¿Quién fue Tim Means, pionero del ecoturismo en México?
Exclusivo en línea: Tim Means (1944 -2019) o el arte de la elocuencia con pocas palabras
¿Quién fue Tim Means, pionero del ecoturismo en México?
Texto de Andrea Sáenz-Arroyo 02/10/19
El pasado 13 de Agosto del 2019 Tim Means dejó su cuerpo. Su espiritu, sin embargo, quedó esparcido por toda Baja California.
Hay algo que lleva años dando vuelta en el debate sobre el desarrollo pero no logra cristalizarse como modelo alternativo: crecer económicamente con el modelo de los grandes malls de Estados Unidos no necesariamente trae bienestar. Mientras replicamos el modelo “convencional de desarrollo”, por así llamarlo, erradicamos culturas donde seguramente se esconden formas menos bruscas de relacionarnos con la Tierra. Encontrar un modelo de desarrollo que no elimine la diversidad natural y la diversidad de saberes en la tierra es, de hecho, el paradigma del siglo XXI, pero Tim Means lo sabía desde la década de 1960.
Tim llegó a Baja California Sur a mediados de la década de 1970 y creó un modelo de negocios para el turismo que debiera ser faro de cualquier proyecto que se intente crear para el medio rural: un turismo capaz de conservar la riqueza biocultural. Se dice fácil, pero ahora que estamos en el debate sobre la pertinencia o no del Tren Maya, el cómo se ha convertido en la pregunta del millón. Se ve a nuestro Secretario de Medio Ambiente diligente y nervioso, tratando de guiar al presidente hacia un lugar lejos del abismo. Al lugar donde usted vaya y el turismo masivo se haya infiltrado como la humedad lo que menos queda vivo es precisamente la riqueza biocultural. En su lugar quedan toneladas de basura, crimen, cuentas de banco más gordas y cuerpos de agua contaminados.
En el modelo de turismo de Tim Means, que después se replicó por toda Baja California, los pescadores siguieron siendo pescadores, los rancheros, rancheros y los pueblos permanecieron intactos, casi todos dentro del polígono de un área protegida. La gente compartía con el turista su forma de vida y juntos exploraban los enormes misterios que aún guarda la naturaleza. Los visitantes, casi todos, se llevaban en el corazón un mensaje que a muchos transformaba para el resto de su vida: se necesita muy poco para ser feliz y mucho de lo que se necesita no se compra.
No sé qué me arrastró a la vida de Tim o que lo arrastró a él a la mía, pero un día se convirtió en mi referente de todo lo que valía la pena hacer en la Península de Baja California; desde mirar todos los días el atardecer con una paleta de grosella, escuchar la exhalación de una ballena hasta comprender la complejidad de los océanos a través de las historias que nos compartían los pescadores. Dormíamos en catres de manta mirando el cielo cubierto de estrellas. Al amanecer ya estábamos en la panga otra vez, con Tim al timón, que suspiraba y me gritaba en inglés “¡Otro día de mierda en el Paraíso!”, y se reía con todo y los ojos de su broma.
Con muy pocas palabras y una vida muy bien vivida, Tim nos dejó una mirada muy distinta de lo que significa bienestar y que contrasta con el modelo convencional de desarrollo. Fue un visionario. Su mirada, sin duda, será parte de una nueva definición de progreso al que llegaremos tarde o temprano. Temprano, ojalá, para seguir disfrutando la belleza que compartimos con el resto de la vida. EP
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