Tamara Blazquez Haik narra la experiencia del rescate de las faldas del Huizachtepetl, gracias a los Chaponeros de Lomas Estrella, en Iztapalapa.
Los Chaponeros de Lomas Estrella y la resurrección de las faldas del Huizachtepetl
Tamara Blazquez Haik narra la experiencia del rescate de las faldas del Huizachtepetl, gracias a los Chaponeros de Lomas Estrella, en Iztapalapa.
Texto de Tamara Blazquez Haik 30/05/23
El Cerro de la Estrella en la alcaldía Iztapalapa de la Ciudad de México es famoso por su importante papel durante la escenificación de la Pasión de Cristo que se lleva a cabo año con año. Sin embargo, poco se sabe de la enorme importancia ecológica y biológica que tiene para la ciudad.
En 1938, fue declarado Parque Nacional por el presidente Lázaro Cárdenas. No obstante, debido a la constante urbanización y crecimiento de la mancha urbana, la categoría de protección para el cerro se redujo a un Área Natural Protegida (ANP) de 143 hectáreas a cargo del gobierno de la Ciudad de México.
Durante la época prehispánica, este cerro recibía el nombre de Huizachtepetl, que significa cerro de los huizaches, especie de árbol parecida al mezquite del cual se utilizan sus espinas para crear la corona de Cristo utilizada durante esta famosa escenificación de la Pasión de Cristo. Después, recibió el nombre de Cerro de La Estrella en honor a una de las haciendas construidas en esa zona durante la época colonial.
En este cerro se encuentra también una importante zona arqueológica, donde se localiza la pirámide del Fuego Nuevo y donde se realizaban sacrificios humanos en honor al dios del Sol para que siguiera iluminando con su luz a la humanidad.
El ecosistema en este cerro es principalmente matorral xerófilo y pastizal, y es un importante pulmón para la urbe, además de ser refugio de fauna silvestre como cacomixtles, tlacuaches, tuzas, distintas especies de aves, serpientes y otros reptiles. Además, por lo mencionado, es una zona de gran importancia cultural y religiosa.
Durante los últimos años se ha buscado restaurar esta ANP, además de promocionarla como una zona biocultural, para visitar en familia y hacer senderismo, aprender sobre la flora y la fauna y por supuesto sobre la cultura prehispánica, ya que aquí también podemos encontrar el museo del Fuego Nuevo. Sin embargo, poco se habla de las faldas de este importante cerro que, aunque ya son parte de la mancha urbana, siguen manteniendo la misma importancia ecológica que el resto del ecosistema. Tristemente, muchas de estas áreas llevan años siendo usadas solo como tiraderos de basura, por decir lo menos. Sin embargo, en la colonia Lomas Estrella, un grupo de vecinos se ha organizado para restaurar esta parte del cerro, traer de vuelta la vegetación nativa y, con ello, la vida que una vez había desaparecido de esta área.
Hace aproximadamente cinco años, la Dra. Natalia Pavón, Investigadora en Ciencias Médicas del Instituto Nacional de Cardiología, perteneciente al SNI nivel I, comenzó a trabajar en la reforestación de 2.8 hectáreas de cerro en la colonia Lomas Estrella. Al poco tiempo, al ver a la doctora trabajando, más vecinos de la colonia se fueron uniendo a estos esfuerzos hasta formar el grupo conocido como los Chaponeros de Lomas Estrella.
El nombre de “chaponeros” se refiere a la acción de “chaponear” que según comentan los integrantes del colectivo, significa trabajar con un machete cortando hierba en el cerro. Y es que justamente, las primeras acciones para comenzar este trabajo de reforestación y restauración ecológica, fue la limpieza de la zona cortando la hierba seca del Cerro de la Estrella. Esta acción lleva a cabo cada año en la época de secas para retirar la materia orgánica que podría ocasionar graves incendios, pero se aprovecha como materia orgánica para mantener la fertilidad del suelo en el ecosistema.
Durante estos cinco años, los Chaponeros han realizado un grandioso trabajo en esta área, con un índice de más del 90% de supervivencia de los árboles reforestados; se han enfocado en sembrar especies nativas tanto de árboles y arbustos, así como de flores y otras plantas. Incluso han traído de vuelta el huizache, especie que había ya desaparecido del cerro al cual dieron nombre y que gracias a este colectivo ha vuelto a casa.
Algunas de las especies de árboles que se han sembrado incluyen calliandras, tronadoras, tepozanes, palos dulces; por supuesto, huizaches —una de las especies más queridas por el colectivo—, tejocotes, capulines, colorines y chapulixtes. Otras especies de flora sembradas, sobre todo para la creación de un jardín de polinizadores certificado y avalado por la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO), incluyen cosmos, hierba del cáncer, trompetillas, durantas, cempoalxóchitl, dalias, velo de novia y salvias.
Este impresionante trabajo no ha sido fácil; durante el camino, los Chaponeros se han visto enfrentados a distintos retos y obstáculos que, aunque han sido duros y algunos bastante desalentadores, sólo los han fortalecido como colectivo y también su deseo de seguir ayudando a la naturaleza.
En algunas ocasiones, el colectivo se ha visto enfrentado a algunos otros vecinos renuentes a aceptar estas labores de restauración ecológica, así como a terceros que no conocen realmente el trabajo y los han acusado de ecocidio a la hora de remover la hierba seca, sin entender que esto es también parte del trabajo de restauración. Algunas otras personas malintencionadas han arrancado y lastimado algunos de los árboles sembrados, pero esto no ha detenido ni al colectivo ni a los árboles que, a pesar de ser ejemplares jóvenes, han demostrado una enorme resiliencia y resistencia a los retos y siguen creciendo con fuerza.
Hace poco también se vieron enfrentados a un incendio provocado que quemó una buena parte de estas 2.8 hectáreas; sin embargo, los Chaponeros no dejaron que esto los detuviera y después de tratar el suelo afectado por el incendio han comenzado a sembrar también algunos agaves, chilacayote y otras especies que le ayudarán a esta zona a recuperarse para seguir con el trabajo de reforestación en el cerro.
Por supuesto la basura y demás tipos de desechos no han estado ausentes, así que otra de las tareas comunes para los miembros del colectivo es la recolección de estos para limpiar la zona.
Natalia también me comentó que hace un par de meses, personas malintencionadas alejaron un panal de abejas que se encontraba en uno de los árboles de la zona, pero, gracias al jardín para polinizadores, estos importantes insectos han regresado luego de aquel triste incidente.
Otro de los retos más grandes ha sido el acceso al agua. Como bien sabemos, la Ciudad de México está atravesando una crisis hídrica. Este año ha recibido un 24% menos del suministro de este líquido vital que en años anteriores y según distintas fuentes como la ONU, el día cero, es decir, el día en que la megalópolis se quedará sin agua, será en 2028. Sin embargo, esto no es noticia para los habitantes de la alcaldía Iztapalapa, quienes desde hace mucho tiempo se han visto afectados por la falta de agua y los habitantes de Lomas Estrella no son la excepción.
Justamente, cuando recién se iniciaron estos trabajos de reforestación, los Chaponeros notaron que podían aprovechar los escurrimientos de agua que ocurrían de forma natural en el cerro para así recoger este líquido y usarlo para el riego. Luego de algunos conflictos con vecinos y con apoyo de la alcaldía, decidieron que sería mejor colocar tanques de agua en puntos estratégicos de la zona para ayudarles con el riego, ya que cuando recién comenzaron sus labores, eran ellos quienes acarreaban agua desde sus casas hasta el cerrito, algo que no sólo era agotador, sino poco funcional y nada sostenible.
Afortunadamente, con este apoyo de la alcaldía, el problema del agua se ha ido solucionando poco a poco. Vale la pena mencionar que algunas de las especies que se han recuperado en la zona han sido donadas por distintos colectivos, algunas otras por la autoridad como la Comisión de Recursos Naturales y Desarrollo Rural (CORENADR), el Jardín Botánico del Instituto de Biología de la UNAM, entre otros. La herramienta, mangueras y otros insumos han salido de los bolsillos de los Chaponeros, además una gran cantidad de las plantas y árboles no fueron donados, sino germinados por ellos mismos en sus propias casas.
Gran parte del éxito que han tenido los Chaponeros con esta restauración se debe a que no solo se han tomado el tiempo de trabajar por y para la naturaleza, sino que también se han capacitado en el tema de las plantas nativas y sus cuidados para asegurar la supervivencia de estas y también en distintos temas ambientales para también poder ofrecer recorridos informativos para cualquier interesado en el área; finalmente, saben mucho acerca de todos los tesoros que aquí se encuentran. Por ejemplo, existen distintos sistemas de cuevas por todo el cerro, y en esta parte de Lomas Estrella podemos encontrar dos cuevas muy hermosas que, tristemente, también han sido usadas como tiraderos de basura, entre otras cosas, pero que son importantes como refugio de fauna y como parte de este ancestral paisaje.
Hace algunos meses estuve en la región de la Sierra Norte de Oaxaca asistiendo en un trabajo de documentación de anfibios y reptiles en la zona, donde un colega me comentaba que él no creía que en la Ciudad de México hubiera esperanza en cuanto a la conservación de la naturaleza se refiere. No obstante, esta persona solo hablaba desde la ignorancia al no conocer los distintos esfuerzos de conservación que existen a lo largo y ancho de esta enorme urbe. Desde los pueblos originarios defendiendo humedales y bosques, hasta los colectivos formados en los distintos barrios y colonias de la ciudad, sin olvidar los esfuerzos de ciudadanos individuales que lo están dando todo por, poco a poco, recuperar la vida en la urbe.
Los Chaponeros de Lomas Estrella son un ejemplo de personas admirables que, justamente, lo están dando todo y hasta más para que la vida regrese a las faldas del Cerro de la Estrella y así ir mitigando los efectos que el crecimiento desmedido de la mancha urbana ha tenido en nuestras áreas naturales protegidas.
En la Ciudad de México aún existe una gran esperanza para que la vida y la naturaleza retomen los espacios que se les han arrebatado. Recordemos que el peor enemigo de la biodiversidad es la apatía y la inacción. No esperemos a que sean siempre las autoridades y gobiernos quienes actúen; empecemos nosotros sembrando pequeñas pero importantes semillas de cambio. Aún estamos a tiempo de recuperar espacios y llenarlos de vida tal como lo han hecho los Chaponeros en las alguna vez olvidadas faldas del Cerro de la Estrella que ahora han resucitado así como Cristo lo hace durante la tradicional escenificación que año con año se realiza en esta emblemática alcaldía de la Ciudad de México. EP
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