Mujeres y niñas ante la escasez hídrica: un problema con perspectiva de género

En este texto, Alejandra Atzín Ramírez H. reflexiona sobre cómo las mujeres, jóvenes y niñas se encuentran en una situación de suma vulnerabilidad ante la escasez hídrica y la gestión del agua.

Texto de 22/08/23

Mujeres y agua

En este texto, Alejandra Atzín Ramírez H. reflexiona sobre cómo las mujeres, jóvenes y niñas se encuentran en una situación de suma vulnerabilidad ante la escasez hídrica y la gestión del agua.

Tiempo de lectura: 7 minutos

En tendencia con los grandes cambios globales de nuestro tiempo, México enfrenta un panorama de escasez hídrica, pues más de la mitad del territorio se encuentra en situación de escasez grave a severa. No sólo las alertas por sequías son cada vez más comunes tanto en ciudades como en entornos rurales, sino que también se tienen registros de que en nuestro país 12 millones de personas carecen de acceso a agua potable, 102 de los 653 acuíferos de la nación se encuentran sobreexplotados, 46% del agua disponible se pierde por fugas en las redes de abastecimiento y el 80% de los cuerpos de agua presenta algún tipo de contaminación por descargas industriales. La situación es tal que, este año, ocho estados del país incluso presentaron sequía de moderada a extrema: Aguascalientes, Coahuila, Colima, Durango, Nayarit, Nuevo León, Sinaloa y Zacatecas.

“[…] en nuestro país 12 millones de personas carecen de acceso a agua potable, 102 de los 653 acuíferos de la nación se encuentran sobreexplotados, 46% del agua disponible se pierde por fugas en las redes de abastecimiento y el 80% de los cuerpos de agua presenta algún tipo de contaminación por descargas industriales”.

Sin duda, la escasez de agua tiene un impacto negativo a muy diferentes escalas, pues afecta la agricultura, la ganadería y la industria, pero también los hogares, las escuelas y las dinámicas sociales y cotidianas. Por ello, en este texto me propongo explorar las relaciones diferenciadas entre hombres y mujeres ante la escasez hídrica en nuestro contexto nacional.

Las mujeres ante la escasez hídrica

La relación entre género y medio ambiente ha tenido poca visibilidad en la agenda pública, a pesar de que las mujeres, jóvenes y niñas representan más de la mitad de la población en nuestro país y son altamente afectadas por múltiples variables e intersecciones. De ahí que no resulte sorprendente que estas se encuentran en un mayor grado de vulnerabilidad ante fenómenos como el cambio climático y la escasez hídrica. En otras palabras, es importante visibilizar que mujeres y hombres tenemos una relación diferenciada con el agua, le damos usos distintos, enfrentamos problemas específicos y tenemos acceso asimétrico a ella y a la toma de decisiones sobre su gestión.

Por ejemplo, según datos de la ONU, en el 80% de los hogares que sufren escasez de agua, las mujeres y las niñas son las responsables del abastecimiento y recolección de la misma. Las labores de acarreo, llenado de tinacos, hervor, filtración, así como diversas labores de gestión con autoridades de gobierno o con distribuidores privados de este líquido vital mediante pipas, por lo regular recaen en niñas, jóvenes y mujeres; este hecho implica una ampliación de su jornada de trabajo, que sumado a sus actividades domésticas y otras tareas de cuidado puede ascender a hasta 30 horas a la semana. Obviamente, este incremento de tiempo en conseguir agua disminuye el tiempo que pueden destinar a otras actividades, por ejemplo, las culturales, deportivas, recreativas, educativas, etc.

En el contexto rural la situación se agudiza ya que, cuando el agua escasea, las mujeres y las niñas de estas regiones tienen que recorrer largas distancias para su recolección. Según datos consultados en el INEGI, en zonas rurales el 38.4% de los hogares tiene acceso a agua para consumo solo a través de instalaciones fuera del hogar (aunque dentro de sus propiedades), mientras que 12.4% la obtienen de pozos, lagos, ríos o arroyos. En los largos trayectos para su recolección, las niñas, jóvenes y mujeres se enfrentan a múltiples desafíos, desde el esfuerzo físico al recorrer largas distancias (generalmente caminando) y cargar aproximadamente 20 litros de agua por viaje, hasta la sobreexposición a problemas de acoso y violencia durante dicho trayecto. Por si esto fuera poco, aquellas que viven en zonas de conflicto armado son mucho más afectadas al enfrentarse a la falta de seguridad en el territorio.

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Menstruación y falta de agua

Ya es un lugar común afirmar que la falta de agua o su mala calidad repercute directamente en temas de higiene y salud. Se ha documentado su impacto en la transmisión de enfermedades gastrointestinales como cólera, diarrea, disentería, hepatitis, tifoidea, poliomielitis e incluso chikungunya y dengue. Sin embargo, no se ha discutido lo suficiente acerca de la intersección entre la falta de agua, la menstruación y la perspectiva de género.

La salud menstrual no es solo un problema de salud, sino también de derechos humanos y dignidad. La falta de acceso a un retrete y artículos para el lavado de manos afecta directamente a niñas y jóvenes que dejan de acudir a sus centros de estudio debido a que estos no cuentan con condiciones sanitarias básicas durante su periodo menstrual. La falta de acceso de las niñas y mujeres a un inodoro limpio y seguro perpetúa desigualdades estructurales, riesgos a la salud como infecciones en vías urinarias o vaginales, y contribuye a fomentar estereotipos de género. Cuando no hay agua en las escuelas, las consecuencias y repercusiones para las mujeres y jóvenes son muy graves, desde faltar a clases hasta abandonar por completo los estudios al no haber ningún lugar donde mantenerse limpias y seguras. Esto tiene un impacto a largo plazo en la salud de la mujer, su nivel de educación, su acceso a empleos de calidad, así como en sus medios de vida y seguridad. Si consideramos que una persona menstruante tiene su periodo cada 28 días por 5 días, en promedio son 60 días al año en los que, ante la carencia de agua, no cuenta con condiciones dignas para su desarrollo físico, psicológico y social.

Se estima que actualmente, en nuestro país, el 15% de escuelas de educación básica no tienen acceso al agua y, según UNICEF-México, solo el 62% de los planteles educativos disponen de agua todos los días de la semana de forma regular. En localidades como Ecatepec o Iztapalapa la situación es tan grave que se solicita a las niñas y los niños que lleven su propia agua a la escuela en recipientes como botellas e incluso cubetas para poder “echar agua al baño”. Cuando hablamos de escasez hídrica en escuelas no solo hablamos de cifras, sino de historias y realidades que profundizan las brechas de desigualdad en espacios que históricamente han sido rezagados.

Según la Encuesta Nacional sobre Gestión Menstrual realizada en 2022, en México el 20% de las encuestadas que estudiaban o trabajaban no contaban con la infraestructura necesaria para la gestión menstrual en sus escuelas, oficinas y hogares; dicho de otro modo, un alto porcentaje de niñas, jóvenes y mujeres no tienen acceso pleno a derechos como al agua y a la salud menstrual. Además, vale la pena mencionar que, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la tasa de asistencia neta urbana y de matriculación escolar presentan una correlación positiva: al aumentar la cobertura de agua segura, la paridad de género aumenta.

La intersección entre escasez hídrica y menstruación se agudiza entre mujeres privadas de su libertad que no cuentan con acceso a agua y en algunos casos tampoco a artículos de higiene menstrual. En este sentido, la falta de agua en ciertas poblaciones no solo incrementa las brechas de desigualdad, sino que vulnera los derechos humanos.

Gobernanza y participación

También es necesario visibilizar la perspectiva de género y su relación con el agua en temas de participación y gobernanza. Por ejemplo, en el campo laboral, menos del 20% de las personas que trabajan en instituciones del sector hídrico en el mundo son mujeres y estas ocupan menos del 20% de los puestos directivos y de toma de decisiones. La falta de una visión de género en las instituciones se ve reflejada en el diseño y las perspectivas desde las que se desarrollan los lineamientos y proyectos para la gestión integral del agua.

En temas de territorio y tenencia de tierras el panorama tiene la misma tendencia ya que, de cada 10 personas con derechos sobre la tierra ejidal, menos de 3 son mujeres. Esto representa que tan solo en el 26% del país las mujeres tienen derechos sobre la tierra y, por ende, acceso a toma de decisiones sobre la gestión del territorio y participación activa en asambleas, comités de cuenca, comités de riego, etc. 

Retos y perspectivas

Para elaborar estrategias y políticas públicas que atiendan el vínculo entre género y agua es necesario contar con datos actualizados y confiables, así como con información acerca del tema. Además, es imperante que el personal sea sensible a esta problemática, y que las personas cuenten con conocimientos técnicos para entender que la perspectiva de género atraviesa todas las dimensiones de la gestión hídrica, desde la conformación de comités de cuenca en las comunidades hasta la elaboración de la ley general de aguas. 

“A pesar de que la relación entre género y agua es muy clara, aún no existen políticas públicas articuladas ni iniciativas sólidas del Estado que apunten a generar estrategias para mitigar esta situación”.

Las mujeres, jóvenes y niñas son uno de los sectores más vulnerables ante la escasez hídrica y de los que menos tiene acceso a la toma de decisiones con respecto a su gestión. A pesar de que la relación entre género y agua es muy clara, aún no existen políticas públicas articuladas ni iniciativas sólidas del Estado que apunten a generar estrategias para mitigar esta situación. La falta de datos y cifras no permite dimensionar las inequidades en términos de edad, vulnerabilidad, sexo, tipo de localidad, entre otros. En un contexto de crisis socioambiental es indispensable reconocer que esta tiene efectos diferenciados entre la población; por ello, el diseño de políticas públicas en materia de gestión hídrica requiere de análisis económicos, ambientales y sociales con perspectiva de género. Es necesario comprender los roles de género y visibilizar la economía del cuidado para así planificar intervenciones y políticas sobre el agua en todas sus dimensiones, y es clave reconocer factores como la inversión de tiempo de las mujeres para el abastecimiento del agua en los hogares y las escuelas, la seguridad en sus recorridos, el acceso a la educación, la menstruación digna y la economía del cuidado. EP

Bibliografía
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  • Medina-Rivas, C. M., Rodríguez-Tapia, L., Morales-Novelo, J. A., & Revollo-Fernández, D. A. (2022). Spatial inequality of domestic water consumption in Mexico city. Water Resources and Economics, 40, 100210.
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  • Romero Navarrete, L., & Olvera Molina, M. (2019). Control del agua bajo el modelo de gestión por cuencas hidrológicas en México. Iztapalapa. Revista de ciencias sociales y humanidades, 40(86), 125-158.
  • Saravia Matus, S., Gil Sevilla, M., Sarmanto, N., Blanco, E., Llavona, A., & Naranjo, L. (2022). Brechas, desafíos y oportunidades en materia de agua y género en América Latina y el Caribe.
  • UNICEF México (2022). UNICEF, Essity y Menstruación Digna México presentan resultados de la “Primera Encuesta Nacional de Gestión Menstrual”. UNICEF México https://www.unicef.org/mexico/comunicados-prensa/unicef-essity-y-menstrua ci%C3%B3n-digna-m%C3%A9xico-presentan-resultados-de-la-primera  
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