Las ciudades y sus ríos

Las dos terceras partes del país están marcadas como áreas de gran estrés hídrico y riesgo de inundación. Nuestros ríos y lagos demandan un cuidado regulado, con miras a la salvación de graves consecuencias que pueden ocurrir si lo ignoramos. Daniela Frogheri y Lorenzo Rosenzweig describen por qué es necesario realizar un manejo integrado de las cuencas, sub cuencas y corredores riparios que anidan las ciudades.

Texto de & 22/07/21

Las dos terceras partes del país están marcadas como áreas de gran estrés hídrico y riesgo de inundación. Nuestros ríos y lagos demandan un cuidado regulado, con miras a la salvación de graves consecuencias que pueden ocurrir si lo ignoramos. Daniela Frogheri y Lorenzo Rosenzweig describen por qué es necesario realizar un manejo integrado de las cuencas, sub cuencas y corredores riparios que anidan las ciudades.

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La pandemia de  COVID-19 ha reescrito las reglas de convivencia y uso de espacios públicos. Ha redefinido nuestra relación con la naturaleza y ha impuesto una nueva normalidad difícil de imaginar hace año y medio. En esta nueva era, la infraestructura verde, las soluciones basadas en ecosistemas, los espacios públicos, las áreas recreativas al aire libre, y en su conjunto, el nuevo contrato que debemos asumir con respecto a nuestras relaciones con el entorno natural, tienen un papel central en garantizar el bienestar social.

Adicionalmente, y en el mismo sentido, la pandemia y las crisis política y económica concurrentes, crean las condiciones perfectas para redefinir la participación del sector empresarial, la academia y la sociedad civil en los procesos de desarrollo humano y ambiental que inciden en nuestra calidad de vida y, en particular, en nuestra productividad y nuestra salud física y mental.

Como sociedad tenemos la oportunidad, única e irrepetible, de rescatar nuestros espacios naturales, entre ellos los corredores riparios urbanos, y transformarlos en bienes públicos intergeneracionales.

En México muchas ciudades cuentan con corredores riparios o cauces que las intersectan creando las condiciones ideales para fortalecer su seguridad hídrica y brindar espacios recreativos y de convivencia a su población. Éstos encuentros geográficos son también una oportunidad para entretejer una relación entre lo natural y lo urbano, y acercar conceptos como ecosistema, biodiversidad y servicios ambientales a los ciudadanos.

Tita Elizondo

Muchas ciudades de nuestro país obtienen su agua de las sub cuencas contiguas a los asentamientos urbanos. Estos territorios funcionan como esponjas u ollas de captación pluvial en las que el agua atmosférica, convertida en lluvia, cae sobre montañas y valles, es retenida e infiltrada por los suelos de ecosistemas bien conservados y sigue su camino hasta algún acuífero. Otra fracción de esta agua, la que no retienen la vegetación y los suelos bien conservados, corre por gravedad alimentando arroyos que confluyen como una gran vía al mar, a través de los ríos, cuando la cuenca es abierta. En otras, las cuencas cerradas, el agua llega a lagos y humedales en donde se cierra parte del ciclo hidrológico.

El ciclo del agua es un proceso complejo de eventos termodinámicos, químicos y estructurales, enlazados indisolublemente con los seres vivos, la vegetación y los micro organismos y sustratos en los suelos que integran la cuenca hidrográfica. Nuestra vida y nuestro desarrollo no sería posible sin esta infraestructura verde, estas cuencas y paisajes naturales, que purifican, renuevan y distribuyen el agua, un servicio ambiental indispensable, y hasta ahora gratuito para todos los mexicanos.

“A nivel nacional, el 70% del agua superficial está contaminada y un 24% de nuestros ríos y lagos registra un nivel tan alto de contaminantes, que no es posible darle un uso directo. Ejemplos extremos son el Río Lerma y el Río Santiago.”

 En nuestro país, el abasto de la mayor parte del agua potable proviene de los cuerpos de agua superficiales. La almacenamos en presas construidas para ese fin o bien, en cuerpos de agua o reservorios naturales. A nivel nacional, el 70% del agua superficial está contaminada y un 24% de nuestros ríos y lagos registra un nivel tan alto de contaminantes, que no es posible darle un uso directo. Ejemplos extremos son el Río Lerma y el Río Santiago. El agua contaminada deteriora la salud de muchos mexicanos. Enfermedades gastrointestinales, particularmente severas en menores, y enfermedades de la piel, y hasta cáncer, transforman una fuente natural de vida en un agente letal que alcanza todos los rincones de nuestro territorio.

Otra parte del agua dulce del país, entre el 30 y el 40% la extraemos del subsuelo. Tristemente sabemos muy poco de la conformación de nuestros acuíferos, lo cual dificulta enormemente su buena administración y manejo. También los contaminamos con malas prácticas de disposición de aguas negras y procesos extractivos industriales y de explotación de petróleo y gas vía fractura hidráulica.

“De los 653 acuíferos identificados para México, 192 están sobreexplotados. Mucho tiene qué ver con prácticas de extracción y riego mal reguladas, poco vigiladas o deficientes.”.

De los 653 acuíferos identificados para México, 192 están sobreexplotados. Mucho tiene qué ver con prácticas de extracción y riego mal reguladas, poco vigiladas o deficientes. El sector agropecuario acapara el consumo con más de tres cuartas partes del agua usada en México. Urge hacer más eficientes los sistemas de riego y los modelos de producción agropecuaria, así como también es clave realizar un manejo integrado de las cuencas, sub cuencas y corredores riparios, en que están anidadas nuestras ciudades.

Además de la sobre explotación y la contaminación, el cambio climático es un fenómeno global que exacerba el estrés hídrico de México y el mundo, y limita el acceso al agua. El ciclo hidrológico está íntimamente ligado al clima, en particular a la intensificación de lluvias y los periodos de sequía extrema.

Las dos terceras partes del país, que corresponden a la zona norte y centro, en donde reside la mayor parte de la población y la actividad productiva, están marcadas como áreas de gran estrés hídrico y riesgo de inundación. El Atlas Nacional de Vulnerabilidad al Cambio Climático, publicado por el Instituto de Ecología y Cambio Climático (INECC) en 2019, el Atlas de Vulnerabilidad Hídrica en México ante el Cambio Climático —elaborado y presentado por el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA) en 2015— y la aplicación digital Aqueduct, del World Resources Institute, permiten apreciar las diferentes amenazas y escenarios por regiones geográficas.

En el noreste de México las ciudades de Monterrey y Saltillo y sus alrededores están definidos como regiones de alta vulnerabilidad hídrica.

La Conagua identifica en su Agenda del Agua 2030 cuatro elementos fundamentales para alcanzar la seguridad hídrica del país. Estos son:

  1. Cuencas y acuíferos en equilibrio
  2. Ríos limpios
  3. Cobertura de agua potable, drenaje y saneamiento
  4. Asentamientos poblacionales seguros ante inundaciones por precipitaciones extremas y huracanes.

Los cambios futuros, alimentados por los efectos del cambio climático, en parámetros como precipitaciones, temperatura y humedad, modificarán el frágil equilibrio de nuestros ecosistemas, ampliarán el rango de muchos organismos vectores de plagas e intensificarán inundaciones, deslaves e incendios. También impactará a las especies silvestres que conforman la diversidad biológica y que, como nuestras ciudades, también depende del agua.

El INECC proyecta cinco impactos principales derivados de los efectos del cambio climático en México. El primero es un aumento en la frecuencia y severidad de tormentas tropicales y huracanes, el segundo consiste en inundaciones catastróficas en zonas costeras y corredores riparios, la mayoría de ellos con asentamientos irregulares. El tercero es la pérdida de biodiversidad por la modificación de hábitat. El cuarto es el incremento en la demanda de agua, resultado de sequías más prolongadas y frecuentes, y el quinto es la disminución de la productividad agrícola para cultivos básicos. 

“No atender estas señales, basadas en la mejor ciencia y conocimiento disponibles, sobre todo para un país tan vulnerable al cambio climático como México, se traducirá en el corto plazo en un horizonte de mayores conflictos por el acceso al agua entre comunidades, sectores y entidades federativas.”

No atender estas señales, basadas en la mejor ciencia y conocimiento disponibles, sobre todo para un país tan vulnerable al cambio climático como México, se traducirá en el corto plazo en un horizonte de mayores conflictos por el acceso al agua entre comunidades, sectores y entidades federativas. De enorme relevancia para muchas zonas conurbadas del país es el importante aumento en el riesgo de inundaciones, y la reducción en la capacidad de recuperación de los acuíferos de los que dependen éstas para su abasto de agua potable.

Universidad de Monterrey

El agua y los ríos nos conectan con la memoria histórica de nuestro territorio. Muchas de nuestras ciudades fueron fundadas al margen de ojos o cuerpos de aguas prístinas. Monterrey en particular inició como el asentamiento de Santa Lucía en 1577, precisamente al margen de los Ojos de Agua de Santa Lucía, en el lecho del Río Santa Catarina. Cinco años después Luis de Carvajal y de la Cueva fundó la Villa de San Luis Rey de Francia. En el año de 1596, sobre los fallidos asentamientos de Santa Lucía y la Villa de San Luis, Diego de Montemayor funda la Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey. El nombre Santa Catarina proviene del nombre de la Santa Católica, Catalina de Alejandría, patrona de las tropas terrestres y navales de España. El Río Santa Catarina y los ojos de agua de Santa Lucía son parte de la identidad urbana. Además de su relevancia histórica, son un componente clave del entorno biofísico y una infraestructura verde que, bien manejada, proveerá a la sociedad servicios y funciones ambientales esenciales a perpetuidad.

“El Río Santa Catarina y los ojos de agua de Santa Lucía son parte de la identidad urbana. Además de su relevancia histórica, son un componente clave del entorno biofísico y una infraestructura verde que, bien manejada, proveerá a la sociedad servicios y funciones ambientales esenciales a perpetuidad.”

El río Sta. Catarina, alimentado por una sub cuenca de 1813 km2 (181,300 ha), cuya mayor porción es un paisaje montañoso al suroeste de la Zona Metropolitana de Monterrey (ZMM), que cruza cinco municipios conurbados, es un gran ejemplo para poner en práctica tres de los cuatro principios rectores o elementos de la agenda del agua 2030 de Conagua.

El municipio de Santa Catarina integra el 46.5% del territorio de la sub cuenca, el de Villa de Santiago, el 17.2%; el municipio de Monterrey el 8.1%; y el de Juárez el 7.9%. Estos cuatro municipios representan el 80% del territorio total que alimenta el cauce del Río Santa Catarina. Otro 13% corresponde a los municipios de San Pedro Garza García, Guadalupe y Cadereyta Jiménez. El 93% de la sub cuenca se ubica en el estado de Nuevo León y el 7% en el estado de Coahuila en los municipios de Arteaga y Ramos Arizpe. Otro dato importante es que el área natural protegida federal “Parque Nacional Cumbres de Monterrey” coincide con aproximadamente el 62% de la superficie de la sub cuenca, por lo que su plan de manejo (actualmente en consulta y por publicarse en el siguiente año) y el futuro Plan de Acción para el Manejo Integrado de la Sub Cuenca, deberán estar alineados.

El cauce ripario urbano, de casi 700 hectáreas y más de 40 km de longitud, en el que desemboca la sub cuenca, con una considerable pendiente, de aproximadamente 10 metros por cada kilómetro de recorrido de cauce, favorece avenidas de agua que, en eventos extremos de huracanes y precipitaciones, afecta severamente la infraestructura vial e hidráulica de la ciudad causando daños económicos sustantivos y ocasionando también, lamentablemente, muertes.

Universidad de Monterrey

De acuerdo a los registros históricos de frecuencias de descargas máximas anuales, el Río Santa Catarina, condujo 6,650 m³ por segundo durante el huracán que impactó la región en agosto de 1909. Contaba entonces con un cauce considerablemente más amplio que el actual. En septiembre de 1988 fluyeron 4,800 m³  por segundo durante el huracán Gilberto y en junio-julio de 2010 fueron 3,065 m³  por segundo con el huracán Alex. Estos dos últimos huracanes tuvieron el desahogo de las precipitaciones en la sub cuenca en un cauce más reducido por la canalización del mismo, la construcción de vialidades, y el acelerado desarrollo urbano de la ciudad.

Un reciente estudio (Mendoza Tinoco, 2019) sobre los costos económicos de los daños del huracán Alex (2010) en Nuevo León, determina que éste tuvo un costo directo de $20,500 millones de pesos de los cuales el 29% ($6,000 millones) corresponden a costos indirectos. Sin duda, un ejemplo de que la prevención es una opción mucho más rentable que la remediación.

Tita Elizondo

Ríos limpios y funcionales, cuencas y acuíferos en equilibrio son entonces una medida de cumplimiento, esencial e inaplazable, que sumará sin duda al bienestar de millones de mexicanos. En nuestro país hay muchas oportunidades adicionales al ejemplo del Río Santa Catarina. El Río Magdalena en el sur de la Ciudad de México, el Río Pánuco en Tampico-Veracruz, el Río Lerma y el Río Santiago en la cuenca del mismo nombre y el Río Claro en Hidalgo, son algunas de estas oportunidades. Contamos con ejemplos globales sobresalientes, como el rescate urbano e hidrológico de Singapur, el Río Los Ángeles en la ciudad del mismo nombre, el Río Manzanares en Madrid, el Río Pallion en Niza y el Sena en París, el río Waal en la ciudad de Nijmegen, en Holanda, y el Támesis, en Londres, en el Reino Unido. Todos ellos son historias de éxito que ahora cosechan bienestar social y seguridad y tienden un puente a los habitantes de las ciudades para reconocer, a través del esparcimiento, el valor de la naturaleza. EP

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