Andrea J. Arratibel reflexiona en torno a cómo la crisis climática y los problemas ecológicos generados por la humanidad tienen implicaciones directas en la salud.
Plana verde | Los lazos entre la salud ambiental y la humana son indisolubles
Andrea J. Arratibel reflexiona en torno a cómo la crisis climática y los problemas ecológicos generados por la humanidad tienen implicaciones directas en la salud.
Texto de Andrea J. Arratibel 13/04/23
La transformación de los ecosistemas tiene un papel clave en las enfermedades infecciosas: alteran la abundancia, prevalencia, distribución espacial y ciclo vital de los parásitos, así como la virulencia y extensión de enfermedades infecciosas y las respuestas inmunológicas de las especies a las que atacan. También influye en las dinámicas que adquieren los vectores, como los mosquitos o las garrapatas.
Tanto la aparición de zoonosis nuevas como el resurgimiento de algunas que creíamos olvidadas, acaparadoras de las primeras noticias de los periódicos en los últimos años, tienen una relación directa con la crisis climática y los múltiples problemas ecológicos que hemos generado: el crecimiento exponencial de las poblaciones humanas, la intensificación de sus actividades y la forma irresponsable en la que utilizamos los recursos, los sistemas de producción intensivos, la destrucción de los hábitats, la pérdida de biodiversidad de la mano de la deforestación y los cambios de suelo…
Esta guerra contra la naturaleza se ha vuelto una amenaza inminente para el desarrollo de infecciones; los humanos nos volvemos cada vez más vulnerables al ataque de agentes nocivos, algunos viejos conocidos, otros que llegan por sorpresa, como el que sacudió nuestras vidas en 2020. Tras encontrar ADN de perros mapache en muestras de coronavirus SARS-CoV-2, las últimas pesquisas de los científicos que rastrean su origen apuntan a que el virus habría saltado desde estos animales a los humanos en un mercado chino de Huanan, Wuhan. Ahí se vendía una infinita variedad de animales de forma ilegal y sin mínimas medidas de higiene: la probable génesis de una crisis mundial.
Sin poder recuperarnos de la hecatombe sanitaria, social y económica en la que desembocó la pandemia, el año pasado llegó la viruela del mono cual déjà vú. No se trataba de una infección nueva, el agente responsable había sido aislado hace más de medio siglo por el virólogo Preben von Magnus, en un laboratorio danés. El primer caso de la infección en humanos se detectó en 1970: un bebé de apenas nueve meses en una remota aldea en Zaire —hoy República del Congo— donde todavía se perpetúan recovecos olvidados donde niños desnutridos son atacados por esta enfermedad vírica; recovecos a donde la vigilancia, los recursos y la atención nunca llegan.
Lo novedoso de la viruela del mono, y lo preocupante para los epidemiólogos, fue que, debido al repentino cambio de comportamiento del patógeno, la enfermedad comenzó a expandirse a nivel comunitario en ciertos lugares del mundo, pasando de persona a persona. En febrero de 2022, un poco antes de que el primer brote de la infección saltara de continente, un estudio científico había advertido de esta posibilidad. El trabajo responsabilizaba al contacto con la fauna silvestre y la invasión de hábitats de animales exóticos como posible factor, entre otros, del aumento de brotes de la zoonosis y de su cambio de rumbo geográfico.
Además de nuestras acciones directas sobre los ecosistemas, el calentamiento global —con sus cambios bruscos de temperaturas, sus frentes fríos, sus olas de calor y sequías— provocan migraciones en la fauna que pueden resultar fatales al cambiar el patrón de distribución y la explosión de algunas enfermedades. Este es el caso del dengue, uno de los problemas de salud pública más graves que enfrenta América Latina. Algunos expertos han observado un comportamiento muy peligroso que están tomando sus transmisores. En teoría, los mosquitos que lo difunden no proliferan a más de 2000 metros sobre el nivel del mar, pero en México lo están logrando… Los vectores se están adaptando a regiones que hasta ahora no habían conquistado en el país, lo cual pronostica para la próxima década un aumento del impacto del virus. Algunas voces advierten que muy pronto 20 millones de personas en la capital estarán expuestas a brotes de dengue causados por mosquitos que sobrevivan en altitudes más altas…
Mientras los sistemas de vigilancia y detección de patógenos se vuelven cada vez más robustos, los factores sociales y la responsabilidad de nuestras acciones toman también mayor relevancia en el origen y la expansión de las infecciones —lo estamos observando en la actualidad con la gripe aviar, la última enfermedad que amenaza con previsibles episodios pandémicos—.
Las zoonosis siempre nos acompañaron, pero los efectos de la globalización y la actividad humana irresponsable están favoreciendo su ritmo. Cuando alteramos los paisajes del planeta provocamos que los patógenos escapen de sus huéspedes naturales para encontrar otros. Y esos podemos ser nosotros.
Un aviso que la madre naturaleza, a la que cada vez más se le va desestabilizando su equilibrio y acabando la paciencia, lleva tiempo voceándonos: los lazos entre la salud ambiental y la humana son indisolubles. EP
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