes son inherentes para buscar soluciones más plurales. “Lo que un proyecto así les aportó a los participantes fueron formas de mirar el mismo sistema de manera diferente, cierto grado de empoderamiento al identificar y mapear sus redes de colaboradores, y entender de manera más profunda las capacidades con las que cuentan, así como el haber conocido otras personas que, aunque buscan la sostenibilidad de la zona, tienen perspectivas que son muy diferentes, pero igualmente válidas y necesarias para lograr trabajar en equipo o red”, concluye Lakshmi.
La propuesta de trabajo del proyecto T-Lab busca también crear definiciones propias ¿Qué significa la sustentabilidad para Xochimilco? ¿Qué significa progreso para Xochimilco? ¿Qué significa transformar a Xochimilco? Las respuestas no solamente deben de provenir de la comunidad socio-ecológica en su más amplio sentido, sino deben de replantearse y hasta cuestionarse constantemente.
Tal vez para la comunidad de Xochimilco, el futuro no implique una supervía. “Para mí, hablar de chinampas es hablar del futuro”, me dice Felipe Barrera, miembro de la Escuela Chinampera de Xochimilco. “Un chinampero es un experto de su entorno”, me explica Felipe, “alguien que sabe sembrar, identificar plantas, aves, alguien que sabe de apicultura”. La Escuela Chinampera busca continuar estas tradiciones y pasar los conocimientos que se han obtenido a través de dos mil años de convivencia con el humedal. Cada vez hay menos chinamperos, pero Felipe se mantiene optimista: “Estamos realizando una labor muy esperanzadora […] el sistema de chinampas es muy vigente, está presente, y es muy pertinente”.
Siento que la pandemia generada por el COVID-19 es una pequeña ventana al futuro. Nos muestra problemas que serán cada vez más comunes: falta de alimento —que se mostró desde una incapacidad para transportarlo—, necesidad de espacios al aire libre y mejores opciones de transporte. Justamente Xochimilco se muestra como un rayo de esperanza ante estos problemas. “Ha habido una mayor demanda del consumo local”, me dice Felipe sobre un aumento en las ventas de los chinamperos durante esta pandemia. El humedal es una propuesta de independencia alimentaria para esta megaciudad. Xochimilco también es un espacio de medio ambiente, bien aireado, donde se puede pasear al aire libre como escape del encierro impuesto por la pandemia. El mismo gobierno de la CDMX ha empezado a darle prioridad a las ciclovías, abriendo carriles exclusivos para bicicletas en Insurgentes. ¿No mejoraría el tráfico una ciclovía en el oriente de la ciudad? Ya lo dijo Felipe: Xochimilco es muy vigente, está presente, y es pertinente.
Para que todo lo anterior funcione, es necesario que siga existiendo el humedal. Necesitamos dejar de generar perturbaciones y decir que sólo será tantito, que seguirá aguantando. Es mejor buscar cómo podemos relajar la liga del humedal mientras aún pueda recuperar su forma y función. Xochimilco puede mejorar el presente y el futuro de la ciudad completa. Si mejoramos el presente y el futuro inmediato de la movilidad en auto —ahora ni siquiera adornada con una propuesta artística— todos perdemos. Carl Folke, el director científico del Centro de Resiliencia de Estocolmo, dice que “no existen personas que no dependan de que su ecosistema tenga un buen funcionamiento”. Es momento de escuchar, por primera vez, qué tiene que decir Xochimilco sobre sí mismo, y entender, desde el diálogo, su complejidad. EP
Referencias:
Zambrano, L., Planeta (in)sostenible, Turner, Noema, 2019
Folke, C., & Gunderson, L., Reconnecting to the Biosphere: a Social-Ecological Renaissance. Ecology and Society, 17(4), doi:10.5751/es-05517-170455, 2012.
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