Nadia Bernal nos comparte cómo viven la víspera de la floreada de la milpa en la comunidad de Chitejé de Garabato. Esta celebración ocurre paralelamente a problemas de sequía y una lucha contra el despojo del agua, detenciones arbitrarias y una resistencia constante para no depender del sistema. Estas son algunas formas de lucha presentes para defender a la naturaleza y mantenerse firme contra una narrativa del progreso llena de injusticia y despojo.
La víspera de la floreada de la milpa
Nadia Bernal nos comparte cómo viven la víspera de la floreada de la milpa en la comunidad de Chitejé de Garabato. Esta celebración ocurre paralelamente a problemas de sequía y una lucha contra el despojo del agua, detenciones arbitrarias y una resistencia constante para no depender del sistema. Estas son algunas formas de lucha presentes para defender a la naturaleza y mantenerse firme contra una narrativa del progreso llena de injusticia y despojo.
Texto de Nadia Bernal 23/09/21
Las casas de Chitejé de Garabato, una comunidad a casi 20 kilómetros de la cabecera municipal de Amealco de Bonfil, Querétaro, están rodeadas de grandes cerros. Meses antes, el Monitor de Sequía de la Comisión Nacional de Agua (Conagua), ubicó a esta región como una de las más afectadas por la sequía extrema, pero ahora sus árboles parecen formar un manto verde que contrasta con el grisáceo del cielo, la neblina y las nubes que indican que pronto va a llover.
Es 14 de agosto. Frente a la iglesia de la comunidad, la gente llega a congregarse para agradecerle a la tierra y darle la bienvenida a la nueva cosecha del maíz, en la víspera de la floreada de la milpa.
“Fue una cosecha difícil, pero estas lluvias nos ayudaron para muchas cosas, eso es lo bueno, ¿verdad?”, dice con micrófono en mano Noel Cruz, un joven originario de Chitejé de Garabato, que desde hace algunos años comenzó a organizarse junto con los miembros de la localidad para defender su territorio.
El olor a elote tostado sobre los anafres se funde con el olor del carbón e impregna el espacio en el que todos se reúnen, en plena calle, debajo de una lona blanca. Noel continúa con su discurso frente a infancias, mujeres y hombres que vienen a celebrar en la víspera.
Toma entre sus manos una mazorca color morada, casi negra, “estas semillas las hemos conseguido en las ferias del maíz, y los compañeros de Tlaxcala nos han compartido sus grandes riquezas. En esta comunidad tenemos el maíz negro cruzado y este apenas se está domesticando aquí y es muy sagrado, aunque ha crecido muy pequeño poco a poco creo que va ir dándose más.”, dice.
Para Noel, compartir las semillas de maíz es compartir vida y es apostar a no consumir productos químicos de grandes empresas trasnacionales. “Hay un documento que se llama ¿Quién controla la economía verde?, es muy importante que todos lo chequemos, porque ¿quién maneja los alimentos?, ¿quién nos da las semillas y los venenos? Son compañías que han comprado el mundo y lo tienen bajo sus manos.”, reitera frente a una comunidad en donde se asentaron ñhöhös hace cientos de años y que hasta 2020, todavía el 24.16 por ciento de la población vivía en algún hogar indígena según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía de México (Inegi), en su Censo de Población y Vivienda 2020.
Los datos del Inegi indican una disminución de su población indígena, ya que en el 2010, los habitantes de Chitejé de Garabato que vivían en un hogar indígena censado, era igual al 41.11 por ciento. En los últimos diez años también hubo un decremento de las personas que hablan el idioma hñöhñö, al pasar del 19.76 por cierto en 2010 a 10.11 por ciento en 2020.
Una celebración para la cosecha y el encuentro con luchas comunitarias
La floreada de la milpa parte de una tradición prehispánica que rinde culto a la tierra y se realiza cada 15 de agosto. Desde muy temprano, la gente se va al campo a cortar flores para llevarlas a la cosecha y con ellas adornar la milpa que se encuentra en cada esquina de la parcela. Con esto le agradecen a la tierra la nueva cosecha.
Algunos pobladores también florean el centro de la milpa, pues dicen que es el corazón de la cosecha, que, al unirse con el floreo de las cuatro esquinas, forma una cruz; aunque esto último, piensan los más jóvenes, es parte de un sincretismo religioso que ha ido modificando ciertas prácticas desde hace algunos años.
“Desde hace aproximadamente 6 años también lo celebran con misa en el campo, entre milpas. Aunque todo va cambiando en el mundo globalizado, no se debe dejar de tomar importancia, pues nos permite mirar el poblado en el que vivimos”, explican algunos jóvenes organizadores de la víspera.
Para ellos, la víspera de este 14 de agosto, un día antes de la floreada de la milpa, es una forma de darle apertura y reconocimiento a esa tradición a través del encuentro comunitario, la organización y su propia cultura.
Por eso, a este espacio llegan pobladores ñhöñhös, quienes viajaron desde Santiago Mexquitlán, comunidad vecina de Chitejé de Garabato, que también forma parte de la región otomí del municipio de Amealco. Allá, el 31 de marzo, mujeres hñöñhös retuvieron una pipa privada, contratada por la misma Comisión Estatal de Aguas (CEA), que extraía agua desde el pozo de su localidad, construido por la propia comunidad en los años 70, aun cuando sus habitantes llevaban semanas sin el líquido.
Desde entonces se instaló un campamento permanente en el pozo de su comunidad y comenzaron una lucha contra el despojo del agua. Aunque su organización indígena no es nueva, pues tienen antecedentes de movilización contra procesos de turistificación desde que en 2018 el municipio de Amealco fue declarado como Pueblo Mágico.
“…a cuatro meses desde que comenzaron la defensa por el agua, el encuentro con otras luchas es importante…”
Misael, un joven que pertenece al comité instalado en el campamento del pozo, piensa que, a cuatro meses desde que comenzaron la defensa por el agua, el encuentro con otras luchas es importante. Por eso vienen aquí, a Chitejé, para seguir construyendo redes e informar lo que pasa en Santiago Mexquititlán y a avanzar en la vía legal para que su autogobierno indígena sea reconocido.
Su lucha por el agua ya se encuentra registrada en el Environmental Justice Atlas, que documenta y cataloga conflictos sociales relacionados a temas ambientales a nivel mundial.
“Si la naturaleza se hace ciudad, la esperanza muere”
Mientras la música comienza a hacerse presente en la víspera de la floreada de la milpa, con canciones que interpretan jóvenes de Chitejé en otros idiomas como el yawanawá de Brasil y el ñhöñho, Misael platica y asa elotes junto a Noel. Separan la cáscara del maíz, comienzan a comerlos e invitan a más pobladores a que se acerquen a escoger la mazorca que irá directo al fuego.
Al centro del espacio público, cuatro mujeres ñhöñhös de Santiago Mexquititlán, entregan a los jóvenes de Chitejé una ofrenda de frutas, alimentos y ungüentos elaborados por ellas mismas.
Después de entregar la ofrenda, las cuatro mujeres, quienes son parte de la comisión defensora del agua en Santiago Mexquititlán, se sientan y comienzan una conversación sobre el significado de la naturaleza y la medicina tradicional. También hablan sobre cómo se realiza la floreada de la milpa en su comunidad. Su lucha está presente en el discurso que emiten.
“Retomando una frase que se dijo en el encuentro pasado en el pozo de Santiago: las comunidades somos como un grano de maíz, que unidos hacemos fuerza y esperanza de hacer un mundo nuevo”, dice una las mujeres en idioma hñöñhö. “Siempre es un gusto estar en un lugar en donde se recibe con calidez, ver personas que, a pesar de la situación tan difícil en la que estamos, nos organizamos y nos resistimos a dejar de existir”, agrega su compañera Sara Hernández, Concejala Indígena de Santiago Mexquititlán, quien constantemente ha sido hostigada por autoridades municipales y estatales.
“En 2017, la entonces Procuraduría General de la República (PGR) ofreció una disculpa pública y reconoció la inocencia de las tres mujeres hñöhñös.”.
Su madre es Jacinta Francisco Marcial, mujer ñhöñhö que fue detenida por agentes de la extinta Agencia Federal de Investigaciones (AFI) de forma arbitraria en 2006, junto con dos mujeres indígenas más, Alberta Alcántara y Teresa González. Tras la movilización de su familia y la representación legal del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez (Centro Prodh), pudo salir libre después de tres años de prisión. En 2017, la entonces Procuraduría General de la República (PGR) ofreció una disculpa pública y reconoció la inocencia de las tres mujeres hñöhñös.
“Nos da gusto que hagan el floreo de la milpa porque eso nos recuerda que seguimos vivos, que estamos alegres y que vamos a dar la batalla con lo que venga. A lo largo de los siglos, en los tiempos de hambre, de crisis, el maíz nos ha sacado adelante.”, prosigue Sara, mientras a su alrededor, todas las personas la escuchan atentamente.
Para Sara, las flores y plantas conectan con lo sagrado, por eso invita a sus compañeras y compañeros a conservarlas, y a luchar por las medicinas tradicionales que se derivan de estas, “así conservamos nuestra cultura, nuestra lengua, nuestro traje, nuestro alimento y por eso, también tenemos que conservar nuestras medicinas.”
«“somos naturaleza y nos necesitamos entre todos nosotros para seguir existiendo, cuando toda la naturaleza se haga ciudad pues toda la esperanza va a acabar…”»
También insiste en que la solidaridad, y la unión son necesarias para conservar su existencia misma, “somos naturaleza y nos necesitamos entre todos nosotros para seguir existiendo, cuando toda la naturaleza se haga ciudad pues toda la esperanza va a acabar, mientras sigan resistiendo los pueblos y la cultura, nuestra raíz y nuestra lengua será raíz más fuerte y eso nos recuerda la alegría, la música y no debemos de permitir que siga acabando porque el costo será muy caro.”
Resistir al espacio-lugar y encontrar formas de organización
Algunas gotas comienzan a caer. Los manteados que cubren los puestos de comida y de pulque se mueven con el viento. La víspera continúa. A un costado de la iglesia, la gente se prepara para salir en procesión a la casa de don Antonio Canuto y traer los tradicionales toritos, fuegos pirotécnicos que acompañarán la celebración del maíz.
“¿A qué resistimos?”, se cuestiona Noel, “pienso que al mismo espacio-lugar en el que vivimos, te apropias de tu terruño, de tu comunidad y entonces hay que hacer cosas y creo que lo que nos unió hace algunos años fue la naturaleza, nuestro bosque. También hay movimientos que nos van uniendo, por ejemplo, nos dimos cuenta que en Santiago tenían problemas con el agua y el agua hay que defenderla, porque es nuestro recurso. Entre esas luchas se van encontrando otras formas de organización, de reunirse y rescatar, por ejemplo, la lengua.”
Mientras mujeres y niñas del grupo de danza chichimeca llegan a la iglesia para acompañar la procesión, Valente Contreras y Yadira Contreras, jóvenes que también se han involucrado en su comunidad, se suman a la conversación con Noel. Los tres recuerdan que en el 2013 comenzaron con su organización, desde entonces han realizado reforestaciones de árboles y plantas nativas como el tepozán, el fresno, huizaches y mezquites.
“La seca fue muy larga el año pasado, se fueron muy temprano las lluvias y fueron muchos meses sin agua, por eso las plantas nativas son las que han resistido y son medicinales algunas.”, añade Noel.
También han impulsado actividades para enseñar el hñöñhö y aprender de las plantas medicinales, “esa es nuestra resistencia”, dice Valente, “estamos haciendo actividades para no depender tanto del sistema, como le dicen y el conocimiento que está aquí lo vamos compartiendo con el de otros pueblos.”
“Los jóvenes tienen una crítica muy clara hacia el sistema educativo y las instituciones, pues piensan que no toman en cuenta la realidad de cada pueblo, por eso consideran fundamental su organización desde la creación de espacios autogestivos…”
Los jóvenes tienen una crítica muy clara hacia el sistema educativo y las instituciones, pues piensan que no toman en cuenta la realidad de cada pueblo, por eso consideran fundamental su organización desde la creación de espacios autogestivos, “le digo a mi hermana que el sistema educativo nos aleja mucho, y que no puede ser global, cada región tiene su característica. Nuestros abuelos le fueron creyendo a la gente de afuera, a los mestizos, y les llamaron ‘gente de razón’ y al hacer eso, nuestros conocimientos no valían y hoy hay esa lucha, porque en eventos como hoy no vienen instituciones.”, sentencia Valente.
Comienzan los cantos, la gente sale de la iglesia. Valente toma su violín y se coloca al frente de la caminata. A su lado, don Juan Martínez, quien desde muy joven participó en la danza chichimeca, guía la música. Estas son las tradiciones que recuerda Yadira que hay que rescatar.
“A esto nos hace aferrarnos, investigar de dónde venimos, cuáles son nuestros orígenes y por qué festejamos algo. Antes no estaba relacionado a ninguna cuestión religiosa, pero no podemos desprendernos, porque esta es una comunidad católica, pero es tratar de cohesionar la convivencia comunitaria”, piensa Yadira.
Cuesta abajo, el camino cada vez se hace más angosto, los cerros abren paso a la gente del pueblo. Frente a la casa de don Antonio Canuto, rodeada de milpas, las danzas chichimecas anuncian la alegría de una nueva cosecha.
“Defender lo que tiene sentido, tener alimentos, resistir al saqueo de agua y hacer comunión con otras comunidades”, son las palabras de Noel que recuerdan la importancia de la defensa de sus territorios para construir mundos nuevos, desde la preservación de la naturaleza, las tradiciones y el encuentro comunitario. EP
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