¿Cuáles son los límites de nuestro interés por las plantas decorativas en nuestros hogares? En este texto, Cristina Ayala-Azcárraga analiza qué hay detrás de las compras compulsivas para enverdecer nuestros espacios.
Entre más verde, ¿mejor?
¿Cuáles son los límites de nuestro interés por las plantas decorativas en nuestros hogares? En este texto, Cristina Ayala-Azcárraga analiza qué hay detrás de las compras compulsivas para enverdecer nuestros espacios.
Texto de Cristina Ayala-Azcárraga 18/04/23
El mercado de la jardinería, anteriormente asociado a adultos mayores y personas retiradas de sus labores profesionales, está dominado por la generación millennial (aquellos nacidos entre 1980 y 1999). Basta con echar un vistazo a Instagram para ver que hashtags como #plantlovers o #plantsofinstagram tienen 1.7 y 15.5 millones de publicaciones respectivamente. Esa tendencia se puede observar en el resto de las redes sociales. Los jóvenes adultos independientes se han convertido en “padres de plantas”, llenando sus hogares de una jungla verde. Suena magnífico que queramos convertir nuestros espacios en hábitats, tanto para nosotros como para otros organismos, pero ¿hay algo de malo en esta desbordada nueva afición? A continuación se analizan algunos riesgos éticos, ambientales y emocionales de esta tendencia.
¿Cómo empezó el boom botánico?
El 2020 fue un año atípico. Pasamos de pensar que estaríamos encerrados 15 días a un aislamiento indefinido que terminó más por la imposibilidad de mantener confinadas a las personas, que porque no siguiera siendo necesario. Durante este tiempo, el acceso a espacios verdes se volvió un lujo, ya que por lo menos en la Ciudad de México, la abrumadora mayoría de las personas no cuentan con un jardín el cual visitar.
Fue así como el encierro por la Covid-19 llegó para incrementar de manera considerable el consumo de plantas ornamentales, que de por si había aumentado en los años anteriores. Según la Asociación Nacional de Jardinería de Estados Unidos, las ventas aumentaron un 50% a partir de la pandemia, y en algunos casos, emprendimientos del Reino Unido reportaron un 500% de aumento en la venta de plantas de ornato. En México, de acuerdo al Consejo Mexicano de la Flor, la demanda de plantas vivas para tener en casa creció de una manera importante sin que sepamos a ciencia cierta el detalle en números. Scarlett, creadora de Sitopia, una organización que se dedica a la agricultura urbana, sostiene que durante la pandemia triplicaron sus ventas de huertos. De esta forma, muchas personas comenzaron a cultivar su propio alimento, permitiendo que tomates, lechugas y acelgas tomaran el control de balcones citadinos.
Existen diversas hipótesis sobre este repentino interés por llenar nuestros hogares de plantas. Por un lado, en un contexto de encierro, las plantas nos ofrecieron la oportunidad de crear un vínculo con otro ser vivo, cuyo cuidado se puede considerar recreativo y educativo. En algunos casos esta actividad no solo resultaba relajante, sino que el riego y las tareas de cuidados de las plantas eran utilizadas para mantener ocupados a los integrantes del hogar. Por otro lado, es posible que nos hayamos concentrado más en la búsqueda de una mejora estética dentro de los hogares a partir de vernos confinados en ellos. Además, se han realizado fuertes afirmaciones respecto a los beneficios que podemos obtener de las plantas. Por ejemplo, se dice que pueden purificar el aire de un hogar, lo que cobra importancia en el contexto de una pandemia cuyo causante se transmite a través de aerosoles. Incluso hay quien promueve la jardinería como un medio de soporte para la salud mental, mucho más barato que un terapeuta. Como suele suceder, estas aseveraciones sí tienen un sustento científico, pero al momento de traducirlas a estrategias de marketing se han llevado a extremos francamente absurdos.
Más baratas que un terapeuta y un purificador de aire
Existe múltiple evidencia científica que demuestra que el contacto con la naturaleza puede ser enormemente benéfico y que vivir con plantas puede tener un fuerte efecto positivo en nuestra salud mental. Un estudio publicado en el Journal of Physiological Anthropology examinó los beneficios fisiológicos de interactuar con plantas de interior y descubrió que éstas pueden hacerte sentir más cómodo y tranquilo. Tener contacto con la naturaleza por lo menos una vez a la semana está asociado con un bienestar basado en la satisfacción de la vida a través de los logros personales (bienestar eudamónico)1. Además, el contacto con la naturaleza genera una conexión que aumenta las probabilidades de comportamientos proambientales2,3.
Si bien todo lo anterior está respaldado por evidencia, tenemos que remarcar los límites de lo que aseguramos. Aunque es verdad que en general las plantas producen oxígeno y tienen propiedades de purificación, es poco probable que una planta de interior por sí misma pueda mejorar la calidad del aire lo suficiente como para generar un beneficio humano4 (aunque los vendedores nos digan lo contrario). Del mismo modo, si bien es cierto que el simple hecho de agregar plantas a los espacios de trabajo puede aumentar la productividad en un 15%5, esto no significa que existe una relación causal en donde las plantas casi mágicamente nos ayuden a mejorar las capacidades cognitivas, sino que es una de las muchas variables que nos ayudan a tener más concentración.
Algo similar ocurre con la salud mental. Existen múltiples estudios que relacionan la presencia de plantas de interior con la disminución de estrés fisiológico y sobre todo, con síntomas psicológicos negativos6,7,8. Sin embargo, reducir la compleja interacción entre los seres humanos y el resto de la naturaleza a una relación lineal y causal, nos puede llevar a pensamientos simplistas. Comprar una planta no va a sacar a alguien de la depresión y aumentar su contacto con la naturaleza no sustituye buscar ayuda profesional. Realizar ese tipo de recomendaciones no solo es incorrecto, sino que es peligroso e irresponsable. Sabemos que los “padres de plantas” pandémicos han llenado los vacíos en su vida social con apartamentos llenos de vegetación, pero ¿puede una planta ornamental en la sala de una casa llenar un vacío tan grande?
Más y más verde
Cuando nos centramos en los enormes beneficios que el contacto con la naturaleza trae consigo, la balanza se inclina hacia seguir llenando los hogares de flora. Sin embargo, la afición a las plantas de interior puede ser también una actividad desmoralizadora, costosa y hasta compulsiva.
Comprar plantas es fácil; mantenerlas vivas, no tanto. Algunas encuestas realizadas en Estados Unidos a millennials que se autodenominan padres de plantas, indican que a pesar de todos sus esfuerzos, no han podido mantener vivas a una buena parte de plantas de las que han llevado a su casa. La falta de conocimiento básico de la fisiología de cada especie genera que más del 20% de los encuestados indiquen que su relación con sus plantas le propicia ansiedad ya que no sabe cuánta agua o cuánto sol necesita. Esta relación amor-odio genera angustia en los cuidadores a tal punto que el 19% de las personas encuestadas dicen que cuidar plantas es más estresante que hacerse un procedimiento dental.
En cuanto a costos, existen plantas para todo tipo de presupuesto. Sin embargo, las redes sociales y la necesidad de validarnos a través de los likes ha generado que existan personas gastando cientos (o incluso miles) de dólares para conseguir una planta “rara” y así poder publicar una foto en línea. El año pasado, Blackett, una plataforma en línea que vende plantas de interior a hogares en Londres vendió 120 mil plantas, más de 320 por día. Pero, ¿en dónde están todos estos organismos? Con tantas ventas, ¿cómo es que las ciudades no enverdecieron de golpe? Esta tendencia a la acumulación de plantas o la búsqueda de especímenes únicos reduce a estos seres vivos a objetos coleccionables bajo el mismo frenesí de compras que impulsa la fiebre de la moda rápida.
Costos ambientales
Por si lo anterior no fuera suficiente, la producción de plantas, al igual que la producción de cualquier cosa, tiene una huella ambiental. Para calcular qué tanto impacto ambiental tiene esa planta que adorna nuestra casa hay muchas preguntas que responder: ¿de dónde es originaria?, ¿viajó cientos de kilómetros?, ¿fue envuelta en plástico y plantada en una maceta de cerámica?, ¿se usaron pesticidas o agroquímicos que contaminaron el suelo o el agua? Pero dentro de la evaluación del impacto, hay sobre todo tres cuestiones muy delicadas: la huella hídrica, el tipo de especie de acuerdo a su distribución y a su estado de conservación y el cambio de uso de suelo para la producción de flores.
La huella hídrica se refiere a la cantidad de agua que se ocupa para producir algo. Las plantas requieren de agua toda su vida, por lo que es crucial comprar las plantas que mejor se adapten al sitio en donde van a habitar pues su mantenimiento puede contribuir a la escasez de agua de la zona. Una encuesta realizada en el centro de Florida, Estados Unidos encontró que, en promedio, el 64% del gasto de agua total de los hogares se usa para regar plantas de interior y jardines9. Esto deja ver lo poco que las personas conocen de las plantas que adoptan, pues esta cifra revela que se está utilizando dos o tres veces la cantidad de riego necesaria. Para evitar que esto suceda hay que reconocer que no todas las plantas pueden vivir en todos lados.
Es importante poner énfasis en seleccionar plantas que se adapten al ecosistema urbano que van a habitar para generar paisajes eficientes en recursos con el potencial de reducir el uso de fertilizantes y el gasto de agua. Existen plantas nativas que han evolucionado para requerir menor cantidad de agua y que si bien no tienen hojas verdes y frondosas, son igualmente bellas e importantes para el ecosistema. En algunas ciudades mexicanas como Querétaro se pueden observar espacios verdes renovados con pasto, monsteras y filodendros, plantas tropicales comúnmente usadas para ornamentar el paisaje urbano, pero que requieren una enorme cantidad de agua. Esta selección de plantas de moda propicia una homogeneización del paisaje que nos desvincula de la complejidad de los ecosistemas. Con esto en mente, es importante considerar la especie de planta que vamos a comprar. Si las especies que adoptamos son nativas podrían interactuar mucho más con el resto del ecosistema citadino, ya que las aves e insectos de la zona han evolucionado junto con estas especies. Sin embargo, si la planta que elegimos es invasora puede tener un efecto negativo en la biodiversidad urbana, ya que desplaza a otras especies y se reproduce en gran cantidad. Probablemente esto no sea de mayor importancia si pensamos en plantas en maceta dentro de un departamento, pero si lo pensamos como parte de una terraza que forma parte de la infraestructura verde de la ciudad, entonces adquiere relevancia.
Otro tema igualmente importante es cuidar que los organismos que elegimos no tengan algún estatus de conservación amenazado y que resulte en la extracción ilegal. Esto ocurre mucho en especies como las orquídeas silvestres y las cactáceas que son extraídas de sus ecosistemas para terminar en una maceta en una casa.
Finalmente, otra cuestión que suele pasar desapercibida es el cambio de uso de suelo impulsado por el aumento de la compra de plantas para hacer invernaderos que las produzcan. En la Ciudad de México, Xochimilco ha ido modificando su vocación agrícola tradicional por invernaderos que lanzan a la tierra y al agua los agroquímicos necesarios para producir flores. Algo similar ocurre con la demanda de tierra de hoja, que podría representar un fuerte impacto para el ambiente ya que ésta se extrae de cerros y zonas aledañas para que nosotros podamos sembrar plantas de ornato en la ciudad.
Enverdecer o no enverdecer, esa es la cuestión
Las plantas, además de ser majestuosas, nos recuerdan de una forma única y hasta poética la naturaleza de la vida: en un momento podemos verles deshojarse y perder sus flores, pero sabemos que, si las seguimos regando, tarde a temprano volverán a florecer. Tanto a nivel metafórico como a nivel teórico, el contacto con la naturaleza es necesario para el correcto desarrollo de la humanidad. Sin embargo, el consumismo de plantas, como cualquier otro tipo de sobre consumo, refuerza dinámicas extractivistas y capitalistas que, irónicamente, están acabando con la naturaleza que buscamos proteger. EP
- Lee, M. sun, Lee, J., Park, B. J. & Miyazaki, Y. Interaction with indoor plants may reduce psychological and physiological stress by suppressing autonomic nervous system activity in young adults: A randomized crossover study. J. Physiol. Anthropol. 34, 1–6 (2015). [↩]
- Capaldi A., C. A., Dopko L., R. L. & Zelenski, J. M. The relationship between nature connectedness and happiness: A meta-analysis. Front. Psychol. 5, 1–15 (2014). [↩]
- He, B. & Zhu, J. Constructing community gardens? Residents’ attitude and behaviour towards edible landscapes in emerging urban communities of China. Urban For. Urban Green. 34, 154–165 (2018). [↩]
- GUBB, C., BLANUSA, T., GRIFFITHS, A. & PFRANG, C. Plants as a building service: Improving indoor air quality and reducing energy consumption–a critical. Researchgate.Net (2019). [↩]
- Lottrup, L., Stigsdotter, U. K., Meilby, H. & Corazon, S. S. Associations between use, activities and characteristics of the outdoor environment at workplaces. Urban For. Urban Green. 11, 159–168 (2012). [↩]
- Lee, A. C. K. & Maheswaran, R. The health benefits of urban green spaces: A review of the evidence. J. Public Health (Bangkok). 33, 212–222 (2011). [↩]
- Nielsen, T. S. & Hansen, K. B. Do green areas affect health? Results from a Danish survey on the use of green areas and health indicators. Heal. Place 13, 839–850 (2007). [↩]
- Mayen Huerta, C. & Utomo, A. Evaluating the association between urban green spaces and subjective well-being in Mexico city during the COVID-19 pandemic. Heal. Place 70, 102606 (2021). [↩]
- Shober, A. L., Denny, G. C. & Broschat, T. K. Management of fertilizers and water for ornamental plants in urban landscapes: Current practices and impacts on water resources in Florida. Horttechnology 20, 94–106 (2010). [↩]
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