Tamara Blazquez Haik cuenta e ilustra cómo, gracias a la unión de varios vecinos, se ha recuperado el camellón de Vito Alessio Robles en la Ciudad de México.
El camellón de Vito Alessio Robles: una historia de comunidad, resistencia y renacimiento
Tamara Blazquez Haik cuenta e ilustra cómo, gracias a la unión de varios vecinos, se ha recuperado el camellón de Vito Alessio Robles en la Ciudad de México.
Texto de Tamara Blazquez Haik 11/04/23
La Ciudad de México es una de las más grandes del mundo así como una de las más contaminadas: tiene cada año, al menos, una o dos contingencias ambientales debido a la mala calidad del aire por el uso del automóvil, la falta de lluvia o las altas temperaturas. Estas dos últimas son a causa de la falta de áreas verdes en la urbe. A pesar de que más de la mitad del territorio de la Ciudad de México se conoce como suelo de conservación, de acuerdo con la Universidad Autónoma de México, solo el 14% de este territorio recibe alguna protección.
Esto es sumamente alarmante ya que este suelo de conservación, conformado por bosques, pastizales de alta montaña, humedales, pedregales y barrancas, nos provee de los servicios ecosistémicos necesarios para sobrevivir como captación y filtración de agua, generación de oxígeno, captación de CO2, regulación de la temperatura, suelos fértiles para la producción de alimentos, protección para la biodiversidad (de acuerdo con la Secretaría del Medio Ambiente, en la CDMX se tienen registradas más de 2500 especies distintas entre fauna y flora) y mitigación de efectos del cambio climático.
Sin embargo, considerando la incesante urbanización y la rápida velocidad con que la CDMX sigue creciendo, este territorio ya no es suficiente para garantizar los servicios ecosistémicos que los habitantes de la ciudad necesitan para sobrevivir. A causa de la expansión urbana, grandes extensiones de dicho suelo de conservación desaparecen cada día; además, vemos cómo las pocas áreas verdes que perduran —parques, camellones o arbolado urbano— enferman, mueren o devastadas para darle cabida a centros comerciales y desarrollos inmobiliarios.
Sin embargo, no todo está perdido; por toda la ciudad, existen distintos frentes por la defensa del territorio y la biodiversidad: desde pueblos y comunidades originarias protegen los bosques y humedales, como colectivos de vecinos se preocupan por la naturaleza y se han organizado para crear proyectos de restauración ecológica en sus colonias. La ciudadanía deja en claro que el querer es poder y que todavía hay esperanza.
Es el caso del camellón localizado en la calle de Vito Alessio Robles en la alcaldía Álvaro Obregón, un espacio de 33000 metros cuadrados que en 2020 se encontraba prácticamente muerto: el suelo erosionado e infértil, la vegetación —en su mayoría no nativa— seca, los árboles enfermos y sin casi ningún rastro de fauna. Gracias al esfuerzo y dedicación de los vecinos residentes de las colonias Florida y ExHacienda Guadalupe Chimalistac, ha vuelto a la vida.
Tuve la oportunidad de charlar con Sofía Elena Ibarra, una de las personas que iniciaron el proyecto de restauración del camellón cuando, a finales de 2019, ella y otros vecinos notaron que se estaba secando, al grado que más de 40 árboles tuvieron que ser talados debido a que habían muerto. Entonces, comenzaron a salir a regar a los árboles y plantas sobrevivientes del camellón, y ahí fue cuando comenzó a crearse esta comunidad que buscaría el rescate del espacio.
Los vecinos, al ver que ninguna dependencia venía a regar las plantas, comenzaron a pagar entre todos pipas de agua; sin embargo, esta no era una solución, pues la erosión del suelo ya no le permitía absorber agua y además se encontraba demasiado compactado. Así, decidieron lanzar una campaña en la plataforma de Donadora para poder contratar a un ingeniero agrónomo y obtener un tipo de diagnóstico sobre lo que ocurría con la tierra, y trazar la mejor ruta de acción para ayudar.
Los estudios realizados arrojaron que el suelo ya casi no tenía nutrientes y que además parecía estar infestado por un tipo de hongo. Sofía me relató que todo este proyecto ha involucrado muchísimo aprendizaje y que, desafortunadamente, al comenzar con los trabajos se cometieron varios errores; por ejemplo, el ingeniero agrónomo arrojó azufre y cal alrededor de los árboles, ocasionó un mayor daño a la zona y, además, dejó incompleto el trabajo a pesar de que ya se le había pagado.
Sin embargo, esta mala experiencia motivó a Sofía y a sus vecinos a aprender lo más posible acerca de agroecología y restauración ecológica por medio de diplomados, cursos y colaboraciones con distintos colectivos en la Ciudad de México con más experiencia en el tema, así como con las autoridades locales.
Así fue como lograron contactar con Horacio Medina, en ese entonces director del Departamento de Cambio Climático y Sustentabilidad de la alcaldía Álvaro Obregón, quien con gusto apoyó a este proyecto y guió a los vecinos para llevar a cabo la restauración del camellón.
Gracias a este apoyo, se descubrió que el primer paso para restaurar la zona era descompactar el suelo, así que los vecinos compraron palas y picos para comenzar con esta ardua labor y también así deshacerse del pasto, un monocultivo bastante nocivo para nuestros suelos que necesita demasiada agua para sobrevivir y no le permite a otras especies prosperar.
Un grupo de aproximadamente 7 vecinos fueron quienes comenzaron a realizar este trabajo de descompactación; esto llamó la atención de más personas que poco a poco se fueron uniendo al proyecto. Además, ayudó a crear comunidad en la zona al mismo tiempo que estas actividades permitieron a los vecinos tener un desahogo y actividad física durante la pandemia. Sofía me comentó que, de alguna u otra forma, estos trabajos de rescate del camellón, también los rescataron.
Estas acciones inspiraron a la administración pasada de la alcaldía Álvaro Obregón que, al ver el compromiso de los vecinos, decidió enviarles composta para ayudar en la labor de restaurar el suelo, así como algunas especies de flora nativa para sembrar, así como cuadrillas del pueblo originario Santa Rosa Xochiac, de los cuales aprendieron muchísimo.
A pesar de esto, algunos vecinos, en su desconocimiento, siguieron sembrando especies introducidas como jacarandas, pero Sofía y los demás lograron, junto con la asesoría de Horacio Medina, otros expertos y con la ayuda de colectivos y pueblos originarios de la ciudad, educar a algunas de estas personas sobre lo que sería mejor para el camellón. Con la guía del Dr. Medina, se decidió sembrar algunas especies de árboles frutales nativos que ayudarían a la fauna y a generar mayor diversidad en el área junto con agaves, dalias y salvias que se fueron sembrando poco a poco por el camellón.
Han sido tres años de mucho trabajo y muchos retos, pero la diferencia en el camellón es notoria: ya no son 33000 metros cuadrados de área seca y moribunda, sino 33000 metros cuadrados que han renacido gracias a los esfuerzos de los vecinos de Vito Alessio Robles y de todos aquellos que de alguna u otra forma han participado.
Recientemente, por medio del presupuesto participativo, se instalaron lombricomposteros a lo largo del camellón para reciclar residuos orgánicos y generar humus y tierra que puedan ser devueltos al suelo para asistir al crecimiento de las plantas y árboles. Asimismo, se creó un parque para perros para que estos animales tuvieran un sitio seguro para jugar sin lastimar las plantas que con mucho trabajo han sido sembradas.
Para Sofía, el mejor consejo para quien quiera realizar proyectos de este calibre, es poner el ejemplo. Ya sea realizando convocatorias para llevar a cabo distintas actividades, como la siembra de las plantas nativas e incentivar el uso de los lombricomposteros. Sin embargo, menciona que esto también requiere de muchísima paciencia, ya que muchas veces el implementar un estilo de vida más ecológico entre tus vecinos es como “picar piedra”.
Algunas personas tristemente se han quejado sobre que los lombricomposteros “se ven feos” y han pedido que se quiten, afortunadamente sin éxito. Otra de las quejas ha sido referente a lo que todos, por ignorancia, llamamos “mala hierba” que no es más que la vegetación nativa retomando su espacio, la cual es mucho más ecológica e importante que el césped al ser alimento para polinizadores y también refugio de otras especies de insectos: atrae así más biodiversidad como aves y pequeños mamíferos y mantene la buena salud de nuestros suelos.
Gracias a la ciencia, sabemos que esta “mala hierba” en realidad no debería podarse y que de lo que nos debemos deshacer en nuestros parques, banquetas, camellones y jardínes, es del pasto. Sin embargo este concepto es algo que no todos los vecinos del camellón han logrado entender, así que a pesar de las insistencias de Sofía, se ha seguido podando esta hierba, dejando solo un pequeño “parche” de esta vegetación frente a uno de los edificios de la calle. Aun con todo esto, Sofía y los vecinos no se rinden, siguen buscando educar y generar mayor conciencia en el resto de los habitantes de la calle.
De hecho, el proteger a esta vegetación nativa como una parte fundamental de la salud del camellón, que al cumplir su ciclo de vida y secarse, vuelve al suelo como alimento y biomasa, logró que los vecinos y el camellón se volvieran virales, y llegaron a una vasta audiencia, inspirándonos a muchos a aprender sobre la importancia de restaurar nuestras áreas verdes urbanas y, además, como ciudadanos, a tener iniciativa.
Otros de los retos han sido de carácter político y de rivalidad entre partidos, resultando en que los horarios de riego se vieran afectados y el trabajo realizado por los vecinos, en peligro. Asimismo, algunas de las cuadrillas de trabajadores de la Ciudad de México, que no han sido capacitados en botánica y ecología, han dañado algunas de las plantas, como las dalias, un regalo de la Asociación Mexicana de la Dalia para el camellón luego de que este se hiciera viral. Estas hermosas flores nacionales, que además se encuentran en peligro de extinción, fueron arrancadas de raíz, al confundirlas con “malas hierbas”, ocasionando también un gran daño moral a los vecinos que tanto amor le han puesto al camellón. Estas mismas cuadrillas arrancaron también algunas de las salvias al confundirlas con hierbas secas.
Sofía y los vecinos se han visto también enfrentados con algunos trabajadores de la autoridad, quienes argumentan que ellos son quienes saben qué es lo mejor para la zona a pesar de insistir en eliminar la vegetación nativa, en barrer la hojarasca —materia orgánica fundamental para la buena salud del suelo— y que insisten en sembrar especies que poco o nada aportan al ecosistema, como lirios y agapantos. A pesar de que los vecinos han demostrado que en estos tres años no han parado de capacitarse, estos conflictos subsisten y dejan bien en claro la brecha que existe entre la autoridad y sociedad civil, donde la primera casi siempre menosprecia a la segunda sin fundamentos.
Sofía ha sido muy crítica y vigilante sobre lo que las autoridades han querido hacer con el camellón, y ha frenado la cantidad de agapantos y lirios que se han querido sembrar en la zona, eligiendo mejor plantas nativas, como las salvias, que han sido conseguidas por los vecinos y hasta donadas por otras personas.
Así mismo, fue gracias a la vigilancia tanto de Sofía como de los vecinos, que los lombricomposteros fueron instalados correctamente con el presupuesto participativo y que este incluyese un taller de capacitación para su uso impartido por Sitopia, una iniciativa de agroecología urbana que ofrece distintos servicios, como instalación de lombricomposteros, cursos, diplomados y más.
Este proyecto ha seguido creciendo gracias al amor que los vecinos tienen al camellón y a la comunidad creada alrededor de la restauración. Los ha llevado a superar los retos y obstáculos que se han presentado, y que los sigue motivando a generar nuevos proyectos para la zona.
Uno de los nuevos proyectos para el camellón Vito Alessio Robles es un jardín para polinizadores, el cual ya cuenta con unas plantas de asclepias; esta especie es clave para la supervivencia de la mariposa monarca, ya que es en estas plantas —conocidas como algodoncillos— las mariposas depositan sus huevos y de las que sus orugas se alimentan para poder sobrevivir. Estas plantas fueron donadas por el proyecto Jungla Urbana, otra gran iniciativa ciudadana.
Asimismo se busca implementar en el camellón un sistema de riego, como proyecto a futuro, utilizando las bombas de agua tratada de Los Viveros y de Chimalistac, para que el agua nunca le falte a este ecosistema urbano y no tenga que depender de pipas.
Sofía comenta que gracias a Twitter se ha dado cuenta de que cada vez son más los ciudadanos que toman en sus manos la iniciativa para generar proyectos ecológicos y de restauración por toda la ciudad, algo que a veces pasa desapercibido. Reconoce que, efectivamente, aunque el cuidado de la naturaleza debe ser prioridad de las autoridades, la Ciudad de México “es un monstruo” y el gobierno no se da abasto; por eso sí recae, hasta cierto grado, en nosotros como ciudadanía el tomar las riendas y actuar en pro de nuestros ecosistemas urbanos. Como bien menciona, poner de nuestra parte, regar el árbol que tenemos cerca, recoger la basura, no nos cuesta nada. Estas acciones a su vez inspiran a más personas a actuar, mientras motiva también a las autoridades a comprometerse con los ciudadanos y con el cuidado del medio ambiente.
En el libro Nature’s Best Hope, Douglas W. Tallamy, profesor del departamento de Entomología y Ecología de Fauna Silvestre de la Universidad de Delaware, relata que debido al incesante avance de la urbanización por encima de la naturaleza, una de las mayores esperanzas para lograr combatir la pérdida de biodiversidad y el cambio climático, es revegetar los espacios urbanos para crear corredores biológicos, es decir, restaurar estas áreas con flora nativa para que la fauna pueda sobrevivir y pueda desplazarse entre ecosistemas y distintos hábitats, dispersando semillas y polinizando las distintas especies de vegetación nativa de una localidad, tal y como lo han estado haciendo Sofía y sus vecinos con el camellón de Vito Alessio Robles.
Precisamente, me contaba Sofía mientras caminábamos por el camellón, ya comienzan a ver más fauna en la zona, como cacomixtles, pájaros carpinteros, tecolotes y hasta aguilillas de Harris. Se piensa que estas especies provienen de Los Viveros, sin embargo, el hecho de que los animales se sientan seguros para aventurarse a la zona del camellón, quiere decir que este ecosistema se está recuperando, les ofrece refugio y alimento, y la restauración está teniendo un gran éxito.
“No se puede amar lo que no se conoce”, menciona Sofía, y “ver cómo los niños de la colonia o gente que transita por aquí, nos pregunta sobre los árboles, las plantas y los trabajos realizados, inspira y motiva a seguir adelante, aunque a veces me den ganas de tirar la toalla”.
A pesar de todo, Sofía sigue bien plantada en esta admirable misión, continúa estudiando y capacitándose para ayudar a esta área que tanto ama. Ella y sus vecinos son una gran inspiración no solo para quienes viven en la calle de Vito Alessio Robles, sino para todos los que habitamos la Ciudad de México: nos demuestran que sin importar qué tan dañado se encuentre un ecosistema, si nos lo proponemos y nos organizamos, podemos traerlo de vuelta a la vida. EP
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