Paloma Pasajera | Los faros reclamados por el mar

El nivel del mar podría aumentar más de un metro hacia finales del siglo. Un escenario así, nos cuenta Agustín B. Ávila Casanueva, supondría mucho más que solo la pérdida de nuestros faros.

Texto de 25/06/24

El nivel del mar podría aumentar más de un metro hacia finales del siglo. Un escenario así, nos cuenta Agustín B. Ávila Casanueva, supondría mucho más que solo la pérdida de nuestros faros.

Tiempo de lectura: 6 minutos
Si encontraras sosiego perderías
tu condición de mar.
José Emilio Pacheco. Los trabajos del mar

En su libro Cuaderno de faros, Jazmina Barrera dice que los faros son “Fuego que señala el fin del mar”. Amo la definición. Pero recordemos que la vida humana es bastante fugaz: estamos acostumbrados a ver las cosas desde nuestra escala temporal y pocas veces pensamos que colosos como el mar, incluso con el latido constante de su oleaje, miden el tiempo con manecillas mucho más lentas que las nuestras. Es decir, el mar no se está quieto. Va y viene, recorre kilómetros enteros, migra y se repatria. Los faros fueron construidos para caer ante el mar, derrotados por el tiempo. Pero están cayendo mucho más rápido de lo que deberían.

“Los faros fueron construidos para caer ante el mar, derrotados por el tiempo. Pero están cayendo mucho más rápido de lo que deberían.”

Según la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes, el Servicio de Faros nacional inició cuidando quince de estos centinelas: “En el curso 1891-1892 el Servicio de Faros de la Secretaría estaba encomendado a un ingeniero inspector del ramo y su ayudante, ambos residían en la ciudad y puerto de Veracruz. Su trabajo consistía —junto con 11 guardafaros, dos encargados de luces, seis ayudantes y dos auxiliares— en vigilar y reparar los faros hasta entonces construidos, 11 en la costa del Golfo: Tampico, ‘Benito Juárez’ en Veracruz, Ulúa, Alvarado (2), Coatzacoalcos, Frontera, Xicalango, Campeche, Sisal y Progreso (faro de séptima orden); y cuatro en la costa del Pacífico: Cabo Haro en Guaymas, Mazatlán (faro de cuarta orden), La Paz y Bahía Magdalena”.

Uno de ellos, el de Frontera, es el faro más antiguo de Tabasco y se erigió en la comunidad de El Bosque, en el municipio de Centla, en 1881. El poeta José Gorostiza lo describiría como un “Rubio pastor de barcas pescadoras”. Según Plácido Santana, cronista tabasqueño, la labor principal del faro

sería desde entonces, ser el principal guía y orientador de los barcos mercantes extranjeros que primero explotaban las maderas preciosas como el cedro y caoba que provenían de Tenosique, Chiapas y Centroamérica; después sirvió a los barcos plataneros en la época de esplendor del oro verde, cuando la Southern Banana Corporation y después de la Cooperativa de Trabajadores de la Industria Platanera (COOTIP), que movilizaron la economía del puerto de Frontera hasta mediados de los años 50, del siglo XX.
Posteriormente, en los años 70 y 80, durante la explotación pesquera, el faro de Frontera siguió sirviendo de guía a las embarcaciones camaroneras y escameras que, cargadas de toneladas de camarón y peces, arribaban a Frontera después de semanas de pesca en el Golfo de México o por la entrada de algún frente frío o norte.

Según el mismo Santana —en entrevista para El Informador—: “Hoy ya el mar está justamente al pie del faro, o sea, estamos hablando de un siglo para acá, que el Bosque ha perdido entre 150 y 200 metros de tierra. Es algo alarmante”. Ante esta situación, el gobierno local erigió un nuevo faro en el 2021, sentenciando al primero a una jubilación por mar alzado.

Faro de El Bosque. Fotografía de Alondra Pérez.

El mar, impulsado por el calentamiento global y el deshielo de los polos, ha desarrollado un apetito por las construcciones costeñas. Sin prisa pero sin pausa, sigue engullendo casas, escuelas, negocios y alumbrados. Alumbrados incluso tan grandes como un faro. El primer faro de Barra de Tupilco —a unos cuantos kilómetros de El Bosque, sobre la misma costa tabasqueña— cayó presa de una tormenta hace más de cincuenta años. Se construyó un segundo faro, que el mar apagó el 2 de noviembre del 2009. Actualmente hay un tercer faro. Un fuego que señala el corrimiento del mar.

En Campeche, lamentablemente, se pueden encontrar historias similares. En la punta La Disciplina, cerca de Playa del Carmen, ya son tres los faros que son reclamados por el mar, ávido de que se anuncie su nuevo alcance y que se marque el retroceso de la costa. Aquí los pescadores que aún habitan la comunidad tienen que navegar entre palmeras ahogadas que todavía se encuentran arraigadas al fondo marino para poder buscar los bancos de peces.

Por supuesto, el destino de los faros depende, como tantos otros destinos, de su lugar en el mundo. Más precisamente, dependen del país en el que se encuentran y su nivel de desarrollo. En Martha’s Vineyard, una isla al noreste de Estados Unidos, habita Gay Head Light, un faro con cerca de 160 años de antigüedad. Este faro también se encontraba en peligro y estaba empezando a ser erosionado por el alza en el nivel del mar. Los habitantes de la isla recabaron tres y medio millones de dólares, con los que lograron mover las 450 toneladas de ladrillos cerca de 40 metros tierra adentro. Al menos otros seis faros en Estados Unidos esperan lograr la misma hazaña.

En las costas danesas del Mar del Norte sucedió algo parecido. El faro de Rubjerg Knude se encendió por primera vez el 27 de diciembre de 1900, y su luz se apagó el primero de agosto de 1968. En años posteriores, el faro sirvió de museo y cafetería, pero la erosión costera y el movimiento de las dunas de arena hizo que fuera abandonado en el 2002. Los cálculos del retroceso de las costas predecían que el faro cediera ante el oleaje en el 2023. Pero los daneses no iban a permitir que eso sucediera. Desde agosto del 2019 empezaron a trabajar para reforzar las estructuras internas que sostenían a Rubjerg Knude, y el 22 de octubre, las 720 toneladas del faro se alejaron del mar setenta metros sobre unos rieles hechos a la medida. Se espera que el faro esté a salvo al menos hasta el 2060.

Faro de Rubjerg Knude envuelto por las arenas costeras. Fotografía: Christoph Grimlowski. Wikimedia Commons

Según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, “promediando a todos los océanos del mundo, el nivel absoluto del mar ha aumentado a un ritmo de 1 milímetro por año desde 1880 al 2013. Sin embargo, desde 1993, el promedio del nivel del mar ha aumentado a un ritmo de entre 3 y 4 milímetros por año”. Es decir, el ritmo se ha triplicado. 

Estos datos coinciden con lo que han medido científicos mexicanos en territorio Tabasqueño. Según un reportaje de Alondra Reséndiz e Iván Sánchez de la Cruz, de Fábrica de Periodismo: “El aumento en el nivel del mar en el Golfo de México oscila en promedio entre uno y tres milímetros al año, por lo que los modelos científicos estiman que para el 2090 el aumento será de 60 centímetros.  

Modelos más recientes indican, sin embargo, que el aumento del nivel del mar al final de este siglo será mayor a un metro. Un escenario así, de un metro de elevación, causaría inundaciones en 12 por ciento del territorio tabasqueño (poco más de 3 mil kilómetros).”

Volviendo al libro de Barrera: “Sé que puede ser una actitud egoísta y soberbia, la de quien observa desde arriba, desde la torre. Por eso los faros me parecen tan atractivos: combinan ese desprecio, esa misantropía, con la tarea de guiar, ayudar y rescatar a los otros”.

Y ese es el punto. Y se vuelve más importante aún porque no solamente estamos hablando de faros. Los habitantes de las comunidades de El Bosque, El Alacrán, Barra de Tupilco y varias otras en Tabasco también están teniendo que moverse ante el avance del mar. En Panamá, unas 268 familias tuvieron que abandonar sus hogares en la isla caribeña de Cartí Sugdup para mudarse a tierra firme, a la montaña, porque la costa está pronta a desaparecer.

Habrá quien pueda mudar los cientos de toneladas del faro, habrá quien tendrá que dejar que se hunda y empezar de nuevo en otro lado. Vuelven los extremos de los faros: el desprecio, la misantropía; o guiar, ayudar y rescatar a los otros.

Ligas ligables

A continuación, una serie de recomendaciones de material con el que me he encontrado este mes y, aunque no necesariamente tienen que ver con faros, pero sí tienen que ver con el medio ambiente. Tengan, para que se entretengan:

  • Ya salieron los resultados del Premio Nacional de Periodismo en Salud. Vale la pena echarle un ojo a todos los trabajos ganadores, pero les recomiendo principalmente los trabajos de Itzel Elizabeth Gómez Gurrola y Carlos Antonio Sánchez Rodríguez con el proyecto “Menos de metro y medio”, publicado en Pan Pal Susto Podcast —primer lugar en audio—; y de Mariana Mastache Maldonado, con el proyecto “Nubes de plástico y los recuerdos que perdemos”, publicado en Revista Gatopardo —primer lugar en categoría Estudiantes—.
  • Por fin ya están llegando las lluvias, pero la hora cero está cada vez más presente. Mariana Mastache nos cuenta, aquí, en Este País, sobre la hora cero del Lago de Pátzcuaro.
  • Para celebrar el mes de la diversidad y el #Pride, les comparto este gran artículo de Yobaín Vázquez en Memorias de Nómada: Las fotografías más antiguas de la diversidad sexual en México
  • En la recomendación musical: Hoffen, una banda de post punk y coldwave que suenan desde la CDMX.

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